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8: Rango

Merche

Los autos terminan acorralándonos, teniendo que bajar hasta un estacionamiento. No hay forma, nos han guiado hasta aquí en contra de nuestra voluntad.

Bajamos del coche al igual que las personas del otro vehículo, sin embargo, del otro automóvil no baja nadie, la persona que está dentro no sale de allí.

Debe ser el malnacido de Clow.

Levanto el arma y apunto a uno de los hombres.

—¡Quietos! No respondo de lo que pueda pasar —advierto.

El sujeto de al lado también saca su revólver y tanto William como yo, nos tenemos que ocultar tras las columnas del lugar.

—Maldita sea, necesito un arma —se queja mi compañero.

—La tengo yo porque tengo mejor puntería —me burlo.

—Tú quédate con el arma, a mí me va el combate cuerpo a cuerpo —se defiende. Se esconde en las columnas mientras le intentan dar, es todo un suicida. Pero es cierto, su especialidad es enfrentarse mano a mano con el agresor, más si no tiene un arma. Llega hasta este, lo neutraliza y lo golpea quitándole la pistola—. Uno menos, faltan dos —suma otro, refiriéndose a quién esté en el auto que falta.

Ahora, los dos, apuntamos al hombre que está solo, ya que el anterior ha terminado esposado.

—Hacemos buen equipo —acoto.

—Siempre. —Sonríe.

—Aunque siempre llegas tarde. —Ruedo los ojos y se ríe.

El segundo hombre termina neutralizado con otras esposas, miramos al auto que falta y nadie sale aún. ¡¿Pero qué rayos espera para salir?!

Maldito Clow.

Un tercer auto llega y tira una bomba de humo. ¡Maldición!

Esto es malo.

—¡Merche! —Oigo que William me llama, pero no lo visualizo, no se ve nada con este polvo que se ha creado.

Siento una mano agarrar mi brazo, se me cae el arma y me fuerzan a entrar a un vehículo. Este arranca a toda velocidad y la frustración vuelve a mí.

¡Cielos, no, otra vez no!

—Gatita. —Mi piel se eriza al oír el mote.

Pero también estoy confundida.

Me giro, esa voz. Una voz femenina, la veo.

—Señora L, madre de Clow —digo todo junto para percatarme de qué está pasando, porque la verdad no lo sé.

—Nos volvemos a ver. —Sonríe la cobriza.

Miro a un lado y a otro, es la parte de pasajeros de una limosina. Ella se encuentra sentada en el asiento que mira hacia el frente del que estoy sentada yo y quién maneja es un chófer.

—¿A dónde vamos? ¿Qué quiere usted de mí? —Frunzo el ceño.

—¿Recuerdas la última vez que nos vimos? Dije que ayudaría a mi hijo, así que... —explica, pero la interrumpo.

—Y va a entregarme.

—Para nada —se burla—. En lo absoluto.

—Entonces no entiendo.

—Admitamos, mi hijo está loco. —En eso tiene toda la razón—. Pero aún puedo devolverlo en sí, después de todo él me escucha. —No sé si eso me convenga, esta mujer es peligrosa.

—¿Y? —insisto para que se apure.

¿Por qué tengo que soportar toda esta porquería?

—En resumen. —Sonríe—. Voy a matarte.

Sí, es mucha mala suerte.

—¿Y por qué no lo hizo aún? —Entrecierro los ojos.

—Porque tengo que convencerlo de matarte. —Se ríe—. Si te asesino así sin más, creo que habría un enorme tiroteo.

—Odio admitirlo, pero no creo que lo convenzas, está obsesionado conmigo, así que tu plan se arruinó —digo sin expresión en mi rostro.

—¿En serio crees que no sé cómo manipular a mi hijo? Sé cómo funciona su enferma cabeza, no hay nadie que lo entienda más que yo —exclama orgullosa y de solo escucharla me repugna, ¿así habla de su hijo?

Qué bueno que no pertenezco a ese mundo tan retorcido.

La limosina estaciona y veo que hay mucha gente.

—¿Dónde estamos?

Sonríe.

—En una fiesta.

Bajo del vehículo y noto que el guardia me está apuntando con un arma. Camino al lado de la maligna mujer y nos adentramos al lugar. Hay mucha gente, más mafiosos. Qué divertido, nótese mi sarcasmo.

—¿Qué quiere hacer aquí?

—Convencer a Clow, ya te lo dije. —Me mira de arriba abajo—. Aunque con esa ropa, obvio que será más fácil —se burla del atuendo que me prestó William. Me queda enorme y lo agradezco, aun cuando ella crea lo contrario—. Está atendiendo un negocio, pero en cuando venga para aquí, me desharé de ti. —Se ríe.

Bufo, miro a un lado y otro, está lleno de corruptos, a nadie les sorprende tener armas, sin embargo, se asombran con mi ropa, bobos.

Levanto la vista, un guarda agarra una copa y hace ruido para que le presten atención.

—Atención, tengo un anuncio. —Apoya la copa en la mesa, saca de su bolsillo una tarjeta y se pone a leer—. "Damas y caballeros, me comunico ante usted, para dejarles un mensaje, quién me diga el paradero del Señor H, será recompensado. Atentamente S". Este es el comunicado del jefe, háganselo saber a todos. —El hombre se retira y veo como la mayoría queda desconcertada.

¡¿Pero qué les pasa?!

Miro a la maliciosa mujer que está pensativa.

—Parece que el Supremo Señor Letra, quiere jugar un juego macabro.

¿Supremo Señor Letra? Suena a un alto rango. Si no estaría atrapada, hubiera comunicado tantas cosas. Los odio a todos. Qué rabia me da esta impotencia, maldita sea. Estúpido sentido de la justicia, no me sirves para nada. 

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