Capítulo 26
Narra Lynd
Multimedia: We found Love- Rihanna ft Calvin Harris
—¿Nena, qué pasó? —pregunta Armand, clavando la yema de sus dedos en mi hombro, como si con eso quisiera drenar todo lo que mi rostro revela. Incertidumbre, incomprensión y sorpresa total.
—Caroline fue asesinada—musito espasmódica. Todavía no puedo creer lo que ha pasado. Tengo la sensación de que esa última llamada que me hizo fue mucho más que una simple invitación a comer. Ella tenía algo que contarme, algo que posiblemente hubiera cambiado muchas cosas, pero eso no lo puedo saber y tal vez nunca consiga hacerlo.
—Oh, amor, lo siento mucho. — Él se coloca detrás de mi espalda, y me abraza emanando una calidez tranquilizadora, logrando que el ritmo agitado con el que mi corazón oscilaba abandone campo minado. —¿Sabes cómo fue?
—Al parecer entraron a su apartamento, y la batieron a tiros. No lo puedo creer, no entiendo por qué la mataron. Ella no se metía en problemas, a pesar de su vida alocada, Caroline no parecía el tipo de chica que estuviese metida en algo maloliente.
—Nunca se termina de conocer a las personas, todos somos 50 % luz y 50 % oscuridad, la mayoría de nosotros siempre elige mostrar la cara luminosa, porque no nos conviene revelar el mal que oculta nuestro interior.
—Lo sé, pero igual quiero acompañarla. Era mi amiga y hasta que no me cerciore de que ella no era lo que parecía ser, quiero estar en su recorrido final en este mundo; por lo que debo prepararme para lo del funeral.
Armand me besa el hombro con labios cautelosos, consiguiendo que un cosquilleo distractor se aloje en cada punto de mi piel. Conozco ese movimiento, es su caricia persuasiva.
—Amor, no creo que sea conveniente que vayas. —Me advierte sosegado—Podría ser peligroso, no sabemos por qué la mataron. Tú misma me contaste que Dante Domenici está tras de ti, él podría estar esperando que esta situación te debilite y cometas errores gruesos, que le permitan volver a capturarte. Con la mafia nunca se sabe y hasta que no sepamos que lo de Caroline no fue más que un desafortunado incidente en el que la mataron para robarle o algo así, me temo que no puedo permitir que vayas y expongas tu vida y la de nuestro hijo así.
Suspiro, sintiéndome exhausta. Él tiene razón, este no es momento para arriesgarse, aunque eso no quita que sea deprimente y desconsiderado no poder acompañar a mi amiga en su última morada.
Paso las manos bruscamente por mi cabello, mientras exhalo otra bocanada de aire. Me pregunto cuándo se acabarán las complicaciones y podré vivir en paz.
Tengo un nudo de tristeza rodeando mi estómago, pero no puedo llorar. Caroline habría detestado que nos pusiéramos trágicas, diría que eso significaba que no la conocíamos lo suficiente para saber que ella no quería llanto, ni discursos sobre lo buena que era. Ella habría querido ser recordada por su alegría, sinceridad viperina y talento para diseñar grandes edificios.
Eso era Caroline, una aventurera de la vida que murió en circunstancias más que extrañas.
—Ven, te prepararé un baño relajante—anuncia Armand, cuando ve que me he quedado pensativa y callada mirando hacia ningún lugar en específico.
Él me tiende una mano, para ayudarme a levantarme de la cama. Me pongo de pie y cuando lo hago, me tambaleo sintiéndome mareada e intranquila. Armand me sostiene, y me observa preocupado.
—Creo que llamaré a Olya para que te revise, me preocupa todo estrés que estás pasando. Alessia no debió decirte de forma tan brusca lo que ocurrió. Estás embarazada y es desconsiderado llenarte de tribulaciones.
—Alessia sabe que soy muy fuerte, y que podría con esto. Además tarde o temprano me iba a enterar. Supongo que en las noticias están hablando sobre lo que pasó con Caroline.
—Yo sé que eres fuerte, pero la vida en tu vientre no lo es, y entre más contratiempos y problemas te evitemos, mejor será para ti, para mí y para el bebé—Armand parece que tenía todo esto atorado en la garganta desde hace mucho.
—Lo sé, amor.
Su rostro se ilumina al instante, y sonríe. Aprieto el entrecejo confundida. ¿Qué dije que lo puso tan contento?
—¿Qué dijiste? —inquiere sin dejar de sonreír.
—Lo sé, amor—repito, sin entender qué es lo maravilloso en todo esto. —¿Qué pasa?
—Eso, que me dijiste "amor". Casi siempre me dices Armand o señor Koch. Parezco más tu jefe que tu hombre.
—Técnicamente eres mi jefe.
—Sí, aunque la mayor parte del tiempo eres tú quien lleva la batuta, yo sólo soy un pobre Koch manipulado por su mujer para que firme contratos a cambio de sexo.
—Ya supéralo.
—Jamás lo haré, tenía una erección del tamaño del Empire State ese día y me dejaste tirado como un inservible. Mi pobre corazón sufrió mucho ese día. —externa sumamente dramático.
—Te estás pareciendo a Jack—le digo, sin poder dejar de reír.
—Ni Dios lo quiera, prefiero ser un hombre manipulado por una esposa maquiavélica, que parecerme a Jack.
Blanqueo mis ojos, y perfilo una sonrisa. A pesar de todo, él siempre consigue arrancarme buenas sensaciones.
—¿De verdad te sorprende que te diga amor?, eres mi futuro esposo, no voy a ser fría contigo toda la vida.
—Si te pones fría te caliento y listo. —comenta guiñándome un ojo.
—No tienes remedio, Koch.
—Lo sé, por eso estás enamorada de mí.
—Presumido. —le lanzo.
—Hermosa...—me responde, con un beso casto en los labios. —Pase lo que pase, estaré aquí para cuidar de ambos, recuerda que tu bienestar siempre ha sido mi prioridad, y aunque muchas tormentas aparezcan lograremos detenerlas.
—Lo sé, mi amor, lo sé.
—Te voy a grabar diciéndome "mi amor" y lo usaré de tono de llamada—bromea con ojos brillantes.
—Se van a reír de ti si lo haces.
—Los despediré si se atreven a reírse.
—Es usted muy intransigente señor Koch.
—Sí, todo eso lo perfeccioné mientras me manipulabas. —dice tentador. Ambos estamos desnudos y a pesar de la situación, parece que la química entre nosotros siempre será más fuerte que el dolor.
Por un segundo extendido todo resulta liviano, pero no puedo dejar de lado el hecho de que mataron a mi amiga una hora antes de estuviésemos planeando reunirnos.
¿Por qué la mataron?
¿Acaso ella sabía algo que mereciera la muerte para ser silenciada?
Sí, es demasiado obvio. Siento tentación de encender la tele y ver qué informan al respecto, enterarme de las posibles novedades. Alguna pista implícita debe haber al respecto.
—¿Lynd? —interviene cuando ve que me he quedado religiosamente callada.
—Sólo pensaba en lo que Alessia me contó.
—Imagino que por mucho que me esmere, no podrás sacártelo de la cabeza.
—Alessia me dijo que irrumpieron a las 3:30 de la tarde en el departamento de Caroline y la mataron. Lo hicieron a plena luz, eso no fue un robo, fue algo más. —comento desanimada, mientras mi futuro esposo, abre el grifo y empieza a llenar el jacuzzi del inmaculado y amplio baño.
Observo hipnotizada cómo él vierte en el agua sales aromáticas en colores pasteles, y acomoda un montón de botellitas de gel de baño sobre el enorme lavamanos cuyo ancho equivale al de una pared.
—¿Cuál es tu gel favorito de baño? —escudriña, tratando de captar mi atención.
—¿Cuál de todos me recomiendas?
—Creo que el gel: Te follaré duro, es la mejor opción en su situación.
Sonrío agitando el rostro, Armand no tiene remedio.
—Eres muy descarado, Koch.
—Sólo quiero que mi mujer abandone toda esa tristeza que refleja su rostro.
—Es difícil, Armand. Acaban de matar a una amiga.
—Lo sé y lo lamento. En verdad me gustaría ser yo quien estuviera lidiando con todo eso y no tú. Pero, tengo maneras de conseguir que mi mujer se relaje.
Mi entrepierna levanta un pulgar arriba cuando Armand Koch se aproxima con una expresión de: quiero comerme tu cuerpo nuevamente.
Sus ojos grises se oscurecen, yo sostengo su mirada tratando de recuperar mi equilibrio. No es correcto estar pensando en cómo mi futuro esposo va a cogerme, mientras una de mis amigas acaba de ser asesinada.
Es tan frustrante no poder contener los deseos de la carne.
Koch se coloca frente a mí, con un gel de baño en la mano y una expresión de: esta es mi forma de darte los buenos días, Lynd.
—Me parece que usted quiere lo mismo que yo. —sentencia, su boca forma una dura línea inescrutable. Está segurísimo que voy a darle lo que quiere.
—Señora Koch, está usted demasiado callada. ¿No le parece que podríamos romper ese silencio con gemidos de su parte?
Mis pensamientos y mi estómago están en un torbellino erótico. Todo en mi cuerpo grita que vaya hacia él.
Armand siempre es tenaz cuando de sexo se trata, y suele conseguir de mi parte lo que quiere en ese aspecto.
—¿Es correcto que follemos mientras mi amiga acaba de morir?
—Follar siempre es correcto, Caroline no habría querido que te abstuvieras de ser feliz—comenta descarado.
—Sí, seguramente.
Me obligo a mí misma a recordar que esa amiga de la que estamos hablando se acostó con él. No necesito esa mierda de mujer insegura ahora.
Armand enreda sus manos alrededor de mis glúteos y los aprieta muy duro.
—Tiene usted un culo de cinco estrellas, señora Koch. Me parece que necesito cogérmelo para que siga manteniéndose firme.
—Y usted tiene una apariencia de cinco estrellas, señor Koch. —murmuro volteándome hacia él y enrollando cada brazo en su nuca. Luce asombroso, como Apolo opacando al sol.
Armand me alza en sus brazos, y me coloca suavemente en la tina, el agua en su interior está tibia y colorida.
—Eres tan hermosa—murmura besando cada sector de mis hombros. Arqueo el cuerpo instintivamente cuando siento que la erección roza mis glúteos.
—Eres preciosa—continúa, pasando las manos por mis pechos. Suelto un jadeo hondo cuando sus dedos los rodean y se deshacen en masajes calientes que eclosionan cada rincón que tocan.
El embarazo me tiene los pezones muy sensibles, y el tacto fogoso de Armand provoca que lo estén aún más.
—Oh, Dios, qué delicia.
—Me prendes tanto, nena—vocifera en mi oído. Su aliento cálido provoca cosquilleos en mi oreja.
Armand desliza las manos hacia mi vientre, provocando que mi respiración se acelere y mi corazón aplauda contento.
—Hola bebé—dice, masajeando mi barriga con mucha ternura. —Mami y yo te amamos mucho, gracias por estar en nuestras vidas. Espero no te parezcas físicamente a mami, porque tendré que andar con cinco ametralladoras cuidándote.
—Si no se parece a mí, será a ti y es casi lo mismo—respondo con una carcajada. —Sospecho que si es idéntica a ti será la más solicitada a donde vaya.
—No le hagas caso a mami, ella no sabe que tú y yo tenemos un trato si eres niña.
—¿Ah sí? —externo, arqueando una ceja.
—Sí, la bebé aceptará que yo someta a sus pretendientes a los juegos del hambre, el que logre sobrevivir podrá tener una relación con ella. De antemano anuncio que enfrentarme desarmado es el desafío final, pero yo sí podré llevar mi colección de lanzamisiles y bombas.
Me echo a reír. Me da tanta ternura escucharle hablando con nuestro bebé y dar instrucciones en caso de que sea niña. Me parece que tendremos aquí a un padre extremadamente celoso
Armand asciende con sus manos nuevamente y se vuelve a concentrar en mis pechos, estrujándolos.
—Señora Koch, ¿Ya le dije que la amo?
—No señor Koch, pero yo sí le puedo decir que le amo con todo mi corazón y que estoy muy feliz de ser su futura esposa manipuladora. —respondo contundente.
—Bueno, permítame demostrarle cuánto la amo, desayunándome su coño.
Me excita que mi cuerpo le genere tanta tensión sexual.
Él me levanta de un salto, y me acomoda mejor sobre sus muslos firmes y musculosos, mientras empieza a estimular mi clítoris, moviéndose a un ritmo frenético. Presionando de arriba abajo, moviendo sus dedos sin contemplaciones y provocando que un cúmulo de sensaciones se apoderen de mí, haciéndome inclinar la cabeza con los ojos en blanco, la boca entreabierta y el cabello rubio despeinado.
Gimo en voz alta.
—Eso nena, dámelo. Córrete para mí. —pide con voz carrasposa. Luego aumenta la presión de sus dedos, excitándome lenta e inexorablemente.
—Oh, Dios—jadeo, al borde de la locura.
—Dámelo —me susurra Armand al oído, y me roza suavemente el lóbulo con los dientes—. Alcánzalo por mí
—Oh, Dios, qué bien me lo haces. Te amo, me encanta cómo me tocas, cómo me llevas de un lado a otro, me encantan tus besos. Me encantas tú, joder Koch. Podría estar siempre aquí contigo—susurro.
Siento la rigidez en mis piernas cuando las estiro.
—Eres una delicia—murmura con voz aterciopelada.
Mi respiración a estas alturas es muy irregular.
Oh, Dios, lo estoy alcanzando, es una jodida delicia.
Jadeo, y el calor se extiende por mi cuerpo. Me muevo espasmódicamente mientras mi orgasmo llega, provocando que mi voz alcance la nota más alta en cualquier partitura. Como si los días y las noches fueran nada al lado de lo que Armand me provoca. De la forma en la que su imperio derriba a mis obstáculos, y me pone a arder con sus llamas, con sus pecados, con el apocalipsis de ojos grises que representa. Con esa ternura infernal que te hace rendirle pleitesía a lo que alguna vez fue prohibido.
—Oh, Dios, qué rico—digo temblorosa sintiéndolo en mi espalda. Su respiración pastosa me eriza los vellos.
—El orgasmo eleva tu belleza hacia un nivel extraordinario—comenta contra mi espalda, su voz me pone la piel de gallina.
—Tú eres quien me eleva a un nivel extraordinario—confieso, sin dejar de disfrutar de los remanentes orgásmicos que siguen en mí.
La sensación es exorbitante y cósmica, él es la droga que coacciona mi sistema, volviéndome una adicta a sus labios, a su miembro, a la perfección que su aspecto de dios divino emana siempre.
—Luce usted hermosa cuando está abrumada sexualmente hablando.
—Tú me pusiste así, esto te lo debo—digo con una vocecita cargada de placer. —Quiero más, siempre quiero más de ti.
—Por supuesto, prepara ese precioso culo para mí. Ahora levántate por favor, que quiero estar dentro de ti—me pide.
Hago lo que me solicitó, mientras le veo devorarme con la mirada. Veo la tensión sexual latiendo en su mandíbula recta y la malicia enigmática que reflejan sus ojos cuando se detiene a mirar mis pechos.
—Sus tetas también son de cinco estrellas. —aprecia con voz tan jodidamente candente, que puedo derretirme con sólo escucharla.
—Ahora siéntate de frente a mí, déjame disfrutar de cómo te pones cuando te cojo.
Hago lo que pide, y siento cómo me envuelve entre sus brazos, estrechándome contra su cuerpo. Lo hace rápido, y voraz, entretanto toma mi cabellera rubia entre sus manos, obligándome a echarla hacia atrás. Luego me besa como si se le fuera la vida en ello, hay mucho deseo, desesperación y necesidad de su parte.
Su forma de besarme en estos momentos es primitiva, oscura, sensual y alarmantemente candente.
No entiendo qué le pasa, pero me gusta. Es como si de repente temiera que algo malo pasara, como si estuviese desahogando alguna especie de miedo oscuro en su interior.
Estoy paralizada por la vehemencia de sus labios, le devuelvo el beso con idéntico fervor, enterrando cada dedo en su pelo oscuro. Haciendo girones con él, y retorciéndolo. Nuestra lenguas se unen y varios misiles de placer estallan entre ambos, destrozando nuestra cordura. Anquilosándonos al deseo, manipulándonos para que no dejemos de hacer el amor.
Hay mucha pasión ardorosa estallando entre los dos. Disfruto del sabor de sus labios, de su aroma mentolado, de la forma sexy en la que su boca marca el compás sobre la mía una y otra vez.
Abro los ojos un par de segundos y me maravillo ante la expresión de disfrute inefable que exhala su rostro cuando me besa, cuando nos unimos de esta forma tan inigualable.
Es tan apuesto, tan endiabladamente atractivo, que requiero mirarlo varias veces para sentir que esto es real. Que es mi hombre, que vamos a casarnos y que no habrán puntapiés en el camino lo suficientemente fuertes para separarnos.
Jadeo excitada cuando él me agarra de las caderas y me empuja contra su pene, mordiendo mis labios mientras me mira fijamente.
—Mírame, nena. Mírame cómo te cojo—ordena imperioso. Le hago caso, luce perverso, mientras poseído por un deseo abismal.
Gruño con fuerza cuando siento la primera embestida, y echo la cabeza hacia atrás, mientras gimo incapaz de mantenerme estable.
Las arremetidas empiezan, al tiempo que cabalgo sobre él. Su pene entra en mí de forma despiadada y persistente. Me encanta así, duro, intenso. Me pone a dar vueltas mientras empiezo a acelerar.
—Así nena, síguete moviendo. Oh Dios—murmura con voz entrecortada y perdida.
La sensación es tan intensa que casi resulta ilegal.
Me coge la cara con ambas manos, yo sigo entrando y saliendo de su pene, moviéndome con tanta entereza y astucia, que Armand parece que va a llegar al orgasmo antes de lo esperado. Armand me sujeta con firmeza y me besa con violencia, metiéndome la lengua en la boca para que saboree su excitación.
Luego me hala el cabello, de forma que vuelvo a arquear la espalda en una curva amplia, que termina en su pene.
—Dale más nena, oh Dios, qué rico te mueves. —me ordena, apremiante, tenso.
Hago lo que me dice y me vuelvo a colgar de su cuello, rompiendo la curva pronunciada. Armand reacciona a lo que hago de forma bestial y con un movimiento rápido y resuelto, me penetra hasta el fondo, metiéndomelo enterito.
El agua salta en todas las direcciones. Veo burbujas de colores y la espuma del jacuzzi se remece cuál si fueran olas, cada vez que mis caderas se agitan contra Armand.
Mis pechos danzan, sus labios chupan y humedecen con inclemencia los picos erectos que conforman mis pezones, es como un depredador sediento de lo que sea que pueda darle. Él está en cada turgencia de mi ser, en cada centímetro de carne, en cada rincón prohibido, en cada parte necesitada de placer.
Cierro los ojos lentamente e inclino mi cara contra sus labios, mi respiración se queda atrapada en mi garganta cuando colisionamos una vez más.
Recorro su cabello con mis dedos, atrincándome cada vez más y más a él. Somos polos magnéticos que siempre se atraerán, aunque estemos hechos de minerales de distinta dimensión. Él es mi galaxia, y yo soy la estrella dispuesta a comandar todas las constelaciones existentes en ella.
Más gemidos audibles se escapan de mi garganta, mientras cabalgo como una jinete experta.
Sus brazos me abrazan, apretándome una vez más contra él, y me vuelve a besar. Su lengua y mi lengua se retuercen juntas, moviéndose sin control en instantes dispersos en los que nada más importa. El sexo a su lado es arte, es un lienzo vacío que él pinta con mis orgasmos. Una partitura musical que se llena de las notas agudas que mi cuerpo emite cuando no puede más, cuando sus penetraciones abismales me llevan al infinito, cuando sus besos son el bálsamo necesario para mermar mis temores. Cuando no se necesita ir al infierno para arder con una potencia arrasadora.
Armand me aprieta el trasero, clavándome los dedos en la suave carne, y empieza a embestirme más duro. Ahora entro y salgo, y recibo golpetazos más duros y placenteros de su parte.
Me muerdo los labios, y agito los brazos, concentrándome en esa increíble sensación invasiva que aumenta castigándome celestialmente.
Armand enrolla un brazo en mi espalda, y me hala hacia él, hasta que nuestros ojos están a la misma altura. Hasta que nuestras bocas se vuelven a unir.
Él me empuja más y más rápido, estoy volando alto. Ardiendo, y estando en el centro de la perfección erótica y sensual, que me arrastra por un páramo lleno de luz, que me hace volar entre nubes refrescantes. Que me lleva más y más alto, y cuando ya no puedo más estallo sobre su miembro. Entrando en una espiral ínfima, lujuriosa, cándida y efervescente, que brilla bajo distintas luces. Veo rojo lascivo, negro tentación y plenitud inconmensurable.
Armand se deja llevar por un hondo gemido, y hunde la cabeza en el hueso que conecta mi pecho con mi brazo, hundiendo su miembro en mí una vez más, mientras se deja ir completamente, llenándome.
Apenas podemos mantenernos despiertos, sin embargo aquí estamos besándonos de nuevo. Él no sale de mí, se queda posesivo observándome de una forma portentosa. Luce agotado y satisfecho, y en su rostro una sonrisa perversa aparece.
El baño de inunda de un aroma asombroso, el aroma de un sexo pleno, placentero e inigualable.
Tener sexo con Armand Koch es mi religión, mi bendición divina y a la vez infernal. Me enamora su oscuridad, me eclipsa la bondad inesperada que emana y me cautiva la potencia con la que su polla se adentra en mí.
—Eso estuvo malditamente genial. Qué rico es esto de tenerte conmigo y poderte hacer el amor a toda hora.
—Sólo piensa en sexo señor, Koch.
—No finjas que tú no lo haces. Si nada más me ves no escatimas en esfuerzos para provocarme. —Él agita el pene en mi interior. —Eres una criatura tentadora, cómo demonios voy a ir a trabajar sabiendo que podría estar aquí haciéndote el amor. —concreta con ojos oscuros.
—Yo también tendré que ir a trabajar. Compartiremos el mismo sentimiento, además escuché que mi jefe es bastante intransigente y estricto.
—Creo que tú y ese jefe podrían llegar a un arreglo. —Sus ojos se abren un poco, llenos de coquetería y pensamientos indecorosos.
—¿Ah sí? —pregunto asombrada. Aún puedo sentir su pene dentro de mí.
—Claro, eres buena negociando, ya lo demostraste. Deberías saber que al jefe te lo ganas con una buena propuesta. Una que incluya mucho sexo y gemidos estridentes.
—Suena a que sabes demasiado sobre ese jefe.
Él blanquea los ojos.
—Podría ser, también cuentan que ese jefe embarazó a su mujer, y que eso lo tiene muy cachondo.
Arqueo una ceja.
—Ese jefe no tiene remedio.
—Claro que lo tiene y ese remedio eres tú. —Armand se remueve repentinamente, y su mano vuelve a apretar mi trasero. —Tengo ganas de volver a follar tu bonito culo de cinco estrellas—susurra con un sigilo tajante y dictatorial.
—Siempre tienes ganas, y debo decir que yo también.
—Es tu culpa por ser tan hermosa y atrayente. Tienes esa jodida chispa que eclipsa a todas las mujeres a mi alrededor. No hay nada en este mundo que me guste más que tú—dice mirándome a los ojos, con una cadencia certera y contundente en la voz—Bueno tal vez sí haya algo.
Le miro curiosa.
—¿Qué es ese algo?
—El hecho de que vaya a nacer un hijo de ambos es lo que me tiene así, feliz, animado y esperanzado de que podremos con todo. Me da vida la idea de que existe una pequeña criatura creciendo aquí—Él señala mi vientre y lo vuelve a masajear con el más puro amor que nace de su interior, el amor de un padre. Los ojos se me cristalizan. —¿Tienes una idea de cuántas veces imaginé que algo así podría ser posible, y luego me desanimé pensando en que jamás sucedería? Tenía miedo, Lynd, tenía tanto miedo de que dejaras de respirar por estar ligada a mí. Siempre te amé y aunque estúpidamente intenté rehacer mi vida, siempre me faltaba algo, me faltabas tú y por eso terminaba dejando a cualquier mujer con la que pudiese llegar a tener algo serio. Era como si en cada rostro, en cada voz, en cada cabellera, en cada sonrisa, en cada par de ojos deseosos de mí; yo intentara encontrarte. Pero no estabas, y no podías estarlo y eso era desesperante. Todos decían que lo tenía todo, y yo en cambio sentía como si no tuviera nada. De nada servían todos esos lujos, esos autos caros, esas mansiones cargadas de dinero y amistades influyentes si me faltaba tu magia, tu belleza incomparable, tu carácter testarudo y tu capacidad para ver a través de mí y encontrar las salidas que necesito. Tu entereza me mantuvo cuerdo y si no te hubieras arriesgado tanto ese día que traté de matarte, no estaríamos aquí. Tú me mantuviste a salvo, aún a costa del peligro que yo representaba.
—Te amo, te amo con todo mi corazón y estoy aquí—Él me toca el rostro, y me observa como si no pudiera creer que esto es real—Estoy aquí, contigo y para siempre. No dejes que sombras oscuras crucen tu mente, déjalo ir, de la forma en la que yo ya lo solté. Vivimos el uno para el otro, no permitas que los fantasmas que nos separaron una vez sigan siendo fuertes. Encontramos amor en un lugar sin esperanzas, ocupado por ángeles conspiradores cuyos corazones eran impuros, pero logramos surgir con una fuerza más grande que cualquier abismo, que cualquier infinito. Aquí estamos; amándonos como nunca, siendo fuertes y felices porque siempre lo merecimos. Éramos un tira y afloja sin fin, hasta que descubrimos que la conexión que tenemos está y siempre estará por encima de cualquier arcoíris con colores incorrectos.
—Te amo nena, eres mi todo. Y siempre lo serás. Me encanta la forma en la que siempre me muestras la luz de este mundo tan contaminado.
Respiro mientras el deseo caliente y pesado resurge como si no acabara de tener un orgasmo, afectando mi torrente sanguíneo y nublando mi cordura. Alborotando mis terminaciones nerviosas, mi subconsciente y un corazón que vuelve a necesitarlo.
La sangre me zumba en los oídos. No sé qué tiene este hombre que al mínimo gesto enciende miles de antorchas dentro de mí.
***
A las diez de la mañana, Armand y yo salimos de la mansión, encaminándonos hacia uno de los autos blancos de Armand. Tiene un montón de convertibles de ese color, la única que luce distinta es una camioneta Land Rover negra que se encuentra parqueada ocasionalmente junto a la gran fuente elaborada de un material muy parecido al granito.
—Buenos días, señores—dice Sasuke, amable y serio como siempre.
—Hola, Sasuke.
—Buenos días, señora.
—Ya todo está listo para el viaje—anuncia el guardaespaldas.
Armand asiente con la cabeza, y evita mirarlo. Parece como si se hubiese erigido un raro muro entre él y Sasuke.
—¿Los guardaespaldas de Benedict ya organizaron todo?
Armand arruga la cara cuando menciona a la seguridad de su tío. Sigue sin acostumbrarse del todo.
—Sí, señor.
—Bien, nena—él se voltea hacia mí. Tengo algo que mostrarte. —empieza a decir, suena cauteloso.
—¿Qué es amor?
—Un pequeño regalo que quiero hacerte. —arqueo una ceja, los regalos de Armand son todo menos pequeños.
—Cierra los ojos—pide, y cuando lo hago coloca sus manos sobre cada párpado. Está cerciorándose de que no haré trampa.
—Oye, qué desconfiado eres. No jugaré sucio.
—Te conozco y tú jamás juegas limpio.
Armand me conduce lentamente hacia un sitio desconocido. La ansiedad y curiosidad pican en mi nariz haciéndome estornudar.
—Ese estornudo está extraño. Llamaré a Olya para que te examine, ¿Estás vacunada contra el coronavirus? Esto podría alterar al bebé.
Si no tuviera los ojos cerrados, los habría decolorado.
—Si alguien no me hubiera estado haciendo el amor durante tanto tiempo en el jacuzzi frío, yo estaría estornudando así.
—Señora Koch, está usted muy explícita esta mañana, pero tampoco la vi quejándose mucho de frío, eh.
—Soy una mujer muy resistente, soy una todoterreno. —río.
—Nena, abre los ojos. —me pide, y cuando lo hago. No puedo evitar abrir la boca ampliamente, como una adolescente cuando conoce a su ídolo musical. —Esto es para usted, señora Koch. Vi que no tiene usted un medio de transporte fijo y qui
Frente a mí hay un auto extraordinario. Un convertible ostentoso de color azul coral, con un enorme lazo blanco en el parabrisas y una tarjeta gigante que dice: Para la señora Koch.
Doy un saltito y abrazo a Armand, luego le doy un beso largo e indecoroso. Enganchando mis brazos a su espalda, Armand responde al contacto labial levantándome por las caderas.
—Es un Bugatti La Voiture Noire, cuenta con un propulsor W16 de 8,0 litros, heredado del Chiron, que desarrolla 1.500 CV de potencia y 1.600 Nm de par máximo. Está inspirado en el Type 57 SC Atlantic, y cuenta con un chasis de fibra de carbono fabricado de forma artesanal, seis salidas de escape, unas enormes llantas y un aspecto muy elegante y solemne. Es lo mejor de este mundo, yo acabo de adquirir uno en negro, y dejé una cuenta abierta por si alguna de tus hermanas o tu madre, quiere adquirir este modelo o uno semejante.
Pestañeo atónita.
—Esto es em... demasiado. —acoto aún perpleja.
—Nada es demasiado para ti, déjame gastar dinero en ti y en los que te importan. Gano más de lo que un mortal común puede gastar en 15 vidas, déjame reducir un poco mi fortuna.
—Bueno, no puedo rebatir contra un hombre que suplica ser saqueado.
***
Conduje a casa de mis padres con Armand a mi lado, el auto nuevo es una máquina cuya estabilidad es impresionante, sobre todo por la magnitud de las velocidades que es capaz de alcanzar.
—Eres muy buena conductora—Me felicita Armand cuando aparco frente a la casa de un garaje y dos plantas de mis padres.
La vivienda tiene un diseño simplista, dividido en seis secciones rectangulares, con una cochera más ancha que alta, una entrada angosta, poseedora de un umbral de columnas gruesas. A su alrededor un par de árboles y un piso de cemento rústico que choca con un césped cortado casi a ras de suelo.
—Es una casa muy bonita—concreta Armand. —Parece cálida y ordenada.
—Gracias, señor Koch. A decir verdad, extrañaba este lugar.
—Yo sacaré el lanza granadas por si Dorothy se encuentra en casa.
—A esta hora ella trabaja. —Lo tranquilizo y él relaja su cara de horror.
—¿Y la pequeña niña demonio?
—¿Amberly? Ella sí debe estar.
—Qué bueno, quiero saludarla y que termine chantajeándome de nuevo. Me he convertido en un tipo masoquista—concluye sarcástico.
Mis padres salen cuando ven que el convertible se acomoda en el pequeño jardín.
Mamá sonríe y papá igual, ellos nunca reciben con mala cara a nadie.
Amberly sale corriendo como un tren con los bracitos abiertos, y cuando me preparo para recibirla, me esquiva y se va directo hacia Armand que la levanta de un salto.
—Hola, señor Lucifer. Tiempo sin verle, ¿cómo está? —Lo saluda, aprieto los labios indignada. Mi sobrina a la cuál vi crecer me acaba de ignorar a causa de mi futuro marido.
—Amberly, estoy aquí, soy tu tía favorita, Lynd.
—Ah sí, hola tía—me dice, luego vuelve a concentrarse en conversar con Armand, como si mi presencia no fuese lo suficientemente llamativa para ella.
Stacy se ríe, y sale al paso y me abraza, como si quisiera consolarme.
Papá le da la mano a Armand, y mamá un beso en la mejilla. Mi futuro esposo ha captado toda la atención y he sido relegada a un segundo plano sin remedio.
El efecto Koch como siempre, eclipsando todo.
—Amberly no ha dejado de preguntar por él desde que se enteró que él venía. Y ahora que lo miro, hermanita. Te felicito, al fin dejaste de fijarte en porquerías como Richard y tienes lo que te mereces.
—Cómo te enteraste de que Armand...—La cuestiono.
—Todos lo sabemos. Benedict vino a contarnos todo mientras estabas pendiente de Armand en el hospital. No te preocupes, ya mis padres saben todo. Ya sabemos lo que ha ocurrido y te apoyamos en todo. De hecho mamá siempre supo que estuviste enamorada de un Koch, pero como lo escondiste tanto; no quiso presionarte. —Armand la enfoca, estando muy pendiente de lo que la menor de mis hermanas tiene para decirle.
—Escuché que mi ex tío Richard ya no es tu esposo, qué bueno tía, porque a decir verdad nunca me quería comprar helados. Siempre sacaba dinero de tu cartera cuando te ibas, y lo usaba para comprar los helados diciendo que él los había pagado.
—No sé por qué no me sorprende—sintetiza Armand.
—Pasen a la casa, chicos. Tenemos mucho que conversar—pide papá con voz serena.
Entramos, y nos acomodamos en los sillones con adornos florales. Armand a mi lado, Amberly en sus brazos. Stacy, y mis padres al frente.
Mamá se pone en pie, une sus dedos en el centro del vientre y enseria su rostro. Nunca la había visto así.
Dorothy aparece tras la escalera, y se acomoda junto a mis padres. Hace una mueca de desagrado cuando ve a Amberly en brazos de Armand, y mueve los labios a punto de decir algo, pero mi madre le lanza una mirada autoritaria y decide guardar silencio.
—Sé que debí contarles la verdad sobre mi pasado hace años. Debí ponerles alerta, pero siempre me frenaba porque quería que sus mentes vivieran en paz. Que no tuvieran que compartir las preocupaciones que su padre y yo teníamos en común. Pido disculpas por ello, pido disculpas por haber sido una inconsciente que sólo quería que sus hijos fueran felices. —Lo dice locuaz, fluida y segura. No hay debilidad en su voz, a pesar de lo que sus palabras expresan, pero a pesar de la fortaleza que su hablar transmite sus ojos lucen apagados. Está decepcionada de sí misma.
—Temía ser yo quien les arrebatara la capacidad de dormir en paz, de ser la causante principal de sus pesadillas. Quería que no cargaran sobre ustedes la intranquilidad de ser unas Gambino y sí unas Spencer. Ustedes fueron criadas para vivir lejos de la guerra, lejos de la ira, del irrespeto y de las inconsistencias. Las crie con todo mi amor, con el afán de que nunca permitieran que nada las corrompiera. Pero este apellido con el que me bautizaron siempre ha estado maldito, y es por ello que he decidido que no seas tú Lynd quien combata a los Domenici, sino yo. Fueron mis errores al huir en lugar de pelear los que nos pusieron aquí y yo debo arreglarlo—Ella me mira contundente. Dorothy jadea y niega. Stacy deja caer su celular y Amberly se encoge de hombros como si todo esto fuera demasiado para su mente infantil.
—Me llevaré a mi hija—anuncia Dorothy, poniéndose en pie y acercándose a Armand con expresión feroz. —Ella no tiene por qué escuchar cómo todas se vuelven locas.
—No impediré que te la lleves, pero sí voy a decirte un par de cosas cuando regreses.
—No me quiero ir—protesta la niña—Quiero escuchar cómo habla la abuela, me gustan sus discursos aunque no entienda de qué habla.
—Amberly, ven—dice Dorothy, haciendo un esfuerzo monumental por no decirle nada grosero a Armand.
Ella se va con la niña asida de mala gana a su mano y regresa tiempo después.
—Dorothy, todos hemos sido comprensivos contigo todos estos años, pero ya está bueno. No puedes pasar toda tu vida amargándote por un hombre.
—Yo no estoy amargada por un hombre.
—Déjame terminar—ordena mamá, levantando una palma en el aire. —En estos momentos tenemos que estar unidos, pues la situación lo amerita. Ya está bueno de que te la pases cuestionando todo lo que tus hermanas hacen; como si te incomodara que ellas fueran felices. Ese chico se fue de tu vida hace años porque no valía la pena, te lastimó lo sé, y no sabes cómo me gustaría que todo hubiese sido distinto hija mía—Ella se acerca a Dorothy y trata de abrazarla pero Dorothy siendo grosera como siempre la aparta. —Sé que te duele, sé que estás herida pero ninguno de nosotros tiene la culpa de lo que ocurrió. Todos te queremos, te hemos respetado a pesar de que no siempre recibimos lo mismo de ti pero ya fue suficiente. Tienes que cambiar, tienes que dejar ir todo lo que te lastima.
—Como si fuera tan fácil—reniega.
—Sé que no es fácil, no he dicho que lo sea. Pero dime, ¿Te ha servido de algo estar así?
—Mamá, yo siento que deberías terminar de contarnos lo que pasó contigo en el pasado, mi hermana no tiene remedio. —propone Stacy—Déjala que se ahogue en su veneno, llevamos años tratando de hacerla cambiar pero ella sigue de neandertal y a mí francamente siempre me aburre verla renegando contra todos y tratando mal a Amberly simplemente porque le da la reverenda gana.
—Precisamente por eso, porque si no estamos unidos no conseguiremos nada. Yo no quiero que mis hijas se la pasen en dimes y diretes. No ganamos nada viviendo entre tanto pandemónium.
—Yo sólo los escucharé, pero no esperen que coopere.
—Me temo que si no cooperas, tendremos que traernos a Amberly con nosotros. Hija mía, me duele hacerte esto, pero tú misma nos has proporcionado las pruebas para que la niña te sea arrebatada legalmente y si no cooperas y te comportas con respeto; me temo que la traeremos con nosotros. No quisiera tener que hacerlo, pero si a pesar de todo lo que te hemos dicho insistes en comportarte como lo has estado haciendo tomaremos medidas.
—Ya vi de dónde sacaste el carácter aguerrido. Tu madre es admirable. —me dice Armand agarrándome una mano, tratando de que me relaje.
—Habiendo dejado claro todo esto—comenta mi madre, ante el silencio sepulcral de Dorothy. —Me temo que les contaré algo que durante años he ocultado.
Todos abrimos los ojos expectantes, papá es el único que se mantiene calmado. Él es posiblemente el único que tiene conocimiento sobre la inhóspita verdad de mi madre.
Auto que le regaló Armand a Lynd
Casa de los papás de Lynd
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Este es un capítulo de transición, se nos vienen los cuatro capítulos finales. Posiblemente sean 3. Todo depende de cuando me siente a redactar, yo ya tengo todo planeado, pero suelo extenderme en detalles porque quiero que no se me escape nada.
Próximo capítulo: Sábado.
¿Qué opinas de la muerte de Caroline?
¿Podrá la mamá de Lynd contra los italianos?
¿Lynd dejará que su madre asuma todo?
La verdad que oculta la mamá de Lynd es un poco sorpresiva, no sé si alguien se espere lo que va a contar.
Los capítulos que se vienen van a estar bastante intensos, por eso quise relajarlas con algo más leve. <3
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