16: Cumpleaños
Malya
Una extraña sensación recorre mi cuerpo, la piel se me eriza, respiro agitada. Sus manos me tocan, hace calor, más del normal. Mi centro está humedecido. Estoy expuesta, mis piernas abiertas, puede verlo todo.
Oh, cielos, mi virginidad está a punto de ser...
Me sonrojo y abro los ojos. ¡Maldito sueño erótico!
Me siento, creo que mojé mi ropa interior, pero si sueño con Hermes de esa forma, es obvio que iba a empaparme. Me siento pervertida. Desde que me besó, ahora en vez de tener pesadillas con las personas que asesiné, tengo sueños húmedos con él. No tiene lógica, pero es la verdad.
Me levanto de la cama, bajo las escaleras, luego voy a tomar un poco de agua. Suspiro y me quedo un rato en la cocina. Camino en círculos, me detengo mirando el almanaque, entonces me doy cuenta, faltan unos días para mí cumpleaños. Pronto tendré dieciocho y seré toda una adulta.
Bueno, Hermes me seguirá considerando una niña, aunque ya no seré menor de edad. Ya no cometería ningún ilícito si me besara otra vez, pero obviamente no estaba pensando en eso cuando expresó aquello, más bien creo que hablaba de ir más allá. Mis mejillas vuelven a ruborizarse, quiere decir que mi demonio, estuvo pensando en mí de manera pervertida, qué nervios. Aunque, aún estoy esperando que me explique el porqué de esos dos besos.
Me ha esquivado e incluso me ha evitado para no responderme. Cambia el tema o hay veces que no lo veo. ¡No es justo! Hasta parece que le enoja que le pregunte algo como eso. También dice cosas como "no hay razón" o "no es importante". ¡¿Por qué?!
Bufo.
―Malo, Hermes.
~~~
La piel se estremece, mi cuerpo está a su merced y yo quiero entregárselo por completo. "Hazme tuya", digo excitada, pero él me responde, "no, aún eres una niña".
Despierto y frunzo el ceño.
―¡Ni en mis sueños llegamos hasta ese punto! ―Tiro la almohada, enfadada―. ¡Maldito, no soy una niña! ―Pataleo como lo que estoy diciendo que no soy―. ¡Ah, no tiene caso! ―Me detengo al darme cuenta y me sonrojo―. Soy boba.
Me cambio el camisón y bajo a desayunar. Visualizo a Hermes como todas las mañanas con su café en la mesita del living, junto con sus papeles. Me acerco y me siento en la silla del frente.
―¿Sabías que pronto será mi cumpleaños? ―digo con cara de enojo, aún frustrada por mi sueño.
Levanta la vista.
―No ―dice en seco y vuelve a mirar el papel.
―Seré toda una adulta. ―Sonrío.
―Qué bueno por ti.
―Maldito hombre sin reacción, ¡préstame atención! ―grito enfadada.
―¿Qué? ―Vuelve a mirarme, aún sin expresión en su rostro.
―¿Me vas a regalar algo? ¿Puedo pedir? ―Ahora fuerzo mi sonrisa, mi enojo aumenta en desmedida.
―No voy a gastar dinero en ti ―aclara directo.
―Ya sé, hombre ambicioso ―exclamo seriamente.
―¿Y entonces? ―Agarra la taza y toma mientras me escucha.
―Quiero dejar de ser virgen ―digo directo.
Su reacción me sorprende, escupe todo el café, casi me quemo, me tuve que levantar de la silla, me asusté. Entonces, se recompone, vuelve a su estado natural. Sin expresión, se acomoda la corbata, que parece que la siente apretada y se sienta correctamente.
Agarra los papeles que se han mojado, se queja.
―Maldita sea, los voy a tener que imprimir de nuevo.
―Me estás ignorando.
―¿No ves que estoy ocupado? ¿Qué quieres? ―Se levanta y va hasta la cocina, vuelve con un trapo y seca la mesa.
Continúo con lo que pregunto. ¡No voy a ser ignorada!
―Quiero que me respondas.
―¿No te aclaré ya, que a mí el sexo no me interesa? Acostarme contigo, no me trae ningún beneficio, no es como si fuera a ganar mucho dinero por hacerlo ―explica y solo me hace enojar más.
―¡Cállate, ambicioso! Además, si fuera así, no me hubieras besado. ―Me cruzo de brazos.
―Olvídalo, no es no ―exclama determinado―. Es una pérdida de tiempo ―agrega―. ¿Tienes síndrome de Estocolmo o estás loca? No tiene sentido lo que pides.
―No, porque si fuera así, me mostraría compresiva y benevolente con lo que haces. No estoy intentando darte un benéfico, es el mío propio ―digo explicando parte del trastorno del que habla―. Piénsalo, Hermes, han intentado violarme más de una vez, si pierdo la virginidad no quiero que sea de una manera desagradable y con una persona que no me guste, yo quiero... ―Me sonrojo―. Yo quiero contigo.
Agarra su maletín y me ignora.
―No.
Se retira, así que cierra la puerta de un portazo muy fuerte. Ahí está su enojo otra vez, pero en esta ocasión, por otra cosa, que va más allá de los besos.
~~~
Paso toda la tarde dando vueltas por gran parte de la casa. ¿Me habré pasado? ¿Estará muy enojado? Debí haber pedido algo más simple, pero es que estaba tan enfadada por ese sueño y tampoco me había respondido sobre los besos, que ya no lo soportaba más. Tiré la bomba, soy una explosión de emociones juntas. Me siento en el sillón.
Necesito un consejo.
Suspiro, necesito a mi hermana. Hace rato que no pienso en ella y me preocupa estar olvidándomela. Como si lo que me ordeno Hermes de no recordarla, se estuviera apoderando de mí.
No quiero.
Si tan solo tuviera alguien con quien hablar...
Escucho la puerta abrirse con llave y me asusto. Hermes no regresa apenas se va, es muy poco probable que se olvide algo. ¡¿Quién robó la llave de aquí?! ¡Otra vez vienen a matarme y mi arma está en mi habitación!
―¡Ah, auxilio! ―grito asustada y agito las manos.
Edgard se asoma por la puerta, sonriendo.
―Qué loca. ―Se ríe―. Solo vine a imprimir unos papeles.
Lo apunto con el dedo.
―¿Por qué tienes la llave?
―¿Por qué siempre la he tenido? ―exclama confuso―. A veces me la olvido, pero hoy no. ―Se ríe.
―¿Quién más la tiene? ―continúo mi interrogatorio.
―Que yo sepa, Hermes y yo. ―Creo que empieza a sentirse acosado, porque pone cara de vergüenza.
―¡¿Eres acaso un niño?! ¡¿Por qué haces eso?! ―grito.
―¡Lo siento! ―Se asusta más que yo―. Juro, no lo volveré a hacer.
Me lo pienso.
―Ya, perdonado, deja de hacer esa cara de perrito mojado.
Sonríe.
―Gracias.
―Oh, Edgard. ―Me percato―. Eres raro, ¡pero me caes bien! Seamos amigos. ―Necesito uno con urgencia―. ¿Sí? Por favor. ―Junto mis manos, rogando.
Frunce el ceño.
―¿Me dices raro porque soy gay? ―Ahora es él quien me apunta.
―¿Eres gay? ―exclamo de manera estúpida, ni me había dado cuenta―. ¡Con más razón! ―grito como niña y levanto las manos―. ¡Seamos mejores amigos!
Termino hablando lo que queda del resto del día con Edgard. Es animado y divertido, he aprendido tantas cosas de él. Creo que ya me relajé. Pronto me enfrentaré a Hermes y esta vez me va a escuchar, la última será la vencida, ¡por mi cumpleaños!
Por cierto, Edgard se olvidó de los papeles que tenía que imprimir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro