25: Vigilado
Eiden
Apenas desembarcamos y llegamos a tierra firme, consigo un médico confiable, el cual pueda revisar a Merche, para sacar todas las dudas sobre la salud de ella y mi hija. En el trascurso de la situación, Russel nos acompaña, claramente tiene órdenes de Neill de vigilarme. Aún trabajo para él, le sigo debiendo lo que le prometí y sobre todo, continúo siendo prófugo de la ley.
Es como si estuviera atado de pies y manos.
Entramos al consultorio del ginecólogo, le explicamos la situación y muy amablemente nos aclara todo con detalles. Una vez que examina el estado de su embarazo y nos cuenta que está normal. Merche lanza un suspiro.
—Qué bueno. —Sonríe.
—Solo te voy a recetar unas píldoras de hierro, ya que tu cuerpo está débil. Así la niña y tú estarán perfectas para cuando llegue el momento esperado. —El médico se pone a escribir—. Pero puedes seguir tu vida, tranquila y normal —agrega por la anterior pregunta que hicimos sobre tener relaciones—. Y pues vengan a verme en unos días, tenemos que ir viendo la preparación para el día del parto. —Sigue anotando y luego le entrega el papel a Merche—. Nos veremos pronto —nos saluda y nos retiramos.
Caminamos por los pasillos y Merche se encuentra pensativa.
—¿Ocurre algo? —le pregunto con curiosidad.
—No puedo creer estar aquí, todavía no reacciono.
La detengo y acaricio su cabello, algo que se me ha hecho costumbre últimamente.
—Créelo, estamos aquí. —Le doy un leve un beso en los labios.
—Es que... no sé, mi cabeza sigue siendo un lío. —Agarro sus manos y sonríe, pero luego deja de hacerlo—. ¿Qué va a pasar a partir de ahora? —Baja la vista.
—Serás una bella madre.
Niega con la cabeza.
—No me refiero a eso, pienso y me doy cuenta, que todo es tan injusto.
—¿Por qué dices eso? —La miro con preocupación.
—¿No lo ves? Estoy ignorando la situación. Analízalo. —Levanta su vista y me observa directo a los ojos—. Perderé mi trabajo —dice de repente—. He ocultado mucha evidencia, soy una pésima policía... —intento interrumpirla, pero continúa—. Déjame hablar. —Frunce el ceño, luego suspira—. Mi hermana me odia. —Golpe bajo, está demasiado desanimada—. Mi mejor amigo corre el riesgo de perder su cargo por ayudarme. —Bufa—. Y la única persona que más amo en el mundo y que me queda eres tú, mi ángel, sin embargo, eres un prófugo de la ley, tarde o temprano te encontrarán. ¿Y quién más hay? Nadie. Estaré sola con una bebé que no sé cómo voy a cuidar. —Luego mueve la cabeza y presiona sus dientes—. ¿Y quién sabe cuándo el psicópata de Clow vuelva a aparecer? Ni siquiera tendré un arma para defenderme porque estaré desempleada. —Sus ojos su humedecen—. ¿Qué va a pasar, Eiden? ¿Qué me queda? Tengo tanto miedo y ya no soy yo.
Acaricio su mejilla.
—Primero, aleja toda esa energía negativa, te hará mal a ti y a la beba. Segundo, no pienses en el después, vive el ahora que es lo importante y tercero, haré todo lo que esté a mi alcance, para que todo lo que te preocupa, desaparezca. Lo prometo, nada malo va a pasar. —Me acerco a sus labios—. Volverás a ser la misma y te levantarás más poderosa que nunca, entonces todo eso que te acompleja se irá, pero mientras tanto, yo te protegeré. —Uno nuestras bocas y le doy un beso profundo, lleno de amor. Me abraza e intensificamos la sensación, nuestras lenguas se juntan también. Me separo un poco de ella y suspira—. Creo que es hora de que cumpla la otra promesa que te hice.
Se sonroja, entendiendo, y asiente, nos vamos de allí.
Nos tomamos un taxi y por el espejo retrovisor, visualizo a Russel que todavía nos sigue. Se está volviendo irritante. Llegamos a un hotel, me fijo si lo hemos perdido de vista, no obstante, es imposible. Sigue vigilándonos. Le pago al taxista y entramos al edificio. Pago unos días, dando una identificación falsa y entramos a la habitación que nos asignan.
Merche camina despacio por el cuarto y mira cada parte, sonríe.
—Esto me hace acordar a la vez que nos declaramos nuestros sentimientos.
—Que yo sepa tú tardaste más —la provoco y me pega un codazo—. Auch. —Me río.
—Qué malo. —Hace puchero.
Me acerco hasta ella y la agarro de la cintura.
—¿Lo olvidas? Yo soy el delincuente y tú la policía, arréstame. —La beso—. Pero en la cama, por favor —susurro en su oído.
Se ríe.
—No seas bobo. —Está por besarme y retrocede hacia el colchón, pero me aparto.
—Un segundo. —Me acerco a la cama primero y agarro las almohadas, las acomodo en la posición que más o menos me parece correcta.
—¿Qué haces? —pregunta confundida.
—Es para que estés cómoda. —Agarro su mano y recuesto su espalda sobre uno de los almohadones, de forma que su espalda no quede plana y yo no tenga por qué aplastar su abdomen.
—Eres tan atento. —Sonríe—. Mi ángel. —Me besa y le correspondo, mientras comienzo a acariciar su cuerpo, delicadamente.
Empiezo quitándole la remera que le conseguí, me deshago del corpiño y pellizco uno de sus pezones, ella gime. Me saco la camisa y le dejo ver el torso que sé que tanto le gusta. Siempre lo roza y esta no es la excepción. Beso cada parte de su cuerpo y me desahogo de su short.
—Eiden... —exclama acalorada.
—Te amo —la interrumpo, volviéndola a besar de manera hambrienta, porque deseo esos carnosos labios.
Regresa a gemir dentro de mi boca, cuando mis dedos pasan a su intimidad.
—Ah... Eiden. —Suspira.
Noto su humedad y sonrío, sé que soy el único que se la provoca. Le arrebato otro beso.
—Mía.
—Sí. —Vuelve a gemir—. Mío. —Agarra mi rostro y me besa fuertemente también.
—Por supuesto. —Siguen nuestros besos continuos y nuestras lenguas disfrutan sin poderse detener. Es como si no pudiéramos parar ni para respirar—. Te amo —repito.
—Y yo a ti —susurra mientras yo retiro su ropa interior faltante, la cual ya está completamente empapada, así que sonríe—. No sabes las veces que soñé con esto.
—Me imagino. —La vuelvo a besar sin soltarla.
Su mano pasa a mi pantalón, lo desabotona y baja el cierre. Se sonroja más de lo que está al notar mi erección bajo mi bóxer.
—Sigues siendo un apuradito. —Se ríe.
—Tú me calientas rápido. —Hago un chupón en su cuello.
—Y un pervertido.
—Mucho. —Bajo mi ropa interior para demostrar el calentón que estoy sintiendo—. ¿Y ahora qué? —pregunto sin deliberarlo—. Debería...
—¿Un preservativo? —me interrumpe, ¿lee la mente?—. No... —Se acerca a mi rostro—. Te quiero dentro de mí por completo.
—Pero... —digo avergonzado, dudando, no quiero llegar a una situación incómoda. No lo pensé, pero esto también es importante, por enfermedades y esas cosas.
—Eres el único que ha entrado sin protección, ¿cuál es el problema? —Entrecierra los ojos—. ¿Has estado con otra?
Un alivio se apodera de mí, al saber que Clow no estuvo convirtiéndose en peor sádico de lo que es, pero ahora me indigno.
—¿Yo? ¡Jamás! Tú eres la única para mí —declaro, entonces Merche se sonroja al oírme y la beso. El momento vuelve a la normalidad, muy fogoso y romántico, así que sonrío—. Te amo.
Introduzco mi miembro con delicadeza en su intimidad y ella suspira. Empiezo con un ritmo lento, aunque eso no evita que le produzca el placer que quiero proporcionarle. Me muevo excitándola de una manera cariñosa y nos acariciamos mutuamente, mientras nuestros cuerpos se unen en uno, solo formando una sensación exquisita y llena de amor.
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Despierto al escuchar mi celular, le echo una miradita a Merche que está durmiendo y me levanto despacio para no despertarla. Camino hasta el baño y contesto.
—¿Sí?
—Espero que no te hayas olvidado de mí. —Reconozco la voz de Neill y frunzo el ceño—. Tenemos un trato, además de mucho trabajo que hay que entregar.
—No, no me he olvidado de ti —pronuncio molesto.
—Espero que no, porque te puedo delatar en cualquier momento, señor prófugo —advierte.
—Sé lo que tengo que hacer, no tienes por qué amenazarme. —Le cuelgo sin dejarlo continuar porque...
Mi mente solo piensa en matarlo.
Y cuando digo aquello, hablo en serio. Debo alejar esos malos juicios de mi cabeza, antes de que la oscuridad me consuma por completo.
No estoy pensando con sensatez.
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