26: Libertad
Tengo una duda existencial, ¿es normal tener sexo tan seguido? De acuerdo, el tiempo vuela, pero la cantidad de veces que hemos hecho el amor, son incontables. ¿Será que Hermes es una máquina de calor y no me enteré? ¡En serio! Mi temperatura está al máximo.
Y eso que estamos en el baño.
Las gotas de la ducha caen sobre nuestros cuerpos, pero eso no contrarresta lo caluroso del momento, ni siquiera la fría pared donde está apoyada mi espalda mientras me embiste. Mis piernas rodean su cintura y sus manos me sostienen desde mis glúteos. El movimiento es constante, así que enciende enseguida la pasión.
―Ah... Hermes... eres tan... ―Me observa y espera mi continuación mientras se encuentra en ese estado de excitación, el cual puedo ver la expresión de deseo que solo yo le genero en estos momentos―. Pervertido.
―No me provoques, Malya... vas a salir perdiendo ―jadea mientras habla.
Tiene razón, pero...
―Solo... digo la verdad... ―Siento el orgasmo y mi cabeza se levanta, él aprovecha para besar mi cuello―. Oh, Hermes...
Estoy disfrutando tanto, que me olvidé en qué estaba pensando. ¡Ah, sí! El tiempo. Estoy en una de esas pocas etapas de mi vida, en que me encuentro plena, perfecta. Suelo decir esto último cuando todos mis caprichos se cumplen o estoy demasiado feliz. No debería admitirlo estando en una situación tan extraña como esta, pero siento que la oscuridad me consume por todos mis poros.
Mis manos están manchadas con la sangre de dos personas y si digo que estoy feliz, es como burlarme de eso. Hablo en serio, la culpa no se ha ido, aunque ha disminuido y, sin embargo, me apasiona, me envuelve, no puedo evitar desear estar con un hombre, que incluso, ha matado muchísimo más que yo.
Sin remordimientos.
No le afecta, aunque en realidad, fue entrenado para eso. Me encantaría entrar en su mente y entenderlo.
Parece complejo.
―Hermes... ah... ah... ―gimo y gimo, no puedo parar de gemir. Aunque eso creo que le apasiona, aumenta el ritmo―. Ah... Hermes... ―Y le gusta que lo llame, suena a dominante, ¡pero me encanta!
Los orgasmos no me dejan pensar, y bien que lo disfruto.
Vale, ¿dónde me quedé? No creo que necesite nada más, incluso aunque esté viviendo con un poderoso mafioso, que le gusta que gima y grite su nombre en la ducha.
Tengo las llaves de la casa, no he salido mucho, habrán sido una o dos veces, la verdad prefiero quedarme dentro. Además, me da miedo que me quieran secuestrar otra vez.
No, no llevo el arma, aunque debería.
Sigo sin acostumbrarme a esos objetos que traen solo muerte, prefiero quédame en la casa y escribir más de mi libro. Pronto lo terminaré y eso me pone contenta. Solo tendré que corregirlo y estará listo para publicarse.
Parece que vivo en una fantasía, donde todo es color de rosa, aunque la realidad sea otra. Prefiero no prestar atención a la oscuridad, me mantiene alejada del estrés.
Como dije, no necesito nada más.
―Malya... ―¡Oh, cielos! No puedo evitar emocionarme cuando escucho mi nombre en su boca y de pronto se acerca a mi oído, me susurra―. Ya entendí.
―¿Qué...? ¿Qué entendiste? ―Jadeo.
―No es creo... ―Presiona mi nalga.
―¡Ah...! ―¡Cielos con la excitación!―. ¿Qué?
No entiendo.
―Es te amo. ―Se abalanza sobre mi boca y me percato de lo que acabo de oír.
De acuerdo, nunca pensé que lo diría, me ha tomado por sorpresa, ahora sí puedo pensar que no necesito nada más.
Terminamos en el baño y agarramos la ropa para comenzar a vestirnos, luego de esa confesión no ha dicho más nada. Yo estoy roja como un tomate todavía, como para decir algo. Lo miro de reojo, ¿en qué estará pensando?
―Hermes. ¿Ocurre algo?
―Voy a reforzar la seguridad ―dice de repente y yo quedo confundida.
―¿Por qué?
―Nada importante. ―Besa mi frente―. Debo irme. ―Sale del baño, para dirigirse a su trabajo turbio.
¿Por qué quiere reforzar la seguridad? Digo, admito que siempre que he estado aquí, ha habido peligro, pero estos últimos días han sido muy tranquilos, como para ponerse a plantear aquello.
Hay algo que no me está diciendo.
¿Qué es?
Bajo las escaleras y me siento en el sillón a escribir. La mañana y la tarde se pasan volando, rapidísimo, pero lo que dijo Hermes es cierto, me acerco a la ventana y veo como hay más guardias. Aunque los que agregó noto que tienen otro uniforme diferente. Eso me da a pensar, que no son los de siempre, suena que obedecen solo las órdenes de mi demonio.
Entonces, ¿algo está planeando R?
Espero que no, eso me da miedo.
Cuando mi demonio regresa, me cruzo de brazos y lo miro de manera acusadora.
―¿Qué estás escondiendo?
Se queda parado un minuto, observándome. Sin decir nada. Supongo que piensa qué responder.
―Lo sabrás, eventualmente. ―Mira el sillón, camina hasta él y agarra mis escritos―. ¿Ya lo terminas?
Me sonrojo.
―Me falta un capítulo. ―Se sienta y se pone a leerlo―. ¡No hagas eso! ―me quejo―. Además, no me respondiste, ¡y me cambiaste el tema! ―grito.
―Me quede en el capítulo 42 ―explica.
Frunzo el ceño.
―¡¡Leíste sin mi permiso otra vez!! ―vuelvo a quejarme.
―Sí ―dice sin agregar más y continúa leyendo.
―¡¡Te dije que no leas!! ¡¡Es el borrador!!
―Es muy bueno ―opina y sigue ignorándome―. Yo quiero una segunda parte.
―¿Es broma? Tú no lees, al menos creo que no. ―Ya me convenció, ¡he caído en su trampa!
Sus ojos azules se giran a observarme.
―No, la verdad que no, pero siendo tuyo, me encanta.
Mi corazón se acelera.
―No digas eso.
―¿El qué?
Bufo.
―De acuerdo, ya sabes mis gustos, ahora dime los tuyos ―contraataco―. ¿Qué hubieras querido ser? Digo, en vez de esto. ―Lo señalo.
―Veterinario ―exclama directo y me sonrojo.
―Eso es todo lo contrario a ti.
―Amo a los animales. ―Mira a la ventana y observa a los pájaros―. Ellos, de algún modo, son más libres que nosotros, más libres en todos los sentidos posibles.
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