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18: Calor

¿De verdad? ¿En serio? No logro reaccionar aún, estoy confundida. Respiro agitada por haber llorado tanto, tendida sobre la cama de Hermes y él parado delante de esta. Mi demonio va a cumplir mi pedido, voy a dejar de ser virgen, pero no termino de caer en la cuenta de lo que ocurre. Insistí tanto y creía que nunca llegaría este momento, que no me preparé mentalmente para esto. Estoy nerviosa y a la vez emocionada, es una mezcla de sensaciones.

Hermes tira la corbata y se quita la camisa, para luego subirse sobre mí. Contemplo su torso más de cerca que nunca, su cuerpo está bien tonificado y aunque vuelvo a ver esas cicatrices, siguen pareciéndome sexys en él. Se acerca y me besa, regreso a sentir el calor de esas otras veces en que me ha besado, su lengua se introduce y busca la mía, hago lo que puedo en realidad, estoy que no respiro. En el intento por corresponderle, noto que mientras su mano pasa bajo mi remera. Siento el tacto en mi piel, la cual se eriza con su roce, toca la parte de arriba de mi sostén y luego pasa a mi espalda, para desengancharlo.

Mi corazón se acelera, mi corpiño se encuentra sin atadura, está suelto y su mano sube otra vez a mi busto, pero esta vez debajo de mi sujetador.

―Hermes... ―lo llamo al él tocar mi pezón, no tengo idea por qué, debe ser la extraña y nueva sensación que siento en este. Sin embargo, no me responde, se dedica a dejar pequeñas marcas en mi cuello―. Mm... eh... ―Hago sonidos mientras ahora toca ambos, un poco de pudor pasa sobre mí y el calor sigue aumentando en desmedida.

―Siéntate ―ordena para que me saque por completo la remera y entonces lo hago, pero me vuelve a recostar cuando se deshace de esta. Mis nervios aumentan cuando me quita por completo el sostén y por acto reflejo me cubro, cruzando mis brazos, sonrojada. Sus ojos azules se quedan un rato observándome―. Déjame ver ―exige.

―Te... tengo vergüenza ―pronuncio tímida y miro a un costado.

Se hace un silencio incómodo hasta que vuelve a hablar.

―Será solo un momento ―aclara y de algún modo, con solo esas palabras, muevo mis manos, dejando mis pechos expuestos.

No lo miro, sé que me está observando, noto su acercamiento y la humedad de su lengua sobre uno de mis pezones.

―Ah ―lanzo un sonido y siento como el pezón se endurece. Cuando pienso que la sensación no puede ser más calurosa, una de sus manos pasa a mi pierna y se posiciona bajo mi falda, luego sobre mis bragas, sin previo aviso, introduce uno de sus dedos bajo esta―. ¡Ah! ―gimo por una extraña sensación de placer en mi entrepierna. Me voy a derretir mientras hace círculos dentro de mí―. ¡Ah...! ―vuelvo a gritar y adentra un segundo dedo, siento como mi ropa interior comienza a empaparse―. Her... mes... ―masajea ahí abajo y mete un tercer dedo―. Mm... no... ―No sé ni lo que digo.

―¿No? ―pregunta separándose de mi pezón, aunque sigue moviendo sus dedos en mi parte más íntima.

―Ah... yo... ―Estoy muy excitada, no puedo coordinar nada―. Eh... yo...

―¿Quiere que me detenga? ―pregunta, mirándome fijo a los ojos. Niego con cabeza y vuelve hablar―. Entonces... ―me quita la pollera y respiro agitada―. No necesitamos esto, ni esto. ―Me saca la última prenda de ropa que me queda y cierro mis piernas, nerviosa, pero él las vuelve a abrir―. Debería... ―Parece que piensa, mientras yo solo me muero de la vergüenza, porque me está observando "allí"―. Por las dudas, habría que lubricar más ―acota.

Me sonrojo, habla de lo que mojó mi ropa interior. Me sobresalto, al darme cuenta que su rostro se acerca a mis partes.

―Mm... ¿Hermes? ―lo llamo, confundida, pero gimo al sentir su lengua en mis pliegues―. ¡Ah! ―Mis manos se agarran fuerte de las sábanas cuando comienza a lamer―. Ah... ―Me retuerzo por el placer, agarra mis piernas y las mantiene firmes―. Mm... ah... uf... ―Hace calor―. Hermes. ―Continúo llamándolo excitada. Una vez que se separa de mí, suspiro respirando agitada, observo como se levanta de la cama―. ¿A dónde vas? ―pregunto.

―A buscar el preservativo.

Mis ojos se abren en grande al oír su respuesta, quiere decir que ya es el momento. Veo como abre un cajón mientras sigo tumbada en la cama. Camina hasta mí una vez que lo tiene y apoya el sobrecito sobre el colchón. Escucho fuerte los latidos de mi corazón, cuando visualizo como comienza a desabotonar su pantalón y bajarse el cierre, su expresión sigue siendo la misma, vacía.

Solo me encantaría saber qué es lo que piensa, pero con esa expresión sin nada en su rostro, ni siquiera puedo adivinar.

Termina por bajarse el bóxer, así que lo veo de nuevo. ¡Cielos, con ese órgano viril! Ya no sé cuántas veces me excité con este hombre. Observo como se pone el condón, luego se sube sobre la cama y se acerca hasta mis piernas.

―Seguro sabes, que esto es probable que te duela, si no puedes soportarlo, solo avísame ―me indica.

―Creí que dijiste que no eras sutil ―aclaro recordando.

―Siempre hay una primera vez para todo. ―Toma mis caderas y se posiciona en mi entrada.

Es el momento. ¿De dónde me agarro? ¿Qué hago? Nadie está preparado para esto, ¿verdad? ¡Cielos! No solo oigo mi corazón por los nervios, también noto mi respiración y pronto el roce de nuestros sexos es inminente.

El calor que percibo en mi intimidad aumenta, su miembro comienza a introducirse, siento como empieza a entrar. Todo allí es húmedo y muy caliente, se me entremezcla por completo. Cierro los ojos cuando siento el primer pinchazo, un dolor se acumula dentro de mí y chillo cuando llega hasta el fondo.

Toca mi cabello y abro los ojos, despacio.

―Voy a moverme ahora ―me avisa, trago saliva y asiento, aunque mis piernas tiemblan.

Siento la primera embestida y un dolor punzante junto con una gran excitación se apoderan de mí. Se mueve sobre mi cuerpo, mientras hago sonidos confusos, mi intimidad se contrae, como si bombeara y no puedo distinguir realmente la situación entre las dos sensaciones.

―Hermes... ―jadeo.

Sus manos dejan de sostener mi cadera y se posicionan a ambos lados de mi cabeza. El dolor y la excitación continúan, aunque los pinchazos son más molestos, siento como si me partiera en dos. Cuando creo que voy a avisarle, me detengo al levantar la vista y mirarlo a los ojos. Me sonrojo al ver la expresión de placer en su rostro, puedo observarlo y no cambia.

―Ah... ―gimo al sentir otro pinchazo, pero no dejo de mirarlo.

―¿Qué ocurre? ¿Te duele? ―Sigue con sus arremetidas, pero pregunta.

―Mm... no... ―miento, es que nunca he visto por tanto tiempo, otra expresión en su cara que no sea la vacía y tenerlo solo para mí, ese rostro excitado, me hace sentir que puedo soportar cualquier cosa―. ¡Ah! ―chillo, aunque esta vez de placer.

―¿Por qué mientes? ―cuestiona y me sorprendo al darme cuenta de su pregunta.

¡¿Tan fácil soy de leer?!

―Mm... yo... ah... ―gimo por el continuo movimiento―. No quiero que te detengas. ―Esa es la verdad, no completa, pero es cierta.

―Entonces... ―Noto su respiración agitada―. No creo... poder detenerme... en este momento. ―Continúa embistiéndome.

―¡Ah...! ―Mi espalda se enarca por la sensación, si me parto en dos ya no me importa―. ¡Hermes! ―grito fuerte y me agarro de su espalda, creo que lo estoy rasguñando―. Ah... ah...

Sigue empujando de manera repetida, hasta que oigo un sonido en alto por parte de él, siento como algo líquido y caliente se escurre dentro de su preservativo. Entonces me doy cuenta, se ha corrido. ¿O cómo lo llaman en las novelas eróticas? Ah, sí, acabar. Hermes ha llegado al clímax final y se desploma sobre mí.

¡Uf! Eso ha sido intenso. Aunque sigo debajo y el sudor está aún en nuestros cuerpos. Respiro agitada y él se mantiene quieto, sigue dentro de mí, pero no hay movimiento alguno. ¿En qué piensa?

Si no va a hacer nada más, que salga. No quiero sonar aguafiestas, pero mis partes están irritadas y duelen. Además, no veo su rostro, no tiene sentido seguir en esta posición. Su cabeza está apoyada al costado de mi cuello, boca abajo.

―Mm... Hermes, me duele ―le digo, sin embargo, no me responde―. ¿No te has dormido, verdad? ―Frunzo el ceño―. Te juro que te mato, si es así.

Se levanta un poco y chillo por la sensación.

―Estaba pensando.

¡¿Esa es su increíble explicación?! ¡Lo mato!

Separa su sexo del mío y se sienta al lado, me sobresalto.

―¡Ay, no, manché la sábana! ―grito desesperada, como tonta al ver la sangre.

―Es normal.

Lo miro, extrañada.

―Ya sé que es normal, lo anormal es que no reacciones, vas a tener que comprar otra, ¿y tu avaricia dónde está?

―No son tan caras las sábanas ―aclara y se tira hacia atrás―. Tengo sueño, cállate. ―Se cubre con la manta.

―¿No me vas a echar? ―Otra cosa extraña, el mundo se volvió de cabeza.

Se sienta y me sobresalto, agarra mi brazo, empujándome hasta él, noto el dolor de mi cuerpo.

―¡Ay, espera! ¿Qué haces?

―A dormir ―ordena y también me cubre con la manta, para luego acostarse. Para cuando me doy cuenta, estoy entre sus brazos y mi corazón se acelera de una manera romántica. Se ha dormido, pero yo estoy anonadada.

~~~

Siento la luz en mis ojos y me despierto. Me siento aún adolorida. Me cubro avergonzada, pero Hermes no está a mi lado. Me percato del sonido de la ducha, así que me levanto despacio. Como si fuera lo más normal, camino hacia el baño, desnuda, luego me asomo por la puerta, veo como se está enjabonando, entonces me sonrojo.

―No me gustan las fisgonas ―pronuncia y en consecuencia, me sobresalto al oír su voz.

¡¿Cómo se dio cuenta?!

―Eh... yo... ―murmuro, él hace una señal para que me acerque―. Mm... ¿Qué? ―pregunto confundida.

Mueve la mano.

―Ven aquí.

¡¿Qué?! ¿Ahora? ¿Ahí? Su expresión vacía sigue siendo la misma. ¿En qué piensa? Yo me sigo preguntando.

―Ven aquí, no me hagas repetirlo ―dice en un tono más dominante y me acerco.

Miro a un costado.

―¿Qué pasa? ―Intento cubrir, lo que obviamente no se puede cubrir.

―Más cerca ―aclara, agarra mi mano y me introduce a la ducha.

―¡Oye! ¡¿Qué haces?! ―me quejo y noto que pone champú en mi cabello, para luego enjuagarlo.

―Lo que estás viendo ―dice en seco.

Me sonrojo y bajo la cabeza.

―No soy una niña, puedo lavarme sola.

―Ah, ¿sí? ―pregunta a lo bajo―. ¿Y aquí? ―Baja a mi entrepierna y gimo.

¡¿Me está provocando o me parece a mí?! Pero su expresión sigue siendo la misma de siempre. ¡Agh, no entiendo!

―Hermes, yo... ―Mueve sus dedos en mi intimidad, mientras el agua de la ducha cae y me excito en un segundo―. Ah... ―Me agarro de su brazo.

―Malya... ―me nombra y mi corazón se acelera, se escucha el sonido de su celular en la habitación, interrumpiendo lo que iba a decir y haciendo que él salga de la bañera.

Se podría decir, que me dejó con las ganas y como toda atrevida que soy, lo detengo antes de que se vaya, agarrando la mano que me estuvo acariciando hace un momento.

―Hermes, eh... ―No me salen las palabras. Seré pervertida, pero tengo mis momentos y a veces no sé cómo expresarme―. Es que...

―Continuaremos esto en la noche ―informa y sale del baño.

Mis niveles de sonrojo aumentan.

¿Continuar? ¿O sea repetir lo de anoche? ¿O sea lo que casi pasa en el baño? ¡¿Pero qué pasa aquí?! ¡No entiendo nada!

~~~

Ya es la tarde, me he puesto un bonito vestido color azul y camino por la casa inquieta.

"Continuaremos esto en la noche".

Eso es lo que repite mi cerebro, todo el rato. Doy vueltas en círculos, voy por cada rincón. Cada vez entiendo menos. Me concede mi deseo, no se queja porque ensucié su cama, me abraza e incluso me lava el cabello. No sé qué ocurre y me pone nerviosa. Se comporta tan diferente y eso me pone confusa. No es que no me guste, pero si no sé qué piensa, siento que me ilusiono para nada. No quiero ilusionarme por nada, me hace sentir mal.

Aunque ahora...

"Continuaremos esto en la noche".

¡Repetir me pone de los nervios! ¿Y si me duele otra vez, o peor? ¿Está bien hacerlo seguido? ¿Por qué quiere hacerlo de nuevo? ¡Ah, maldito cerebro, deja de pensar!

Me siento en el sillón y me pongo a esperar. Siempre llega a la noche, pero la sensación me desespera. Las horas pasan y me preparo una comida, ya que está tardando, debe ser uno de esos días en que trabaja mucho.

No debió haber dicho eso.

Suspiro, miro la hora, ahora sí es muy tarde. Continúo en el sillón, parezco una esposa controladora y no somos nada.

Bostezo, tengo sueño, los ojos me pesan. No debo dormirme. ¡Maldita sea!, ¡no te duermas!

El sueño me gana y termino cerrando los ojos, quedándome dormida en el sillón.

~~~

Abro los ojos, me sobresalto, me doy cuenta que tengo la chaqueta de Hermes sobre mí. Ya llegó, miro a un lado y otro. No está aquí. Veo el reloj. ¡Las 4 de la madrugada! Me levanto, entonces subo las escaleras, abro despacio la puerta del cuarto de mi demonio. Lo visualizo, está durmiendo. Me muerdo el labio inferior. ¿No pasa nada si entro, no?

Camino a hurtadillas hasta él y me subo a la cama en silencio. Está profundamente dormido, suspiro. Me quedo un rato mirándolo, recostada al lado y caigo vencida por el sueño, otra vez.

~~~

Lo presiento, otro de mis sueños eróticos, mi intimidad se humedece, sus dedos se mueven dentro de mí, hace calor y gimo. Un segundo, ese sonido que hice sonó demasiado real. Abro los ojos y estoy realmente excitada, pero lo que más me sorprende es encontrarme con los de él.

―Buen día ―dice y me besa.

Me separo de su boca.

―¿No...? ¿No tienes... que ir a trabajar? ―exclamo, jadeando por su toque.

―Es temprano. ―Me vuelve a besar.

Me parece que comenzamos otra vez. En serio, quiero saber, ¿en qué está pensando? Y, oh, cielos, parece que aquí viene la repetición.

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