9: Sufriendo
Merche
Estoy acostada en la cama mirando hacia el techo, la puerta como siempre se encuentra cerrada y si sigo así nunca conseguiré la información que necesito. Lo peor, no estoy realmente concentrada en eso, en mi misión. Desde que lo hice con Eiden, me siento realmente extraña.
"Tú solo deberías hacer esto con el hombre que ames".
Sus palabras se repiten en mi mente como una grabadora descompuesta y aunque me burlé de esa frase tan cursi, no puedo evitar pensar en que tiene razón. Pero en realidad, eso no creo que vaya a pasar. ¿Yo? ¿Sentir? Amar, ¿qué es amar? Quizás a la antigua Merche se le hubiera ocurrido, tal vez la antigua Merche estuvo enamorada, probablemente esa adolescente gustaba de alguien. Mis recuerdos antes del secuestro son pocos, ya no me acuerdo. Tuve novios en esa época, pero no puedo ni siquiera rememorar algún sentimiento que haya tenido con ellos.
Sentir es absurdo ahora. Me estiro en la cama y mis manos acarician mi pierna, evocando el momento en el que Eiden me tocó. Sus manos eran tan suaves, y ciertamente es como si quisiera que nadie más que él me tocara. ¿En qué estoy pensando? No lo comprendo. Me siento y detengo mis pensamientos sucios sobre él. No puedo creer lo que estaba imaginando. ¿Cómo es posible que me encuentre pensando en tenerlo sobre mí? No tiene sentido. Si sigo así, voy a caer en aquel lugar de mi corazón, el que no quiero entrar, porque si entro, volveré a ser mi otro yo.
Escucho la puerta y el hombre que me provoca lo que siento, entra para luego cerrarla. Lo observo mientras sigo sentada, se ve mal. Me pregunto si la culpa lo sigue consumiendo. ¿Por qué es tan bueno?
—¿Estás bien? —pregunto y me acerco al borde de la cama.
Él se pone a mi lado.
—Sí —exclama sin mirarme.
—Pues no lo parece.
Se gira y me ve directo a los ojos, acerca su rostro al mío.
—Merche... —dice en un susurro y me doy cuenta.
—¿Estás borracho? —Frunzo el ceño.
—Algo. —Me abraza.
—¿Qué... ¿Qué haces? —Me sonrojo por su acción al sentir su tacto. Su tacto me afecta todo el tiempo ahora.
—Merche... —Vuelve a mirarme a los ojos, para luego besarme y yo le correspondo sin dudarlo. Termina empujándome y está sobre mí, besando mi cuello. ¿Las fantasías se vuelven realidad? Respiro agitada mientras desabrocha mi sostén bajo esa tela transparente del vestido de prostituta y... Se detiene ¡¿Y ahora qué?! No entiendo nada. Estoy hasta aturdida por la situación—. ¿Por qué no me detienes? —de repente pregunta.
—Eh... yo...
—¿Por qué? —Levanta su cabeza y me ve directo a los ojos, se nota angustiado—. ¿Por qué? —repite.
—Porque sé que eres una buena persona. —De algún modo, confió en él.
—No, no lo soy... soy un asesino. —Se levanta de mí y se sienta, tapándose la cara.
—No lo justifico, pero... ¿fue en defensa propia? —Me siento también.
—Sí.
—Entonces, ¿por qué lloras?
¡Cielos! Está llorando, me parte el corazón.
—Porque soy una mala persona, porque usé tu cuerpo, porque no conseguí la grabación y porque tuve que rebajarme a aceptar la ayuda de mi padre. Soy una basura, mi madre debe estar removiéndose en su tumba.
—¿Tu madre? —Una extraña curiosidad entra en mí—. ¿Por qué dices eso? Ella seguro que...
—Ella me odia. —Se agarra fuertemente la cabeza. Está sufriendo, no quiero que sufra.
Pongo mi mano en su hombro.
—Ella no te odia, Eiden. ¿Cómo una madre podría odiar a su hijo?
—Porque soy producto de una violación —confiesa, entonces una punzada pasa por mi pecho al oír aquello y lo abrazo por la espalda mientras continúa llorando. Ya no sé qué decirle.
—No llores... —Siento mis ojos humedecerse—. No llores, Eiden.
—Perdóname.
—Te perdono, te perdono, pero no llores más.
—Perdóname —repite, no está escuchado, está sumido en su oscuridad.
~~~
Luego de haber llorado tanto, se quedó profundamente dormido. Está ahí, en la cama, respirando, tranquilo. No sabía que sufría tanto, siempre se ve tan atento a los demás, ayudando, y en realidad, parece que él debería ser salvado. Acaricio su cabello mientras veo como descansa. Su mano toca la mía al despertarse y abrir sus ojos.
—Hola. —Le sonrío.
Él se sienta.
—¿Cuándo llegué... —Se agarra la cabeza—. ¡Agh! Qué dolor.
—Es la resaca —le aclaro.
Se da cuenta y me mira.
—¿Te dije algo extraño? No recuerdo.
—Dijiste... muchas cosas. —Quedo pensativa.
—¿En serio? No debí haber tomado —se queja y bufa.
—¿Y por qué lo hiciste?
Se tensa ante mi pregunta.
—Porque... —Suspira—. Nada, olvídalo. —Busca en su bolsillo algo—. ¿Dónde está? —dice para sí mismo.
—¿El qué? —pregunto curiosa.
—La foto de tu hermana.
—¿Eh? —Me sorprendo.
—¡Ah! —Hace un gesto de victoria al encontrarla y me mira un poco inseguro—. Lo siento, Hermes no quiso organizar un encuentro con ella, pero... —Me acerca la imagen—. Me entregó esto. Es lo único que pude conseguir —exclama decepcionado.
La agarro y miro la fotografía. Definitivamente, es Malya.
Está sonriendo. Necesito verla, necesito saber cómo está. Necesito, recuperarla.
—Ayúdame, Eiden. —Levanto la vista—. Ayúdame a saber si está sufriendo.
Con una fotografía no puedo saberlo, con una fotografía no puedo salvarla.
—Haré lo posible.
Quiero ayudarlo a él también, ¿pero cómo?
¿Cómo se libera a una persona del dolor?
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