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3. La cena

Charlotte Harrison

No sé si hoy es el día en el que todos los restaurantes se han puesto de acuerdo para negarme un lugar. Pero definitivamente éste era el último al que llamaría. Sí no había reservación, tendrían que disfrutar de mi manjar de comida exótica.

Marco el último numero de un restaurante que me encuentro en alguna página de mi Facebook. Y para colmo, la respuesta es la misma: no hay reservación para el día de hoy.

Me paseo de un lado a otro por la estancia reprochándome el no encontrar reservación en algún lugar de comida buena. Y para colmo, Oliver no deja de mandarme mensajes burlándose de mí diciéndome que le gustaría probar uno de mis manjares. Nótese el sarcasmo.

No es que no me guste la cocina, pero para mí mala suerte soy más de postres que de comida y eso él lo sabe.

Vuelvo hacer el intento en uno de los restaurantes cerca del centro de la ciudad. El lugar es caro, pero a lo que Oliver me ha contado el tipo y su esposa son adinerados. Nosotros no carecemos de nada, que Oliver no quiera hacerse cargo de la compañía de su padre es otro asunto. Le gusta ser cirujano y el que lo sea para él ya es un lujo. Por eso lo amo, prefirió ganarse lo suyo antes de tocar algo de su padre y su hermano gemelo Omar. Son buenos hombres, pero su madre me odia.

Buenas tardes, The Pink Door —responden al otro lado de la línea.

—Si, buenas noches señorita estoy en lista de espera para una reservación el día de hoy.

Claro, permítame.

Espero diez minutos eternos, hasta que por fin responde la mujer.

Hay dos mesas disponibles para cuatro y seis personas ¿Cuál le gustaría?

¡Gracias yisus!

Doy brincos como loca.

¿Sigue ahí, señorita?

—¡Si, si, perdón! La mesa para cuatro personas por favor.

Le paso los datos necesarios para la reservación, cuelgo la llamada y en cuanto lo hago observo el reloj. El día se me ha pasado volando cuando veo que ya son las cinco de la tarde. Así que lo siguiente que hago es encaminarme a la ducha para tomar un baño.

Pongo música, después de las horas estresantes esperando una reservación decido arreglarme, cantar y ponerme linda. "Señorita" inunda por toda la habitación mientras decido que vestido ponerme el día de hoy. El día a estado cálido, y el lugar en el que he reservado es elegante, así que opto por el vestido de manga larga ajustado al cuerpo color vino, arriba de la rodilla y descubierto de la espalda. Recojo mi cabello en una coleta alta, colocándome unas medias negras y zapatos combinados.

Me paro frente al espejo de cuerpo entero observando a detalle mi cuerpo. Las puntas de los senos se me marcan, pero no me interesa mucho aquello.

—¿A dónde tan guapa? —me interrumpe Oliver sacándome de mis pensamientos.

—Tengo una cita con mi marido y sus amigos —le respondo terminando de retocar mi maquillaje ligero.

—¿A sí? —cuestiona enarcando una ceja quitándose la ropa —. Y se puede saber ¿Dónde es que reservó señora Archer?

Le hago una seña indicándole con el móvil que abra mi mensaje. Niega con una sonrisa en su rostro en cuanto ve el nombre del lugar al que iremos.

—Perfecto, deja le comento a Marcus para que nos veamos allá.

—Bien.

Me deja un casto beso en la mejilla. Y antes de dirigirse al baño me azota el trasero con su mano derecha. Salto tratando de omitir un grito, pero fallo en el intento.

(***)

Llegamos a la entrada del restaurante. Las luces que adornan un pasillo de tres metros se van haciendo tenues conforme llegamos al salón donde se encuentra la recepcionista. Aprieto el brazo de Oliver tratando de no parecer nerviosa, porque en realidad lo estoy.

El lugar es grande, con un candelabro de cristal a mediación e infinidad de mesas con manteles de un tono rosado pálido.

—Buenas noches, ¿Cuentan con una reservación? —pregunta una chica con pantalones y saco de vestir en color negro.

—Si, a nombre del señor y la señora Archer —anuncia Oliver.

La chica parece intimidarse con la gruesa e imponente voz de Oliver. Noto como se sonroja cuando él contesta, pero no me molesto en sentir ni una pizca de celos cuando él ni siquiera le pone la más mínima atención.

Ella sigue en lo suyo buscando nuestros nombres en una pantalla, hasta que por fin nos encuentra.

—Por aquí, si son tan amables.

Prosigue indicándonos el camino hacia nuestra mesa. Al llegar, Oliver le da la indicación a la chica que vendrá alguien más y ésta asiente.

Observo el lugar. Oliver y yo no somos de gustos caros, nos agrada lo bueno pero también lo sencillo.

—Desean algo de beber —comenta un camarero.

Oliver le pide un vino que desconozco, y éste continúa su camino yendo por él.

—Me quedaré con las ganas de intoxicarme con tu manjar exótico —bromea con una sonrisa en los labios.

Luce divinamente con un traje azul oscuro sin corbata y ajustado al cuerpo.

—¿Bromeas? No eres digno —prosigo burlándome, después hago un mohín —. Sabes que no soy experta cocinando.

—Lo sé.

—Hice hasta lo imposible por conseguir esta mesa —digo desplazando ambas manos sobre el mantel.

—No me lo tienes que decir, estoy seguro de ello —se ríe —. Gracias cariño —agrega tomándome de la mano para después besarme los nudillos.

—Eres un...

—¡Hola, hola!

Soy interrumpida por la voz suave y dulce de alguien. Al momento, Oliver voltea en dirección a esa voz y yo hago lo mismo.

Una mujer esbelta, de cabello rizado y rubio es quien nos saluda. Lleva puesto un vestido en color rojo hasta la rodilla haciéndola ver cómo una perfecta Barbie recién salida del empaque.

—¡Mercy, que gusto! —exclama Archer con emoción —Ven, ella es Charlotte, mi esposa —me presenta Oliver.

—¡Charlotte, mucho gusto! Yo soy Mercy.

No me da la oportunidad de presentarme por mi misma, porque cuando lo quiero hacer ya me tiene envuelta en un abrazo dejándome después un casto beso en la mejilla.

—El gusto es mío —es lo único que articulo cuando me suelta.

Huele a cerezas.

—¿Y Marcus? —le pregunta Oliver.

Los tres volvemos a tomar asiento en nuestros respectivos lugares, mientras yo espero por su respuesta. Tengo hambre, las tripas me comienzan a rugir por lo hambrientas que están. «Sé que debí haber comido algo antes de venir al restaurante, ahora mismo me arrepiento».

—Se me olvidó el abrigo y fue por él.

Si la mujer es hermosa, « ¿Cómo será él?».

Oliver y Mercy siguen enfrascados contándose no sé qué cosa. Me siento celosa al verlos tan ensimismados en una conversación de la cual no tengo conocimiento ni mucho menos lugar. Por un momento se me cruza la idea de ir al tocador a polvearme la nariz, pero al momento me doy cuenta que ni siquiera cargo con mi bolso, no suelo hacerlo cuando salgo con Oliver porque nunca lo ocupo.

Sigo sentada sin decir nada, solamente sonrío cuando Mercy posa la mirada en mí como si estuviera juzgando mi aspecto.

Miro a todos lados y a la vez a ninguno. Estoy hambrienta, soy de buen comer y si no como a mis horas estoy segura que despertaré a la bestia pero, todo queda en el olvido cuando veo a un hombre caminando en dirección a nuestra mesa con un abrigo color negro en mano.

El hombre es alto, de facciones definidas y mentón cuadrado. Va vestido en un traje color negro azabache sin corbata. No lo negare, el hombre es de belleza extraña, no exótica como la de Oliver, pero si extraña. Sobre todo por un par de espesas cejas castañas.

Cuando se posa frente a la mesa no paso desapercibida su mirada a mis ojos, porque estos son escudriñados por un par color café oscuros.

Por un momento se me va el aliento cuando me mira, la respiración se me entre corta, y un picor extraño aparece en mi boca.

—Disculpen la tardanza —joder, su voz... es gruesa y tan clara que me estremeció.

—Ya estamos acostumbrados —le responde Oliver levantándose de la silla dándole después un abrazo a quien supongo, es su amigo —. Tanto tiempo sin verte, hermano —agrega Oliver cuando lo suelta —. Ven, te presento a Charlotte, mi esposa.

Me levanto de la silla en cuanto nos presentan. Oliver me toma de la cintura acercándome hacia él para permitirme así saludar a su amigo.

Lo hago. Estrecho la mano en su dirección y hablo.

—Un gusto señor Meyer —digo en cuánto mi mano toca la suya.

Es suave y firme cuando me toca.

—Nada de formalidades Charly, dile Marcus —interrumpe la voz de su mujer. Ésta lo toma del brazo acariciándoselo.

«Ni que me lo fuera a comer». No lo niego, el tipo está de buen ver.

—Que alegría verte —añade Oliver cuando volvemos a tomar asiento —. ¿Hace cuanto tiempo que no nos veíamos?

—No lo sé, ¿cinco años, tal vez? —responde el hombre dándole después un sorbo al vino.

Me pone los pelos de punta su voz, por no decir que también otras partes de mi cuerpo. Es grave, como la de un Dios griego. No conozco a uno pero seguro que es parecida.

—Los mismos años que tienes con tu esposa Oliver —agrega la rubia con voz cantarina —¿Hace cuanto se casaron? —pregunta dirigiéndose a mi.

—Hace un año apenas —le confirmo.

Ahora entiendo porque están juntos, un hombre como él y una mujer como ella, son el tipo de pareja que saliendo de la universidad contraen nupcias por tanta belleza. «De seguro ella era la típica porrista, y él el jugador de americano, ¿Quarterback, quizás?».

Después de unos minutos llega el camarero. Ordenamos la cena, una botella más de vino y después ellos tres siguen con la charla sobre el mucho tiempo que no se han visto. Para lo que escucho, hace dos años se casaron, estuvieron viviendo un tiempo en Australia y no sé dónde más. Mercy es psicóloga, y Marcus labora en una firma de abogados pero al parecer, muy pronto se hará cargo de la empresa de su papá.

La cena llega y los cuatro nos disponemos a comer los alimentos. Estoy nerviosa, la mirada oscura del tipo me está volviendo un manojo de nervios. Ni siquiera soy capaz de verlo cuando hacen el intento de incluirme en la conversación.

—¿Y tú a que te dedicas Charly? —odio el sobrenombre. No se lo digo por educación, pero lo odio.

—Bueno, soy ingeniera en diseño de Software —digo sonriendo y dándole después un sorbo al vino para que deje de preguntar por mi.

No me gusta ser el centro de atención. Sobre todo cuando la mirada del señor oscuro me escrudiña de esa manera.

—Excelente elección de carrera —añade la rubia —. Nunca fui buena en la tecnología.

Me siento incomoda. No sé de qué manera actuar frente a ese par, y ahora simplemente estoy nerviosa. Sobre todo, cuando Mercy no deja de mirarme, a pesar de que me sonríe con delicadeza, hasta cierto punto siento que me juzga, o por lo menos me repara con la mirada... ¿tratando de descifrar mi personalidad?

¿Será por mi cuerpo?

—Oliver, ¿Le has hecho una operación a tu esposa? — ¿Qué? ¿Enserio preguntó eso? —. Digo, es que es hermosa, y muy... muy voluminosa —agrega la rubia frotándose con cautela los senos simulando su tamaño.

—Mercy —interrumpe a regañadientes su esposo.

Estoy por responder algo incoherente, pero Oliver me detiene tomándome de la mano llevándose los nudillos a la boca.

—Con mi mujer no es necesario —agrega él mirándome a los ojos —. Todo lo que ves en ella es natural.

Oliver me sonríe de medio lado y yo hago lo mismo.

El momento se torna un poco incomodo después de su comentario. Por lo menos yo lo estoy y siento que su esposo está exactamente igual cuando me mira. 

—Si me disculpan, voy al baño —les hago saber.

Me levanto de la silla de manera tranquila simulando que la rubia no acaba de decirme gorda. No es que lo sea, estoy en el peso adecuado para mi estatura, pero los atributos no ayudan mucho a la hora de aparentar lo que no soy. Amo mi cuerpo, es algo que todas deberíamos hacer y algo que mi madre me enseñó. Amarse tal y como se nació. Pero eso no evita ser el centro de burlas, el centro de atención. Quizás lo de la rubia fue un simple comentario, pero últimamente esos comentarios suelen ser de lo peor.

Camino al tocador de mujeres, hago mis necesidades y después de lavarme las manos me encamino de nuevo a la mesa donde Oliver y la pareja se acaban de levantar.

—¿Nos vamos cariño? —me pregunta Oliver, a lo cual asiento.

Los cuatro caminamos hacia afuera. El aire es fresco a ésta hora de la noche y el que la lluvia esté por caer no ayuda mucho. Siento mi piel erizarse por la temperatura en el ambiente haciendo que los pezones se me pongan duros. Me cruzo de brazos tratando de cubrir lo que ha es obvio.

Esperamos a que nos traigan el coche unos minutos. El de ellos tarda un poco más y noto de reojo el mal humor del señor oscuro.

—Hace mucho que no venía a éste lugar —anuncia Mercy —. Gracias Oliver, y Charly, no era mi intención decirte aquello, de verdad. Estoy muy apenada.

—No te preocupes, está bien —la tranquilizo con una sonrisa media que apenas sale de mis labios.

Se ve que es buena persona. Todo el tiempo estuvo muy atenta con ambos haciendo conversación cuando ninguno de los dos amigos hablaba de algo.

Oliver decide esperar a que traigan el auto de la pareja. Se muestra serio, pero atento con ellos, sobre todo cuando Mercy menciona algo sobre su departamento:

—Espero nos reunamos más seguido Oli, ¿Ya sabes que viviremos en el último piso de tu edificio?

Casi me atraganto con mi propia saliva cuando lo menciona.

—¿Cómo? —pregunta Marcus, su esposo.

—Si cariño, se me olvidó mencionar que el apartamento en el que viviremos será en el mismo piso que el de Oli. No me había dado cuenta hasta que lo mencionó hace un rato.

—Genial —agrega Oliver —, ya tendré con quien ver el partido de futbol.

El hombre le resta importancia al comentario de su esposa, pero si responde al de Oliver:

—Los patriotas siguen siendo lo mejor, claro está —Marcus le lleva la contraria. Éste último le esboza una sonrisa ladina mientras su esposa se le cuelga en el brazo cuando él me mira.

Ambos son raros.

—Dirás "eran", porque Tom Brady ya ni siquiera está en ese equipo.

—No hace falta...

Ambos siguen con una discusión defendiendo a su equipo. Unos minutos después llegan con el coche de la pareja. Oliver se despide de ambos, y yo simplemente les digo adiós levantando mi mano.

Ambos subimos a nuestro coche emprendiendo así el viaje de regreso. Vamos para donde mismo, pero Oliver deja que se vayan ellos primero.

—Al fin tendrás a tus amigos muy, pero muy cerca de ti —hablo.

—Es bueno saberlo, tengo mucho de no hablar con ellos. La verdad es que me sorprende aún que se hayan casado —dice negando con la cabeza.

—¿A sí? ¿Por qué? —pregunto.

—No es que quiera hablar mal de mi amigo, pero digamos que Marcus tiene... cierta fama de mujeriego.

—Pues pobre mujer, de seguro que pasó por lo que yo pasé —agrego con sorna.

Porque no se me olvida que, cuando conocí a Oliver, era un mujeriego seguramente igual a como lo dice que fue su amigo.

—Lo que yo hice no se compara con lo de Marcus, de verdad.

—Mujeriego es eso, mujeriego. Así seas igual o peor.

—¿Celosa todavía por lo de Tessa?

Maldita Tessa, cometí la estupidez de pelearme con ella en un bar por querer besar a Oliver. Un Oliver ebrio y medio dormido en un sofá.

—Pena ajena me di.

—Defendías a tu hombre —se ríe.

—Si mi hombre hubiese estado sobrio, no lo hubiera hecho.

—Aun así me gustó que lo hicieras.

—Estas loco.

Después de un rato llegamos al edificio. Saludamos a Rafael «el guardia», y entramos juntos al ascensor.

—¿Y que tal? ¿Te agradan? —me pregunta Oliver.

La rubia no.

—Los tolero, además, aún no los conozco bien cariño. No puedo decirte si me agradaron o no.

Las puertas del ascensor se abren, salimos y caminamos al apartamento. Cuando Oliver está por abrir la puerta, la voz del señor oscuro aparece de nuevo.

¡He vuelto linda!

Espero les haya gustado ❤️ ¿Que les pareció el señor oscuro? 😂👀

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