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17: Merche

Eiden

Consigo la información que extrañamente T me entrega sin ningún problema. Me dice dónde está mi padre y salgo de su casa, subiéndome rápido al vehículo de Hermes.

―Se ve que estás apurado ―acota mi hermano mientras arranca.

―No tenemos tiempo de trampas, voy a recuperar a mi chica y mi hija, lo demás se los dejo a ustedes ―le aclaro mirando a ambos, marido y mujer.

―¡Al ataque! ―grita Malya, animada.

―Esto no es un juego Malya ―la reprende Hermes.

Ella se muerde el labio inferior.

―Es que me enciende verte en acción.

Ignoro la conversación y miro a la velocidad que va el coche a través de la ventanilla. El cabello se me mueve a un lado y otro por el viento que sale al esta estar abierta.

Merche, Danaya...

Ahí voy.

Mi hermano gira el vehículo en una calle poco concurrida y me doy cuenta que estamos cerca. Me concentro en estar alerta y saco mi arma al visualizar a los guardias de mi padre.

Son solo dos, pero inconfundibles.

―¿Creen que haya más dentro? ―pregunta Malya, nerviosa.

―Probablemente ―acota Hermes con su típico rostro sin expresión y reduce la velocidad del auto para divisar todo.

―Lo dudo ―digo yo y me bajo del vehículo en movimiento―. Parece una especie de recinto, específico para él. ―Lo observo, detenidamente―. No creo que quiera que nadie entre ahí.

―¿Por qué estás tan seguro? ―exclama en seco y de repente detiene el auto.

―T me especificó sobre el lugar, es una especie de santuario enfermizo.

―¿Dices que ahí están todas las locuras de padre?

―Eso mismo. ―Asiento.

Hermes levanta el arma y en dos segundo asesina a los guardias sin que se lo vean venir, Malya baja seguido de él.

―Entonces no esperemos más, voy a matarlo fácil hoy ―aclara y rompe la cerradura―. Solo necesitaré un tiro de mi Magnum y adiós R.

Caminamos por los pasillos, las paredes son sucias y viejas, pero al final del camino no hay una puerta, sino una pared.

―¿Eh? Esto es un callejón sin salida ―se queja Malya―. ¿Nos habremos equivocado? ¡Y si T te mintió! ―grita como niña.

―Debe haber una compuerta ―aclara H y mira el lugar detenidamente―. ¿Escuchan?

―Sí. ―Oigo―. Agua.

Camina y se acerca a la pared, oyendo el ruido, la toca y tantea con la mano el sonido de la gotera. Quita el viejo tapiz con cuidado de la pared y se cerciora lo que puede ser una puerta oculta.

―No encuentro la cerradura ―acota.

Me acerco yo y pongo mi mano en la parte baja de la compuerta, empezando a hacer fuerza.

―Cuando la veas me avisas. ―Para dejar de tirar.

Hermes visualiza el movimiento mientras empujo y cuando el contorno de la cerradura se ve levanta su Magnum. Yo me muevo y él dispara.

¿Qué forma de avisar es esa?

Ignoro aquel pensamiento y entro a lo que parece un baño. Continúo a la otra puerta, pero dejo de correr cuando veo el pasillo.

―¿Qué ocurre? ¿Por qué te detienes? ―dice mi hermano detrás de mí y cuando lo ve, se gira hacia Malya―. Tú te quedas ―ordena.

―¿Qué? ¿Por qué? ―Frunce el ceño ella y pasa igual―. ¡Oh, Dios! ―Se tapa la boca, sorprendida.

No más que yo, que soy el que ve fotos de su madre en una situación tan aberrante y comprometedora.

―Qué asco. ―Presiono mi puño y comienzo a avanzar, ignorando este horripilante collage sobre la pared que parece sacado de una película de terror.

Ignóralo, ignóralo. Tengo que ir por Merche y mi hija.

Corro por el pasillo, sin mirar más, y me apresuro a abrir la puerta del final para no seguir con esta pesadilla.

Aunque en realidad acaba de empeorar.

―Creo que no vas a necesitar tu Magnum ―le digo a Hermes cuando veo el cuerpo de mi padre en el suelo y sin vida. Me acerco a tocarlo y me aseguro, esta vez está muerto.

No vendrá, no vendrá, no vendrá...

Oigo la voz de Merche y levanto la vista. La visualizo en un rincón alejado, agarrando una mantita, donde se encuentra Danaya, y sus manos, como casi todo su cuerpo, están llenos de sangre. Está balbuceando y no se ha percatado de mi presencia o eso creo.

Algo no anda bien.

Me le acerco y como sigue sin mirarme, me agacho hasta ella.

―Merche ―la llamo―. ¿Qué ocurrió? ―Hago una pausa y al no responderme, vuelvo a nombrarla―. Merche... ―La toco y se sobresalta.

Levanta la vista y me observa con sus ojos humedecidos.

―Lo maté, pero diles que se callen.

―¿Quién? ―Frunzo el ceño, confundido.

―A las voces, diles que se callen, se equivocaron, viniste.

―Claro que vine. ―Pongo mis manos en sus hombros―. ¿Puedes pararte? Te ayudo.

―Este es el límite. ―Caen sus lágrimas―. Me tengo que ir.

―Sí, sí, nos vamos ―le respondo, pero no creo que sea a eso a lo que se refiere.

Llegué demasiado tarde.

Sonríe.

―Sí, nos vamos, me tengo que ir. ―Se acerca a mi rostro y alza sus manos, entregándome a Danaya―. Me están esperando. ―Se toca el vientre y veo la enorme herida que tiene en el estómago.

¡Mierda, no la vi!

Me giro.

―¡Malya! ―la llamo y ella se acerca.

―¿Qué? ¿Qué? ―dice nerviosa y mira a su hermana, preocupada.

―Tenla un momento. ―Le entrego a mi hija y ella se sonroja. Me agacho para agarrar a Merche―. Te llevaré a un médico y te pondrás bien, ¿de acuerdo? ―Le sonrío, pero mi chica sigue con su rostro pálido.

Niega con la cabeza.

―Me tengo que ir, me están esperando.

―¿Quién te está esperando, Merche? ―La levanto entre mis brazos, sin ninguna dificultad.

―Las voces, ellas lo van a arreglar.

―¿Qué van a arreglar? No hay ninguna voz, Merche ―exclamo más preocupado y comienzo a caminar.

Se abraza a mi cuerpo.

―Lo siento, me voy a ir.

―No te vas a ningún lado, te llevaré al médico.

Hermes abre la puerta de su auto cuando salimos y Malya sube también. El vehículo arranca y él llama a "su limpiador", ese tal Zack. Merche continúa hablando, en sus extraños desvaríos que no logro comprender, pero se los contesto. Se mantiene sobre mí y me abraza, vuelve a disculparse.

―Lo siento... ―Llora―. Ya se acabó, es mi límite.

―No te entiendo, no llores. ―Le acaricio el cabello.

―¿Me perdonas? ―Me mira a los ojos.

―Te perdono cualquier cosa, pero no llores, por favor.

Sonríe, toca mis mejillas y se acerca a mis labios.

―Te amo, pero me tengo que ir, adiós, Eiden ―apenas dice lo último, se desmaya.

―¡¡Hey, Merche, Merche!! ―le grito y la llamo, pero no me responde.

―¿Falta mucho? ―le pregunta Malya a Hermes, preocupada, mientras mira a mi hija, la cual ha comenzado a llorar, cuando la voz de Merche dejó de escucharse.

―Ya estamos cerca ―aclara.

Luego de unas cuadras más, por suerte llegamos rápido, entonces bajo a toda velocidad con Merche en mis brazos y ellos me siguen detrás.

Los médicos accionan rápido y se la llevan, bufo.

―Maldición.

―Yo pasé por algo como eso, es un shock ―dice Malya detrás de mí, que intenta calmar a la niña que no deja de llorar―. ¿Eh? ―Me mira, avergonzada.

Me acerco y agarro a Danaya.

―Ahora hay que esperar.

~~~

Mi hija llora todo el rato, no sé ni lo que necesita y me estreso más esperando al médico, que nos dijo que esperáramos para darnos el diagnóstico de la situación. Me sobresalto al verlo y me le acerco.

―Ya atendimos la hemorragia y no hay heridas graves, así que está fuera de peligro, hasta se encuentra despierta.

―¿Podemos verla? ―pregunta Malya, apresurada.

―De a uno, por favor ―aclara y se retira.

―¿Quieres que...? ―dice nerviosa, señalando a mi hija.

―Sí, gracias. ―Se la entrego y voy directo a la habitación.

Entro y me siento a al lado, le sonrío.

―Hola, Merche.

Se gira a verme, me observa, confundida, y frunce el ceño.

―¿Quién eres?

―¿Cómo qué quién soy? Soy yo, soy Eiden. ―Intento tocarla, sin embargo, se aleja.

―Discúlpame, pero estás confundido, yo no te conozco.

¡¿Pero qué rayos?!

"Te amo, pero me tengo que ir, adiós, Eiden".

Recuerdo sus palabras, ¿a eso se refería con irse? No puede ser, eso es posible.

―Eiden, Danaya sigue llorando. ―Oigo a Malya detrás―. Ayúdame.

―¡Malya! ―Sonríe Merche.

―¿Eh? Sí ―exclama asustada, pensando que ella le dirá algo malo.

Pero a diferencia de lo que parece me señala.

―Le puedes decir a este chico, que ni lo conozco, que no me toque, porque si no lo denunciaré ―amenaza de manera alegre.

Cielos, nunca había visto esa sonrisa, se siente diferente.

―¡Doctor! ―grita su hermana―. ¡Merche está desvariando!

Levanta una ceja.

―¿Y a ti qué te pasa? Estás cambiada. ―La observa, detenidamente. El médico se acerca como Malya pidió―. Ahora que me doy cuenta, ¿por qué estoy en un hospital?, ¿me caí o algo? ―pregunta confundida.

―A ver, jovencita. ―Sonríe el doctor―. ¿Qué es lo último que recuerdas?

―Que no estudie para un examen, William va a matarme. ―Hace puchero.

―¿Un examen? ―Se lo piensa―. Tenía entendido que eres policía.

Ella se ríe.

―Ay, qué halagador, pero me faltan dos años para terminar.

―¿Dos años? ¿Cuántos años tienes, señorita Mercedes?

Di veintiséis, di veintiséis. ¡Mierda! Esto tiene que ser una broma.

―Tengo diecinueve años. ―Se mira―. Aunque me siento diferente, ¿qué es? ―Se ríe―. Me rompí varias cosas por aquí, ¿no? ―bromea, mirando sus cicatrices.

Es tan alegre, como si nunca la hubieran violado.

―Tienes amnesia, Merche. 

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