
38: Tregua
Malya
Estoy a punto de cometer el peor error de mi vida, cuando oigo dos tiros en la puerta de entrada y S se levanta de la cama, para averiguar qué ocurre. Se pone al borde de la puerta, por completo desnudo, y observa detenidamente a quién está del otro lado. Trago saliva cuando sonríe al visualizar a la persona. Es obvio que es Merche, pero me he quedado tensa sobre el colchón.
¡Reacciona!
Nerviosa, me levanto, y comienzo a agarrar mi ropa. Dejo de temblar cuando me doy cuenta que él no evita mi acción. Es más, S también comienza a vestirse, aunque no con la rapidez que yo lo hago.
Está tan tranquilo, demasiado.
Me atrevo a mirarlo un poco más y mis nervios vuelven cuando levanta su arma con extrema calma.
―¿No irás a...?
―¿Matarla? ―me interrumpe y se ríe―. ¿Quién sabe?
Un portazo se oye en toda la habitación, deteniendo nuestra conversación. Visualizo a Merche que ha dado una patada para poder entrar y sus ojos se abren en grande al ver a William, que instantáneamente la apunta con su pistola, sin ni siquiera fingir.
Merche
Mi sorpresa es muy grande cuando abro la puerta y veo a mi amigo junto con Malya. Parece que se acaban de vestir y la cama está destrozada. En realidad, lo más impactante es que me está apuntando, quedo tiesa y no puedo hacer ningún movimiento.
"No te vayas a sorprender y ten cuidado, es el Señor S".
Recuerdo las palabras de mi hermana, pero no puedo procesar la información.
―¿Sabes qué les pasa a las niñas malas cuando se portan mal? ―de repente dice el rubio y me sobresalto―. Se las castiga. ―Se ríe y cuando me doy cuenta que saca el seguro, me escondo detrás de la pared, oyendo el tiro.
―¡¿Pero qué te pasa, William?! ―grito sin entender ya el porqué.
―Lo siento, eso no era para ti. ―Vuelve a reír―. Malya se portó mal y tengo que demostrarle que conmigo no se juega. ―Hace una pausa―. Lástima que para eso deba lastimarte, Will va a llorar ―habla de sí mismo en tercera persona y se me eriza la piel.
¡Está completamente loco!
Frunzo el ceño.
―Creo que necesitas un psiquiátrico. ―Se escucha el "clic" de que le saqué el seguro al arma y en un segundo me giro, disparando. Me sorprendo al darme cuenta que ya no está allí―. ¿A dónde fue?
―¡Merche, hay una puerta... detrás! ―Malya grita asustada y cambia la frase para advertirme, pero es demasiado tarde, cuando siento un golpe tras de mí, que logra desmayarme.
~~~
Abro los ojos, mareada, y visualizo mis manos atadas. Cuando mi visión deja de ser nublosa, me doy cuenta que estoy dentro de un coche, en el asiento del conductor.
Está en movimiento.
Miro hacia delante, sorprendida de que el vehículo se dirige al precipicio donde está la caída al mar, en lo profundo.
―¡Mierda! ―grito e intento detener el vehículo, pero parece que el freno está cortado y mis manos amarradas bloquean cualquier forma de mover el volante.
―¡Merche! ―Oigo a Malya y la veo por el espejo retrovisor, correr atrás del automóvil.
La velocidad es baja, así que puede alcanzarme, abre la puerta mientras el coche está en movimiento, pero estamos a centímetros del precipicio. Tironea mi brazo para sacarme, resbalo en el borde y tropiezo colgando de su mano en la mismísima altura donde se ve el mar debajo.
―¡No te sueltes! ―dice ella y sostiene mi mano con toda la fuerza posible, es evidente que me voy a caer.
Estoy perdida.
Intento pisar algo que no existe, mientras me agarro con fuerza, pero no hay forma, y si sigo forcejeando, voy a tirar a Malya junto conmigo y eso en mi ideología no está bien.
―No lo hagas ―exclama, dándose cuenta de lo que quiero hacer y sus ojos se humedecen―. Por favor.
Sonrío.
―Alguien tiene que ser la heroína.
Me suelto y caigo al precipicio.
Veo su rostro lleno de horror y siento el impacto del agua tan fuerte cuando me golpeo que hasta pienso que podría ser mi fin.
~~~
Toso y siento la arena en mi cuerpo, ya no estoy en lo profundo, sino en la orilla, del otro lado de la playa. Abro mis ojos con un dolor de cabeza impresionante y cuando me inclino, lo veo parado en frente de mí, entonces comienzo a pensar que realmente estoy muerta.
―Hermes, ¿cómo...?
―Desperté hace unas horas, dejé manco y sin un ojo a alguien, descubrí que Malya estaba por aquí y en vez de eso, te encontré a ti ―explica tan frío como siempre y me doy cuenta que realmente estoy viva.
Me levanto, adolorida, y frunzo el ceño.
―¿Y qué? ¿Vas a matarme? ―Sonrío―. ¿Vas a vengarte porque destruí tu imperio? ―lo desafío sin importarme nada, ni siquiera que tenga arma y me encuentre débil.
―No ―aclara en seco y levanto una ceja, sorprendida, entonces se dirige a explicar al ver mi reacción―. Admito que al principio sí iba a asesinarte, pero hay algo que valoro mucho más que el dinero y esa es mi propia vida.
Me percato a lo que se refiere, ciertamente, le salvé la vida al evitarle el primer disparo. Golpe de suerte para mí que yo sea alguien que defiende ese derecho, sea el de quién sea.
―¿Y qué? De todas formas somos enemigos. ―Bufo―. No sé por qué sigues aquí. ¿Debería creerte que me salvaste la vida? ―acoto, pensando en que no pude haber llegado hasta la orilla sin ayuda de nadie, es obvio que él me ayudo. Aunque eso es muy extraño también como para procesarlo―. Me caes mal ―agrego.
―Lástima, a mí me caes bien. ―Hace una pausa en seco y se dispone a contestarme―. No creo que sepas, pero yo estaba en deuda con Malya cuando la conocí.
Aclara y me quedo confundida.
―¿Eh?
―¿No sabes como la conocí, cierto?
Ruedo los ojos.
―En un prostíbulo, seguramente, en tu trabajo de asco.
―No, en una cafetería. ―Continúa sin expresión y me irrita tanto.
¡¿Pero qué rayos?! ¡¿Qué significa eso?!
―¿Qué broma estúpida es esta? ―Refunfuño.
―Lo siento, con la única que bromeo es con mi esposa ―aclara y continúa―. No es ningún chiste, ella antes de ir al secundario, se quedaba mirándome, pasaba en frente de la cafetería todos los días a verme, algo así como una acosadora.
Suena a Malya.
―¿Estás diciendo que no la conociste en el prostíbulo? ―exclamo desconcertada.
Eso es tan extraño.
―Las casualidades del destino, nos llevaron a encontrarnos varias veces seguidas, y en una de esas, ella me salvó la vida ―explica y lo escucho, detenidamente―. Así quedé en deuda con ella y eso me permitió conocerla aún más.
―¿A dónde quieres llegar con esto? ―Entrecierro los ojos.
―El valor de mi vida es enorme, dijiste que no crees que haya salvado la tuya por lo que hiciste y te estoy demostrando que no es verdad.
Tiene sentido.
―Aun así, soy muy obstinada como para aceptarlo. ―Me cruzo de brazos.
―Lo sé, pero ahora hay algo más importante en juego ―pronuncia y me doy cuenta que habla de Malya, alza la mano―. ¿Tregua?
Entrecierro los ojos, aunque luego la estrecho.
―Tregua.
―Bien, ahora dime quién es S.
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