Capítulo 19
Multimedia: Creep- Justin Crum( Radiohead cover)
N/A: Tardé porque anoche se fue la luz, y estuve un poco enferma del estómago en estos días. Disculpen la demora.
Narra Armand
Yo sólo quería un segundo de calma al lado de la mujer que amo.
Sólo quería verla elevarse como un ángel y recibirla entre mis brazos cuando estuviese a punto de tocar el sol.
Quería ser el motivo por el que su corazón bailara en un mundo que no siempre es hermoso.
Quería algo especial con ella.
Quería que notara que soy capaz de soportar lo que sea a su lado
¿Qué demonios voy a hacer con todo esto que siento desde que se fue?
Esto debe ser un mal sueño.
Debe ser una jugarreta de mi mente, que siempre estuvo aterrada ante la idea de perderla.
Entonces si es un sueño, ¿por qué duele tanto?
¿Por qué me cuesta respirar con tranquilidad?
¿Por qué duele cuando cierro los ojos?
¿Por qué mi pecho martillea una y otra vez, rogando que aparezcas?
¿Por qué sólo puedo abrazarla en mi mente?
¿Acaso soy indigno siquiera de amarla?
¿Acaso nunca podré volver a estrecharla entre mis brazos, mientras sus ojos me reconfortan con amor?
Yo sólo anhelaba prolongar sus sonrisas, ahuyentar las tristezas de su vida y mostrarle que mi amor por ella siempre estuvo aquí. Que siempre estuvo para ambos.
Quería que supieran que su recuerdo me mantuvo cuerdo a través de los años, que su precioso rostro en mi mente era mi puente hacia la calma.
Pero esos eran los raros sueños de un tipo que tal vez nunca la mereció.
Que la hizo sufrir, que la hizo llorar; que se convirtió en la pesadilla mayor de una mente bondadosa.
Que se merece estar en este vacío silencioso que no encuentra consuelo, que siente que ya no pertenece a ningún lado.
¿Por qué me dejaste, Lynd?
¿Por qué de esta forma inmisericorde?
Han pasado cuatro días desde que vi esa foto tuya con aquel hombre, y cada día estoy más roto. Mi equipo de seguridad te captó junto a un hombre de pelo oscuro, estabas en sus brazos, te veías feliz, le besabas a cada rato y te mostrabas plena. Vi cómo le sonreías de una forma que para mí no tenías.
Todo duele y me paraliza.
Soy un hombre muerto en un cuerpo que a pesar de todo sigue activo.
Verte casada con Richard dolió menos, porque creí en ese momento que tú en verdad sentías algo por mi.
Fui un gran tonto.
Un tonto enamorado que te hizo mucho daño, acepto que estabas en tu derecho de vengarte.
Pero, ¿Por qué así?
Luego llegó esa carta y reconocí tu letra, me pedías que te dejara en paz, que no te buscara. Que desde que me viste sólo pensaste en regresarme lo que te había hecho.
Me recalcaste que ese hombre con el que habías huido te daba todo lo que yo no podía. Me contaste que tu plan inicial era dejar a Richard plantado, pero que decidiste no hacerlo para molestarme y que fingiste estar borracha aquella noche porque sabías que tu belleza me engatusaría llevándome a la desesperación por no tenerte. Y así fue, al final jugaste con ambos y fuiste la gran ganadora.
Lynd, me conoce tan bien, sabe que mi nivel de posesividad me traería a este punto sin retorno.
Sabe que no soporto que esté con otro.
¿Es esta la medida de su odio?
¿Le importa tanto destruirme que decidió llevarse por delante a todo el que pudiera?
—Señor, ya todo está listo para que regresemos a Manchester. —anuncia Sasuke aproximándose a mí, sacándome de paso de mi tortuoso letargo pesimista.
—Está bien—respondo con voz mortecina. No fui capaz de sentirme a gusto en el Gold Mermaid sin ella ahí. Sentía que las paredes se encogían y poco a poco iban aplastándome, por lo que decidí abandonar aquel sitio, deseando también ser capaz de abandonar las terribles emociones que me abracaban.
Me alojé en un hotel mientras los días seguían pasando, junto con mis ganas de verla nuevamente empezaban a aplastarme.
Hoy regreso a Manchester, esperé durante cuatro largos días a tener noticias de Lynd. Salí a las calles de Sicilia buscándola, corrí en todos los lugares posibles tratando de hallarla; pero sólo quedaba el fantasma de su belleza en mi mente y la carta que me había dejado, no di crédito a lo que había leído. Esa no era mi Lynd, ella nunca planearía dañar a nadie y convencido de que estaba en lo correcto salí del yate, desoyendo las recomendaciones de mi equipo de seguridad.
La busqué en el silencio y en el bullicio sin éxito.
Quise ver su sonrisa entre calles adoquinadas.
Me repetía a mi mismo que tenía que encontrarla, convencerme que esa carta no era otro sabotaje para lo nuestro.
Nadie la había visto salir, nadie sabía a qué hora exactamente se había ido... era como si Lynd hubiese sabido cómo y a qué hora moverse para no ser escapada escabulléndose.
Le mostré la foto de Lynd a algunas personas que me topé al azar en Sicilia, mientras recorría las angostas callejuelas abarrotadas de gente. Algunos no la reconocieron, y dijeron que no eran nativos de este lugar, otros me hablaron sobre que la veían seguido con ese tipo. Que solían verles al menos una vez al mes paseando tomados de las manos, y por si eso fuera poco; me recalcaban que hacían una maravillosa pareja.
Luego recibí esa llamada, y finalmente lo escuché de su voz... ella no me ama, siempre jugó conmigo. La escuché reírse de lo tonto que le había parecido mi discurso sobre el origen del Gold Mermaid, y me recalcó que estaba harta de mis cursiladas; que no volviera a buscarla... que ya ella no siente nada por mí y que me había llamado para decirme que le resultaba gratificante que al fin estuviera pagando todo lo que le he hecho.
En ese momento yo sólo quería abrazarla, impregnarme de su dulce aroma. Sentirla mía una vez más, pero eso no pasó. Ella eligió dejar mi corazón en el piso, y ahora no sé cómo recogerlo. Cómo recomponerme a mí mismo.
Duele saber que el juramento que ella pronunció jamás tuvo una fuerza.
Que sus endemoniadas intensiones siempre fueron las mismas: Vengarse.
Y vaya que lo logró.
Acomodo todo para salir al auto y dejo que el silencio me guíe a través de una ruta sin retorno; una ruta perpendicular al amor que debo olvidar.
Adiós, Lynd.
Sicilia, marcó el inicio y el fin del fuego que pudo consumir al mundo mientras hacíamos el amor.
***
—Armand, detesto verte así—expresa Samira, sentándose frente a mí. Veo que su preocupación es sincera a través de su lento pestañear, pero no estoy de ánimo. Llegué a Manchester ayer, y desde entonces he estado haciendo lo imposible para no pensar en ella. Sobra decir que no lo he logrado. Todo sigue vigente, sitiado en mi corazón; negándose a dejarme.
Estoy en mi despacho, intentando sin éxito trabajar. Cada vez que toco el papel, rememoro la carta de Lynd, recuerdo su voz diciéndome que nunca me amó y me cuesta enfocarme; es como si mi corazón siguiera arrodillado ante ella.
Siento que mi pecho cayó en una noche perpetua y que el infierno es mucho mejor que estar en mi situación.
—Samira, me disculpas, pero en serio estoy ocupado—comento apático.
—Este no es el Armand que conozco. —rebate, acomodando la trenza platinada a un lado de su rostro felino. —¿Por qué estás así?
—Samira, no me pasa nada. Sólo tengo mucho trabajo acumulado y quiero avanzar.
Samira ha sido una gran amiga, la persona que durante años siempre se preocupó por mí sin esperar nada a cambio. Le debo mucho, y en verdad no quiero ser grosero, pero ella llegó en un terrible momento.
—Desde que regresaste a Manchester has estado actuando extraño, vas de un lado para otro; cuesta incluso que respondas un buenos días. No comprendo qué ocurre, pero sea lo que sea; de antemano sabes que cuentas conmigo para escucharte. —Ella usa un tono firme, pero conciliador. El tipo de preocupación que proviene de una madre. No quiero contarle lo que me ocurre, ni tampoco quedar como un grosero malagradecido que no valora su presencia en mi vida.
—No te preocupes, Samira. Es sólo que la aerolínea arábiga que compré no está siendo el negocio rentable que pensé que sería. Los árabes no se muestran tan abiertos a viajar con nosotros ahora que saben que el jeque Abdulhamid no es el dueño.
—Oh, comprendo querido, pero no creo que el alcohol ayude mucho en tu situación. Si quieres salir de una mala compra necesitas tener tu mente clara y me temo que emborrachándote sólo te vas a hundir más—Samira evalúa mi rostro con expresión comprensiva, he estado durmiendo mal y las ojeras y la fatiga deben estarse reflejando en mi cara, delatándome como si fuera un mal actor. También he estado tomando a toda hora. Ella lo sabe, pues escanea las botellas vacías desperdigadas por la habitación.
Samira sabe que no son negocios lo que me tiene así, ella me conoce. Es consciente de que no me estreso tanto cuando alguna inversión no sale como quiero, si invierto mal mi dinero. No me toma tanto tiempo tomar medidas para recuperarlo.
Cuando se trata de dinero, e inversiones soy un fénix que jamás cae en las cenizas. Sino que se mantiene inmortal en imbatible volando entre nubarrones de oro.
—Armand, te reitero que cuentas conmigo, aunque mi intuición me dice que no son los árabes los que te tienen así.
En verdad no quiero seguir hablando sobre este tema, terminaremos cayendo en lo mismo; y quien la está pasando mal soy yo... por lo que darle largas a esto es como decirle que siga disparando clavos contra mi pecho.
—Te lo agradezco mucho Samira, como también te agradecería que vinieras en otro momento. —le pido afable, levantando el revoltijo de papeles en los que no he sido capaz de concentrarme.
—Comprendo, pero recuerda que si necesitas hablar con alguien, llámame. —recalca una vez más. Samira puede ser muy persuasiva, pero conmigo eso no funciona tan bien. — Sabes que eres muy importante para mí y no me gusta verte así. Tú eres Armand Koch, y no sueles lucir tan derrotado.
Asiento pensativo, el vacío en mi pecho no se irá; no importa con cuántas personas me desahogue. Ella no volverá, y tengo que aprender a vivir con eso.
—Ah, y Armand también tengo que hablarte sobre algo más.
Suspiro, su tono de voz es un tanto irresoluto.
—Te escucho aunque no quiera—respondo un tanto exhausto.
Ella sonríe y acomoda el cuello de su camisa blanca de seda. Es una mujer de poco más de cincuenta años, bien conservada. Elegante y atractiva, con unos maliciosos ojos verdes que le sirven para persuadir a todo el que quiera, menos a mí.
—Bueno, ya empezaste a refunfuñar, eso es un buen indicio. Es sólo que no sé cómo vayas a tomarlo. —exclama con un matiz dubitativo.
Algo me dice que lo que va a decirme no me va a gustar.
—Los doctores darán de alta a Arian pasado mañana—comenta con un deje opaco. —La sometieron a una terapia especial durante cinco meses, y al parecer ella volvió en sí, recuperó su cordura. —Samira se queda callada, como si hubiera un "pero" en toda esta situación. Sí, debe haberlo, siempre los hay y estoy en esa racha indeseable en la que siempre las cosas salen mal
No sé ni qué decirle, el regreso de Arian, mi ex, es un cubetazo de agua proveniente del mar antártico. Es como una pieza extraviada intentando encajar en el rompecabezas incorrecto, pero la dañaron por estar ligada a mí y no puedo darle la espalda. La mafia la torturó terriblemente y he cargado con la culpa de lo que pasó, por más de dos años.
—Qué bueno, ahora cuéntame la parte preocupante de la historia.
Samira hace un gesto con los labios, siempre que va a decir algo polémico lo emplea. Estoy tan acostumbrado a que haga eso, que ni siquiera me sorprende.
—El tratamiento tuvo efectos secundarios. —dice finalmente.
—Al grano Samira, por favor. Sabes que detesto que las personas se hagan las misteriosas. Ya dilo, terminaré enterándome después de todo.
—Arian no recuerda qué pasó antes de perder la razón, por lo que cree que ustedes siguen siendo novios y ha estado un tanto ansiosa pidiendo verte desde ayer. Por fortuna no recuerda todas las cosas espantosas que le hicieron. —sentencia, sacando un cigarrillo de su cartera, para encenderlo con despreocupación. El aroma del cigarrillo es débil, creo que es una marca exclusiva y personalizada para ella, reconozco el logotipo en letras rosas y doradas.
—¿Y cómo está ella realmente?
Entierro la cabeza en mis manos y absorbo aire por un rato, luego exhalo y levanto la mirada para ver a Samira. Ella parece estar esperando a que tome una decisión rápida. Pero es evidente que no hay mucho que decir en todo esto, Arian me necesita y yo no voy a ser el miserable que se desentienda de ella.
—Está bien, confundida y un tanto preguntona.
Sí, esa es la Arian que recuerdo. Ella te atiborra a preguntas aunque sepa que no estés completamente capacitado para responderle.
—Está ansiosa por salir—prosigue Samira; — le dijeron que estuvo internada porque sufrió un fuerte golpe en el cráneo, y que por eso no recuerda algunas cosas. Ella no para de preguntar por ti, estoy pensando en ubicarla en mi casa mientras le consigo algo mejor.
No puedo abandonar a Arian. A ella la secuestraron, violaron y atormentaron por estar ligada a mí. Nunca podría darle la espalda.
—No tienes que hacer eso, Samira. Arian es mi responsabilidad, lo que le pasó tiene que ver conmigo y no voy a dejarla sola. Gracias de todas formas. —acoto con educación. —Supongo que puedo fingir que seguimos juntos hasta que se recupere y entienda que yo no deseo seguir con ella.
Samira entrecierra los ojos, luego los abre muy lentamente. Como si no estuviese de acuerdo conmigo.
—Los doctores dicen que es posible que si Arian recibe un choque emocional fuerte puede volver a perder la razón. Su caso es un tanto impredecible y único. Ya sabes que nunca le dieron esperanzas de recuperarse, y que lo haya hecho es bastante meritorio.
—Ella es muy fuerte y leal, ni siquiera en un momento así deja de serlo. —Ojalá Lynd también fuera igual— Pasado mañana iré por Arian y me encargaré de todo. No te preocupes, Samira y gracias por estar pendiente de todo.
—Ya sabes que no tienes nada que agradecerme, Armand.
—Claro que sí, te debo gran parte de lo que soy. Si no me hubieras ido a buscar a Australia en estos momentos estaría muerto. Tú me salvaste de muchas cosas y no habrá forma humana de pagarte por todo lo que has hecho.
Samira agita la cabeza y esboza una sonrisa maternal.
—No tienes nada que agradecer. Ekaterina, tu madre fue una gran amiga, sólo hago lo necesario para que su hijo esté bien. Sin embargo...—ella se queda en un silencio raro, de esos que sólo sirven como preámbulo a un gran anuncio.—Armand, ¿estás seguro que quieres tener a Arian contigo? ¿Aún la amas?
Me quedo callado, lo único que siento por Arian es aprecio, mezclado con culpa debido a lo que los miserables de la mafia italiana le hicieron, pero no la amo. Ese sentimiento avasallante, paralizador y destructivo sólo puede ser despertado en mí por Lynd.
Oh Dios, cuánto daría por escuchar una vez más que me ama.
—Yo... bueno... en verdad quiero que ella esté bien, la aprecio mucho, lo que le pasó es mi culpa no podría ser capaz de darle la espalda.
—De hecho no es tu culpa—rebate con gran serenidad.—Tú no eres responsable de los enemigos que tu padre forjó. ¿Alguna vez le dijiste a Arian en dónde se estaba metiendo al relacionarse contigo?
—Sí, quería que supiera a qué atenerse. —afirmo con seguridad.
Nunca tuve miedo de que se apartara de mí debido a ello, hecho que sí ocurrió con Lynd.
—¿Y Arian lo aceptó de buenas a primeras?
Agito la cabeza, confirmando lo que sospecha.
—Es complicado decidir con cabeza fría en semejante situación, yo por mi parte sólo quiero que seas feliz y me temo que si te obligas a estar con ella, a pesar de que no la amas, no será sano ni para ella ni para ti. —suelta, al tiempo que saca otro cigarrillo. —. Sé que quieres que ella esté bien, y eso habla maravillosamente de ti; pero no sabemos si ella algún día se recupere. ¿Qué harás si ella no logra salir de su estado? ¿Te impondrás estar por siempre con ella?
Me enfocaré en el presente, iré paso a paso. No quiero que Arian sufra, ni que vuelva a perder la razón. Buscaré una manera de que superemos esto sin que corra el riesgo de volverse loca.
—Espero no tener que llegar a ese punto, pero como bien lo expresaste, un shock emocional puede ser terrible para ella. Yo no quiero eso, no quiero que vuelva a caer en una oscuridad sin retorno. Ella me necesita y no voy a empujarla al vacío.
—Eres un gran hombre, Armand. Pero no quiero verte condenado a estar con alguien que no amas. No mereces eso y Arian tampoco. Te comenté que ella había sido dada de alta porque tarde o temprano te enterarías, y te incomodaría no participar en ello; de hecho sospeché que harías algo así ... porque tu buen corazón siempre es más grande que todo, pero lo de Arian podría ser a largo plazo y tú no te ves en condiciones de asumirlo.
Frunzo los labios y mi cabeza se mueve a ambos lados. No soy el hombre débil que ella está viendo.
Detesto estarme convirtiendo en uno de esos blandengues que no saben lidiar con el rechazo.
—Sí, puedo con eso, Arian es leal y bonita...—No tanto como ella. De hecho ninguna lo es, nadie posee esa belleza tóxica que es capaz de arrastrarme sobre espinas. —No es un sacrificio estar a su lado.
—Me gustaría escucharte convencido de ello, pero me temo que no. Igual no cambiarás de opinión, porque te conozco, Armand.
Samira clava el verde oscuro de sus ojos sobre mí por unos minutos. Le sostengo la mirada, ella cede al duelo de miradas y se acerca a mí, luego me da un beso en la mejilla y se para junto a la silla; escaneándome como si yo fuese un gatito apaleado.
—Tengo que irme, Armand. Debo ir al aeropuerto, mi hermano llegó de México y estará varios meses aquí. —Detecto sus intenciones, Samira tiene la esperanza de que Juan Pablo sea ese amigo con el que necesito desahogarme, y que de paso logre averiguar qué ocurre conmigo.
Juan Pablo, su hermano, es un buen amigo. Probablemente sea bueno hablar con él.
—Dile que me llame, tal vez sea bueno tomarnos algunas copas y hablar.
—Se lo diré, cariño. Ahora sí, debo irme. Que pases buenas noches, y recuerda lo que te dije. Encadenar tu corazón al hogar incorrecto sólo te traerá malos ratos. Puedo hacerme cargo de Arian y hacerle entender las cosas de forma suave, sólo piénsalo.
—No es necesario. —delibero con honestidad.
—Algo me dice que es el amor de una mujer lo que te tiene así. —concluye, analizando mi cara de alcohólico deprimido.
—Estás en un error. —contraataco aburrido.
De hecho es todo lo contrario.
Es su amor de mujer el que no tengo.
Ni su forma caótica de desequilibrar mi mundo.
Ni siquiera una mísera oportunidad de tenerla entre mis brazos.
Ni siquiera en sueños. La persigo a través de ellos, pero nunca logro alcanzarla. Siempre termino en el infierno, mientras la escucho burlarse de mí.
—Ninguna mujer me tiene así, no digas cosas absurdas. —niego y miento. Mientras agonizo por dentro y fallo al disimularlo. Cualquiera diría que estoy a punto de romper en llanto.
Soy verdaderamente patético.
—Mi intuición me dice que no, pero dejaré de insistir. Espero que descanses, date una ducha caliente y no bebas tanto, cariño. Le encargaré a mi hermano tu cargo.
—No soy un niño.
—A veces te comportas como uno—me guiña un ojo, luego levanta la mano y se despide.
Ella se va, y vuelvo a quedarme solo.
Recreándome en mi dolor.
Auto- compadeciéndome.
Siendo un remanente debilucho del hombre que siempre he sido.
Me levanto segundos después, la habitación está en un silencio neutro. Ese que tanto buscaba, pero que lejos de tranquilizarme me hace sentir peor.
Tomo una botella de whiskey a medio llenar, y me encamino hacia la sala con aire distraído.
Sasuke me espera junto a la puerta. Me mira pero no dice nada, y empieza a caminar detrás de mí.
—Vete a descansar, Sasuke. Tómate el día libre mañana.
—Muchas gracias, señor, pero me temo que no lo necesito.
—No te estoy pidiendo permiso. —le ladro. —Ahora déjame solo y vete. No quiero ver a nadie.
—Está bien—acepta, y se marcha sin darle largas al asunto.
Subo por las escaleras, arrastrando los pies como si no supiera exactamente a dónde ir. Me siento tan perdido en el lugar que se supone es mi hogar.
Esa maldita sensación de desasosiego y frustración late más fuerte que nunca cuando me quedo solo. Es como si el mutismo me gritara que nunca voy a tenerla, que sus besos nunca más serán míos. Que su rubia melena voluptuosa nunca volverá a brillar para mí. Que el éxtasis en su cuerpo no volverá a unirse al mío.
El dolor en mis entrañas se vuelve más intenso y lacerante cuando entro a mi cuarto, y veo la enorme cama solitaria perfectamente ordenada.
Hace unos días la imaginaba recostada sobre mi cama, abierta de piernas y con la cabeza echada hacia atrás, la barbilla apuntando hacia lo alto, los labios redondos aumentando el deseo y el dorado en su cabellera encendiéndome aún más.
Se me pone dura sólo de pensarlo.
Al día siguiente despertaríamos y ella seguiría aquí, vendría hacia mí para tentarme una vez más y no podría resistirme a sus encantos.
Ahora son sólo las fantasías de un hombre torturado.
A mi mente regresa su voz repitiéndome su plan de venganza, y el ciclo se repite.
Siempre es así, primero pienso en ella y en las miles de formas en las que me gustaría tenerla, luego me toca autoconvencerme que no me ama y el dolor en mi pecho se hace más fuerte.
Ella en verdad se ha ido, no regresará y tengo que aceptarlo.
El pensamiento es sombrío, decepcionante y muy doloroso.
Me había convencido de que a mi regreso a Manchester no la tendría, que no la buscaría por temor a que la lastimaran y sospechaba que ella me rechazaría debido a que nunca le expliqué por qué me había ido. Era difícil no estar a su lado, pero a través de los años me había disciplinado y podía al menos vivir con su ausencia, aunque el dolor seguía siendo el mismo... pero tenía la esperanza que tarde o temprano este se marcharía.
Justo en el preciso día que regreso la veo, fue como un hermoso espejismo observarla en aquella discoteca, mientras pasaba trastabillando con rumbo desconocido. Mi primer instinto fue ir por ella, me olvidé de todas mis resoluciones de alejarla, me olvidé de que ella no podía ser para mí; me olvidé de la oscuridad que me rodeaba y la seguí. La quería conmigo y no podía soportar el bombeo rudo de mi corazón clamando por ella.
Cuando vi que aquel tipo trataba de dañarla sentí el instinto asesino haciendo metástasis en mi sistema. Pude matarlo en ese momento por atreverse a tocarla, y me costó contenerme, me costó no caerle a golpes
¿Por qué el destino me la puso en frente si no iba a ser para mí?
Luego la vi casarse con otro y la rabia flameó dentro de mí, me sentí burlado; sin embargo todo este tiempo he sido consciente de que lo merecía. Que no debí dejarla así aunque mis intenciones fueran válidas.
Le hice una propuesta indecente, ridículamente convencido de que eso me ayudaría a odiarla; pero cuando me enteré que su esposo era un mafioso de la más baja categoría... una vez más cambié de opinión y me rendí a lo que sentía por ella.
Siempre que se trata de Lynd, el amor le gana a todo y termino tirando todas mis resoluciones por ella.
Ahora debe ser distinto.
Debo concentrarme en Arian.
Una chica fiel que siempre lo dio todo por mí.
Debo cuidarla, darle todo lo que en verdad merece.
Tal vez a la larga, termine dejando de lado lo que siento por Lynd y finalmente me enamore de alguien más.
Aunque parezca imposible.
Mi padre solía decir que en la vida siempre hay tres grandes amores. El primero es ese que idealizas y recuerdas con ternura toda tu vida, porque es el menos malicioso. Es ese que siempre tratas de imitar. Luego llega el segundo, ese que te marca de mala manera, que se lleva la tranquilidad de tus entrañas y enfría tu corazón... convirtiéndote en una entidad sombría y amarga. Y luego, llega el tercero, el amor reconfortante que tiene la fuerza arrasadora del amor que te lastimó y tranquiliza a tu corazón como el primero. Es la mezcla de los tres primeros. La fusión perfecta para alguien que dejó de creer en el amor.
Lynd ha sido todos esos amores en mi vida, pero si al final eligió ser el segundo, debo aceptarlo y superarlo; por muy jodido que esté.
***
Anoche no dormí nada, daba vueltas en la cama una y otra vez, con la cabeza zumbando y el pecho apretado. Sentía que todo el tiempo algo estaba comprimiendo mi cuerpo, lacerando mis entrañas y frenando cualquier indicio de serenidad.
Un mal amor te mantiene en vilo todo el tiempo, pareciera que si te descuidas puedes llegar a volverte loco.
Voy entrando a un bar discreto en el sector más exclusivo de Manchester. Voy a reunirme con un par de amigos, conversar sobre algo que me relaje o terminaré con una camisa de fuerza un día de estos si sigo como hasta ahora.
He tomado un montón de alcohol, sin conseguir frenar esa sensación mierdera de estarme muriendo por dentro.
Una mujer rubia pasa a mi lado, un segundo después de que entro, y me lanza una mirada lasciva. Veo en sus ojos un matiz azulado sin chispa, tal vez porque lo estoy comparando con la tonalidad única que tienen los ojos de Lynd. Mi padre una vez vio su foto y me dijo que Lynd tiene los ojos semejantes a los de Elizabeth Taylor, con la diferencia de que los de ella son más claros, un celeste que se decolora en algunos puntos alcanzando una matiz lavanda, una mirada única entre casi 8 billones de personas a nivel mundial.
Una mirada única, en una mujer inigualable.
Ya basta, Koch.
Sólo te falta ponerte a llorar.
Arrastro los pies, y me aventuro a una mesa en la que se encuentran Juan Pablo, el pelinegro, Jack, el insistente; Nathan el rubio comprensivo y Damien el directo amante de la ironía.
—Luces patético, Koch—se adelanta Juan Pablo cuando me siento entre ellos, y me acomodo tras la mesa rectangular, en el rincón menos iluminado posible. Es un bar con paredes recubiertas de madera y luces rojizas.
—Oye, no le hables así a mi bebé. —le recrimina Jack.
—No empieces con tus mariconadas, Jack. —refunfuño, mirando en derredor. No hay tantas personas, lo cual es genial. Ya de por sí fue un milagro deshacerme de un grupo de periodistas que no sé de dónde salieron.
Imagino el encabezado de la noticia: Armand Koch fue captado luciendo como un zombie mientras entraba a un exclusivo bar. Le regalamos pañuelos por si quería ponerse a llorar.
—Nuestro amor no es una mariconada, es algo real. Me lastimas. —se defiende, empleando una quebradiza y falsa voz dramática.
—Hermano, a juzgar por tu cara pareciera que no hubieses dormido en días—Esta vez es Nathan quien habla.
—Creo que ese corazoncito hermoso sólo necesita un poquito de amor de Jack—vuelve a decir Jack.
El único amor que podría ayudarme es el de ella.
Estar aquí no está funcionando.
Este bar tiene ese aire íntimo que a Lynd le hubiera gustado.
No empieces de nuevo con lo mismo, Koch.
Supérala.
—A ver, cuéntanos por qué el ultra ocupado Armand Koch sacó tiempo en su agenda real para beber con sus amigos. Cuéntanos, querido, te escuchamos. —Es Damien quien lo dice, él se autodenomina a sí mismo como el rey del sarcasmo... aunque todos saben que ese título es mío.
—¿Este es el momento en el que vas a decir que nos extrañabas? —acota Damien.
—Sólo me apetecía salir a beber, no empiecen ustedes también. Se empiezan a parecer a Jack. —farfullo.
—¿Y por qué parecerse a mí está mal? —interviene el aludido. —Ven, bebé, te abrazo y te quito todo eso que te tiene tristón—Él levanta los brazos y los abre como si de verdad creyera que voy a responderle.
—¿Sabes qué necesitas para sacarte esa depresión post- parto que tienes?
Pongo los ojos en blanco, sí claro. Seguramente él tiene la fórmula mágica para sacarme de mi pesimismo, y casi llanto.
—Necesitas putas, muchas putas. De todos los colores y variedades. Rubias...—A la única rubia que necesito es a ella. —Mulatas sabrosas, pelirrojas tetonas, caucásicas voluptuosas y toda la que quiera participar. Las putas siempre son la solución
Nathan lo mira y agita la cabeza, como si le tuviera asco. Para nadie es un secreto que él detesta la actitud sexista de nuestro amigo.
—No me mires así, Nathan. Deberías poner tú también en práctica el consejo que le di a Koch, nunca te hemos conocido una novia. Tal vez deberías emparejarte con Jack que le entra a ambos bandos.
—Bueno, ya que insistes...—Jack se levanta, y se cambia de puesto, quedando justo en medio de Nathan y Juan Pablo.
—El que no me hayan visto con una chica no significa que no haya tenido novia. —Se defiende con despreocupación. —No sabía que estuviese obligado a presentarla.
—Todo muy bien chicos, pero nos estamos alejando del asunto principal que es animar a mi bebé, Armand.
—No necesito que me animen, dejen de insistir con lo mismo. —reniego.
—Koch, tienes ojeras, pareciera que no has comido bien en meses y tu mirada es la cosa más deprimente que existe, después del tamaño de la polla de Damien, claro está. —resume Juan Pablo, escrutándome con el verde sucio en sus ojos, muy pendientes de mí.
—No hay ningún problema con el tamaño de mi polla, si tanto la extrañas puedo enseñártela cuando gustes—exclama Damien indignado.
Damien es abogado igual que Jack, es uno de los mejores de la ciudad.
—Yo creo que lo tú necesitas es tomarte varias copas de Tequila del Diablo, el nuevo producto que pronto lanzaremos al mercado. Traje una botella exclusiva para ti. Un par de tragos y esta cosa te manda a la lona, o te mantiene consciente mientras te olvidas de todo. —Juan Pablo interviene, él es el presidente de la empresa tequilera más grande de México. Gana millones al año, sin embargo es un tipo sencillo. Es el hermano menor de Samira.
Juan Pablo hurga en una bolsa que trajo y saca una botella transparente, que contiene un licor de color rojo muy oscuro. Acto seguido se levanta, y se dirige a la barra, conversa un rato con el bartender y le entrega la botella. Este empieza a preparar una serie de tragos y al cabo de un rato llegan con un par de vasitos repletos del licor, que cambia a una tonalidad chocolate cuando la luz le golpea. Es un poco extraño.
Tomo el vasito, y me bebo el contenido de golpe.
El licor me pega tan fuerte que los ojos se me nublan, las venas de las manos se me inflan y la garganta se me irrita como si hubiese colocado un hierro calentado contra esta.
Pero qué demonios es esta cosa.
Veo a Jack con los ojos llorosos después de beberse el primer trago.
Damien no logra beberse el trago completo, y coloca el vaso sobre la mesa.
—¿Estás seguro que no nos diste veneno en lugar de tequila? —Se queja Damien de nueva cuenta. —¡Puta madre! Siento que algo me está despellejando la garganta. Quién demonios va a querer tomarse otro trago de esa cosa. Vas a tener terribles pérdidas después que lo pongas a la venta.
—Pedí que les prepararan la versión más fuerte del trago, cuando le echas limón y unas gotitas de vainilla, conformas la mezcla más destructiva posible, que si bien no te mata, te emborracha al segundo o tercer intento. Si le echas piña, cebolla o fresas el sabor es mucho menos intenso. Este es un trago para hombres de verdad—explica Juan Pablo, levantando la mano y haciendo señas para que nos traigan una segunda ronda.
Nathan mira el trago con desconfianza, Damien dice que su mujer lo va a matar si llega borracho, por lo que rechaza tomarse otro más.
—Pero si tú no tienes mujer. —le digo, tomando otro vasito más del tequila del diablo, joder, tomar esto es similar a poner un fósforo encendido en tu boca y después beber gasolina.
—Qué bonitos ojos tienes, compadre—me halaga Jack, con voz de borracho tras haberse terminado el primer vasito. No aguantó casi nada—Yo siempre le he amado compadre, somos el uno para el otro.
—Jack ya vas a empezar. —gruño con voz amenazante, apartando mi silla de su cercanía.
—Compadre, me gustaría tener su telescopio en mi balcón. Ayúdeme a mirar las estrellas—expresa Jack, intentando agarrar mi muslo.
Detengo su mano en el aire, y le empujo tan duro que su cara va a dar a la entrepierna de Damien. El violentado saca la cara de Jack de sus partes, después se pone en pie y observa a Jack entre contrariado, rabioso y asqueado.
Nathan suelta una carcajada, y varios de los presentes también. Jack sólo se ríe, y musita de forma muy ilegible que tal vez él y Damien estén destinados a tener algo más.
—Uh, qué rico huele—sentencia Jack, absorbiendo el olor que mana de las pelotas de Damien. —Tus bolas huelen a uva, quiero probarlas.
—Te llevaré a mirar las estrellas de un puñetazo si vuelves a hacer algo así. —concreta, Damien, mientras coloca su silla junto a otra mesa, cercana a la nuestra, pero suficientemente separada de Jack.
Mi amigo, el autodenominado rey del sarcasmo, luce desconfiado ante cualquier movimiento de Jack. Lo sé, porque apenas Jack movió la mano Damien se sobresaltó, como si creyera que este tuviese nuevas intenciones de olisquear entre sus bolas.
—¡Que vivan los novios! —se apresura Juan Pablo, elevando el vasito como si quisiera hacer un brindis. —Jack y Damien, invítenme a su boda.
—Así será bebé. —le promete Jack, tocando su nariz como si quisiera sentir más del olor testicular de Damien.
Puras mariconadas están ocurriendo hoy.
Que viva el amor.
—¡Que vivan! —lo apoya Nathan con una carcajada. Damien les dedica una venenosa mirada indignada a ambos.
Sonrío, por primera vez en varios días. Las pendejadas de este grupo me ayudaron un poco.
Me bebo otro vasito más, al menos por una noche, algo en mi sistema compite contra el dolor de haberla perdido.
***
Damien y Jack están hasta el culo de borrachos, y cantan abrazados a todo pulmón una canción de Adele, creo que se llama All i Ask. Jack llora mientras me la dedica haciendo ademanes ridículos, y Damien confiesa que anduvo con una mujer casada que lo dejó botado hace unos meses. Esto último es semejante a mi caso.
En verdad me siento identificado. Yo la amo, carajo.
Lynd vuelve a mí.
Por favor.
—Si esta es mi última noche contigo, abrázame como si fuera más que un amigo. Dame un recuerdo que pueda usar, tómame de la mano, mientras hacemos lo que hacen los amantes. —vociferan en voz alta, horriblemente desafinados. Es como escuchar a un burro resfriado intentando cantar como Adele.
—Eso, carajo, Armand hazlo tuyo. Dale tu amor, no seas cruel. No sabes lo que es amar sin ser amado—me dice Juan Pablo, señalándome con ojos de borrego dopado.
Juan Pablo y Nathan también están muy borrachos, el primero le canta a la mujer más bella que ha visto, y revela que esta ni sabe que él existe. Seguramente es alguna actriz.
Nathan le canta a un amor prohibido. No sé a quién se refiere.
—Yo la amaba. Lynd, yo te amaba. —grito. —Yo sí quería meter mi telescopio en tu balcón hasta el infinito. —digo, con los ojos llenos de lágrimas. Mientras me sirvo otro trago.
—Yo en cambio te amo y ni me miras. Hasta dejaría de apostar por ti. —Jack me mira, y se acerca haciendo un puchero para besarme.
—Todas mienten, todas son unas malagradecidas. Los hombres tenemos una mala imagen injusta, nosotros no somos los destructores; somos las víctimas. —Damien habla, y despeina su cabello oscuro, con aire desesperado. —Deberíamos fundar la asociación de hombres maltratados por una mala mujer.
—Me uno—apoyo al instante, sintiendo que he encontrado mi hogar, aunque no sé por qué de repente veo dos Nathan's, Cinco Juan Pablos y ocho Jack's. Pestañeo y en su lugar, quedan dos de cada grupo.
Qué raro, no sabía que todos tenían hermanos gemelos.
—Estoy dentro, y podríamos hacer un canal de youtube y subir testimonios de hombres dolidos para que vean que nosotros también tenemos nuestro corazoncito. —propone Nathan. —Nuestro lema sería: Somos patéticos porque nos lastimaron.
Es oficial, todos estamos borrachos en el nivel leyenda de pendejos susceptibles dramáticos.
—Y el logo de la asociación podrían ser unas tetas gigantes, con un corazón roto y un cigarrillo.
—Que vivan las tetas también—emite Juan Pablo.
—Que vivan—decimos a coro.
—Que vivan las putas y también los putos, aquí creemos en la igualdad de género. —Damien anda muy comunicativo y alegre, mientras le da besitos a Jack en la frente. —Compadre, le amo mucho.
—Compadre, ¿ya le dije que usted también tiene los ojos muy bonitos? —Jack le habla a Damien.
—No compadre, gracias , los suyos también son muy bonitos—Luego se miran y se abrazan. Jack aprovecha para manosearle las nalgas y Damien están tan ebrio que no hace amago para quitárselo. Se deja meter mano como si estuviese muy acostumbrado.
—Compadres los amo a todos—dice Damien en voz muy alta. A estas alturas todos andan demasiado amorosos.
—Nosotros también lo amamos compadre.
Dos Nathan abraza a Damien, cuyos glúteos siguen en manos de varios Jack. Luego se forma un concurrido abrazo grupal al que me uno.
—Quiero llevarle serenata a la desconsiderada que me lastimó, que sepa que es la peor de todas. —confieso mirando a mis amigos del alma. Yo también los quiero a todos.
Esta noche todos tienen mucho amor que brindar.
Que viva el amor que no tengo.
Lynd te extraño, madre mía.
Me dañaste, pero aquí tienes a tu putito que te ama tanto que quiere que lo sigas maltratando.
—Vamos compadre, que esa pécora sienta su odio. Que las malas mujeres entiendan que los hombres no estamos solos. Nosotros entregándoles nuestros corazón, llenándolas de atenciones y ellas no nos valoran. —Damien me secunda.
—Ardidos unidos jamás serán vencidos. —acota Juan Pablo, llevándose a la boca dos vasos simultáneos de Tequila del diablo. —Podríamos llamar a nuestra asociación: Culitos peludos y tristes.
Ese licor es tan diabólico que incita a Damien a dejarse meter las manos en el culo por Jack.
Todos aplaudimos el nombre, nos queda perfecto. Qué maravilla de nombre.
—Ese lema también está bueno para la asociación de hombres dolidos. —interviene Nathan, que siempre solía ser el tranquilo del grupo y ahora se muestra excesivamente comunicativo.
—Sasuke—grito. —Sasuke, ven acá.
Sasuke se acerca a paso calmado. Ese asiático siempre se mantiene frío como una roca en el Everest.
—Dígame señor.
—Sasuke, te quiero. Nunca te había agradecido tanta atención. —digo, con la voz temblorosa y creo que hasta le escupí un poco.
—Gracias, señor. —Es todo lo que me dice.
—Sasuke, ¿así le hablas al hombre que te quiere? ¿Así tan frío? —Le reclama Jack. —Él te quiere, dale un abrazo.
—¡Eso Sasuke, abrázalo—espeta en voz muy alta Juan Pablo.
Sasuke se acerca y yo le doy un abrazo mientras empiezo a llorar.
—Gracias por todo compadre, siempre le grito y lo trato mal, pero yo le quiero mucho. Sabe eso, ¿Verdad?
—Sí señor. —dice Sasuke con frialdad, yo sigo sin soltarlo.
—Todos abracemos a Sasuke—propone Jack, y de un momento a otros mis amigos arrinconan al jefe de mi equipo de seguridad. Al pobre no le queda más remedio que esperar a que el grupo de borrachos despechados.
—Sasuke, consígueme un grupo de mariachis y que vengan aquí. Vamos a llevarle serenata a Lynd en su casa, o en la de sus papás. Que su familia sepa que es una mala mujer.
—Sí señor. —El grupo no lo deja de abrazar y Sasuke carraspea, esperando que lo dejemos ir para que vaya a ponerse en contacto con los mariachis.
—Señor—dice al cabo de un par de segundos.
—Si no me suelta no podré cumplir con su orden.
—Ah, sí.
—Sasuke, deja de rechazar nuestro amor. ¿No damos los mejores abrazos? —comenta Damien alegremente.
—Sí señores, pero tengo trabajo que hacer.
—¿Sasuke también vas a rechazarnos? —comenta Juan Pablo a punto de llorar.
—No me atrevería a hacer eso.
—Bueno, te doy permiso para irte, sólo si me prometes que volverás para que sigamos abrazando—pide Jack.
—Sí, señor, se los prometo.
—Primero di que nos quieres mucho. —expresa Nathan, mientras huele el cabello de Jack. Damien le da un manotazo, un tanto celoso de que estén tocando a Jack.
El amor parece estar surgiendo entre ellos.
—Sí, Sasuke. ¿Acaso no nos quieres? —pregunto.
Sasuke se queda callado y nos observa con aire anodino. Si está incómodo no se le nota.
—Sasuke, me dueles. ¿Acaso tampoco soy suficiente para ti? ¿También me dejarás como aquella?
—Todos nos dejan—expreso con voz quebrada, siento ganas de llorar.
—No señores, yo también los quiero.
El grupo sonríe contento. No todo está perdido.
Sasuke sí nos quiere.
Lo dejamos ir, y Sasuke huye a paso rápido, luciendo demasiado contento de que hayamos dejado de abrazarle.
Le veo hablar por teléfono, mientras yo le anuncio al efusivo grupo que esta noche llevaremos serenata.
Todos asienten y empiezan a silbar.
Voy por ti, Lynd.
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JAJAJAJAJAJA el personaje de Jack está inspirado en el fandom de esta historia. Jack las representa chicas.
Espero se hayan entretenido mucho con el final del capítulo, me reí un montón escribiéndolo XD
El próximo capítulo será publicado el lunes.
También lo narrará Armand <3
Se viene la serenata, el reencuentro con Lynd y también verán más de Arian, y un par de cositas sabrosas que se vienen por ahí.
Pobre Sasuke acosado JAJAJAJJAJA
¿Qué personaje te genera más curiosidad?
¿Qué personaje matarías si pudieras? Richard no cuenta en esta pregunta.
¿A qué personaje quieres abrazar?
Juan Pablo
Arian
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