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19: Miedos

Merche

Hace diecinueve años.

Pronto cumpliré los siete. ¡Soy feliz! Mami me comprará juguetes y papi me llevará en un viaje en barco. Festejaremos mi cumple allí.

—¡Es enorme! —grito y corro divertida por todo el lugar.

Malya, mi hermanita de tres, me sigue.

—Merche, no hagas eso, que después tu hermana se copia —me reprende mi madre al verme sobre la mesa.

—Pero... —Hago puchero e inflo los cachetes.

—¡Yo subí! —Malya levanta las manitas.

Mi padre se ríe.

—Aquí no, peque. —La alza entre sus brazos.

—Bájate de ahí —vuelve a retarme mi mamá y lo hago.

—Pero quiero ser una heroína —me quejo—. ¡Seré como Superchica!

Bufa.

—Esto es un barco, es peligroso.

—No pasa nada, cariño. Mi amigo me dijo que es completamente seguro. —Mi papi intenta calmar los miedos de mi mami, mientras mueve a Malya jugando—. Niña consentida —dice y ella se ríe.

—Cuando sea grande, pelearé contra los malos. —Bajo de la mesa y sonrío.

—Adivino. —Mamá mira a papá, enojada—. ¿Miraste otra vez esa serie policiaca?

Él se ríe y baja a Malya, que estira los bracitos para que la levante de nuevo.

—Mi culpa. —Papi se ríe, entonces se acerca a ella y la besa.

—¡Guácala! —decimos mi hermana y yo a la vez.

Mi mamá también ríe, así que se dan otro.

—Fuchi, beso, no, dah. —Saca la lengua Malya y se va corriendo.

Yo la sigo.

El barco es enorme, la sigo por los pasillos y me mareo. Todo se mueve aquí, da miedo. Me perdí, hay mucha gente y no veo a mi hermanita. Creo que voy a llorar. Vale, me puse a lloriquear, pero no por eso. Un movimiento brusco se ha formado en la sala y todos corren.

Miro a un lado y otro, no entiendo nada.

No lo sé. Desde ahora, no me gustan los barcos.

—¡Malya! —la llamo gritando y llorando—. ¡Mamá! ¡¡Mamá!! —Tengo miedo. Oigo una explosión y me agacho, chillo—. ¡¡Ah!! Mami...

Continúo lloriqueando, hasta que un señor me levanta y me dice que me oculte bajo una mesa. Hay mucha gente gritando, no entiendo nada, intento salir.

—Quédate ahí —insiste y se va.

Me quedo allí como el hombre me indicó, hasta que hay silencio y salgo. No quiero estar aquí. Voy afuera y no veo a nadie. Solo observo el agua que me marea y me hace volver adentro por el miedo. Corro a la puerta y me escondo, cuando noto a una persona acercarse.

Es una mujer. La visualizo mejor, tiene una placa, como la chica de la serie que mira papá.

—Todo está bien, ven aquí. —Me sonríe.

—Quiero a mi mami. —Mis lágrimas siguen cayendo.

—Ven, buscaremos a tu mami —me ofrece su mano.

—Me da miedo el agua —le aviso, los barcos ahora me daban miedo—. Mi... mi hermana se perdió.

—No te preocupes, todo está bien. ¿Cómo se llama tu hermana? —pregunta amigablemente.

—Ma... Malya.

—A ella también la buscaremos, vení. —Me levanta entre sus brazos, yo la abrazo, aunque veo el agua y cierro los ojos por el miedo.

Me pasan a otro barco, los adultos hablan cosas que no entiendo. Sonrío cuando veo que traen a mi hermana.

—¡Mana! —grita ella y corre hasta mí, llorando.

—¿Dónde está mami? —Miro a la mujer policía, pero no me responde nada, así que cambio la pregunta—. ¿Dónde está papi?

Tampoco hay contestación.

Actualidad.

Abro los ojos, entonces me sobresalto, estoy sobre una cama, en un cuarto cerrado, pero siento el movimiento del yate y las náuseas me atacan enseguida. Veo el pequeño baño y corro hasta este, vomito al instante en el inodoro.

—Puaj —hago sonido de asco y respiro agitada.

¿Por qué tenía que ser un barco? Maldita sea.

La última vez que estuve en una embarcación, fue a los seis años de edad y la verdad, no me interesa recordar el día de la muerte de mis padres. ¿Quién iba a pensar que había terroristas metidos en ese gran vehículo de agua? Odio los malditos barcos.

—Puaj. —Vomito de nuevo.

Ahora encima de aguantarme a Clow, tengo que aguantar mis fobias. Y las malditas náuseas, que me provoca estar en esta porquería.

Oigo la puerta abrir y me sobresalto.

—¿Otra vez? —El maldito desgraciado está aquí. Acota sobre mis constantes vómitos.

—¿No pudiste haber pensado en otro lugar? —Lo miro con odio, pero debo dejar de observarlo cuando siento las arcadas de nuevo.

Se ríe y se me acerca.

—No te preocupes, cuando desembarquemos, te sentirás mejor.

—¡¿Cuándo?! —grito desesperada, ya ha pasado otro mes—. ¡¿Te das cuenta que si sigue pasando el tiempo, voy a parir en un barco?!

Y prefiero que eso no sea así.

—Ya, cálmate. —Se agacha y me acaricia el cabello—. Todo está bien, no te preocupes, yo me encargaré de todo.

Golpeo su mano para que no me toque.

—Eso no me tranquiliza, eso me asusta. —Frunzo el ceño.

Se levanta y camina hasta la puerta.

—Te lo dije, es una sorpresa. —Sonríe y se retira.

Maldita sea, más tiempo pasa, cada vez tengo más miedo. Me toco el vientre, está enorme. Danaya sigue creciendo, pero a este paso, me preocupa cuando quiera salir y si sucede algo peligroso, no quiero ni pensarlo. Estoy asustada y eso para mí es decir mucho. 

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