10: Hermana
Los días siguen pasando y Eiden continúa sin conseguirme un encuentro con mi hermana. Ese Hermes debe ser difícil de convencer. ¿Qué estoy haciendo? ¿Desde cuándo dependo de alguien para lograr lo que deseo?
Me levanto de la cama y busco en la habitación algo que me sirva para abrir la puerta. Mientras espero podría seguir con mi misión en vez de holgazanear. En cualquier momento podrían venir mis colegas a buscarme y yo estoy perdiendo el tiempo. No sé por qué he actuado así, pero esto se acaba ahora.
Reviso cada rincón y al fin encuentro una hebilla de pelo. Una chica normal no podría abrir una puerta con esto, pero una mujer perfectamente entrenada puede convertir este accesorio en una buena llave. Hago un poco de fuerza y doblo la pequeña parte que sirve para enganchar el cabello, logro la forma correcta para hacer una especie de ganzúa trucha, pero que sirve.
Me acerco a la puerta y comienzo a maniobrar una de las mejores cosas que sé hacer, mi trabajo. Escucho el primer clic y sonrío, solo faltan tres. Muevo de nuevo la falsa ganzúa y escucho el segundo. A punto de llegar al tercero me detengo, alguien puso la mano en la manija. ¡Mala suerte! Retrocedo y guardo el accesorio rápido. La puerta se abre y suspiro.
Eiden.
—¿Qué haces? —pregunta al verme apoyada sobre la pared, fingiendo no hacer nada. Claro, en un lugar el cual, nunca me ve cuando entra.
—Me aburría.
—Ah —exclama aun pensando.
¿Sospechará algo?
—Apareciste —acoto—. ¿Alguna noticia?
—No —dice directo. Como siempre—. Pero... —¿Eh?—. Hermes ira a hacer negocios esta tarde.
—No entiendo. —Lo miro, confundida.
—Quizás deberíamos tomar un riesgo.
¿De verdad? ¡Al fin!
—¿Cómo? —pregunto decidida.
—Él no está, podemos ir a su casa, pero...
—No parece muy riesgoso —lo interrumpo.
—No es riesgoso si no se entera, aunque cabe la posibilidad que lo haga, mejor dicho, hay mucha posibilidad de que lo sepa.
Frunzo el ceño.
—¿Tanta?
—No lo conoces, pero si habría que denominar a las personas con adjetivos, el suyo sería "peligroso" y no estoy bromeando —dice seriamente.
—Entiendo.
Cuando lo vi por primera vez, lo noté, y ahora Eiden me lo confirma. Hermes es la persona con la que tengo que tener más cautela. Estoy segura de que si lo veo seguido, me descubrirá, lo presiento. No parece alguien fácil de engañar.
Sin más que conversar, soy acompañada por mi desconocido a un automóvil negro. Como es de esperarse, otra vez no logro conseguir ninguna dirección. Llegamos a la enorme casa. No lo puedo creer, ¿cómo hace para no ser descubierto? Si lo pienso, puede fingir que trabaja de otra cosa, ¿pero de qué? Quizás si lo sé, descubra el apellido y lo meta en la cárcel.
Una mucama nos abre la puerta y pasamos. Se nota que la mujer conoce a Eiden al atenderlo, obviamente es el hermano del dueño de la casa. Eso me molesta porque se supone que... ¿Debo enviar a mi desconocido a las rejas también? No quiero pensar en eso, no voy a pensar en eso.
Miro para todas partes, este hombre vive en un lujo tremendo, le gusta vivir bien. ¡Asqueroso! Vive en un lugar precioso a costa del sufrimiento de otras personas. ¡Lo aborrezco!
Estoy impaciente. ¿Dónde estará mi hermana?
—El señor Hermes no llega hasta tarde, ¿quiere que lo llame? —pregunta el ama de llaves.
—No, lo vamos a esperar —responde Eiden y se sienta en el sillón, luego mira a la mujer—. Puede retirarse —le indica y esta se va.
—¿Y ahora qué? —cuestiono las acciones de Eiden.
—Pues... estamos aquí, pero no deberíamos hacer ningún movimiento extraño, quédate quieta y esperemos.
—¿Qué? ¿Por qué? —Yo me pondría a recorrer la casa, con cautela, pero la investigaría.
—Cualquier movimiento en falso, Hermes tomará represalias y no vamos a arriesgarnos.
—¡Puf! Esto es ridículo —me quejo y me siento a su lado.
Un silencio incómodo se forma entre nosotros dos. De vez en cuando lo miro de costado sin mover mi cara que está hacia el frente. Mis emociones siguen a tope, incluso aumentan, más cerca de él. ¿Por qué siento esto? ¡¿Por qué?! Debo alejarme de estos pensamientos.
Lanzo un suspiro y él mueve su rostro a verme. Mis mejillas arden al sentir su mirada penetrante en mí. ¡Cielos! Contrólate.
—¿Todo bien? —pregunta con toda esa amabilidad que siempre tiene.
—S... sí —respondo nerviosa y como una tonta. ¡Agh! Que termine esta situación de una vez.
Parece que mi pedido se hace realidad, porque el mundo se detiene, giro la vista y la veo, es ella, mi hermana. Malya baja por las escaleras, con su cabello oscuro y esos hermosos ojos que siempre enamoran a cualquier hombre. Está preciosa, su rostro es más mayor, ahora tiene veintidós años. Es obvio, pero me levanto del sillón y la observo mejor. Lleva una remera rosa, junto con una falda con volados lilas, que le hace juego con sus sandalias del mismo color que su prenda superior. Frunzo el ceño cuando visualizo la pulsera negra en su muñeca, aunque cuando ella me ve mi sonrisa regresa.
—Malya —la llamo con voz baja por los nervios y la emoción.
Ella se sorprende y sus ojos celestes se abren más grandes.
—¿Merche?
—S... sí. —Me acerco y la abrazo, sin embargo, hay algo diferente. Siento que su reacción es confusa. La suelto—. ¿Estás bien? —le pregunto.
Necesito saber.
Sonríe.
—Perfecta.
¿Perfecta? Siempre que ella decía eso era cuando... no puede ser, ¿es una broma? Cuando dice que se siente perfecta es cuando sus caprichos se cumplieron. Ella siempre ha sido una persona muy animada y cuando dice que está perfecta, siempre ha sido porque se siente plena, pero... ¿Lo dice por verme? No, lo está diciendo por otra cosa. La conozco y eso significa otra cosa.
—¿Qué quieres decir?
—Que estoy muy bien. —Sigue sonriendo, pero eso no contesta mi pregunta.
Le agarro de las manos.
—Te ayudaré a escapar. —Vamos al tema que me compete.
Ella frunce el ceño y se aparta.
—¿Qué? ¿Estás loca? Te he dicho que estoy muy bien y dice bobadas. —Rueda los ojos.
—¿Disculpa? —Quedo desconcertada—. ¿Qué estás diciendo?
—Que no necesito que me ayudes. —Juega con su cabello—. Estoy muy bien aquí, estoy perfecta. —Sonríe.
—¿Estás bien siendo una prostituta? —Esto debe ser una broma.
—No soy una prostituta —lo niega y mueve la cabeza—. Hermes jamás me haría eso, yo soy su mujer.
Eiden se levanta del sillón, sorprendido.
—¿Qué? ¿Su mujer? ¿La de mi hermano? —Él también parece confundido al igual que yo.
—Eso es una estupidez, él te miente —me quejo.
—No es mentira. —Muestra su mano izquierda y en su dedo anular tiene un anillo—. Él y yo estamos casados. —Mira con cara de enamorada, la joya que parece que tiene muchos quilates.
—¡¿Es una broma?! ¡Dime que es una broma! —La zamarreo, demostrando lo que pienso. Oigo el seguro de un arma y giro la vista, deteniéndome—. ¿Pero cuándo...?
Hermes, ¿cuándo llegó? Y está apuntándome.
—Quita tus manos de mi mujer —exclama con su mirada fría que da miedo.
—Her... Hermano... —Se sorprende Eiden—. Espera...
—¿Cuántas veces te dije que no la quería aquí? —Lo observa mientras me apunta. Un movimiento en falso y estoy perdida.
Suelto despacio a Malya que ni siquiera se inmuta.
—Ya... ya lo hice.
Mi hermana comienza a reír.
—Baja eso, la estás asustando. —No sé cómo, pero esa reacción de ella, hace que él baje el arma. En serio, pensé que iba a matarme. Se acerca y lo agarra del brazo—. Viniste más temprano, soy feliz. —Sonríe, pero Hermes se suelta y Malya hace una mueca de enfado—. Malo, préstame atención.
—No es momento —responde en seco y camina hasta un mueble, agarrando un papel y luego mira a Eiden—. Fuera de mi casa.
Él hace lo que le pide.
—Vámonos —me indica.
—Pero... —me quejo y miro a mi hermana que me sonríe, saludando en un gesto de despedida.
¡¿Qué le pasa a esa idiota?! ¡¿Se ha vuelto loca?! ¡Necesito respuestas!
Veo como Hermes sale también y sube a su auto para irse. Le hace una señal a la mucama que parece que dice "no les abras nunca más" y se retira mientras la mujer parece quedar traumada por esa seña.
Al volver nuevamente al prostíbulo y quedarme otra vez encerrada en esa habitación, sola, porque Eiden vuelve a irse, decido regresar a mi plan de acción anterior. No voy a pensar en mi hermana por ahora.
Empiezo con la falsa ganzúa en la puerta y cuando estoy a punto de abrir, otra vez algo sucede. ¡Qué mala suerte!
¿Qué pasa? Pues tengo a Demián sonriendo y es él quién abre la puerta.
—Oí algo muy interesante de un cliente y me encantaría enterarme el por qué. ¿Cómo es eso que te gustaría saber sobre la sección vip?
Esto no sé si es malo o me favorece, debo responder con cautela.
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