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24: Pulseras

Hermes

Hace 13 años...

Siempre me he preguntado, ¿por qué mi madre se casó con mi padre? Ella llora muchas veces y lo enfrenta muchas más. Con tan solo nueve años, creo que empiezo a entender muchas cosas.

Mi mamá no se casó con él porque quería, mi abuelo la obligó. Parece que por un acuerdo, que no logro comprender.

¿Qué tienen que ver las letras con casarse?

Lo que menos entiendo es, ¿por qué tengo hermanos que no son hijos de mamá?

Entro a la habitación de juegos y veo a Eiden, el más pequeño de todos. Acaba de cumplir los siete hace poco. Está jugando con un muñeco, pero se encuentra llorando. Ha estado así desde hace unos días, no sé el motivo y no lo quiere decir. Giro la vista, veo a Clow tirado en el suelo, mira al techo y no puedo visualizar por completo su cara, pero parece malhumorado. Lo más raro es que su madre es la amiga de mi mamá. También tiene siete años, aunque se lleva unos meses de diferencia con Eiden.

Camino hasta el que sigue sollozando y decido volver a preguntar.

―¿Por qué lloras?

―Ma... mamá... mami... ―Continúa lagrimeando.

Observo como Clow se levanta del suelo y camina hasta nosotros. Visualizo golpes en su cara. Mete la mano en el bolsillo, sacando un chupetín.

―Me lo robé, pero te lo regalo. ―Se lo entrega a Eiden.

Este deja de llorar y luego sonríe.

―Gra... gracias.

―¡Puf! Como si me importaran tus gracias. ―Rueda los ojos, pero al pequeño no le afecta esa respuesta y se come el chupetín.

―¿Papá te golpeo otra vez? ―Frunzo el ceño, preguntándole.

El cobrizo sonríe.

―Todos iremos al infierno algún día, ¿no lo crees?

―¡¡Clow!! ―grita Demián, que sale del pelotero, mi hermano por completo, se podría decir―. ¡¿Me robaste mis libros de dibujos, cierto?!

―¡¡Adiós!! ―Se va corriendo el acusado.

―¡¡Demián, no me dejes aquí!! ―Veo como Edgard, el gemelo, lo sigue detrás.

―¡¡Solo si me alcanzas!! ―grita el rubio para luego reírse.

―¿Qué es el infierno, hermano mayor? ―pregunta Eiden, observándome―. Suena aterrador ―dice con miedo.

Lo miro.

―No te preocupes. ―Sonrío―. No creo que tú vayas al infierno.

~~~

Actualidad...

Disparo, entonces asesino a ese hombre, mi camisa está manchada de sangre. Otro intenta dispararme y grita.

―¡¡Te mandaré al infierno!!

Me oculto detrás de una pared, recargo mi mágnum y cuando estoy listo, también mato a este otro.

―Al infierno, ¿eh? ―Me lo pienso―. Supongo que hay un lugar reservado para mí ahí también, pero hoy no es el día. ―Guardo el arma y me dedico a llamar a Zack, para que haga su trabajo.

Termino la llamada, después subo a mi auto, me cambio la camisa dentro de este, para luego volver a usar mi celular otra vez y entonces convoco una reunión en la casa de mi padre.

~~~

Llego enseguida y entro a la sala principal. Como nadie se atreve a desafiarme, están todos justo donde quiero. Los gemelos rubios, el cobrizo y el menor de cabello oscuro, todos mis hermanos.

Levanto la vista al visualizar al detestable de mi padre y este sonríe.

―¿Y a qué se debe esta reunión familiar?

―Quiero integrar un sistema nuevo en los prostíbulos. ―Voy directo al punto y él frunce el ceño.

―El sistema es perfecto, ¿cuál es el problema?

―Porque quiero aclarar algo, no me gusta, que toquen, lo que es mío. ―Hago pausas mientras hablo y el miedo se apodera de mi padre, al entender a lo que me refiero.

―Por esa zorra... ―balbucea, refunfuñando.

―No sé de qué me estoy perdiendo, pero yo quiero irme a jugar ―exclama Clow con una sonrisa perversa en su rostro.

―Me das asco ―exclama Eiden y luego me observa a mí―. Termina de una vez. ―Se cruza de brazos―. No soporto estar entre ustedes.

―Ay, qué lindo mi Eiden. ―El ánimo de padre regresa.

―Pulseras ―continúo―. Cada uno tendrá una de diferente color, así cada uno, se encargará de lo que le compete y no de otras cosas. ―Vuelvo a mirar al desgraciado y este vuelve a estremecerse.

―¡Yo quiero amarillo! ―Levanta la mano Edgard de manera alegre―. Es mi color favorito ―exclama tocándose los cachetes en forma cursi.

―De acuerdo, amarillo para Edgard. ―Luego miro al cobrizo―. Rojo para Clow. ―Este sonríe―. Demián naranja. ―El gemelo rueda los ojos―. Y yo me quedo con el negro.

Mi padre hace puchero.

―¿Y mi Eiden, no?

―No me metas en tus juegos macabros ―se queja el nombrado.

Mejor mantenerlo contento.

―Eiden, el celeste, porque nunca lo usará e ira al paraíso ―me burlo de mi padre, aunque mi rostro sigue sin expresión.

El viejo molesto vuelve a refunfuñar.

―De todas formas, ¡es otro gasto innecesario!

―No para mí ―digo directo y saco el modelo de la pulsera―. Tiene que ser como esta.

―¡¿Sabes cuánto tardaré en hacer eso?! ―se queja―. ¡Años! ¡Son demasiadas!

―No es mi problema, es el tuyo. ―Me retiro para irme, ignorando sus gritos.

Ya di mi orden, tiene que ser escuchada. Guardo la pulsera de nuevo en el bolsillo, arranco mi automóvil y me dirijo a mi casa.

~~~

Al entrar, camino hasta mi habitación y Malya sigue durmiendo. El doctor recomendó, debido a los golpes y a las heridas, mucho descanso. Parece que le ha hecho caso.

Me siento al lado y toco su cabello mientras duerme profundamente. La pequeña niña se ha convertido en toda una luchadora. Merece respeto.

La impotencia regresa a mí. Puedo matar a cualquier persona, menos a mi padre, y eso me molesta. Si pudiera deshacerme de él, me sentiría más seguro. Sentiría que no hace falta tanta preocupación por ella.

¿Preocupación?

Sentimientos, me he llenado de ellos, y aunque no se supone que sea así, están.

"Malya Becker, la respuesta es sí, no conozco el sentimiento del amor, pero creo que me he enamorado de ti".

Así que... amor.

De acuerdo, la máquina de matar, puede tenerlo también.

Saco la pulsera de mi bolsillo y agarro su mano, para atársela en la muñeca. Ella abre los ojos, confundida.

―Lo siento, ¿te desperté? ―pregunto lo obvio.

―No importa. ―Sonríe y se refriega los ojos, luego se mira la muñeca―. ¿Qué es esto?

―En el futuro tendrá un significado más oscuro, pero poniéndolo de un modo menos macabro, eso va a protegerte ―explico sin expresión.

―¿Eh? ―Se sonroja―. ¿Qué quieres decir?

―Esa pulsera dice que eres mía. 

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