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3: Escapar

El corazón me corre acelerado, pero no me detengo. Toco la manija de la puerta del baño, solo una miradita y me voy a toda velocidad. Abro un poco, se escucha más el sonido del agua que antes, trago saliva e intento ver.

Mis ojos claros lo visualizan, ante la cortina transparente que no está cerrada del todo. Su cabello castaño está empapado mientras se lo enjuaga y sigo el recorrido de las gotas que caen hasta que me detengo en su torso. Me muerdo el labio inferior. Un buen cuerpo tonificado que aunque tiene una o dos cicatrices le quedan sexys. No puedo evitar sentirme atraída por él y sé que no debería, pero es lo que siento, es inevitable esta sensación. Hablando de sentir, mis mejillas se sonrojan y respiro agitada, mi vista se dirige mucho más abajo. Mis ojos se abren de par en par. «Es grande», pienso. Me siento una pervertida y retrocedo, sin embargo, en mi torpes, choco contra la mesita de luz, entonces hago ruido.

―Ay ―chillo y me insulto a lo bajo―. Estúpida.

La puerta del baño se abre de repente y tengo a Hermes desnudo frente a mí. Mi sonrojo aumenta en desmedida.

―Niña caprichosa, agotas mi paciencia ―exclama en seco.

―Lo... lo siento. ―Intente taparme la cara, pero es imposible, mi lado pervertido me obliga a mirarle ahí abajo.

―Te dije que no entraras aquí. ―Se acerca y yo retrocedo, chocándome otra vez con la mesita de luz.

―Pe... Perdón ―vuelvo a decir y ya no puedo retroceder más, la pared se interpone en mi camino.

―Lo escuchaste antes, el perdón no está en mi vocabulario. ―Sus manos se posan a ambos lados de mi cabeza y mis nervios aumentan.

―¿Qué...? ¿Qué vas a hacer? ―pregunto agitada, siento su respiración ante su cercanía, pero no me toca ni un pelo.

―Nada ―dice de nuevo una de sus respuestas cortas.

¿Nada? ¿Cómo que nada?

Soy una pervertida, pensando cosas pervertidas. ¿Pero quién no pensaría en cosas perversas teniendo a un hombre así de sexy, delante de ti y desnudo? Pues yo no podría.

No leo más novelas eróticas.

―En... ¿Entonces?

―Te vas a tu habitación. ―Agarra mi brazo y me lleva hasta allí―. Mañana terminaremos esta conversación, es hora de dormir.

Me suelto.

―¡No me trates como una niña! ―me quejo.

―Eso es lo que eres, una niña, una niña caprichosa. Si quieres que te trate como una adulta, compórtate como una adulta.

Creo que acabo de olvidar que está desnudo.

―Eh... yo... pues... ¿Cómo se supone que haga eso?

¡Deja de mirarle "ahí" Malya!

―Ese no es mi problema. ―Me cierra la puerta en la cara, pero también oigo una llave.

¡Agh, me encerró!

―¡Abre esta puerta, Hermes! ―La golpeo.

―Mañana ―dice lo último y escucho como se retira.

Forcejeo con la manija, bien estúpido de mi parte, porque sé que está cerrada con llave, pero así saco mi frustración.

―¡Hermes! ―grito, sin embargo, no vuelve. Suspiro y me siento en la cama―. ¡Agh, te odio! ―Me tiro para atrás al colchón y hago berrinches como niña. No puedo evitarlo, es mi personalidad. Me abrazo a la almohada―. ¡¿Por qué eres tan sexy?!

Sí, estoy loca.

Mejor me voy a dormir.

~~~

Respiro agitada, oigo el disparo, la sangre. Veo la sangre. ¡Maté a ese hombre, yo maté a ese hombre!

―¡No! ―Despierto sobresaltada, respiro agitada y me limpio las lágrimas de la pesadilla que me persigue desde lo sucedido.

Me levanto de la cama y camino despacio hacia la puerta, pongo la mano en la manija.

¡Está abierta! Él mi abrió la puerta mientras dormía.

Me gustaría saber en qué está pensando.

Salgo de la habitación, bajo al living y lo encuentro tomando su café bien cargado como siempre.

―Bu... buenos días. ―Me sonrojo, siempre está de traje y me encanta.

―Siéntate ―ordena y hago lo que me pide.

―Yo...

―Que lo de anoche no se repita ―me interrumpe―. Además, creo que me faltaron aclararte unas cuantas cosas más.

¿Qué? ¿Más?

―¿Qué cosas? ¿Vas a encerrarme de nuevo? ―pregunto nerviosa.

―Solo si es estrictamente necesario.

―¡¿Qué?! Pero... ―lo interrumpo.

―Estoy hablando yo. ―Me asusto y lo dejo continuar―. Noté que husmeaste toda la casa.

―¡No toque nada! ―me defiendo.

―Silencio, no me hagas repetirlo ―advierte y me mira sin expresión―. Living, baño de huéspedes, tu habitación y la cocina, ese es tu límite. Ni un lugar más.

―¿Y el comedor? ―pregunto confundida―. Lo usé ayer.

―Perdiste ese privilegio cuando entraste en mi habitación. ―Se levanta de su asiento―. Ya me voy. ―Agarra su maletín y se dirige a la puerta, pero se detiene―. Lo olvidé, hay ropa en el armario. ―Sale, entonces cierra con llave.

¿Ropa? Cierto, no me cambio desde que llegué aquí.

Subo las escaleras, entro a la pieza, abro el mueble y me sonrojo. Es verdad, hay ropa aquí, mucha, y es de chica. ¿Es de mi talla esto? Levanto una remera, así que la miro detenidamente. Sí, es de mi talla. ¿Cómo lo supo? Es muy observador, ¿no?

Agarro algunas prendas y las llevo al baño.

También hay ropa interior.

Me imagino que mandó a alguien a comprarlas, pero el solo hecho de pensarlo me hace sentir pervertida.

Me quito la ropa y entro a la ducha. Nunca me he bañado en la casa de otra persona que no sea mi tía, es muy raro. No es como si hubiera alguien más, pero me pone nerviosa igual.

Salgo y peino mi cabello oscuro delante del espejo. Hay tantas cosas en este baño, que parece una boutique. Me pongo lencería blanca, una remera amarilla y una pollera de jean, me veo realmente a la moda. Muevo mi cabello en el espejo, sonrío, no me puedo quejar, soy bonita.

Suspiro, pero de qué sirve ser bonita si a nadie le gusta mi personalidad. Excepto a mi hermana, claro. Estoy tan preocupada por ella. Solo ruego porque esté bien.

Me pongo unos zapatitos y salgo del baño, ¿y ahora qué hago?

Me dirijo a la ventana, visualizo a los guardias, parecen distraídos.

Escapar parece fácil, como cuando escapaba de mi escuela.

No importa lo mucho que me guste ese demonio, si sigo aquí terminaré por perderme a mí misma y no estoy dispuesta a ser tentada por la oscuridad. A menos no, si puedo escapar.

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