Capítulo 27
Multimedia: Unstoppable- Sia
Narra Lynd
Mi madre siempre ha poseído una aguda serenidad. Nunca la he visto perder la calma ante ninguna situación, ni siquiera cuando mi hermano Andrew murió la vi derrumbarse. La recuerdo parada junto al ataúd, mirando hacia la nada con expresión sombría y distante. No lloraba y procuraba hablar en voz baja, mientras sostenía en una mano un pañuelo de seda roja y en la otra una sombrilla negra que nos protegía de la lluvia.
El día del funeral llovía a cántaros, y sólo estábamos nosotros en el cementerio. No habían conocidos, ni alguien que estuviese dispuesto a consolarnos cuando todo acabara. Éramos nosotros luchando contra el desasosiego de saber que nunca más podríamos volver a abrazar a mi hermano.
Nos mudamos el mismo día de la muerte de Andrews, nos llevamos su cadáver y nos fuimos a un pueblito apartado del sur de Irlanda. Papá hizo los arreglos para que todo funcionara, ahora que lo pienso, parecía poco probable que pudieses llevarte un cuerpo de un país a otro y enterrarle sin mucho papeleo; pero papá lo consiguió y en aquel momento, ninguna de nosotras tenía ánimo para preguntar más.
No nos despedimos de nadie, ni dejamos una nota de agradecimiento a los vecinos por todas las atenciones brindadas. Ese día no renegué, ni siquiera me importó el hecho de que nunca más volviese a ver a mis amigos. Sólo pensaba en que mi hermano me había protegido de la muerte y había fallecido en el trayecto.
Cuando llegamos a Irlanda preparamos todo para el funeral y lo enterramos en medio de un silencio demasiado ruidoso para pasar desapercibido.
Nunca me pregunté por qué nos habíamos mudado, simplemente lo entendí y me obligué a acostumbrarme a mi nueva realidad.
En Irlanda hacía un frío escalofriante y la gente era mucho más parca que en Albania. No conversaban con nosotros, pero sí cuchicheaban sobre la rara familia que se había mudado para enterrar a su hijo.
Dorothy fue quien más lloró el día del sepelio, apoyada en el hombro de papá parecía como si estuviese a punto de quedarse sin lágrimas, yo me mantuve impasible igual que mamá. No derramé una sola lágrima, tampoco podía hablar. Mi dolor era traumático e iba más allá de lo que se pudiera expresar con la mirada, la voz, y el pálido silencio.
Estaba en un limbo extraño en el que no me convencía esa tontería de que Dios había llamado a mi hermano porque lo necesitaba en el cielo, era tan sólo una niña, pero me negaba a creer que un ser divino estaba detrás de la angustia que experimentábamos. Era una sensación arrolladora, atosigante y en ocasiones insoportable.
Vivimos un horrible mes en Irlanda. La gente seguía esparciendo rumores sobre nosotros, decían que éramos una familia de delincuentes que estaban huyendo de la justicia. En la escuela nadie hablaba con Dorothy y yo, nos apartaban, incluso las maestras eran duras con nosotras. Nos otorgaban calificaciones bajas aunque respondiéramos correctamente cada examen.
Luego nos mudamos a Manchester y todo empezó a mejorar. Papá comenzó a trabajar en una empresa de bienes raíces y mamá fue contratada como asistente en una importante compañía publicitaria.
Tiempo después nació Stacy, y eso hizo que mi familia recuperara un poco de la luz que nos habían hurtado.
Ahora, años después, descubrí que los Domenici son los responsables de la muerte de mi hermano mayor y por más que intenten convencerme de que detenga mi venganza, me resulta imposible dejarlo pasar. El deseo imparable de ver a Dante Domenici tirado en el suelo cubierto de sangre y balas es una de mis mayores motivaciones en la actualidad.
Pero por encima de cualquier hazaña vengativa siempre estará mi todo, el bebé que crece en mi vientre.
—Hace muchos años nací en Sicilia, como la primogénita del Clan Gambino, los emperadores de la mafia italiana. —inicia mi madre con un deje amargo en la voz. —Me convertí en la decepción de Valentino, mi despreciable padre, desde el preciso momento en el que se enteró que yo era niña. Él esperaba un varón. En la mafia italiana impera una aberrante conducta machista en las que las mujeres siempre somos tratadas como objetos. Desde pequeña fui víctima de malos tratos por el simple hecho de pertenecer al sexo femenino. Me recordaban cada segundo que mi vida siempre valdría menos que un trozo de queso dañado. Me gritaban, me escupían, me castigaban por todo, me amarraban las muñecas con alambre y me dejaban días sin comer. Me quemaban con cigarrillos y en ocasiones era obligada a dormir en el exterior aunque las temperaturas fueran terriblemente bajas—Estoy llorando a este punto del relato. Nunca imaginé que ella hubiese tenido una infancia y adolescencia tan difícil, siempre la veía sonriente. Instándonos cada día a vivir el presente, a emprender nuevos sueños y no desanimarnos cuando algo no tuviese el color que esperábamos. ¿Cómo una persona que vivió tanta oscuridad es capaz de manifestar tantas cosas positivas?
Mi mente se mueve de un lado a otro entre los recuerdos. Un cúmulo de imágenes recortadas y emociones variadas pasan frente a mí, pero no encuentro la que busco. No hay un segundo en el que mi madre se haya mostrado sobrepasada por el dolor, no hay una gota reflectante de sufrimiento en sus acciones; ni la más mínima señal de todo lo que vivió. Es como si hubiera ocultado su pasado tras una máscara de olvido que se vio obligada a portar para que ninguna de nosotras se viese afectada por lo que vivió.
¿Qué tanta fuerza puede acumular un ser humano como ella en su interior?
¿Qué tan irrompible eres, madre?
Nadie dice nada, todos estamos absortos en lo que está contando. Stacy tiene las cuencas de sus ojos dilatadas como huevos hervidos mientras solloza, Dorothy agita la cabeza en un gesto de conmoción. Armand masajea sus rígidos nudillos contra mi piel, pero lo hace a un ritmo distante, distraído; como si le costara enfocarse en tranquilizarme, pues su propia mente no para de oscilar recalcándole una y otra vez que mi madre enfrentó un pasado tan espeluznante y peliagudo. Papá observa a mamá de manera impasible entretanto su pecho oscila entre respiraciones lentas y pausadas.
—Valentino no soportaba verme, y su frustración aumentaba porque no podía engendrar un hijo varón. Los malos tratos hacia mi mamá y yo, junto con el estrés de sentirse tan presionada, provocaban que ella tuviese abortos espontáneos cada año. Papá se cansó de que mi madre no le diera los resultados que esperaba, él decía que era una "inservible" por lo que la encerró en un calabozo y a mí me obligó a servirle como criada a sus múltiples amantes. Muchas de ellas se divertían azotándome, y el hijo mayor de su favorita hasta trató de violarme. Yo sólo tenía quince años mientras todo eso sucedía. Tras meses de súplicas y lloriqueos se me permitió ver a mi madre, me sorprendió su entereza y el hecho de que a pesar de sus horribles condiciones ella se mantuviera cuerda y serena. Me animó a prepararme físicamente para lo que en el futuro se me vendría encima. Mamá me dijo: Entrena, da pelea, no te rindas antes de que la contienda haya empezado. Lastimosamente no puedo hacer más por ti, pero lo que sí puedo decirte es que ambas saldremos de esta y tu padre no será más que un mal recuerdo. Al principio no entendí a qué se refería mamá, ¿Cómo podría entrenar? —Ella se queda callada y saca el mismo pañuelo de seda rojo que recuerdo haberle visto el día del funeral. —¿Cómo podía yo evitar que las cosas siguieran estando tan mal? Papá tenía todo, armas, poder, negocios ilícitos y el apoyo incondicional de un numeroso grupo de inhumanos miserables. ¿Qué podría yo hacer contra alguien así?
Ella da un par de pasos no planeados en la sala, cuál si estuviera reuniendo empuje para seguir dialogando.
—Al principio no entendí del todo a qué se refería mamá, ella conocía las condiciones en las que me hallaba. Sabía que cada 10 segundos alguien de la mafia me humillaba. ¿Qué era yo contra ellos? Era una hormiga tratando de salir a la superficie tras ser empujada miles de metros bajo el agua. —Su voz sigue teniendo esa potencia imparable, esa cadencia elocuente que te incita a escucharla sin rechistar palabra. —Era una chica sin nada, que pretendería alcanzar un pedazo de pastel que quemaría sus manos en cuanto lo tocara.
—Estuve días dando vuelta en la mazmorra maloliente en la que dormía, me preguntaba tantas veces qué podía hacer. Yo no poseía una gran pujanza física, estaba desnutrida y no destacaba en nada en la vida. ¿Cómo lo lograría? Las palabras de mi madre no dejaban de hacer eco en mi mente, y sólo podía concentrarme en una cosa: Dar pelea.
Ella sigue jugueteando con el pañuelo esporádicamente, como si hacerlo la relajara.
—Averigüé en qué lugar entrenaban los sicarios de papá, y me ocultaba para verlos disparar y practicar combate. Escuchaba las instrucciones que recibían, los métodos de pelea necesarios para inmovilizar al enemigo y grababa todo en mi mente. Cada noche, mientras la gente dormía me infiltraba y entrenaba todo lo que les había visto hacer en el día. A las 5 de la mañana abandonaba el gimnasio y me iba a dormir. A las 7 de la mañana estaba lista para ayudar en la cocina. Y así seguía trabajando hasta el mediodía, luego me retiraba y me escondía en el gimnasio, miraba el entrenamiento y regresaba a trabajar a eso de las 4; a las 6 dejaba de ayudar en los quehaceres por lo que me iba a la mazmorra y dormía hasta las 12 de la noche. Estuve tres años en esa situación, entrenando duro, educando mi cuerpo para sacar adelante mi plan de escapar. Para ello debía burlar a la seguridad de mi padre, infiltrarme en el calabozo de mi madre, rescatarla y huir con ella en un pequeño barquito que había logrado conseguir robándole dinero a mi padre. Pero yo no contaba con el hecho de que al haber entrenado mi cuerpo, y cultivado en secreto verduras para alimentarme mejor; mi belleza se fortalecería. Ese horrible hombre al que me vi obligada a decirle padre se dio cuenta de que mi físico tenía potencial, de que era la salida para que los Gambino siguieran en el poder, pues él era el último hombre que quedaba de su familia. Así que me ofreció a los Domenici cuando cumplí los 18 años. Esa era una complicación difícil de eludir, pero yo no había llegado tan lejos para dejar que Valentino Gambino me siguiera arruinando la vida. Por lo que le hablé a los peores enemigos de padre, yo sólo necesitaba una ayuda extra. Podía ser letal en combate, pero no podría contra tantos sicarios yo sola. Así que contacté a los Koch, los todopoderosos líderes de la Bratvá, les ofrecí información de primera mano a cambio de que me ayudaran a escapar y adjunté una foto mía en la carta. Si mis intenciones nos les convencían, tal vez mi belleza les estimulara. Estaba siendo estúpida y arriesgada, pero no quedaba de otra, yo sólo quería liberar a mi madre de tanto calvario. Dimitrov Koch, tu abuelo...—Ella mira a Armand— rechazó mi petición, pero para mi sorpresa, alguien más dentro de la mafia rusa se ofreció a ayudarme. Era Grigori Koch, tu padre, él nos salvó la vida al enviar a unos hombres para que atacaran la mansión Gambino la noche de mi despedida de solteras. Mientras yo mataba a los hombres que cada día torturaban a mamá en el calabozo, su gente hacía lo propio con los hombres del desgraciado de Valentino—Mamá hace una pausa, suspira; luego se recompone, hala una silla con respaldar de terciopelo verde oscuro y se recuesta en ella.
—Logré sacar a mamá del calabozo, y la llevé con los hombres que Grigori me había proporcionado para ponerla a salvo. Fue arriesgado hacerlo, pero no tenía de otra. Algo en mi instinto me indicaba que por si Grigori había desobedecido a su padre, de pronto no tenía malas intenciones. Sin embargo yo tenía otro asunto pendiente: asesinar a Valentino Gambino y librarme para siempre del hombre que por años nos había destrozado a mi madre y a mí, por lo que no tenía tiempo para pensar en nada más. Entré al despacho en el que sabía que Valentino se había refugiado cuando los tiroteos empezaron. Días antes, yo había descubierto que el hombre que me engendró, tenía en su despacho una puerta oculta tras una pared de madera que le llevaría al exterior en caso de atentado. En ese momento crucial en el que mi madre ya era libre, yo tenía que acabar con él. Cuando dejara Sicilia para siempre no quería dejar cabos sueltos y papá sería el peor de ellos si no me ocupaba.
—No imaginas cuánto te admiro, madre. —Le digo. Ella asiente, pero el fantasma de una sonrisa triste se adueña de las comisuras de sus labios rosados.
—Cuando me inmiscuí en el pasillo que llevaba a la oficina del delincuente de Valentino, todo era un reguero de cadáveres, sangre, mesas tiradas, collares de perlas hechos pedazos, esculturas rotas y prostitutas malheridas recostadas contra las paredes. Encontré a Valentino preparando todo para huir, estaba a punto de marcharse cuando me vio, le recalqué cuánto estaba disfrutando lo que le estaba pasando. Él no podía creer que yo estuviera detrás de todo eso. Me insultó y le ordenó a sus hombres matarme , asesiné a su equipo de seguridad, en el que estaba incluido aquel que me había intentado violar y luego le metí 15 tiros a Valentino. No le di tiempo para que suplicara por su vida, sólo le vi caer sobre el suelo y entendí que mi victoria había llegado. Tiempo después amaneció y salí al mar, para encontrarme con mamá. Para mi sorpresa Grigori estaba esperándonos en un inmenso barco. Nos llevó a mamá y a mí con él a Rusia y nos puso a salvo en una propiedad familiar en St. Petersburgo. Yo no entendía por qué Grigori estaba haciendo todo eso, si su padre le descubría se metería en problemas. Sorpresivamente Dimitrov murió a los pocos días y Grigori se convirtió en el nuevo Boss, con tan sólo 21 años. Grigori me gustaba, lo admito. Era un hombre impresionante muy parecido a ti Armand, sólo que él era rubio y tú eres de cabello oscuro.
—¿Me estás diciendo que te escapaste de un mafioso para terminar en las garras de otro, madre? ¿Es en serio? ¿Fue lo mejor que se te ocurrió? —inquiere Dorothy con la mandíbula temblándole. Como si sintiera asco y no tuviera más remedio que seguir escuchando.
—Dorothy por una vez en la vida cállate. ¿No escuchaste que estaba metida en una puta casa llena de gente mierda que la querían casar con otro tipo por poder? Si ella no hacía algo nunca podría salir de allí. Deja de juzgar a la gente, ponte en su pellejo. Dudo mucho que tú hubieses sido capaz de hacer algo mejor que lo mamá hizo, si ni siquiera has superado el imbécil de tu ex. Sigues amargándote la vida por un pene que no pudiste tener, sigues estancada en emociones negativas que te alejan de tu familia; que lastiman a Amberly. No te esmeras en perdonar, no haces un esfuerzo por olvidar y enfocarte en la maravillosa hija que tienes... en darle el amor que se merece. En ser una madre comprensiva que no le exige más de lo que puede dar, en dejarla ser lo que es: una niña de ocho años. Antes de mirar la viga mal puesta en la casa de otro, revisa si en la tuya no faltan tornillos. —gruño y ella me lanza una mirada de esas que dan a entender que si estuviese más cerca me habría abofeteado.
—¿Por qué diablos te crees mejor que yo? Oh, vamos. Engañaste a tu esposo a los pocos días de casada y te embarazaste de otro cuando no tenían ni el mes de haberse reencontrado. No eres mejor que yo hermanita, yo al menos respeto mi cuerpo y no ando entregándome a todo el que se me cruce. Sí, vivo amargada por alguien que me hizo daño, pero sólo por uno. No por una jauría completa de hombres. No te pongas al tú por tú conmigo porque sales perdiendo. Yo no me vendo por un par de millones que sepa Dios cómo los obtuvo Koch.
Me pongo en pie y con toda la calma del mundo, me veo en la penosa necesidad de abofetearla de forma dura, potente, estruendosa y ridículamente placentera. Y así lo hago, Dorothy echa el rostro hacia atrás sorprendida por el manotazo que se llevó en su cachete derecho. Luego amusga la nariz como si quisiera regresarme el golpe y cuando se pone en pie para agredirme por lo que le hice; mamá se pone en medio de ambas.
—¿Vas a dejar que me golpeé así nada más? —Le grita con voz temblorosa y ronca a causa del enojo estruendoso que la abraca. Tiene la cara completamente distorsionada por la incomodidad —Claro, siempre defiendes a tu hija favorita. Siempre le disculpas todo lo que hace, aunque meta miles de veces la pata ella es la perfecta y yo sólo soy la frustrada de la que todos ustedes reniegan; a la que siempre señalan por no fingir que es feliz, por no presentar una perfecta cara de resignación ante la gente.
Mamá respira en silencio, y deja que mi hermana mayor se desahogue.
—Yo las amo a ambas, y créeme que me duele verlas así. Ambas han cometido errores, pero quién soy yo para juzgarlas por ellos. Soy su madre, siempre las recibiré con un corazón abierto y dispuesto a consolarlas. En este momento es necesario que estemos unidas, que no peleemos. Sé que amabas a Andrew hija mía—Dorothy se queda de piedra ante la mención de mi hermano. —Evité durante años iniciar una guerra contra los Domenici para hacerles pagar por haber asesinado a mi hijo, porque pensaba en el riesgo tan grande que algo así representaría para ustedes; pero en vista de que ellos nos encontraron y de que están dispuestos a hacerles daño entonces debo contraatacar.
—Durante años me pregunté por qué mi hermano había ofrecido su vida para salvar a Lynd, por qué tuvo que ser precisamente él. Incluso sentí envidia por la forma en la que él cuidaba de ella. Siempre fue su favorita y yo siempre quedaba relegada. Siempre era echada a un lado por Lynd. Yo...
Mamá la mira con expresión lastimera, yo en cambio no puedo sentir compasión por ella. No después de la forma en la que nos habló a ambas.
—Durante años he cargado con esa culpa, con el dolor del sacrificio de mi hermano; no eres la única que sufrió por eso.
—Tú ni siquiera lloraste por él, lo recuerdo perfectamente. Te odié más que nunca ese día, mi hermano dio la vida por ti y no manifestaste una pizca de tristeza por su partida.
—¡¿Porque estaba en shock, maldita sea?! Porque no tenía ganas de hablar, porque no sabía cómo disculparme con mis padres por querer ir a esa estúpida fiesta de cumpleaños y por haberle pedido a Andrew que me llevara. —grito hasta que la garganta me arde y el tórax me estalla. La culpa me escuece, la desesperación me aturde y me nubla las emociones provocando que rabee con un estruendo apoteósico.
—Eres una egoísta Dorothy, crees que tu dolor es el único que importa, crees que eres la única que amaba a Andrew. ¿Cómo crees que me sentí cuando desperté y supe que estaba muerto? ¿Crees que para mí fue fácil lo que pasó? No sabes nada sobre lo que había dentro de mí en esos días.
—Por tu culpa se murió, por tu culpa él ya no está. Hubiera preferido miles de veces que fueras tú y no él a quien hubiésemos enterrado en Irlanda...—gruñe ferozmente.
—¡Basta! —interviene Armand. —Lynd está embarazada y tu mierda no le ayuda Dorothy. ¿Sabes por todo lo que ella ha pasado? Sufrió durante años y sigue haciéndolo por su hermano. Se enamoró de mí cuando tenía 17 y tuvo que lidiar con el hecho de que la abandonara cuando más me amaba, no le di razones de mi partida; y tuvo que pelear contra una depresión silenciosa que no la dejaba en paz, porque me adoraba y no entendía por qué la había destrozado de una forma tan inhumana. Cuando ella ya había recuperado algo de calma en su vida y decidió casarse, reaparecí; remeciendo todo lo que alguna vez sintió por mi. Repleta de dudas y desconcierto decidió casarse con un hombre que nunca fue todo lo que ella creyó, yo seguí persiguiéndola porque mi instinto posesivo no la quería con otro que no fuera yo; a pesar de que la dejé porque no quería ponerla en peligro... mi corazón la aclamaba, la deseaba tanto que la sangre en mis venas ardía cuando imaginaba que sus labios tocaban otro que no fueran los míos. Estuve rondándola con insistencia hasta que descubrí que Richard estaba ligado a la mafia rusa, pero ella seguía peleando contra sí misma. Intentando hacer lo correcto aunque sus emociones le pidieran hacer lo opuesto. Hablamos y decidió que quería ver por sus propios ojos lo que Richard era, pero mientras lo hacía, alguien la empezó a amenazar de que matarían a Stacy si ella no se alejaba.
—Oigan y a mí por qué, Dorothy es un mayor desperdicio de oxígeno que yo.. —Se queja mi hermanita.
—Lynd me dejó, sin que le importara el hecho de que no tenía cómo enfrentar a un peligroso grupo de personas para salvar a Stacy. Se lanzó a tambor batiente por todas las calles de Sicilia, y corrió y corrió hasta que cayó en manos de Dante Domenici, pero ella logró librarse de él y llegó a la fuente a la que le habían indicado ir. Ahí se encontró con un enjambre de monjas locas que la secuestró. A ella no le importó su vida, no le importó que tuviese todo en contra; lo único que latía en el corazón de Lynd era el deseo de acudir a la cita a la que le habían ordenado ir, a cambio de que no mataran a Stacy. La persona que estuvo detrás de todo parecía odiarla y era evidente que le harían mucho daño; pero Lynd desoyó lo que tenía en contra y apostó por sí misma, y por las ganas de que su hermanita no fuese lastimada por los errores que ella creía había cometido. La llevaron a una iglesia, Domenici apareció allí y se enfrentó al cartel mexicano por ella y la secuestró. Mientras eso sucedía yo andaba por allí como un tonto sin rumbo creyendo que ella se había burlado de mí.
—Pues eso de que mi hermana te dejara tirado sin darte explicaciones como que te lo mereces, papasito. Tú le hiciste lo mismo. En esta familia creemos fervientemente en el: Me abandonas y te hago lo mismo. —Le comenta Stacy. Todos menos Dorothy nos reímos ante su sinceridad.
—No puedo discutir contra un punto tan fuerte. —admite, Armand sonriéndole directamente de esa forma majestuosa que suele abrumar a todas las mujeres. Stacy parpadea lentamente cuando él la mira, como si se hubiese quedado paralizada ante la frialdad plateada de sus ojos. Luego traga en seco y entreabre la boca, sumamente embobaba.
—No me mires así, Koch. Qué no ves que tengo sólo 18 y estás demasiado bueno para que yo no me aturda. Además vas a casarte con mi afortunada hermana, deja de querer seducirme. Sé que soy mejor partido que Lynd y estoy más buena, pero no quiero romperle el corazón si se entera de lo nuestro.
Armand suelta una carcajada.
—No cabe duda que las mujeres de esta familia son todo un caso.
—Dorothy es un caso del tipo que necesita atención psiquiátrica—aclara mi irreverente hermana, mirando con picardía a la aludida.
—Dizque toda valiente la chica que cuando ve a Trevor se desmaya. —La molesto.
Ella arquea una ceja y mueve la cara indignada.
—Nos despertamos bravas, eh—dice al cabo de un rato corto. —A decir verdad no es que me desmaye porque me gusta, me desmayo porque se le nota que lo traigo loco y como se pone tan nervioso cuando me ve, quiero que se relaje y para eso uso métodos extremos como fingir que me desmayo. Estoy ayudándole, deberían darme un nobel por ser tan considerada.
—Sí, te darán el premio nobel por tus amplias contribuciones al campo de acobardarte frente a tu crush. —rebato.
—De mí no vas a estar hablando—responde, arqueando tanto los labios hacia abajo, que estos le tiemblan debido al grosor que poseen.
—Dicen puras estupideces. Yo me largo—concreta Dorothy levantándose del sillón, luego acomoda las mangas estampadas de su vestido azul y se dirige hacia la sutil escalera principal.
—Eso, vete, huye como una cobarde que no quiere enfrentar la realidad. Yo he tenido las mismas luchas que tú e incluso peor; y no por eso culpo a otros del mal que vivo.
Ella se regresa y camina hacia mí con la ira disparándose a través de sus ojos oscuros como trozos de carbón. Lleva una trenza peinada con tal religiosidad que no se le suelta un solo cabello.
—¿Por qué sientes que lo sabes todo sobre mí? ¿Acaso te has puesto a pensar en lo frustrante que es vivir en una casa que minimizan lo mal que la he llegado a pasar?
—Nadie minimiza tu dolor, al contrario, llevamos años tratando de sacarte de esa fosa; recordándote todos los días que tienes en Amberly un hermoso motor. Pero no sé si tu mente no capta el hecho de que puedes dejar el pasado atrás o eres demasiado testaruda. Mientras te estanques una y otra vez en el odio que le tienes a tu ex no podrás avanzar, no podrás ser la Dorothy que una vez logró sonreír hasta que le dolieran los dientes. Tu ex seguramente ya siguió con su vida y tú te niegas a buscar nuevos horizontes a recuperar todo lo que tu odio te ha quitado. Nosotros te queremos; incluso yo que siempre recibo malos ratos a tu lado. Por esa razón estamos aquí a pesar de que despotricas contra todos, de que nos juzgas, por eso seguimos a tu lado aunque seas una de las personas más tóxicas que existe. Confiamos en que puedes mejorar y queremos ayudarte a que lo logres. Yo sufrí lo de Andrew, pero tampoco puedo permitir que laceres la tranquilidad que tengo que jamás desee que ocurriera. Tenía sólo 10 años, ¿De verdad crees que yo quería que muriera por mí? Necesitamos perdonarnos mutuamente por lo que pasó.
—Ustedes son mis hijas y las amo por encima de todo lo que el ser humano pueda crear—se interpone mamá entre ambas. —Son la razón por la que quise dejar en pasado atrás, porque no quería que nada manchara el nuevo comienzo que quise tener. No quería que nada las dañara, tal y como ocurrió con mi primera hija Ekaterina. Deseo de todo corazón verlas unidas y que enfrentemos todo lo que está pasando como un cohesivo grupo imparable.
Todos la miramos atónitos. ¿Mi madre tuvo otra hija?
¿Por qué jamás nos habló de ella?
No logro conectar los puntos en mi cabeza para saber qué ocurrió con ella. No logro ponerle un rostro a esa hija, sólo tengo su nombre; un par de letras que no sé cómo procesar.
—Tuve una hija con Grigori antes de conocer a su padre. —Me estremezco con violencia al escucharla.
¿Armand y yo tenemos una hermana en común?
Oh, por Dios.
—¿Qué pasó con ella? —interrogo y la conmoción nos ha dejado a todas fuera de base. Stacy tiene la boca muy abierta, Dorothy aprieta el entrecejo anonadada y yo, yo soy un manojo de sorpresa, cautela e incomprensión.
—La robaron del hospital un par de horas después de que nació.
—¿Acaso fue mi padre quien la robó? —pregunta Armand, inundando mi cerebro con su voz profunda y ronca. Su acento exquisito e irreal, producto de la mezcla entre el inglés británico y su idioma natal ruso destaca en todo momento. Oírlo hablar es un deleite del que pocos son realmente dignos.
—Grigori se enteró de lo que había pasado cuando acudí a él desesperada pidiéndole ayuda. En ese momento ya no estábamos juntos, cuando se convirtió en jefe de la Bratvá, le presionaban para que buscara esposa con buen prestigio y yo no era la candidata idónea para el puesto así que me harté de tantas conspiraciones, indirectas y ratos de celos y toxicidad, por lo que le abandoné y me llevé a mi madre a Albania.
—Grigori reaccionó muy mal, estaba demasiado molesto conmigo por haberle ocultado el embarazo; pero movió cielo y tierra para hallar a nuestra hija. Sin embargo nunca hemos obtenido respuestas. La buscó hasta su muerte y yo he hecho lo mismo.
—¿Por qué ocultaste algo así? Pudimos haberte ayudado—expresa Dorothy, todos la miramos de forma furtiva. Posiblemente hayamos escuchado mal.
—¿Qué?—concreta cuando se da cuenta del montón de ojos clínicos puestos sobre ella. —Puede que haya decidido poner de mi parte y dejar de pelear con todos.
Mamá sonríe, parece que Dorothy al fin entendió que tanto conflicto con su propia familia no la llevará a ningún paraje calmado.
—Porque si la buscaba públicamente me matarían, matarían a mi madre y me iría a la tumba sin recuperar a mi hija; y ella nunca podría regresar con aquellos que la amaban. Fue una decisión egoísta, pero si me exponía más de la cuenta les daría lo que querían: encontrarme y convertir a mi hija en algo en lo que no quiero ni pensar, porque eso querían que el miedo me ganara y la desesperación me hiciera aparecer. Y yo no les daría la oportunidad de volver a joderme. Confiaba en que Grigori al ser apoyado por la extraordinaria capacidad intelectual de Benedict la hallaría, pero pasaron los años; me enamoré de su padre y nació Andrew, y entonces tenía otra razón más para no hacer un alboroto público: él. Yo no he parado de buscar, pero no he tenido más que pistas falsas y amargos momentos en los que me asusto pensando que Ekaterina está muerta. Discúlpenme, hijas mías, soy una mujer vieja que ha tenido que guardar demasiados secretos pensando en que ustedes fueran felices. No quería que tuvieran en su mente la horrible verdad sobre mi origen; porque sé que eso les lastimaría.
—A nosotras nos importa la gran mujer que eres, y el saber todo lo que viviste aumenta la gran admiración que todas sentimos por ti. Busquemos a Ekaterina, destrocemos a los Domenici y seamos felices. No vamos a parar hasta que nuestra hermana regrese al clan y puedas abrazarla. —concluyo.
—Cuando hablas así me enamoras más—interviene Armand besando mi nuca.
Dorothy me mira, Stacy hace lo mismo y asentimos al unísono, mientras nos tomamos de la mano. Somos la hermandad Spencer y no nos detendremos a la hora de defender nuestra felicidad.
Somos un grupo de amazonas que ha salido a la intemperie a combatir contra una colmena de bestias feroces infrahumanas que quieren alimentarse de nuestra tortura. Somos fuego, astucia y valentía. Somos un todo condensado que quiere arrasar con todo a su paso.
Somos las hijas de Antonella Gambino, la mujer que en una sola noche fue capaz de destrozar a la mafia italiana. Somos las herederas de un legado que se mantendrá, porque no vinimos a este mundo para ser pisoteadas, vinimos a este mundo para conquistar todo aquello que parezca imposible.
Y ahora tenemos otra misión, encontrar a Ekaterina, nuestra hermana.
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Grigori Koch, padre de Armand, en su juventu
En la noche subiré otro capítulo, será más corto que este <3
Disculpen las demoras, como ya expliqué, mi perrito fue atacado por un pitbull y casi me lo mata y estuve varios días ultra nerviosa por ello y en verdad no tenía cabeza para escribir.
Quedan 4 capítulos para el final.. OMG Que inicie el conteo regresivo que se nos acaba esto, gente.
¿Qué opinan de la mamá de Lynd?
¿Creen que Dorothy sí cambie?
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