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20: Familia

El Señor R hace una cara de disgusto, al ver a Malya que sigue acercándose con una sonrisa. Veo como los guardias se llevan el cuerpo del hombre y pienso en Demián, ¿tendrá que ver? Intenta matar a todos los hermanos, está desquiciado. Aunque puede ser que Hermes tenga más enemigos, pero todavía sigo sin creer lo que ella hizo. ¿Cómo es posible que se haya convertido en alguien así? No logro entenderlo.

—Es la tercera vez que me salvas —exclama el castaño.

¿Tercera?

—Es un placer. —Sonríe mi hermana.

No puedo ver esto. Se dan un leve beso y yo pongo cara de asco. No quería ver eso, de verdad que no.

—¡Puaj! —Parece que a su padre tampoco le gusta—. ¿Todavía sigues con esa zorra? Arruina el negocio.

Malya frunce el ceño, pero luego sonríe.

—Creí que iba a felicitarme, salvé a su hijo.

—No estoy interesado en felicitar a zorritas como tú —se burla.

Si vuelve a decirle zorra a mi hermana, juro que le pego un puñetazo. Él es el menos indicado para insultar a alguien. No importa en lo que se haya convertido, ni que me esté ignorando como si no existiera, sigue siendo mi hermana y aún quiero mis respuestas. Necesito saber, ¿qué es lo que pasa por su cabeza?

—Zorrita... —repite enojada—. Detesto que me llamen zorrita. —Guarda el arma bajo el vestido que tiene el estuche de esta—. Querido suegro, creo usted aún no entendió algo. —Se le acerca, desafiante.

—¿Y qué es?

Me percato, tiene un pequeño cuchillo en la mano, ¿pero cuándo...? Cuando guardó el arma, lo agarro en ese momento, ¿pero por qué?

Me sorprendo.

—Esto. —Sonríe y se lo clava en la mano.

—¡Agh, zorra! ¡Controla a esta loca! —El padre se saca el cuchillo y lo tira. Hermes lo ignora como si no hubiera pasado nada—. ¡¿Me estás escuchando?! —exclama furioso.

—Estoy ocupado —responde su hijo.

—¿En qué?

Saca un cigarrillo y lo enciende.

—Fumando.

No sé si reírme o llorar, esta escena es de locos.

—¿Qué extraña situación es esta? —pregunto desconcertada.

—Ah, hablas —exclama Malya, desinteresada.

—¿Qué clase de reacción es esa? —Frunzo el ceño.

—Se llama venganza, ¿la conoces? —Vuelve a sonreír.

¿Venganza? ¿Venganza contra R? ¿Pues qué hizo? Aparte de ser un psicópata asqueroso, claro.

—¡Ja! ¿Qué estupidez? —se burla el nombrado—. Sigues con esa idea, si fuera cierta, ya me hubiera muerto.

—No —esta vez habla Hermes—. Si yo sería quien se ocupa, ya estarías muerto, pero la dejo actuar a ella porque tiene el derecho. —Mira su reloj—. Tengo que irme.

—¡¿Qué?! ¡¿Ya?! —Malya vuelve a su actitud de niña pequeña—. Pero... —Hace puchero.

—Negocios. ¿Vienes?

—Ni ganas. —Rueda los ojos.

Veo como Hermes se va y ella lo sigue con la vista, mirando cómo se retira, haciendo puchero enojada, como la niña caprichosa que siempre ha sido. Giro la vista y noto que R se ha ido. ¿Realmente le tiene tanto miedo a Hermes como para desaparecer así? Están todos locos.

—Creo que nos quedamos solas —acoto.

Malya me mira y sonríe.

—Es cierto.

—Quiero hacerte una pregunta.

—¿Sí? —Sigue sonriendo, parece como si fuera antes, pero sé que no es así, ambas estamos cambiadas.

—¿Pensaste en mí en algún momento?

—¿Hablas de antes? ¡Por supuesto!

—¿Y ahora no?

—Ahora ya no me importas —dice seca—. Lo siento, si buscas sentimentalismos, no los tengo, ya los perdí. —Sonríe.

—Los... ¿Los perdiste?

—Sí, recuerdo que cuando nos secuestraron lloraba como idiota. —Se ríe de sí misma—. Pero gracias a dios que los perdí.

—¿Te hicieron algo? —pregunto angustiada.

Se forma un silencio y no responde. Lo piensa incluso. Hasta que pronto sonríe.

—No, Hermes siempre estuvo para rescatarme.

Frunzo el ceño.

—Hermes es un asesino.

—Y yo también —dice estando tranquila.

—Pero...

—Él no me obligó a matar a nadie, yo lo hice sola. —Luego sonríe—. Por suerte, superé la culpa.

—No tiene sentido esta conversación —digo angustiada.

—No, la verdad que no. —Me da la razón—. Me aburre mucho.

—Malya, yo...

—Disculpe. —Observa un guardia a Malya y me señala a mí—. El señor R me ha dicho que la devuelva al prostíbulo.

¡Qué inoportuno! ¡¿Y por qué le avisa a ella?!

Noto como Malya piensa una respuesta y luego me mira.

—Como sea. —Rueda los ojos y veo cómo se gira para irse.

—¡Espera! ¡No hemos terminado de hablar! —El guardia me agarra el brazo, yo lo golpeo y la sigo—. ¡Malya, espera!

Salgo del salón para seguirla por un pasillo, ella camina tranquila como si no le importara nada.

—¡Malya! —la vuelvo a llamar, pero me sigue ignorando. Aumento mi velocidad y le logro agarrar la mano—. ¡Eres mi única familia, no me ignores! —digo nerviosa.

Ella frunce el ceño y se suelta.

—Ya no somos familia, Merche.

Una punzada pasa por mi pecho.

—¿Por qué? —digo angustiada.

—Porque somos enemigas.

—No digas eso. —Mis ojos se humedecen.

—Eres policía y yo una asesina, lo único que nos une es tu placa para llevarme a la cárcel.

—No, eso no es cierto, Malya, yo te quiero, eres mi hermana, jamás haría algo para lastimarte. —Vuelvo agarrar su mano—. Ni tú a mí, ¿cierto? —pregunto con esperanza.

—No sé —responde indecisa y me parte al medio pensar que ella pueda siquiera tener que planteárselo.

—No digas eso.

—¡No digo nada! —exclama enojada y vuelve a quitar mi mano de la de ella—. Yo sé lo que he hecho. —Sonríe—. Y es lo que soy.

—Pero... no le has dicho a nadie que soy policía —le aclaro.

—Cierto, pero se me puede escapar —advierte.

—Malya, escúchame —insisto, pero me interrumpe.

—Si te digo dónde está Eiden, ¿me dejarás de molestar? —me avisa y me sorprendo.

—¿Cómo es que...? —Me sonrojo.

—¿Cómo es que lo sé? Soy la esposa de Hermes, ¿lo olvidas? Yo sé más cosas que cualquiera de los presentes en esta absurda reunión mafiosa —exclama con confianza—. Además, si yo quiero, puedo enviarte con tu Eiden.

—¿Qué estás...?

—Eh, guardia —llama uno parado en la columna del pasillo—. Escóltala a la clínica de la familia y que me deje de molestar, por favor.

—Sí, señorita Malya. —Asiente el hombre, como si ella tuviera autoridad, le obedece y me agarra del brazo, sacándome de allí.

Esto me tiene más confundida que antes y solo quiero que mi cerebro deje de funcionar. Maldición, estoy cansada.

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