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22: Tóxico

Merche

Llegamos a la isla que nombró Clow con anterioridad, al fin voy a salir de este maldito barco. Ya llevo ocho meses de embarazo, y si sigo así, va a llegar el momento de dar a luz. El miedo se apodera de mí, al no saber qué voy a estar haciendo cuando Danaya decida salir. Estar en una isla no me tranquiliza. ¿Habrá algún médico aquí? Seguro, aunque quizás los recursos no sean los necesarios. El problema sería si ocurre algo grave, y estando con este sádico, me da miedo pensar en alguna circunstancia peligrosa, que pueda traer problemas. Dejo de mirar por la ventana, cuando abre la puerta.

—¿Ya podemos bajar? —pregunto con voz débil.

Sonríe.

—Sí, ven aquí.

Alza su mano y no me queda otra que aceptarla. Me irrita mucho esta situación. Me siento vulnerable y no puedo hacer nada. Debo proteger a mi beba y eso implica "ser obediente". Detesto esto, esta no soy yo.

Bajamos del enorme yate, entonces mi alma vuelve a mi cuerpo. No necesito estar más en ese lugar que me atrae a mis traumas. Aunque si debo salir de aquí, tendré que soportarlo otra vez. Caminamos y entramos a un automóvil negro con polarizados. El conductor arranca, va por un camino silvestre, para luego pasar por un pueblo. Sin embargo, nos alejamos un poco de allí para llegar a una mansión algo separada de las otras casas.

Es enorme.

Más dinero turbio, salido de la prostitución y gastado para vivir en lujos que no se merecen, ni nunca se merecerán. Asco, asco me dan todos.

Entramos la casa y Clow sigue sosteniendo mi mano mientras caminamos por los pasillos. Qué irritante. Me hace una especie de "visita guiada" y me deja en "nuestra habitación" como dice él. Ya que se retira cuando un guardia lo llama. Me pregunto, ¿de qué hablan? Pero la puerta la cierra enseguida y me deja encerrada allí.

Miro la ventana, aún es de día. Lo único positivo es que no estoy más en ese maldito yate. Me siento en la cama y me quedo quieta. Como siempre, no hay forma de salir. Clow toma todas las precauciones, sabe que hay métodos que yo sé para huir. La ventana tiene rejas, no hay ningún elemento que se pueda utilizar y no hay nadie a quien pueda convencer. Me recuesto en el colchón, me quedo tiesa estando amargada. Cierro los ojos, para perderme en el mundo de los sueños, el único lugar feliz en este momento.

~~~

—Gatita... —Siento la mano de Clow en mi pierna y me despierto—. Realmente eres una minina, durmiendo de día. —Me encuentro con sus ojos grises cerca de mi rostro y acaricia mi cabello—. Hermosa minina. —Une sus labios con los míos.

¡Mierda, está animado!

—Déjame, Clow. —Forcejeo.

—Quédate quieta. —Besa mi cuello y siento su mano presionar mi trasero—. Estás preciosa, deliciosa. —Se relame los labios. Maldita sea, tengo que soportarlo—. Estás de suerte, hoy te daré tu sorpresa, llegó más rápido de lo pensado.

—Si violarme es mi sorpresa, eso no es novedad —exclamo con asco.

Él se ríe.

—No, Gatita, esto solo es un plus. —Vuelve a besarme, pero por suerte se baja de mí, levantándose de la cama y me ofrece la mano—. Ven aquí. —Respiro agitada y me siento, no la agarro, estoy frustrada—. Gatita, obedece —insiste y bufo para luego aceptarla—. Buena chica.

Caminamos por los pasillos, entramos a una habitación que da una ventana cerrada, no se ve nada y me sienta en una silla. Apoya las manos en el soporte del asiento y me indica que espere allí. Regresa a besarme, para luego retirarse.

Las horas pasan y sigo aquí, debe ser de noche. Tengo unas ganas de mear tremendas. ¡Maldita sea! Y el trasero ya me duele de estar sentada. Me levanto, mala idea, tengo más ganas, vuelvo a sentarme. Voy a quejarme con el arquitecto que creo esta edificación. ¡¿Por qué no hay un baño aquí?! Cierto, soy rehén, no puedo quejarme de nada.

Oigo ruidos del otro lado de esa ventana, sin embargo, no sé qué hay del otro lado. El miedo a lo desconocido es grande. Me voy a hacer encima, con lo cobarde en lo que me estoy convirtiendo. Me sobresalto, cuando lo que cubre la visión de la ventana se abre. Mi expresión es de sorpresa y me paro.

Eiden.

Mi ángel está atado y desmayado del otro lado de esta habitación. Escucho como Clow entra al cuarto en dónde estoy, pero mis ojos solo miran con preocupación a mi amado. De repente, veo como se despierta y corro lo más cerca del vidrio que puedo. Toco lo que nos separa otra vez, odio este maldito material.

—Gatita. ¿Te gusta mi sorpresa? —El desgraciado me agarra de la cintura—. Bésame —ordena.

—No... no quiero. —Menos delante de Eiden.

Esta es la peor humillación que podría haber tenido.

—Bésame —vuelve a exigir y me acerca más a su cuerpo—. Esto va a terminar mal. —Sonríe—. Obedece.

—No. —Forcejeo—. No quiero... déjame. —Empujo, pero no hay forma.

Agarra mi rostro con fuerza, ya que no hago lo que me ordena y junta nuestros labios, obligándome a besarlo.

Noto que Eiden está gritando algo, pero no logro oírlo. Creo que el vidrio es antisonido. Clow me mete la lengua y chuponea cada parte de mi boca, hasta que al fin puedo respirar cuando se separa. Pero lo que sigue después, me gusta menos. Camina hasta un intercomunicador, presiona un botón y descubro que por su reacción Eiden puede escucharlo.

—Vamos a jugar, hermanito. —Sonríe con malicia el desgraciado—. ¿Recuerdas lo que te lancé? Pues tengo algo mucho mejor. —Aprieta otro interruptor en el tablero y me asusto.

—¡Clow! ¡No! ¡¿Qué haces?! ¡Maniático! —le grito alterada, viendo como la habitación comienza a llenarse de alguna especie de tóxico y mi ángel empieza a toser con sangre.

—Voy a regalarte un lindo cadáver. —Me mira y se burla.

—No, Clow, por favor —digo angustiada y mis ojos se humedecen.

—Disfrutemos del espectáculo. —Continúa sonriendo, pero...

Visualizamos a Eiden pararse, escupe sangre, pero se levanta aun débil. Mira a Clow y ahora es él quién sonríe. Creo que mi amado se ha vuelto loco. ¿Quién sonríe en esa situación? ¿Será por el tóxico?

—Clow. —Escucho desde el intercomunicador su voz y mi corazón se acelera—. Te olvidaste de quitarme la muñequera. —Levanta su mano.

¡Está desatado y tiene un cuchillo! Me sorprendo cuando lo tira hacia el vidrio y este se rompe en mil pedazos. Okey, creo que me hice encima con toda esta situación.

—¡¿Pero qué mierda?! —grita el sádico y se gira a toda velocidad hasta la puerta, abriéndola, agarra mi brazo y me entrega a un guardia.

—¡¡Clow!! —Oigo a Eiden furioso, aunque ya no está en mi línea de visión.

¡¿Pero ahora qué está pasando?! 

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