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18: Profanar

Jayce

Me remuevo incómodo bajo las mantas de la cama y el sol me da en los ojos, entonces gruño, molesto. Abro uno y después el otro, luego me siento, observando a la rubia que duerme a mi lado. ¿Cómo dijo que se llamaba? Ya lo olvidé. ¡Pero qué buen sexo! Hora de levantarse. Me estiro y salgo de la cama para ponerme la ropa. Iba a dejar una nota antes de irme, pero aunque ha sido una excelente y deliciosa noche, no hay deseos de repetir.

Últimamente, no quiero repetir con ninguna, solo con...

Salgo del hotel y visualizo a ese pelado otra vez, sacándome de mis pensamientos. Esas víboras, o como sea que se llamen, me tienen harto.

―¿Qué quieres, pelón? ―Frunzo el ceño y este sonríe, levantando otra de esas tarjetas, la cual no acepto, nuevamente.

―Serpiente insiste en que quiere comunicarse con usted ―aclara lo que ya sé y me irrita tanto que hasta deseo matar a este imbécil.

En realidad podría hacerlo.

Me giro.

―Dile a la víbora, que si quiere hablar conmigo, que venga en persona, el muy cobarde. ―Muevo la mano en forma de saludo sin mirarlo, mientras me dirijo a mi vehículo―. Adiós.

~~~

Una vez que llego a mi casa, miro la hora, aún es temprano. Me dirijo hasta mi habitación, pero me paro en frente de la de huéspedes.

Ahora me detengo siempre ahí, donde está Ellie.

Eso me recuerda. Miro las escaleras, nunca subo allí. Antes lo hacía seguido, hay otros cuartos ahí, pero actualmente solo los utilizo para guardar objetos sin importancia.

El cuarto del fondo era la habitación de Claire.

Sin pensar ni saber por qué razón, camino hasta la escalera, pero cuando poso mi pie en el primer escalón, oigo una puerta detrás de mí, lo bajo y me giro, visualizando a Ellie.

―Lady. ―Sonrío y me mira confusa, así que le pregunto―. ¿Qué ocurre?

―Creí que dijiste que ahí arriba no había nada como para subir allí ―acota.

―Y no lo hay. ―Me le acerco―. Pero es mi casa ―agrego.

―Pero me prohibiste entrar ahí.

―Ciertamente, es el único lugar de la casa que no has entrado, ¿no? ―Me lo pienso―. ¡Ah! No, me equivoqué. ―Me río―. Mi cuarto oscuro. ―Muevo las cejas y sus mejillas se tornan en rojo fuerte.

―Cállate, pervertido.

―¿Por qué? ―Hago puchero―. Ahí tengo mi kamasutra.

Sus ojos se abren en grande.

―¿De verdad? ―Mueve la cabeza, nerviosa―. Quiero decir... ¡No quiero saber eso! ―se corrige.

Me parece que sí quiere saber, entonces me río.

―Pervertida.

―¡Te dije que no! ―me grita y su rubor aumenta―. Y... y... ¿Dónde estabas? ―respira agitada.

Muevo mi mano, toco su cabello y me acerco a centímetros de su boca.

―En el paraíso donde debiste haber estado tú, Lady.

―No... no me llames, Lady. ―Retrocede, pero agarro de la cintura.

―Mil perdones, Ellie, es que se me escapa con tanta belleza ―la piropeo y deja de mirarme a los ojos, no puede aguantar mi insistencia.

―Suéltame, Jayce ―exige, pero no pone tanta resistencia, como la fuerza que ejerce podría ser más de la que utiliza.

―No quieres que te suelte, admítelo ―le susurro al oído sensualmente y su piel se le eriza.

―Esto es un error. ―Cierra los ojos.

―¿Por qué? ―Mis labios se posan en su mejilla―. No tiene nada de malo jugar un poco. ―Lanza un gemido cuando mis manos pasan bajo su vestido―. Buena elección ―susurro, refiriéndome a su vestimenta, que me deja tocar la tela de su ropa interior. Flexiona sus piernas entre sí, juntándolas para intentar no sentir la sensación, aunque eso es imposible―. No te resistas. ―La beso y lanza otro gemido dentro de mi boca, pero esta vez me empuja.

Abre sus ojos y mira hacia al suelo, avergonzada.

―Te he dicho que no.

―Me disculpo otra vez. ―Le sonrío―. Es que me enciendes y no lo puedo controlar. ―Me muerdo el labio inferior.

―Pues... pues contrólate. ―Se gira y camina a la cocina―. Con permiso, voy a desayunar.

―De acuerdo, estaré en mi oficina si cambias de opinión ―le aclaro y escucho un «¡No voy a cambiar de opinión!» cuando está fuera de mi visión, entonces yo hago lo que dije y también me retiro.

Ellie

Tomo un montón de aire y lo expulso una vez sentada en el comedor y poniéndome a desayunar tranquila en la mesa. Malditos pensamientos sucios que no me dejan en paz, tengo que encontrar una forma de alejarme de ellos y de Jayce de una vez por todas. No puedo permitírmelo, no importa que me haga suspirar como niña enamorada, eso no está bien. Esto es una sociedad, no un lugar para momentos pervertidos y románticos.

Definitivamente no, mucho menos románticos.

Él se mueve porque yo lo dejo hacerlo, si no se lo permitiera, no tendría que preocuparme por ese maldito mujeriego.

Quizás si dejaría de desearme, ¿pero cómo? Dejo el desayuno que no he probado bocado y me levanto. Me fijo en el pasillo que no haya nadie y camino a hurtadillas a las escaleras. Subo a gran velocidad, sin ser vista, y visualizo varias puertas cuando estoy arriba.

¿Qué estoy haciendo? Así no se comporta una dama.

Camino hasta el cuarto del fondo, porque es el que me llama la atención. La puerta es diferente, tiene un bonito decorado alrededor. Mi mano se posa en la manija y entro.

Suena a cuarto de chica.

Una cama blanca y mesita de luz al lado con una foto encima. Camino hasta esta, entonces la levanto entre mis dedos.

―Es muy bonita ―expreso al ver a la chica de cabello oscuro que posa en la foto, sonríe estando muy alegre.

―Te dije que no subieras aquí. ―Me sobresalto y la foto se cae, rompiéndose el vidrio del marco en el suelo, el cual se esparce por todo el piso.

Me giro y veo su rostro molesto.

―Lo siento ―Intento arreglarlo y me agacho, comenzando a agarrar los vidrios―. Lo... lo arreglaré ―digo nerviosa.

Veo sus zapatos, pisar uno de estos, y me doy cuenta de que lo tengo delante, así que levanto la cabeza.

―Levántate ―ordena―. Te voy a enseñar modales.

―¿Eh? ―exclamo confundida―. ¿Qué quieres decir con eso? ―Toma mi mano y me obliga a pararme―. ¡¿Qué ha...?! ―No termino de preguntar que me besa y su lengua se introduce en mi boca, sin dejarme respirar. Sus manos pasan a mi trasero y lo presiona, yo gimo. Suben por mi cintura y en un movimiento, no sé cómo, termino sobre la cama, visualizando como se saca el cinturón del pantalón, el cual utiliza para amarrar mis manos―. Jayce... ―Respiro agitada―. ¿Qué haces? ―intento la pregunta que no pude decir antes.

Él levanta mi pierna y me hace un chupón en el muslo, al cual mi piel reacciona enseguida por el tacto de sus labios.

―Te voy a enseñar cómo realmente se profana una habitación.

¡¿Profanar?! ¡¿Enseñar?! ¡¿Qué?! Esto es demasiado erótico para mí.

¿Y de quién es esta habitación para que se diga que la estaba profanando? 

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