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30: A prueba

Ellie

Acomodo mi ropa y salgo del baño. Me muerdo el labio inferior al ver a Jayce acostado en la cama, parece una pintura, es tan atractivo. Lástima que se puso el pantalón, pero al menos puedo ver su torso. Más tiempo paso con él, menos dama parezco. Una Lady Salvaje, como me dice. Lo observo detenidamente, se mantiene pensativo mientras fuma un cigarro.

Se percata de mi presencia y gira su vista hacia mí, entonces me regala una de sus sonrisas, esas que me vuelven loca. Y eso que debería estar enojada. En definitiva, aún no me ha dicho lo que quiero saber.

―Lady, ¿te gusta lo que ves?

―Admito que eres guapo, pero tampoco voy a exagerar. ―Me acerco hasta él y me siento en la cama. Me hago la indiferente ante su mirada―. ¿Vas a decirme lo que me debes? ―Juego con mi cabello. Exhala el humo y mueve su cabeza, dejando de mirarme, entonces frunzo el ceño―. Espero que no pienses en ignorarme, hice todo lo que querías.

Vuelve a apoyar el cigarrillo en su boca.

―Sí.

―Sí, ¿qué? ―Levanto una ceja.

Mueve el cigarrillo y lo aplasta en el cenicero que está en la mesita de luz. Me regala una nueva sonrisa para luego levantarse.

―Sí, te lo diré, aunque todavía sigues a prueba. ―Se ríe.

―¡¿Qué?! ―exclamo molesta, parándome y caminando hasta él, irritada, muy enojada―. ¡¿Quién te crees que eres?! ―exclamo indignada.

―Ellie... ―Se ve serio, acaricia mi cabello y se acerca a mi rostro―. No quieres entrar en mi cabeza, te lo aseguro.

―¡No decidas por mí! ―Me aparto―. ¿Acaso a Claire le hacías estos desplantes? ―Me cruzo de brazos.

Frunce el ceño.

―No metas a Claire en esta conversación. ―Maldice a lo bajo, pero puedo notar que habla de Shreya, por la droga que tomó y me hizo descubrir el nombre de esa chica―. Maldita serpiente, ni muerta me deja en paz ―refunfuña, girándose molesto y presiona sus puños, caminando de un lado a otro, muy enojado.

―¡¿Jayce, puedes dejar de dar vueltas y escucharme?! ―le grito.

Grave error.

―¡¿No ves que estoy irritado?! ―Con toda su furia, agarra el mueble de los vinos y lo empuja. Se oye un estruendo, entonces el piso se llena de vidrios rotos, lo que de repente me provoca temor―. ¡No me hables!

Da miedo.

Me quedo un segundo callada, mirándolo, mi respiración es agitada por la sorpresa de su acción. Siento que voy a llorar, me duele la garganta, pero le respondo aún asustada.

―¿Qué te da derecho a tratarme así? ―Señalo el suelo, viendo las botellas rotas, para luego observarlo a él―. ¿Qué te pasa?

―No me conoces ―expresa más calmado, aunque puedo notar su ira, rondando todavía. Mira a donde le señalé―. Nadie lo hace realmente. ―De repente el aire de rencor que lo rodeaba, se convierte algo más triste, melancólico―. Necesito despejar la mente. ―Camina hasta la puerta y lo sigo, entonces se detiene―. A solas.

―No hasta que me pidas disculpas ―expreso de manera firme.

Se gira y me mira directo a los ojos.

―Siento mucho ser un idiota.

Lo dice tan serio que no reacciono, por lo tanto, aprovecha para irse y oigo como la puerta se cierra de un portazo. Esto no puede ser cierto, realmente ahora necesito saber qué pasa por su cabeza.

Espero un poco para salir de la habitación, y voy por los pasillos, siguiéndolo detrás, bastante sutil, con cautela. Aunque parezco acosadora. Veo que cruza un par de palabras con su padre, no muy amigables. Me oculto cuando envían a alguien a limpiar al cuarto, así no se da cuenta de mi presencia y cuando especulo que puedo seguirlo, Nikolai me detiene.

―Señorita Divine, creí que estaría en cama ―expresa indirectamente lo que ocurrió en el cuarto y me apeno por la situación.

―¿Es...? ¿Escuchó? ―Siento mis mejillas arder y bajo la vista, avergonzada.

―Yo no, pero la sirvienta ha pasado a limpiar el pasillo y ha quedado algo cohibida, pobrecilla, es nueva, no conoce los hábitos de mi hijo. Pero siento que la estoy incomodando, ¿le gustaría hablar conmigo? Tomemos algo, quiero ser un buen anfitrión, ¿qué le parece?

Su aire de tranquilidad, siempre es tan macabro. Es tan cortés, que hasta da miedo. Eso me hace pensar en Jayce, ambos son parecidos. Y no solo digo físicamente, los dos se ocultan tras su sonrisa. Él la amigable y su hijo la pícara. Una manera oscura y siniestra de tener secretos. Aunque a Jayce se le está cayendo la máscara al perder la paciencia.

Camino detrás de Nikolai y me siento en uno de los sillones del living cuando él lo hace, que están alrededor de una mesita, con un juego de té, recién hecho al parecer. No puedo rechazar su oferta, es peligroso. Después de todo, él me envió a secuestrar la última vez.

Toma de su té y me sonríe.

―Te veías apurada, espero no haberte causado ningún inconveniente.

―No ―miento y agarro mi taza―. ¿De qué quiere hablar?

―Soy un hombre de negocios, siempre me gusta hablar del dinero, pero te evitaré la charla aburrida y te hablaré de Jayce, mi adorado hijo.

―No es necesario, podemos hablar de lo que usted desee. ―Tomo un poco de mi taza y le respondo cordialmente.

Se ríe.

―Qué educada, pero hablaré de Jayce.

―Lo escucho. ―Apoyo la taza en la mesa y le presto total atención.

―Mi hijo es un misterio, incluso para mí, no confía en nadie, al igual que yo, sin embargo, es más peligroso, por algo lo llaman Señor Oscuridad. ―Se ríe y vuelve a tomar de su té.

―Creí que le decían así por esa noche en la que ocurrió el incidente ―digo sabiendo un poco, ya que he investigado algo de Jayce en periódicos viejos, hablando de un sobreviviente en una masacre.

Lo hice cuando intentaba traicionarlo, aunque ahora ya no sé qué pensar.

―Se ve que estás informada. Sí, por la oscuridad y las pruebas insuficientes contra él, pero también porque puede traicionar sin remordimientos ―expresa seriamente y abandona su taza en la mesa.

―¿Es que acaso me está advirtiendo? No entiendo. ―Frunzo el ceño.

―En absoluto. Es más, deseo que mi hijo siente cabeza, y de una vez por todas, se consiga una bonita esposa. ―Me sonríe―. Y me encantaría que fueras mi nuera.

Mi boca se abre, me quedo tildada un segundo, mis mejillas arden y bajo la vista, estando tímida.

―¿Qué dice? ―Toco mi cara que está caliente por aquella aclaración.

―Es más, me gustaría ayudarte.

Levanto la cabeza, rápido, y lo miro directo a sus ojos.

―¿Eh?

―Es claro, puedo notar como mi hijo se hace un debate sobre ti, en esa mente retorcida que tiene.

Se me viene a la mente lo que Jayce me dijo de ponerme a prueba.

―¿Acaso considera que tengo oportunidad? ―expreso esperanzada.

Se lo piensa.

―Solo si cumples sus expectativas y puedes tener controlados sus demonios. Claire no lo logró, quizás tú sí. ¿Quién sabe?

¿Realmente esto está bien? Creí haber renunciado a estar enamorada. Además, puedo terminar mal, Jayce no es Sebastián, es mucho peor.

Avanzar a la Oscuridad no es tan seguro.

Ojalá hubiera una luz en el camino, pero ni eso me ayudaría a entender, lo complejo que puede llegar a ser Jayce. Esto parece una paradoja y estoy perdida sin encontrar la respuesta correcta. Y si no lo hago pronto, podría ser mi fin. El final de mi existencia. ¿Acaso estoy preparada para luchar contra esos demonios? Y lo más difícil, ¿él me dejará entrar en su complicada mente?

Aún no me ha dicho lo que piensa.

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