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Capítulo 14

Multimedia: Almost is never enough- Ariana Grande ft Nathan Sykes

Narra Lynd

Los brillantes ojos de Armand, destilan una indómita expresión de desafío cuando me mira fijamente.

Creo que acabo de ofrecerle a Lucifer, uno más de mis pecados y este luce demasiado gustoso de castigarme por eso.

Pero, ¿en verdad será un castigo?

Fue divertido tentarlo, restregándome desnuda contra su cuerpo. Ví su pecho contraerse, mientras tensaba la mandíbula y los pectorales; luchando contra sus deseos carnales. Sé que quiere llegar temprano a Sicilia, que desea probar su punto sobre Richard. Pero Sicilia no desaparecerá tras alguna explosión atómica. El lugar seguirá allí, esperando que corroboremos los secretos que Richard parece haber escondido tras inmensas cortinas de humo.

Armand parece tenerlo todo bien calculado. Luce estuviese ciegamente convencido de que las cosas marcharán a la perfección, lo deduzco por la firmeza de su mirada.

Espero que esta vez no aparezcan más intrusos, malos entendidos; ni nuevas brechas entre nosotros. Detesto tanto estrés en mi vida, la nuca me pica al acordarme de la horrible primera semana de luna de miel que tuve con Richard. Mis pensamientos habiendo sido ayudados por mi corazón, se encargaron de que todo el tiempo me sintiera culpable, dudosa y variable. Los besos de Richard se me antojaban como un vaso de agua contra mi lengua, no sabían a nada. En nuestra noche de bodas ni siquiera alcancé el clímax, me costó excitarme y lubricar; por si fuera poco, él no duró casi nada. Eyaculó tan precozmente que incluso él se sorprendió. Antes duraba más.

Al día siguiente lo intentamos, pero tampoco salió bien, al menos para mí ya que no sentí gran cosa; él sí pareció disfrutarlo. Con los días me fui abstrayendo, y Richard pensó que tenía que ver con el aniversario de la muerte de mi hermano. Lo dejé creer que se trataba de eso, y de repente empezó a dejarme en paz, a darme mi espacio. Algo que hasta el sol de hoy le agradezco. Estaba volviéndome loca ante la idea de seguir con el teatro de una esposa enamorada.

Me sentía la prisionera de una jaula que yo misma había construido, siendo mi terquedad, el hormigón que intentaba mantener todo pegado.

Me devané los sesos varias veces, intentando hallar una forma de arreglar mi matrimonio, que amenazaba con irse a la deriva tan pronto; pero unos ojos grises se interponían en mi búsqueda intentando señalarme el camino correcto. Encerrándome en recuerdos eróticos que deseaba repetir con todas las fuerzas de mi ser.

Desde que Armand apareció en mi puerta, fue como si hubiese visto la luz después de demasiado tiempo. Me sentía frustrada, desesperada y con un inmenso deseo de escaparme a donde fuera con él, interpreté su llegada como la señal de la que Alessia tanto hablaba. Como si Arturo hubiese podido sacar finalmente a Excalibur de la piedra encantada.

La culpabilidad sigue latiendo débilmente en mí, conectada a una máquina que posiblemente sea apagada cuando tenga la certeza de que Richard sí es un mafioso. Sin embargo, tengo miedo de volverme a equivocar con Armand, que esta sea otra nueva jugarreta.

Así me he mantenido, un momento dudo; al otro me dejo llevar por la pasión en la que Armand me envuelve. Luego me arrepiento y vuelvo a ser arrastrada por hechizo. Soy como un péndulo que se mueve de un lado a otro sin saber qué bando es el correcto.

He tenido un extraño presentimiento desde que desperté, tal vez tenga que ver con el hecho de que una mujer hubiera tratado de sabotear a Armand colocando una foto de él y Caroline dentro de la carpeta sobre Richard; o de que las cosas se han tornado muy desiguales desde que nos reencontramos..

Tal vez un poco de sexo estremecedor borre la intranquilidad de mi mente.

Siento una punzada de desconcierto ante lo que ocurrirá después de que me cerciore de la verdad sobre Richard.

¿Se avecina un divorcio inminente?

¿Y si la mafia intenta matarme?

¿Y si son ellos los que sabotearon a Armand?

¿Por qué?

¿Él está metido en todo esto?

Me aterra salir de la cueva del lobo, y terminar atrapada en un laberinto de penumbras, muerte y decepción.

Agito la cabeza, intentando espantar la intranquilidad.

Armand me lanza una hipnótica mirada escrutadora.

—Nena, ¿Todo va bien contigo?

Una de las cosas que más me encantan de él, es que todo el tiempo esté interesado en saber si las cosas marchan sobre aguas calmadas conmigo.

—Sí, estoy bien, señor Koch. Gracias por la preocupación. Aunque estaría mejor si usted me hiciera el delicioso.

Él levanta la ceja, irónico y pícaro. Con él me siento libre de expresarme de forma directa, con Richard en cambio, algunas veces sentía que debía esconder muchas cosas sobre mí misma, por temor a quedar mal.

—Qué voy a hacer contigo, Lynd. Se supone que debemos estar camino a Sicilia en este momento, pero nunca me negaría a una petición tan formal como esa. Usó usted las palabras necesarias para ganar un veredicto a su favor. —su tono de voz es una reprimenda candente.

—Se me ocurren un montón de cosas que puedes hacer conmigo. Aceptaré cualquier condena que dispongas para mí. —acoto, en eficiente coquetería.

Su expresión cambia de fingida reprobación a irremediable seducción. Siento que cada vez que lo miro, algo en él se vuelve mucho más atrayente. Sus impresionantes ojos grises, taladran a través de mi piel, encendiéndola como si de una fogata se tratara.

Sé que debería estar pensando en lo que ocurrirá en Sicilia, y cómo eso puede condicionar mi futuro. Debería estar pendiente de eso, de lo mucho que mi vida puede cambiar, de enterrar todas las mentiras en las que he caído y darle a mi existencia un nuevo rumbo feliz. Sin embargo; en todo lo que puedo pensar es en él. Desnudo, ardiente y deslumbrante.

Armand se acerca, cerrando todos los espacios entre ambos, su abrumante presencia eclipsando toda la luz del ambiente y concentrándola en sí mismo. Dislocando mi cordura, dándome a entender una vez más, que casarme con otro fue una estupidez abismal. Pero estaba llena de dudas, no podía confiar en él. No podía siquiera darle un valor de latón a sus palabras, que sonaban como oro.

Mi corazón empieza a latir tan desordenado cuando él se coloca a centímetros de mi boca, que lo siento desde la punta del dedo gordo del pie, pasando por el esternón y haciendo eco en mi cerebelo.

No puedo cavilar en nada más que no sea él. Nadie podría si tuviese semejante ejemplar de la belleza masculina en frente.

Su pecho musculoso, macizo y esculpido roza mi piel y mi imaginación calenturienta se activa, abriéndose de piernas.

—No voy a dejarte nunca, Lynd. —musita, cuando sus labios aprisionan los míos, derritiéndome. Sus ojos perspicaces y calculadores me taladran, llevando mi excitación a un nuevo nivel.

—¿Qué va a pasar después de que vayamos a Sicilia? —pregunto.

—Después de que te percates de que el único gran talento que tiene Cornelio es que le seas infiel, pues...

—¿Cornelio? —le interrumpo, apretando el entrecejo.

¿De qué está hablando?

Armand se echa a reír, enjaulándome una vez más en la perfección que emana.

—Perdón, así le digo a Richard, ese nombre define lo único para lo que ha sido bueno en esta vida. Tu sobrina Amberly aprueba la moción.

No quiero reírme de esto, aunque él lo vea como una broma, la infidelidad es un veneno que pocas veces destruye a quien realmente lo merece.

—¿Amberly? ¿La conociste?

Esto sí que no me lo esperaba.

—¿Cuándo fue?

—El día de tu boda, tu hermana hizo una escena bastante desagradable cuando encontró a su hija platicando conmigo.

Agito la cabeza, contrariada. Mi bulbo raquídeo juzgando la actitud de Dorothy. Puedo imaginar sus comentarios rabiosos al ver la amistosa escena entre su hija y Armand.

—Mi hermana es todo un tema.

—Un tema que no le está haciendo bien a la salud mental de su hija. ¿Me explicas por qué ninguno de ustedes hace algo por esa niña? Su madre ni siquiera le permite entretenerse leyendo.

Bufo y aprieto el labio inferior.

—Lo hemos intentado, pero ella sigue siendo su mamá. Lo único que hemos podido hacer es pasarle libros de contrabando a la niña, pero mi hermana siempre los descubre y los quema.

Él agita la cabeza. Está anonadado por nuestra ineficiencia, francamente yo estoy decepcionada de lo poco que hemos hecho por Amberly.

—Está dañando a la niña, no es sano para nadie crecer con una madre tan tóxica y prejuiciosa. Le está enseñando a Amberly a menospreciar a las personas, basándose en su profesión.

Armad frunce el ceño, no dando crédito al hecho de que pueda existir una madre tan desesperante como Dorothy.

—Mis padres han intentado ablandar su corazón pero es difícil, Dorothy sufrió mucho cuando la dejaron plantada en el altar, no es fácil lidiar con ella. Lo que hago es llevarla conmigo unos días, pero Dorothy siempre aparece antes de tiempo y se la lleva. Sé que piensas que somos unos ineptos, pero Amberly es todo lo que realmente le queda a mi hermana y no es sencillo pensar en alejarlas.

Armand vuelve a negar, moviendo su atractivo rostro.

—Eso no es excusa, disculpar actitudes de mierda, escudándote en un triste pasado es una de las tonterías más grandes del mundo actual. Sí, es feo que ella no haya tenido una buena experiencia en el pasado, pero Amberly no tiene la culpa. Todos la hemos pasado mal en algún momento, pero eso no significa que voy a tomarla contra el más débil que se me ponga en frente para que pague los platos rotos.

No sé qué me gusta más, si su rostro visiblemente enojado con mi hermana, o el hecho de que sea tan protector con mi sobrina.

Creo que ambos.

—Lo siento, Armand... yo...

—¿Por qué no intentamos obtener la custodia de la niña? Yo no tendría ningún problema en que crezca con nosotros. —Lo miro sin poderlo creer. — Creo que sería hasta divertido tener una mini tú dramática, astuta y calculadora conmigo. Tu hermana la seguirá viendo, no tengo problema con eso, lo único que buscaríamos con tener su tutela; es que la niña crezca en un mejor ambiente, en lugar de ser manejada por una madre controladora —me cuenta con ojos brillantes. Mi corazón se estruja ante el hermoso gesto.

—¿De verdad?

Oh por Dios, ¿se puede ser más perfecto?

—Claro que sí, ya que planeo convertirte en la señora Koch, aceptaré gustoso todo el paquete completo, y no permitiré que te opongas a eso.—expresa con una vehemencia estratosférica, sonriendo de forma deslumbrante.

Yo siento que acaban de derramar sobre mí chispitas de colores, nubes de chocolate y fuegos artificiales. Es como si la primera flor de primavera acabara de emerger en mi corazón, o un nuevo pálpito de vida me fuese arrojado desde las alturas.

Es como si el genio de Aladino hubiese aparecido frente a mí, diciendo: Sabes qué, te voy a conceder el deseo que te mereces, no necesitas pedirlo. Aquí lo tienes, ahora lárgate y sé feliz.

Podría bailar en medio de una acera solitaria, encontrando la forma de que el silencio sonara alegre y perseguir el viento a través de una lluvia inclemente con una sonrisa de lado a lado.

Comparo lo que siento ahora, con lo que sentí cuando Richard me propuso matrimonio y noto la gran diferencia. Ese día acepté porque sentía que era lo correcto, la propuesta de Armand la aceptaría porque en verdad mi corazón lo desea.

—No importa de cuántas formas tenga que demostrarte que estoy dispuesto a corregir mis errores del pasado, seguiré intentándolo. Si bien, yo ya no soy aquel joven despreocupado que una vez te prometió que nada derrotaría al amor que sentía por ti, el sentimiento sigue siendo el mismo. Entre nosotros el amor no emergió de forma repentina cuando nos reencontrarnos, ¿sabes por qué?

Pestañeo absorta en su mirada.

—Porque no necesitas sacar del abismo, algo que nunca cayó en él. Tú no me olvidaste, ni yo a ti.

La fuerza de voluntad en la voz de Armand proyecta un campo magnético casi tangible, inquebrantable ante el mundo.

Armand no parece dispuesto a dejar que nada nos separe esta vez, y quiero más que nunca, echar una palada en los cimientos de ese algo que él planea llevar a las alturas.

—Ojalá hubieras llegado antes, ojalá me hubieses escrito o algo. Ojalá no hubieras elegido permanecer en las sombras.

—Una de las cosas que siempre tuve presente, es que nunca me habría perdonado si alguien te lastimaba por culpa mía. Me estaban siguiendo, las deudas de mi familia eran enormes. —Su voz suena segura, pero no sé por qué sigo pensando que está censurando información. — Yo temía que si te escribía pudieran encontrarte. Me seguía gente muy peligrosa.

Una duda me asalta, ¿Y si es él quien tiene tratos con la mafia y no Richard? ¿Y si todo esto es una escena planeada para hacerlo quedar mal?

¿Sería Armand capaz de montar algo así para seguir jugando conmigo?

—Tuviste muchos años para hacerlo. —Él me lanza una mirada triste, luego entrecierra los ojos. —Al menos me hubieras escrito, yo sólo escuchaba: Armand Koch es un hombre exitoso, Armand Koch está haciendo esto y aquello. Armand Koch, está saliendo con tal mujer, oh miren es la famosa súpermodelo. Todo eso me sentaba terrible, sentía que; en efecto, yo nunca había significado nada. Que había sido un hoja más, en el frondoso árbol de tus conquistas.

Él toma mi mano, y la aprieta, como si tuviera miedo de perderme. Su rostro luce compungido, afligido por todas las cosas que yo no logro superar. Él nos hizo esto a ambos, es justo que me escuche; es justo que deje salir todas esas cosas que siguen perforando mi corazón. Junto aire y lo absorbo, intentando no llorar.

—Te daría cada uno de los latidos de mi corazón a cambio de borrar todo lo que pasaste, pero sé que no puedo hacerlo. Sé que te herí, sé que fallé, sé que no merezco nada de ti; pero aún así soy egoísta y cada vez me convenzo más de que te quiero en mi vida. Que eres la mujer que descontrola a este idiota que te ama.Que te seguiré pidiendo perdón, y me esmeraré en que cada uno de tus días a mi lado sean nuevas joyas a descubrir. Me importas mucho, Lynd.

No quisiera estar cayendo en la misma conversación una y otra vez; ni arruinar el bonito momento gracias a lo dicho sobre Amberly, pero hay algo en todo esto que no me satisface, y no tiene que ver precisamente con sexo. Es sólo que siento que sus respuestas respecto a por qué desapareció son demasiado vagas. Como si sólo dijera lo justo, para que me quede tranquila.

—Yo necesito algo estable, no quiero un hombre que hoy me diga que me ama, y que mañana amanezca desconfiando o dudando de lo nuestro y desaparezca. Necesito estabilidad.

—Y te la daré, te prometo que...

—No—digo levantando una mano en el aire, pidiendo que se detenga. —No quiero que me prometas nada, ya lo hiciste una vez y ambos sabemos en qué resultó. Las promesas ya no funcionan conmigo, gracias a ti dejé de creer en ellas. Yo no necesito que intentes bajar la luna del cielo por mí, o que te pelees con el sol para evitar que siga sufriendo. Yo no necesito que me jures que te quedarás conmigo en las buenas y en las malas, yo sólo necesito que estés allí, que seas mi compañero de batallas; no mi salvador. Yo ya estoy grande para esas cosas, los príncipes azules no son algo que me interese tener en mi cuento. Quiero que seamos una pareja normal, que nos volvamos a conocer y que seas paciente con las cosas que no hemos logrado vencer. Sigo siendo una mujer casada, y en verdad debo organizar mi vida antes de dar un nuevo paso.

—Estás casada con un mentiroso, cuyo nombre verdadero es otro. Tu boda ni siquiera es real. Richard está casado por la iglesia con una mujer llamada Gianna Ventoso, no sé cómo puedes seguir creyendo en él. Pero en fin, ya me darás la razón cuando descubras que no miento. Tengo videos de él en Sicilia, pero me temo que si no lo ves por ti misma, dirás que los alteré o algo así. —Suena herido por mi desconfianza, pero es lo menos que se puede esperar de mí.

Armand me dejó sin darme explicaciones. No debería siquiera estarme acostando con él, pero heme aquí incapaz de remover el deseo que me hace caer a sus pies. No sé si lo mío es masoquismo, o si de verdad no existe una forma de resistirse a él. Me temo que votaría de forma unánime por la segunda opción. Hasta Caroline lo haría, incluso la amargada de mi hermana mayor votaría por lo mismo.

Dejo escapar otro largo suspiro. Por qué todo tiene que ser tan complicado.

—Armand, yo...

—Nena, si necesitas tiempo para reencontrarte conmigo misma, hacerte un corte de pelo cerrando ciclos o lo que sea que las mujeres hagan en estos casos, seré paciente. Sé que la tienes complicada, que te acabas de casar con esa cucaracha apestosa y...

—Ay, Armand... —Él frunce el ceño, yo alzo una ceja.

—No me retractaré de lo que dije, sigue siendo una porquería de ser humano...—se queda callado unos segundos—; el punto aquí es que seré un hombre comprensivo—Él destiñe su mirada hasta que esta se torna de un pulcro blanco. — Que esperaré a que todo se calme y... bueno, por lo que ví, tu familia es de las que apoya cualquier cosa que te haga feliz. Y cuando digo cualquier cosa, evidentemente me refiero a Richard. Así que no creo que te pongan problemas conmigo, soy un mejor partido en todos los sentidos y puedo darte la boda que te mereces, preciosa. —Él me guiña un ojo. —Además, soy garantía de tener bebés bonitos, qué más quieres en la vida. Soy todo lo que una mujer debe pedirle a Dios.

Y así sin más, tenemos de vuelta al Armand Koch, rey absoluto de la tierra de los presumidos.

—Además, te doy los mejores orgasmos de la vida. ¿Quieres un recorderis de lo bien que se siente cuando estoy dentro de ti?—Lo siento aproximarse, mi pulso se acelera. Mi entrepierna reacciona como una cascada, cuando me percato de la cadencia oscura y perversa de su mirada.

Me está observando como a una presa que no pretende dejar escapar, mientras se relame los labios.

Armand se me acerca y me lanza contra la cama, encerrándome en su seducción. Todo lo que queda fuera de la burbuja que nos cubre deja de existir. No hay líos y ataduras que nos separen. No hay espinas que esquivar, ni cenizas de las que deshacerse.

Mi interior se remece, esperando recibirlo. Él, produciendo ese efecto profundo y visceral, drena toda mi calma, poniéndome a marchar a su ritmo.

¿Cómo es posible que su sola cercanía me ponga tan cachonda?

—Date la vuelta, preciosa. Te voy a reiterar por qué soy y seguiré siendo el hombre de tu vida.

Le hago caso, y coloco el vientre contra la abultada cama. La oleada de excitación que me produjo su tono autocrático e impositivo, es ineludible. Su cuerpo vigoroso irradiando salvajismo, entremezclado con su olor increíblemente masculino son demasiado para mi fuerza de voluntad.

Lo deseo tanto, y no sé qué demonios me hace, pero cuando estamos juntos no logro conectar con nada más.

Apoyo la quijada en la cama, sintiendo el roce de sus labios detrás de mi oreja, sus manos recorriendo suavemente todos los músculos de mi espalda. Apenas logro contenerme, deseo girarme, sentarme sobre su enorme polla y cabalgar hasta que el orgasmo nos premie a los dos.

Lo deseo, más que nunca.

Más que siempre.

¿Podré resistirme a él alguna vez?

La anticipación me pone el cerebro a mil.

Armand parece estar adivinando mi lucha.

—Quédate quieta preciosa, permíteme admirarte de esta forma la maravilla que eres. —pide depositando un chupón frío en mis caderas. Estoy tan caliente, tan deseosa, tan necesitada. El no ver su rostro de alguna manera acrecienta mis ganas. Acto seguido se coloca de largo a largo, sobre mí. Con los muslos a ambos lados de mi cadera, y el pene rozando mi culo.

Oh, Dios, qué bien se siente tenerlo así. Piel contra piel, pecado contra pecado. Perversión contra morbo.

¿Oscuridad contra luz?

No, más bien, oscuridad atada al deseo. Un deseo al que cualquier demonio rendiría pleitesía.

—Eres mía, nunca dejaste de serlo. —Su excitación traslapa mis sentidos, la erección dura rozando mi culo, cuando me empotra contra la cama, agarrando mis muñecas.

—Bésame entera —pido con voz ronca—. Dame todo de ti.

Jadeando suavemente, me lamo los labios. Él gime e incline la cabeza, para empezar a dominar mi cuello con besos jodidamente candentes. La dulce frialdad de sus labios firmes, presionan con una maravilla erótica mi piel. Suspiro cuando él empieza a bajar por la curvatura de mi espalda, dejando más besos suaves en cada centímetro de mi espina dorsal.

Sus besos son una mezcla de ternura y ferocidad, idónea para excitarme abismalmente.

—Oh, Dios, eres grandioso. —Él sigue descendiendo por mi piel, con besos cada vez más sonoros y cálidos y cuando está entrando a la parte baja de mi espalda, suelta un par de sonoras nalgadas que calientan mi piel. Todo eso de nalgadas, y rudeza sólo me gusta con él.

Acto seguido Armand me gira, con suma rapidez, yo estrecho mis manos en su pelo al ver su perfecto rostro y tiro de sus mechones dirigiendo su boca a la mía. Él ahonda, conquista y profundiza el beso con candentes deslizamientos, saboreándome con largas lengüetadas.

Sus besos siendo exquisitos, diestros y seguros.

Mi corazón late a un ritmo desproporcionado, creo que va tan rápido que está a punto de detenerse incapaz de soportar la presión a la que está siendo sometido. Noto su pecho contra el mío, y la agitación en sus respiraciones. Estamos perdidos, enloquecidos, siendo las piezas perfectas de un rompecabezas que sólo nos necesita a los dos.

—Te deseo, Lynd. Eres la mujer más terca, y complicada que conozco. Pero, eres mi mujer terca y complicada, la única que quiero conmigo.

Todo mi cuerpo está en contacto con el suyo. Su boca en la mía, mi pecho amortiguando el devenir de sus pectorales. Nuestras piernas enlazadas, nuestros corazones latiendo en un solo y estruendoso ritmo frenético. Soy plenamente consciente de cada centímetro esculpido de su piel, y acepto la idea con fascinación.

Lo beso como si quisiera comérmelo vivo. Sus labios son ambrosía pura, elíxir divino del dios majestuoso encarnado que es. Siento la entrepierna más húmeda y sensible que nunca.

De un momento a otro, lo siento sobre mis tetas, chupando como un loco desordenado. Siempre termina con la cabeza metida entre ellas, apoyando la barbilla en la boca de mi estómago, y con una mano masajeando mi clítoris hinchado y húmedo.

La sensación es indescriptible. Sus dedos calientes, moviéndose en zigzag contra mi sexo excitado. Siento el calor, y la electricidad chisporrotear desde mis manos, agolpándose en mi tórax, recargarse en mis muslos, incendiar mis pechos; abrumando a mis pezones. Llevándome a toda velocidad hacia una calle sin redención permitida.

Me mete la lengua al besarme, me reclama y me posee, y yo me deleito en su fuerza. Atesoro su deseo, expandiéndose al toquetear me cuerpo. Me anhela, y eso provoca extrañas y exquisitas sensaciones dentro de mí.

Mi órgano que bombea sangre rebota incesante en las costillas y el placer trona por todo mi cuerpo.

—Eres deliciosa en todas las jodidas formas que pueda existir. —dice, resonando como una confesión desenfrenada. Una gota capaz de resquebrajar cualquier vaso. —Supongo que tú eres esa chica buena que dicen que te hace enloquecer.

Ni tan buena, mi candente, Armand. Soy una infiel consumada desde hace mucho.

—No estoy tan segura de eso, estoy cubierta de pecado desde que llegaste.

—¿Y eso es malo por?

—Definitivamente Dorothy tendría mucho que decir respecto a tu pregunta. —murmuro, mordiendo su labio.

Él presiona un dedo contra mi labio, acto seguido lo besa posesivo. Cuando abre los ojos algo feroz y salvaje corroe su mirada.

—A quién le importa lo que tenga que decir Dorothy. —Su voz ruda y directa es un afrodisiaco embriagador. —Sólo nosotros importamos aquí, cuando de amor se trata, es mejor ser un sordo egoísta. La gente siempre te va a criticar, el resto de personas puede escribir su opinión en un papel, meterlo en una botella y lanzarlo al mar.

—Quiero luchar por esto, Armand.

—Lo haremos juntos, preciosa. —expresa, la erección subiendo varios centímetros y rozando mis muslos.

—¿Es un juramento?—pronuncio, contra sus labios. No me gusta creer en promesas, siento que no tienen la profundidad que un juramento.

—Uno que sólo podrá ser quebrantado por la muerte.

Su cuerpo asciende, hasta que su frente se apoya en la mía. Separo las caderas, para que encajemos perfectamente. Los músculos de los muslos se me tensan, y los pezones se me endurecen. Me alzo hacia él, Armand jadea en apreciación cuando enredo un brazo en su nuca, y esboza una maliciosa sonrisa de superioridad.

Caperucita ha entrado a la cueva del lobo más tentador que pueda existir.

—Te deseo, te amo y te quiero conmigo para...

—¿Siempre?

—Sí.

—Eso tendrás.

El corazón me late muy deprisa. Siento la tensión, esa exquisita electricidad estática que invade el espacio, cuando me gira de nueva cuenta y me coloca en cuatro, con mi trasero elevándose como una puerta que sólo debe ser abierta por él.

Armand coloca las piernas separadas y acomoda la punta de su pene en mi entrada. A continuación se inclina, desordena mi cabello y lo toma entre sus manos. Se me corta la respiración y no puedo moverme, estoy tan ansiosa. Me quedo en pausa, hipnotizada cuando sus manos masajean mi trasero, y acarician mi espalda.

—Voy a follar ese bonito culo. —me dice en voz baja y melodiosa, tirando de mi cabello con dominación—. Gracias por su atención.

Empieza a tirar de mi cabello muy suavemente, rítmicamente. Me siento dominada y por alguna razón extraña, todo esto me resulta demasiado excitante.

Me siento como una pequeño fósforo encendido a punto de ser arrojado sobre miles de galones de gasolina, como una reactor nuclear llegando al punto máximo de calor. Armand sabe exactamente cómo hacerlo de la forma que me gusta, cuando se introduce en mi interior, y empieza a arremeter contra mi con parsimonia. Variando el ritmo entre dos embestidas suaves, y dos duras.

—¿Pensaste que te podrías escapar de mí, después de la delicia que fue cogerte aquella noche? —murmura, atropellando mi vagina de forma inclemente y deliciosa.

Necesito más.

Quiero más.

Siempre.

—S... Sí...—musito. Oh Dios, esto se siente como la gloria.

—¿Nunca pensaste que tu coño traicionaría tus intenciones? ¿Qué suplicaría que regresaras a su dueño? —gruñe, jadeando con voz ronca. Embistiendo tan fuerte que siento que empiezo a perderme en la locura. Estoy tan caliente, tan excitada, tan abrumada por las exquisitas sensaciones que se apoderan de mi sexo, mi espalda, mis brazos, mi trasero y mi cuerpo en general. Todo en mí quema, se agita, colapsa una y otra vez necesitando más. Siento que caeré en el abismo si él no me sigue penetrando de esta forma.

Me ruborizo, estremecida, envuelta en una bruma intensa.

—N..No... —Él tira de mi cuerpo contra su pene, yo aprieto y me muevo contra este agitando el ritmo. Revolviendome muy rápido, anticipando cada embestida con movimientos frenéticos.

Jadeo estruendosamente . En lo único que puedo concentrarme es en su voz y su tacto, en sus penetraciones duras, feroces, malditamente abrumadoras. Nada más importa. Mi radar no registra a otro hombre.

—Oh, nena —murmura. —No hay delicia más grande en el mundo que tú.

Él se deja ir contra mi cuello, penetrando más duro, meneando sus caderas contra las mías.

Sofoco un grito, estoy llegando, estoy apresando al infinito una vez más, pero el calor que emito lo eclipsa. Soy más destructiva que el sol, las puertas de mi orgasmo lo indican.

—Eso, preciosa, muévete así... —me dice moviendo raudo su pene dentro y fuera, y yo empujo más alzando las caderas.

—Nunca se tiene suficiente de tí—acoto suavemente.

Jadeo y mi cuerpo da sacudidas bajo sus expertos atropellos sexuales.

La tensión erótica está a punto de hacerme estallar, rompiéndome en miles de cristales satisfechos. Me apoyo en los codos, palmeando la cama con las manos ante cada embate. Estoy tan excitada, tan enloquecida. Viajo entre dimensiones mientras me penetra, y me empuja las rodillas para alzarme más contra su cuerpo. Antes de que pueda reaccionar, ya estoy cayendo. Grito porque estoy llegando al orgasmo y me corro inmediatamente, me desmorono debajo de él, que sigue abalanzándose contra mí exquisitamente. No se detiene. Estoy completamente agotada, complacida; somnolienta y a punto de caer en la oscuridad. No puedo más... él sigue empujando una y otra vez... por alguna razón sigo lubricando como un grifo abierto.

—Eso preciosa, mójate para mí. Empapa ese coño en mi nombre—ruge entre dientes.

Y por insólito que resulte , mi cuerpo vuelve a responde a sus órdenes, se convulsiona, agitado y sudoroso. Llego por segunda vez al clímax vociferando su nombre. Los pequeños pedazos rotos que quedaban de mi primer orgasmo, se convierten en cenizas cuando alcanzo uno nuevo. Armand cae sobre mi cuello, agitado, jadeante. Fatigado y exquisito. Acto seguido desliza la mano por cada recoveco de mi espalda.

—Tenemos que irnos, nena—me dice con signos de cansancio en la voz.

Madre mía, qué satisfactorio fue .

Estoy echada en la cama jadeando todavía, luchando con todas mis fuerzas para no quedarme dormida. No quisiera levantarme, y tener que despegarme de la candidez magnética que Armand emana. Enfoco su rostro atrayente, cubierto por la magia oscura del sexo.

Armand se acomoda a mi lado, deslizando una mano por el nacimiento de mi cabello, llevándome a su pecho.

Así sin más, nos quedamos dormidos en una tranquila mañana en Portugal, acompasando nuestras respiraciones en una ambiente ligero, por primera vez en mucho tiempo para ambos.

*****

Armand se quedó dormido después que hicimos el amor en un cuarto especial en el jet. Yo recién despierto.

Le miro, tiene las espesas pestañas ocultando el precioso iris en sus ojos. Los pectorales se elevan una y otra vez, bajo un ritmo sosegado. El abdomen cuarteado también se mueve en calma. Es difícil no mirarlo fijamente, sin deslizar la vista por cada rincón posible de su cuerpo. El rostro varonil, la mandíbula afilada y firme, la curvatura ideal de su nariz, y los labios ni tan gruesos ni tan lisos; tienen un estilo de besar que te hace adicta a ellos.

Los deliciosos recuerdos de él, estimulando mis pezones con caviar frío, mientras me practicaba mi sexo oral, es algo único en mi mente. Dudo mucho que pueda olvidar algo así. Él dijo que iríamos probando cosas nuevas que quieres hacer conmigo. Acepté gustosa, siempre y cuando no implique ver mujeres cogiendo con él.

No estoy lista para verlo follar con otra frente a mí. Los tríos no son lo mío.

Me levanto, y me dirijo al frente, atravieso la puerta ubicada en un pasillo ligeramente estrecho, y me encamino hacia el baño caminando por el suelo alfombrado en gris.

El jet de Armand de Armand decorado en blanco y dorado, está repleto de compartimentos lujosos que incluyen biblioteca con ejemplares de primera edición, jacuzzi, sala de televisión, y un restaurante amplio que no tiene nada que envidiarle al de un hotel cinco estrellas.

Me siento en el baño. Y pienso en Sicilia, mi padre una vez dijo que mamá había nacido allí. Ella lució incómoda cuando lo mencionó, y un segundo después dijo que papá estaba bromeando, pero la tensión que barrió por su rostro me indicó lo contrario.

Hasta ahora nunca me había puesto a analizar eso.

¿Por qué ella escondería algo así?

Termino de orinar, acomodo el vestido manga larga, de un imperioso verde esmeralda de terciopelo, que estoy usando; me coloco el cinturón dorado sobre el vestido y salgo al exterior.

Unas azafatas me esperan al salir. Intercambiando miradas cómplices.

—Para usted—me dice, la del cabello a la altura del mentón, pasándome una especie de teléfono rudimentario de carcaza achurrada.

Tenía entendido que no se podía hablar por teléfono en los aviones.

Sobresaltada y con un mal presentimiento latiendo en mi bulbo raquídeo, recibo la llamada. No me gusta lo que veo en sus miradas, ni la abrupta irrupción después de que acababa de hacer mis necesidades fisiológicas.

Ellas se quedan paradas junto a mí, sin deseos evidentes de querer darme privacidad. Coloco el aparato en mi oído, con la mente plagada de dudas. Parpadeo repetidamente mientras escucho las lentas respiraciones de la persona que se encuentra al otro lado de la línea.

Quien sea que ha llamado no dice nada. Me aferro a la esperanza de que no sean malas noticias. Tengo tanto miedo que las cosas se pongan de un horrible color, que las manos me tiemblan.

—Tú no me conoces, pero yo a ti sí maldita zorra infiel, si no te alejas de Armand tu pequeña hermana Stacy sufrirá las consecuencias. Escucha atentamente, cuando aterricen en Sicilia, tendrás que encontrar una excusa para apartarte de él y salir del hotel en el que vayan a hospedarse, dirígete al parque norte, y espera frente a la fuente en honor a la diosa Hera, recibirás un par de indicaciones que debes seguir al pie de la letra y si lo haces, tu inocente hermanita sobrevivirá, si fallas o cometes algún error como informarle a la policía, la mataremos. Si le cuentas a Armand lo que ocurre volaremos la rubia cabeza de Stacy en 18 pedazos, si se te ocurre decirle a alguien lo que está pasando también la mataremos, y no sólo a ella sino a tu preciada madre, también a tu sobrina y al resto de miserables que llamas familia. Depende de ti que nadie muera, y para que veas que no miento, te mostraré una transmisión en vivo del paseo estudiantil de tu hermana Stacy. Es tan tonta como tú, asesinarla ni siquiera será difícil. Dios castiga a los pecadores con una eternidad de torturas, tenlo presente, maldita ramera adúltera. Arrepiéntete y tal vez haya perdón para corrompidas como tú.—Se aventuran finalmente a hablarme con una voz distorsionada. Siento que los huesos se me encogen a causa de la abrupta impresión de lo que estoy escuchando. Ladeo la cabeza para mirar a las azafatas, son gemelas y me retan con la mirada, dándome a entender que

Me llevo la mano a la boca, luchando para no dejarlo caer.

Las azafatas me pasan un móvil, y veo en línea directa a Stacy, hablando con unas compañeras en medio de una especie de bosque. Llevan bolsas que lucen pesadas, colgando de sus espaldas y conversan sin una idea absoluta del peligro que corren.

Les paso el celular con los dedos tiritando y el corazón latiendo hasta en el lóbulo derecho de una de mis orejas.

Niego con la cabeza, la desesperación agudizándose. La vida de mi hermana está en riesgo, no puedo decirle nada a nadie o la matarán.

Tendré que alejarme de Armand. Esto se une al grupo de cosas que siento que me oculta.

Tal vez no es soltero, y la persona que me contactó es su mujer.

¿Y si no es así, y sólo es una persona obsesionada con él?

¿Podría él creer en lo que le digo?

Él juró que lucharía conmigo para sacarnos adelante, pero es tan orgulloso que no sé si pueda ser todo lo comprensivo que dice. Por otra parte, la persona que hizo esto tiene demasiado alcance, tanto que ni siquiera Armand pudo preverlo.

Debo alejarme, sí. Por mucho que duela, por mucho que la sola idea de estar lejos de él se equipare al dolor de romper cada uno de mis huesos.

Quien sea que haya hecho esto va a seguir molestando y no dudará en aniquilarme a mí o a los que amo, con tal de cumplir su cometido.

No puedo permitir que eso suceda.

Adiós al sueño de estar juntos.

Estuvimos a punto de lograrlo, pero la palabra "casi" nunca es suficiente cuando de amor se trata.

Estar a nada de tocar el cielo junto a él, y tener que abortar la misión por culpa de un meteorito con aires destructivos es tan desgarrador, que me deja sin palabras.

Me preocupa Stacy, y también me preocupa lo atormentado que se siente mi corazón.


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Hola, perdón la demora, como algunas saben, estuve confrontando algunos problemas  de la vista. Resulté ser alérgica al material del que estaban hecho anteriormente mis lentes.

¿Cómo están?

¿Quién piensas que fue la persona que llamó a Lynd?

Este es el Armand que más se acerca al de mi imaginación. 

Por si desean imaginarlo así 7u7.

¿Qué tipo de indicaciones le darán a Lynd cuando llegue a la dichosa fuente de Hera, después de haber escapado?

¿Matarán a la pobre Stacy?

Próximo capítulo: Lunes.

Actualizaré cada cinco días, debido a que estoy en proceso de adaptación a mis lentes. Aún así, siempre traeré capítulos largos<e

Gracias por leer, votar y comentar. Me entretengo bastante leyendo sus teorías. JAJAJA


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