Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3



Multimedia: The Edge of Glory- Lady Gaga

Algo en la mirada de Armand me hace sentir poderosa, peligrosa y valiente. Sus ojos atrayentes no se desvían de mi cuerpo, mientras avanzamos por el amplio pasillo de paredes plateadas del nivel tres de la discoteca, con rumbo hacia el ascensor que nos llevará al segundo piso y posteriormente a la salida.

La música dubstep se cuela con su golpeteo rítmico y futurista en nuestros oídos. Un par de mujeres vestidas de negro, salen a nuestro encuentro, enarbolando en sus manos bandejas metálicas llenas de vasitos, copas pequeñas y botellas diversas (cuyas etiquetas prefiero no leer). Ambas escanean de arriba abajo a Armand, disparando miradas coquetas en su dirección. Frunzo el ceño, no me resulta simpático ver este tipo de cosas. Cuando éramos novios era demasiado común ver a una mujer hablando en voz alta, riendo de forma estridente o lanzándole uno que otro guiño. Aunque él jamás se inmutaba en seguirles la corriente.

—Señor Koch, buenas noches. ¿Desea beber algo? —.Una pelinegra de ojos oliváceos y achinados semejantes a los de un gato, es la primera en hablar. Veo su rostro sonrojado apenas él se acerca. Armand ni se inmuta y la ignora olímpicamente, pasando de ella y caminando con su mano entrecerrada en la mía.

Podría sentir pena por la chica, pero la verdad es que no. Sobretodo porque su compañera, acomodó su vestidito al ver a Armand, de forma que sus tetas básicamente quedaron expuestas al dominio público.

Seguimos andando a paso firme. La ansiedad de lo que nos espera a ambos en la playa, sigue aumentando. Quiero estar con él, pero a la vez me estresa que sus respuestas sobre lo que pasó en el pasado, no sean lo suficientemente buenas. Me volveré a decepcionar de él si eso ocurre, y de paso de mí misma, por permitirle entrar tan fácil en mi vida y haberle escuchado.

Un hombre de cabello anaranjado y una mujer caucásica pasan a nuestro lado, discutiendo. Ella le enseña algo en un celular, y el chico cabizbajo y borracho le dice que es sólo una amiga. Luego la veo diciéndole en voz alta: Si es una amiga, entonces por qué te envía fotos de ella desnuda. Qué amistad tan moderna la de ustedes. Hemos terminado.

La fémina, de altura media se adelanta caminando rápidamente, el ex novio trata de alcanzarla, logra hacerlo y le toca el hombro para que lo escuche, pero es recibido con una sonora bofetada que hasta a mí me dolió. Se le ve enojadísima, acto seguido lanza el móvil del individuo al piso, luego lo pisotea y sale corriendo de forma dramática. Él muchacho se queda de pie, mirándola irse, luce confundido. Acto seguido se encoge de hombros como si pensara que su situación no tiene arreglo, se da la vuelta y pasa a través de la puerta plegable que lleva al interior de la discoteca.

Muy dolido no se ve.

—No entiendo cómo la gente pierde su amor propio y se dedica a hacer espectáculos de celos y rabietas—pronuncia Armand con su tono de barítono sarcástico.

—No todo el mundo lleva agua fría en sus venas. La gente siente, es emocional, se enoja, y aunque no siempre quiera expresarlo está en su justo derecho. Es natural.

—Para estar borracha dices cosas bastante interesantes. ¿Cómo te sientes? —curiosea, curvando la delgada línea de sus labios en un mohín seductor y despreocupado.

—Sigo mareada, pero creo que estoy bien.

—¿Consumiste alguna droga? ¿Sentiste algo raro cuando ese tipo se te acercó? He visto algunos reportes de mujeres que aseguran haberse sentido extrañas después de acercarse a bartenders en este tipo de lugares. Al parecer, ciertos individuos enfermos, pagan para que una especie de droga gaseosa sin olor; sea disparada sobre las mujeres con las que desean intimar. Estas caen drogadas, y posteriormente son violadas. A la ex novia de Jack le pasó. Es algo que se ha vuelto muy popular en Europa. —Armand bufa contrariado. Se nota que el tema le hace rabiar.

—Bueno, ahora que lo dices, creo que me acerqué a un bartender antes de que nos encontráramos, necesitaba ir al baño. —confieso analítica.

Él suspira, quedándose muy serio. Me pregunto qué estará pensando. El Armand silencioso es ultra intrigante.

—Entonces, te llevaré al hospital, quiero que te hagan una prueba toxicológica para asegurarnos de que estás bien. El hecho de que no recuerdes con quién viniste aquí me preocupa. —acota directo, observándome con sigilo.

Lo miro como si le hubiera crecido un segundo pene. El único hospital que podría curarme, de lo que sea que me esté pasando, está construido entre sus labios, sus brazos fuertes; su pecho duro y su gran entrepierna.

¡Golosa!, me recrimina mi subconsciente.

—No, quiero ir a la playa. Estoy bien, creo que ya se me está pasando. Además estamos en un sueño.

Me mira con desconfianza y niega con la cabeza, girando sus ojos hasta que estos adquieren un matiz marfíleo. Su cara es un poema perfecto y distractor.

—No lo es preciosa, y en la playa te demostraré que un sueño nunca podría ganarle a la realidad caliente que viviremos, pero quiero saber si estás bien. —Su voz es como un cuento erótico que me incitaría a masturbarme después de haberlo leído. Tenerlo cerca aturde demasiado. Todos mis pensamientos son atrapados por la liosa lascivia, Armand parece darse cuenta del efecto que produce en mí cada vez que nuestros ojos chocan y agita los hombros con arrogancia.

Él es fuego potente, hielo inclemente, infierno maldito y paraíso inalcanzable. Yo en cambio, soy una simple espectadora de su magnificencia de apetecible rey de la oscuridad.

—Vamos a la playa, estoy bien, es en serio.—digo, apretando la taza entre mis manos. Sé que eso lo distraerá y dejará de insistir.

— ¿Por qué te trajiste la taza? —musita extrañado. Su camisa de ébano se arruga cuando suelta mi mano, y estira sus brazos hasta tocar el pequeño recipiente transparente atrapado entre mis dedos—No sé por qué tanto apego a esta taza. Mínimo te salvó la vida o algo así.

Ahora soy yo quien pone los ojos en blanco. Por qué Armand Koch tiene que cuestionar todo lo que hago. No es mi papá, ni yo soy una bebé que está aprendiendo a caminar. Soy una mujer hecha y derecha y si quiero cargar tazas de forma amorosa, lo haré, aunque no exista una razón lógica para ello.

—Le tengo cariño —.La verdad ni yo misma sé bien con qué objetivo me traje la dichosa taza, simplemente lo hice. En el fondo pienso que la taza es un garante para mí, si mañana despierto y la taza no está, significará que todo lo que estoy viviendo, jamás sucedió

Armand suelta una carcajada ante mi extraña respuesta. Debe pensar que soy muy rara. Sus cambios de humor son una entretenida piedra en el zapato.

—Ay, Lynd, no cabe duda de que eres tan hermosa y única. Sólo tú podrías encontrar algo interesante en una simple taza. —murmura, acercándome a su rostro, su boca tentándome a aproximarme. Cierro los ojos y aprieto los labios en forma de "o", completamente preparada para besarlo. Mi corazón vuelve a latir errático. No es tan difícil entender el porqué mi cuerpo se bambolea así. Armand nunca dejó de gustarme, aunque por años me negué a aceptarlo. Preferí huir de mis emociones, de mis dudas, de lo mucho que necesitaba saber si la razón por la que había desaparecido; era tan peligrosa que él nunca se atrevió a pronunciarla frente a mí.

Espero cinco segundos, el beso no llega. Espero otros cinco más y nada cambia. La unión de labios no se consuma.

¿Por qué no me besa?

Abro los ojos y me encuentro con otra sonrisa malvada y jocosa de parte de Armand. Es el segundo beso malogrado de la noche.

Pero qué demonios le pasa y por qué me hace esto.

—Es en serio, Koch. ¿Otra vez con lo mismo? —gruño, visiblemente molesta, adelantándome unos pasos por delante de él. Al instante me sigue, me alcanza y reclama mi mano acunándola entre la suya.

—Es divertido molestarte, Laksmi.

Reconozco el apodo, mi corazón se emociona y late contento al oírlo. Tantas cosas remueve esa simple palabra en mi interior. Hay muchos recuerdos tranquilos anexados a ella. Él solía llamarme así cuando éramos novios. De repente parece como si el tiempo nunca hubiese transcurrido y él y yo, fuésemos los jóvenes hiperactivos de antes.

Laksmi es la diosa hindú de la belleza y la buena suerte, esposa de Vishnu uno de los tres dioses supremos de esa religión. Nacida de la espuma de mar durante el batido del océano de Leche, es el equivalente de Venus en la mitología romana y Afrodita en la mitología griega. Cuando me lo explicó, pensé que no había una forma más profunda y mística para referirse a una novia. Era mucho más que un: "muñeca, hermosa, bebé o mariposa". Sonaba como si Armand se hubiese esmerado en buscar algo único para referirse a mí, un apodo fuera de lo común para alguien importante en su vida. Se sintió como si él nunca estuviese dispuesto a escatimar esfuerzos cuando de mí se tratara.

Su vista se posa en mí, escaneando mi rostro ante lo que dijo. Le regalo una sonrisa a la que él se une y seguimos caminando de la mano. Sin problemas, sin trifulcas, sin dimes y diretes. Sólo él y yo, en un mundo movido y nocturno.

Llegamos al ascensor, una pelirroja vestida con un trajecito verde nos hace señas a lo lejos. No alcanzo a distinguir bien su rostro. Sólo el matiz rojizo y brillante de su cabello suelto. Armand aprieta mi mano y me introduce al ascensor con él, ignorando la rara insistencia de la joven por llamar nuestra atención.

Me pregunto quién será. Ella corre hacia nosotros, pero las puertas del ascensor se cierran antes de que llegue.

¿Será amiga de Armand?

—¿Conocías a la chica que nos hacía muecas raras? —pregunta, respondiendo sin habérselo propuesto a mi duda mental. Armand coloca su macizo cuerpo contra la pared, llevándome hacia él, mientras lo hace. Pone ambas manos en mi cadera, y sus labios sobre mi frente.

—La verdad no alcancé a verla bien, pero creo que no. —me siento más estable que hace unos minutos. El café que Armand preparó parece haberme sentado muy bien librando de algunos estragos producto de la borrachera. Pero hay ciertas cosas que no logro recordar del todo, por lo que sigo pensando que todo es un sueño.

—Supongo que nos confundió con alguien más. —susurra, masajeando y aferrándose mis nalgas, como si no pudiese hallar nada mejor que apretar.

Cierro los ojos y disfruto el rápido recorrido en brazos de Armand mientras el ascensor desciende. Estar así es lo mejor de este mundo. Hago caso omiso a esa parte de mi conciencia que dice: Lo estás perdonando muy fácil. No confíes en él, no permitas que un apodo del pasado y un par de palabras bonitas confundan tu resolución de no volver a creer en el demonio Koch. Recuerda que te dañó, recuerda que no se puede confiar en sus intenciones. No seas estúpida. ¡Reacciona! Una cara bonita, y un cuerpo perfecto no lo son todo. Piensa en...

Le doy una patada a mi conciencia, la noqueo y la encierro en una jaula impenetrable y simétrica de la que no puede escapar y de paso seguir molestando. Todo lo que está ocurriendo es una alucinación de borracha, y por lo tanto, puedo disfrutarla hasta la saciedad. Cuando termine no existirán besos que me hagan sentir culpable, caricias indebidas, ni rencores contra mí misma. Cuando despierte seré la Lynd de siempre y Armand estará muy lejos de mí. Justo en ese rincón del mundo al que pertenece. Ese, que se encuentra a Kilómetros de existir en el lugar que alguna vez sirvió de escenario para nuestro amor.

Tras un par de segundos, llegamos al segundo piso y en la misma ruta al primero. Armand me guía a través de este, las parejas siguen bailando alrededor de la piscina. Un compás latino les hace moverse de un lado a otro en el agua y fuera de esta, algunos más diestros que otros. Los europeos no somos precisamente los más habilidosos bailarines, pero hacemos la lucha. Hay mujeres besándose entre sí, hombres en la misma línea. Hay una morena sin sostén, manoseando de espaldas a una chica de pelo verde. Básicamente están teniendo sexo a la vista de todos, hay un par más de parejas así, pero a nadie parece molestarle. Son tiempos modernos y la discriminación por preferencia sexual, va perdiendo fuerza. Por fortuna.

Un rubio alto y elegante de ojos esplendorosos como la miel, sale a nuestro encuentro. Le da la mano a Armand, y me observa como si me reconociera, apretando la línea de sus cejas. Viste una camisa azul marino y un pantalón de hilo cetrino. El chico me sonríe y se acerca a darme la mano, pero Armand lo detiene, le susurra algo. Él asiente y se aleja, mientras emprendemos nuestra caminata hacia el exterior.

Un chispazo repentino susurra me susurra su nombre: ¿Nathan?

Dejo de prestarle atención al chico que me resulta familiar. Ya habrá tiempo para pensar en ello.

Me entregan mi cárdigan en la entrada, y finalmente nos dirigimos a un grupo de camionetas negras. Un conjunto de fornidos hombres trajeados nos aguardan. Estamos en Oxfoard Road, una de las calles de entretenimiento deportivo más importantes de la ciudad de Manchester. Aquí fueron construidas las más ruidosas, tecnológicas y apoteósicas discotecas. Grandes artistas suelen presentarse en ellas. Los sectores iluminados por los grandes carteles de los pubs, le otorgan a este sitio una apariencia de eterno insomnio. Por algo suelen apodar a la ciudad como: Madchester, la ciudad loca.

Hay locales de comida, pubs más pequeños y discretos serpenteando la avenida. Edificios cuadrados, con barandales cubiertos por luces de neón, completan el recorrido, plagado de turistas y locales que no pierden una oportunidad de pasarla bien.

Unos hombres clavan su vista en mí cuando nos acercamos al auto. Relucen borrachos y tambaleantes.

—Pero qué mujer más bermosa, mi vida, mi sueelo. Cosita rick...rick...ca, deja a este modelito gay y vente con nosotros mu... muñeca. ¿Quieres ser al amor de mi vifda?—se adelanta uno de ellos, tiene el cabello cobrizo, corto y rizado. Armand lo mira con asco.

—Lo único que se irá contigo, será mi puño al golpear contra tu rostro si sigues molestando. —le gruñe. Los ebrios se echan hacia atrás cuando lo que parecen ser los guardaespaldas de Armand los rodean, levantando varias pistolas en su dirección. Los borrachos se abrazan asustados, poco les falta para soltar grititos de mujer aterrada.

—Armand, son simples borrachos, no los vayan a matar por favor.

—A estas alturas de mi vida, no me fío de nadie. —acota, más que molesto. Furioso.

—Por favor no nos maten, a nosotros ni nos gustan las mujeres. Sólo queríamos bromear. —dice uno de ellos, casi al borde del llanto.

— ¡Lárguense antes de que me arrepienta! —les ladra Armand. Cuatro guardaespaldas bajan sus pistolas apenas le escuchan. Dos de ellos no lo hacen hasta que ven que los pobres individuos se alejan a tambor batiente. Es como si el susto les hubiese borrado la borrachera.

— ¿Revisaron el auto y los alrededores? —indaga a los individuos vestidos de oscuridad. Los guardaespaldas se colocan en fila horizontal frente a él. Uno de ellos se adelanta y empieza a hablar. Es tan alto como Armand, y tiene un acento americano.

—Sí señor, Koch. No hay contratiempos que resaltar ni mencionar. El perímetro es seguro.

— ¿Enviaste a Bastiam a examinar los sectores colindantes a la playa norte? —agrega, autoritario. Debe ser difícil tenerlo de jefe.

—Sí señor, todo está en orden. Es zona segura.

Él levanta una ceja y asiente, sopesando la corta información que el guardaespaldas le entregó. Armand suele ser muy desconfiado. Recuerdo que solía exigir que el de la gasolinera revisara cuatro veces el estado de las llantas de su auto, y hacía lo mismo con todo aquel que le hubiese proporcionado un servicio.

¿Por qué está tan preocupado por la seguridad?

Esto no me da buena espina.

—Armand, ¿por qué tanto protocolo y seguridad? ¿Está todo bien? — pregunto con voz suave.

—Sí, preciosa. Son simples medidas para protegernos.

— ¿Protegernos de quién?

—Después te explico—comenta, tomándome de la mano. —Ven, entremos.

¿Qué significa todo esto?

Tanta preocupación y seguridad no parece normal. Él se veía tenso mientras interrogaba a sus empleados de seguridad.

¿De qué o quién te estás cuidando, Armand?

Le sigo al auto y nos sentamos en el puesto de atrás. Una ventanita es subida y la privacidad se aloja entre ambos. El ambiente se carga de seducción.

Trato de sentarme a su lado, pero Armand no me lo permite, agarra mi cuerpo y me coloca de piernas abiertas sobre él, subiéndome el vestido hasta que quedo en bragas sobre su entrepierna. Entrecierro las manos en su cuello, y le observo. Me empapo de su belleza, de su perfección. Lo estrecho contra mis costillas, siento la dureza de su pene erecto rozando la delicada tela de mi lencería de encaje rojo. Él introduce un dedo en mis panties, rozando mi clítoris con experticia.

—Esto es mío. —gruñe—Y seguirá siéndolo—concreta. No puedo contenerme y me voy contra sus labios en un beso profundo y bestial. Su lengua danza con pericia dominando a la mía, mientras mueve sus dedos con locura contra mi clítoris.

La piel me arde bajo la intensa y deliciosa sensación de su lengua en mi boca, y sus dedos jugueteando con mi sexo. Él baja el vestido, dejando mi pecho expuesto, luego arranca el sostén, magreando mis senos con deleite, deseo abismal y el talento de un dios perverso y maravilloso. Luego introduce la cabeza entre ellos y los chupa, los mordisquea, los lame y de vez en cuando los aprieta entre sus manos, moviéndolos alrededor de su cara, como si quisiera quedarse ahí por siempre. Mis pezones se yerguen aceptándolo, rindiéndole pleitesía absoluta.

Nos volvemos a besar, nuestras respiraciones hacen eco, chocando una contra la otra mientras hunde los dedos en mi interior en un vaivén rápido, malditamente delicioso, agudo y avasallador. La sensación es tan rica, tan indescriptible, una maravilla de la existencia. Mi cuerpo se estremece entre sus brazos. La forma en la que me toca, me mima, me besa, me calienta y me lleva a miles de rincones benditos es insuperable.

En estos momentos sólo hay una verdad: Su existencia en mi vida es veneno dulce que mantiene mi corazón latiendo.

La enorme protuberancia de su pene se hace más grande. Me excita esta forma caliente en la que me tienta, me seduce y me posesiona. Mi clítoris se hincha y gimo ante las puertas del orgasmo. Él se mueve, trazando patrones enloquecedores con sus dedos. Armand me lleva al filo del abismo infinito del placer. Al borde de la gloria, al hogar de la perfección. Gimo más fuerte, sin importar que puedan escucharme. Observo a Armand, sus ojos lucen impenetrables e increíblemente hipnóticos bajo la luz plateada del auto.

—Jamás pude olvidarte preciosa, pero era necesario estar lejos de ti. —murmura, tan perdido como yo. Sintiéndolo así, mío, creo que no necesito nada más de este mundo podrido. Bajo mi mano y masajeo su entrepierna cubierta por el pantalón.

Él mete la nariz en mi cabello, y empieza a depositar besos cálidos y sonoros en mi cuello. Jadeo ante la increíble sensación. Su aroma es especialmente envolvente. Podría quedarme toda la noche prendada de él apreciando su olor.

Armand es un amante maravilloso y potente, que provoca que me moje con sólo mirarme.

—Armand... yo...

— ¿Sí?

—Te amo, jamás pude olvidarte. —Siento ganas de llorar, no sé qué es toda esta felicidad pero temo perderla. Temo sentir ese vacío de despertar y saber que el Armand que regresó a mí no fue real. Que esto es sólo un cruel sueño. Todo es tan intenso, dejo de ser la Lynd que quería olvidarlo a ser la Lynd que desea que él sí sea real. Que el hecho de que esto parezca un sueño sea mucho más que una mentira del destino.

—Yo también, mi Laksmi, yo también. Jamás pude sacarme tu hermosura y calidez de mi alma, pero no tuve más remedio que apartarme.

—¿Por qué? —jadeo contra sus labios, agarrando su cara entre mis manos con vehemencia. Sus dedos continúan metidos en mis bragas, masajeando mi clítoris.

—Gente peligrosa me buscaba porque quería matarme. Mis padres tenían deudas y esas deudas se pagaban con muerte. Por eso tuve que alejarme y esconderme hasta que todo se calmara, pero ya no hablemos de eso. Estoy tan feliz de haberte encontrado justo el día que regresé a Manchester y créeme, Lynd, que no estoy dispuesto a volver a perder a mi mujer.

Él termina de quitarme el vestido, cuando un golpe abrupto hace que nos movamos hacia la izquierda de forma violenta.

—¿Qué coño pasa Owen? —pregunta Armand intransigente y enfurruñado.

—Señor, el auto no tiene frenos. Alguien nos ha saboteado—expresa el chofer, provocando que el horror rasgue con su presencia toda nuestra paz.


Si te gustó el capítulo por favor, vota y comenta. Ayudas a otros a descubrir la historia y significa un montón para mí. Gracias por leer. Te recomiendo agregar la historia a tu lista de lectura, por si la aplicación falla y la historia se borra de tu biblioteca.

Instagram: Dariagne.

Booknet: Dariagne De Gracia C

Tik tok: Lectorasdedari

Grupo de Facebook: Lectoras de Dari

Canal de youtube: Latin22

El capítulo que sigue va a estar más intenso que este :O

¿Le creemos a Armand que tuvo que irse por deudas familiares?

¿Quién crees que esté detrás del saboteo a sus frenos?

¿Engañarías a tu pareja con tu ex?

¿Has tenido algún amor tóxico?



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro