15: Deseo
Abro los ojos y me encuentro con el rostro de Eiden durmiendo delante de mí. Siento su respiración al estar a tan pocos centímetros. Me deleito observándolo y mi corazón se acelera, descontrolado. Ese momento en que nos declaramos nuestro amor mutuamente, fue mágico. Quisiera que fuera para siempre. Me abrazo más a él, debajo la manta que nos cubre, y apoyo mi cabeza bajo la suya.
—Merche. —Oigo su voz y me sonrojo. Diviso como mira la ventana—. Ya es de noche.
—Nos quedamos dormidos —aclaro y me río.
Sonríe y se sienta.
—Debería pedir algo para comer. —Se acerca a la mesita de luz, entonces agarra el teléfono, bosteza y me causa gracia—. Servicio al cuarto, por favor.
Mientras habla lo observo otra vez. Qué buen torso. Me muerdo el labio inferior. Nunca pensé que volvería a desear a un hombre de nuevo. Debe ser porque Eiden es una persona tan gentil, no hay manera de describir su amabilidad.
Cuando traen la comida, termino poniéndome una camisa de él y huelo su perfume mientras estoy sentada en la cama. Eiden se ríe al traer la bandeja al apoyarla sobre el colchón.
—¿Te gusta mi ropa?
—Me encanta, pero prefiero que no la lleves puesta. —Señalo sus pantalones.
—Qué atrevida. —Me besa y luego me da una porción de pizza—. ¿Quieres?
—Te quiero a ti, pero te la acepto. —Me río y comienzo a comer.
Eiden también mastica y nos miramos como tontos. Así de cursis parecemos, pero no me importa parecer hipnotizada. Me siento tan bien y por eso no es importante.
Mi desconocido toma un poco de jugo y luego de apoyar el vaso, pregunta:
—Te va a sonar tonto lo que voy a decir, pero... ¿Merche es de Mercedes, no?
Me río.
—Sí, sí, es de Mercedes. Me llamo Mercedes. —Ruedo los ojos—. Como el auto.
—Pues eres un auto muy sexy. —Me sonríe y me sonrojo.
—No digas estupideces, los autos no son sexys. Son autos, no tienen sex appeal —exclamo de manera seria, ignorando su piropo.
—Bueno, yo no tengo auto, así que no lo sé. —Se ríe y aunque ese chiste es muy tonto, me río también.
—¿Y qué tienes? Porque vinimos con un auto para acá.
—Es de un amigo, yo tengo motocicleta.
—Uh, chico malo, no te imaginaba en moto. Aunque ahora que lo pienso te queda bien. —Me muerdo el labio inferior, imaginándomelo.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, ni yo de ti. Me encantaría decírtelas todas y saber todas las tuyas también —expresa sus pensamientos abiertamente y me emociona, pero también me alerta.
Estoy viviendo un cuento de hadas que en cualquier momento se va a romper. Puede que me sienta feliz, pero no quita la razón por la que debo volver al prostíbulo.
Soy una infiltrada y mis compañeros esperan la información. Hay chicas sufriendo, no puedo quedarme de brazos cruzados y ser solo yo feliz. Es mi deber como oficial policial y lo que siento por la justicia con el deseo de salvar a esas mujeres de esos que no pueden llamarse personas al usarlas.
—¿Merche? ¿Estás bien? —me pregunta al quedarme tildada en mis pensamientos.
—¿Eh? Sí, creo que me cayó mal la comida —miento, no quiero mentir, aunque tengo un problema más grande ahora que me doy cuenta.
¿Qué pasa si yo logro conseguir la información y entregarla? ¿Qué pasa con Eiden? Forma parte de este lugar, de esta corrupción, podrían llamarlo cómplice. ¿Puedo defenderlo antes de que algo como eso ocurra? Confío en él más que nada, siento que podría contarle, pero su decisión puede ser tan compleja, que no quiero saberla. Estoy segura que se echaría la culpa, aceptaría su condena y no quiero que eso ocurra, no sé si puedo salvarlo.
Siento sus labios sobre los míos y otra vez vuelvo de mis pensamientos.
—¿Qué es lo que te atormenta? No me creo lo de la comida —expresa bien próximo de mi cara, hasta puedo sentir su respiración.
—Nada, estoy bien —pronuncio a lo bajo y evito su mirada, aunque es casi imposible porque lo tengo tan cerca, que hasta podría abrazarlo.
—Si no quieres contarme algo, no me lo cuentes, no te estoy forzando a decírmelo y aunque es mejor sacar las cosas afuera cuando te sientes mal, respeto tus deseos, puedes guardarlo y yo puedo esperar.
—¿Por qué eres tan bueno? —pregunto directo.
—No lo sé, ¿por qué crees tú?
—Quizás eres un ángel. —Sonrío.
—Si yo soy un ángel, tú eres mi aura divina, la que me guía y me convierte en lo que soy. —Me abraza.
—¿También eres poeta?
—No, tú me conviertes en uno.
Me voy a volver loca, de lo romántico que se ve esto. Lo abrazo también. Esto es tan bonito y es solo para mí. Cierro los ojos.
—Gracias, no desaparezcas.
—Nunca.
~~~
Ya es de mañana, dormir abrazada a Eiden ha sido muy lindo. Sigo pensando en cómo volver o qué quiere hacer él. No obstante, parece que no planea devolverme al prostíbulo. Entiendo sus sentimientos, pero yo tengo una misión y no voy a abandonarla. Aunque él no la sepa, debo seguir, ¿pero cómo lo convenzo?
Salgo de mis pensamientos cuando oigo ruido en la habitación. Me mantengo en silencio, no abro los ojos, escucho el seguro de un arma y me siento.
—Demián —lo nombro al verlo.
—Hola, señorita. ¿Me extrañaste? —El rubio sonríe, apuntando a Eiden que sigue durmiendo.
—¿Por qué lo apuntas a él? Creí que querías matarme a mí.
—Quiero matar a tantas personas, no tienes una idea de cuantas, empezando por él. ¿Sabes cuántas veces lo mandé a matar?
Las palabras de Hermes resuenan en mi mente.
"Hay otro asunto que vamos a tratar aparte de proteger tu vida".
—¿Tienen que protegerlo de ti? Pero es tu hermano.
—Medio hermano para ser exactos, pero esa no es la razón de querer deshacerme de él, después de todo, quiero deshacerme de cada uno de ellos, y pensándolo mejor... —Se acerca hasta mí y me saca de la cama—. Voy a matar dos pájaros de un tiro, tú serás la carnada y así también me deshago de Clow. —Me saca fuera de la habitación y la cierra con llave—. Con esto se dará cuanta que te tiene que ir a buscar.
—Maldito malnacido, ¡suéltame! —Forcejeo, pero me apunta con el arma y me quedo quieta—. Eres un cobarde.
—Puede que sí, pero todo por mis ambiciones. —Me empuja y me lleva hasta su auto—. ¿Sabes cuál sería el perfecto lugar para que seas una carnada? —Hace una pausa y luego nombra el sitio—. Imperio.
—¿Imperio? —pregunto confusa mientras ata mis manos, para luego arrancar el automóvil.
—Sí, Imperio. ¿Lista para conocer uno de los lugares que maneja mi querido hermano mayor?
—Tu hermano, ¿hablas de Hermes?
—Hablo del infierno. Te voy a llevar al sitio donde la parca se lleva a sus víctimas. ¿Lista para tener miedo?
—La... ¿La parca? —pronuncio impactada.
Está loco, ¿por qué llama a su hermano así?
—Sí, Hermes es la muerte, mejor dicho, te dará la muerte si descubre quien creo que eres. Quizás pueda matar no solo dos sino tres pájaros de un tiro. —Se ríe de forma macabra mientras maneja.
La parca, el desquiciado, el preso, el sádico. Cada hermano podría tener una denominación y el único salvable es mi ángel. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? Solo deseo que no le pase nada, ese es mi gran anhelo.
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