
31: Alerta
Eiden
Abro los ojos al oír llorar a Danaya. Levanto la vista, mirando la hora. ¡Cielos, me quedé dormido! Ya es el mediodía. Agarro rápido mi ropa y me visto, corriendo al encuentro con la beba. Al levantar a mi hija quedo tildado, reaccionando. Miro a un lado y otro.
Merche no está.
Ciertamente, ayer volvió, sus recuerdos regresaron, pero tenía algo en la mente que la perturbaba, estaba esperando el momento idóneo para irse.
¿Pero a dónde?
―No llores... ―Meso a la pequeña entre mis brazos y camino mirando la sala, para ver si hay algún indicio de algo―. Ya... ya.
No hay nada. ¿A dónde pudo haber ido?
Hablando de buscar. ¿Dónde dejé la leche materna? ¿O se habrá hecho popo? Miro el pañal. No, es solo pis. Le voy a cambiar el pañal. Una vez que agarro las cosas de la beba, le pongo un pañal limpio, sonrío porque ha dejado de llorar.
Ay, me siento buen padre.
La levanto de la cobija, que puse sobre la mesa para cambiarla, y la miro, estando alegre.
―¡Mira qué linda estás ahora! ―La abrazo y le toco la carita―. ¿Quién es la nena de papá? Tú eres la nena de papá.
El timbre suena y alzo la vista, saliendo de mi entorno de paternidad. Camino con Danaya en mis manos y miro por la mirilla de la puerta, abro, encontrándome con Edgard.
―¡Ocurrió algo horrible! ―exclama preocupado mi hermano.
―¿Qué? ¿Qué pasó? ―lo observo, analizando la situación, intentando entender lo que me quiere decir.
―¡Acompáñame, hay que ir al hospital, te cuento todo en el camino! ―explica y sale corriendo hacia afuera.
Agarro las cosas de la beba, cierro la puerta con llave, entonces lo sigo. Subo a su auto y arranca con velocidad.
―¡¿Qué ocurre?! ¡Maldita seas, Edgard! ¡Habla! ―exijo, subiendo el tono de mi voz.
Mantiene la vista al frente mientras conduce y se dispone a explicar.
―Lo oí de Neill, la Sociedad de las Letras se está derrumbando porque alguien encontró el archivo Oscuridad, entonces la Logia de la Serpiente se entrometió en el asunto para no quedar pegados, pero la culpable es tu chica. ―Me mira un segundo y vuelve a observar adelante―. Pero eso no es todo, al parecer un francotirador les dio a ambos, no sé nada más ―aclara.
―¡Maldición! ¡¿Por qué me quedé dormido?! ―me quejo.
―Era inevitable, no se puede hacer nada.
~~~
―Por cierto, la policía está alerta, no bajes con armas ―me avisa antes de bajar del coche.
―Lo sé, lo sé. ―De todas formas, no la traje. Camino al lado suyo y lo observo―. Pero, si policía está alerta, ¿quieres decir que ahora todos los Señores Letra están siendo buscados?
Entonces voy a caer preso si entro aquí.
―Sorpresivamente, no estás en la lista ―me aclara―. Parece que alguien se encargó de que no estuvieras involucrado.
Me lo pienso, «Merche borró mi nombre de las cuentas, no estoy en el archivo como Señor E».
―Entonces quién está en un aprieto con la policía es Hermes.
―Solo espero que esté bien. ―Suspira.
―Lo averiguaremos ―le aclaro y nos acercamos a recepción.
Una enfermera nos informa a donde nos tenemos que dirigir y caminamos rápido a la sala, en la que nos cuenta que solo el médico nos lo puede informar. Esto suena grave, me asusta. Encontramos al doctor principal y me avisa sobre la situación de Merche.
―No está grave, ha sido solo el brazo.
―¿Y mi Hermano? ―pregunta Edgard, más angustiado.
―Hermes Rockefelle ―le aclaro para que sepa quién es.
―Pues...
―¿Los interrumpo? ―Visualizo a Demetrio, ese oficial que empieza a hartarme―. Tengo que hablar contigo. ―Sonríe.
Entrecierro los ojos, asiento, luego miro a Edgard.
―Después cuéntame todo lo que te diga el doctor, ahora vuelvo ―le aclaro y sigo al maldito oficial.
Una vez que nos aislamos, este sonríe con suficiencia.
―Encontramos el cuerpo de su padre y lo mandamos a analizar. Me pregunto, ¿qué saldrá de esos análisis?, ¿usted qué cree?, ¿su chica tendrá algo que ver? Y la pregunta final, ¿sigue realmente con la amnesia?
Maldición. ¿Esto se puede poner peor? Espero que Edgard tenga buenas noticias por parte de Hermes, lo necesito más que nunca.
Malya
Bajo del auto de S, corro a toda velocidad, una enfermera me dice dónde puedo hablar con el doctor. Me detengo al observar la puerta de terapia intensiva con policías. Comienzo a ir despacio, aumento mi rapidez cuando visualizo a William, caminar detrás de mí con tranquilidad, y luego de unos pasos más, al fin encuentro al médico.
Veo a Edgard hablar con este e interrumpo la conversación. Parece angustiado, esto no me gusta para nada.
―¿Qué ocurrió? Dime, ¡¿qué ocurrió?! ―repito alterada, viendo a Edgard llorar.
―¿Puedo saber el estado del paciente? ―pregunta Will, encontrándose sereno, mirando al doctor, ya que Edgard no responde.
―Fue un disparo certero en la cabeza ―el hombre de bata informa de repente y siento como si mi corazón se paralizara―. Pero, no sé cómo decirles esto, hicimos lo que pudimos, es que su cuerpo se ha inducido a un coma y hasta no tener un diagnóstico extendido, no puedo decir nada más. ―Comienza a caminar, anotando en su planilla.
¡¿Coma?! ¡¿Hermes en coma?!
Sigo al médico y lo agarro del brazo.
―Por favor... por favor, dígame que no es cierto ―pido, ya permitiendo escapar mis lágrimas.
―Lo siento mucho ―se disculpa y esta vez lo dejo ir.
―¡No! ―Caigo al suelo y lloro con intensidad.
¿Por qué está pasando esto? Debí haber escuchado a mi presentimiento, no lo debí haber dejado ir.
Hermes, ¿por qué te has ido?
Necesito verte. Esto tiene que ser mentira.
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