CAPÍTULO TREINTA Y TRES
28 de marzo 2017
¿Qué podía salir mal de mi viaje a Kazán? Alargarlo, solo eran dos días, máximo tres los que estaría en esta ciudad de mierda, pero ya llevo cuatro días y aún no he encontrado a la persona por la que vine.
Pavel parece ser que la tierra lo ha tragado y no quiere expulsar a la maldita rata. A estas alturas sus heridas deben estar curadas y seguramente planeando como atacarme, ya que la joya lo está escondiendo y al parecer los israelíes aún confían en él.
—Odio tu ciudad —menciono cuando Iván entra a la pequeña oficina que me instaló en una de sus ratoneras.
—Hicimos todo lo que está a nuestro alcance, al parecer Pavel huyó hacia Israel.
—No me digas mamadas, cinco malditos días perdidos para que salgas con esto.
Cinco días que pude estar junto a mi mujer, recuperando las semanas que ella decidió prohibirme su coño.
—Aún no es nada seguro, tengo a mis hombres buscando.
—Un viaje desde Rusia a Israel es bastante complejo, así que tuvo que haber emprendido su viaje hace dos días.
Ese es el tiempo que lo vieron por última vez fuera de uno de los bares del hermano de Iván, pero cuando llegamos, el hombre ya se había espumado.
—No quiero suposiciones Iván, quiero actos y no estás haciendo nada. Quiero que traigas el culo de tu hermano antes de que anochezca.
—No es tan fácil.
—Para ti lo es, ¿necesitas más hombres? —pregunto con desdén—. Ahí tienes los míos, pero tráeme a tu hermano.
Estoy harto de estar aquí. Solo puedo pensar en mi mujer y lo sola que puede estar sintiéndose, necesito llegar a Moscú, abrazarla y luego dormir junto a ella. Levanto mi mirada hacia mi hermano que acaba de entrar y la preocupación en su rostro me retuerce el estómago como nunca.
—No —digo poniéndome de pie.
Solo tres personas pueden hacer que Alexey se preocupe tanto, pero empiezo a descartar las dos primeras. Si su mujer estuviera en peligro hubiera viajado directamente a Moscú y luego me informaría, si nuestra hermana hubiera sido atacada o reconocida yo me hubiese enterado primero que él. Entonces es mi mujer.
—¿Está muerta? —las palabras queman mi garganta cuando las menciono.
—Tuvo un accidente, el auto donde iba fue impactado por otro.
—¡Te pregunté algo Alexey!
—Está fuera de peligro.
—Que preparen el avión —recojo las pocas cosas que tenía en la maldita oficina y me dirijo hacia la salida—. Espero traigas a tu hermano a Moscú. Si Pavel está detrás de lo que le pasó a mi mujer, tu hermano pagará las consecuencias.
Cuando llego a la pista, el avión ya está listo para despegar. Lo único en lo que puedo pensar es en mi mujer y como buscaré a la persona que hizo esto, pagará por esto.
—¿Con quién iba?
—Néstor conducía, pero Viera iba adelante en su auto, vio cuando chocaron y cuando el auto huyó.
—¿Atraparon a quien lo hizo? —mi hermano niega y maldigo.
¿Cómo no pudieron atraparlo?
—Quiero que busquen a la persona que ocasionó el choque, no me importa lo que tengan que hacer.
Todo esto es una mierda, si no estuviera en Kazán seguramente no hubiera sucedido. Estando en Moscú hubiese acompañado a mi mujer al medio y seguramente estaríamos en algún lugar disfrutando. Ella no estaría en un maldito hospital.
—¿En qué hospital la tienen?
Me abrocho el cinturón y se me hace eterno mientras el piloto inicia el viaje.
—La llevaron al GEMC.
—Que la trasladen a mi hospital y le hagan todos los exámenes que requiere, no me importa si ya le hicieron en GEMC, quiero que la evalúen nuevamente.
—Ya lo pedí, están haciendo el papeleo para trasladarla.
No confió en los hospitales de mierda de nuestra ciudad, solo te atienden bien si tienes un buen apellido o llevas una bolsa de dinero. Elena es mi mujer, pero muchos no saben, así que no creo que la estén atendiendo como una maldita reina. Como lo que es, mi reina y la del país.
Espero a que el avión esté en el aire y pueda pararme, me tomo un trago de coñac y me acerco a la cabina donde está el piloto.
—¿Podemos llegar antes de las dos horas?
—Señor, nos demoramos noventa minutos.
—Quiero que sean ochenta, debo llegar con mi mujer.
Vacío mi vaso de un solo trago y regreso donde está mi hermano junto a dos de nuestros hombres.
—Debes calmarte.
—No te atrevas a pedirme nuevamente eso. Si Viera estuviera en el lugar de mi mujer no te estaría pidiendo que te calmes, así que no menciones esa puta palabra nuevamente, ¿lo entiendes?
Alexey asiente y desvía la mirada. Si su mujer estuviera en peligro, ni siquiera me atrevería a mencionarla en mi boca.
Giro mi rostro hacia la ventanilla de mi puesto y luego de casi catorce años le oró a Dios para que Elena esté cien por ciento bien, no quiero llegar y saber que mi mujer está grave o con alguna herida que tarde meses en sanar.
Cierro los ojos mientras me llevo las manos a la cara con frustración. Las siguientes horas pasan rápido y lento a la vez. Cuando el avión aterrizó en una pista privada de Moscú, ya nos esperaba un auto.
Cuando llegue a la clínica no me moleste en mirar a los hombres que se acercan a saludarme, lo único que quiero es encontrarme con mi mujer.
—jefe.
Niego cuando Néstor se acerca, no quiero hablar con él. Sé que no es el culpable del accidente, pero no puedo evitar estar resentido con él.
—Déjalo, estará tranquilo cuando la vea —menciona Alexey detrás de mí.
Sostengo la manija de la puerta y respiro entrecortadamente antes de entrar a la habitación. Miro todo el lugar y veo a la mujer de Alexey mirándome con los ojos muy abiertos. Desvió mi mirada hacia la mujer que me sonríe como si no estuviera con un maldito cabestrillo en la mano y un vendaje en su frente.
—Déjanos solos —le digo a Viera más fuerte de lo que pretendía.
Viera mira entre Elena y yo por un momento, pero acata mi petición cuando mi mujer asiente.
Espero a que Viera cierre la puerta y luego me acerco hasta la camilla.
—Creí que no viajarías hoy.
—Estoy jodidamente furioso —digo ignorando sus palabras. Reviso su cuerpo mientras ella me observa en silencio.
Tiene un moretón en la mejilla derecha aparte del vendaje de su frente. Bajo mis manos hacia su cuerpo y hace una mueca de dolor cuando me detengo en sus costillas.
—No tengo fractura —dice como si estuviera leyendo mis pensamientos—. Me duele porque el auto chocó a ese lado, pero estoy bien.
—No, estarías bien si estuvieras en nuestro apartamento, no en un maldito hospital.
Extiende su mano para acariciar mi mejilla, pero me separo de inmediato. Estoy frustrado, enojado y abrumado por verla en este estado, por más que intente verse fuerte, sus ojos no mienten.
—Voy a encontrar a la persona que te hizo eso, pagara todo tu dolor —prometo.
—Mi ángel, estoy bien, son solo rasguños.
—Que no deberías tener.
—Bebé —la miro con los ojos más abiertos de lo normal, la mujer acaba de llamarme bebé.
Está sonriendo porque acaba de ganar toda mi atención.
—Bebé, en serio estoy bien.
—No te atrevas a llamar así delante de mis hombres —digo entre dientes.
—¿O sea que puedo llamarte bebé?
—Muñeca —no puedo evitar sonreírle.
De dónde ha sacado que puede llamarme así, eso es realmente infantil.
—¿Puedes besarme? —pregunta, me acerco lentamente a ella—. Tardaste mucho.
—Muñeca, odio haberme ido, quería volar lo más rápido posible, pero el trabajo se retrasó.
Me inclino y rozó sus labios con los míos, pero para ella no es suficiente, ya que envuelve su brazo sano en mi cuello y atrapa mis labios en un beso más intento.
—Realmente te extrañé demasiado.
—No más que yo, muñeca, estaba loco porque no podía verte.
—No vuelvas a irte por tanto tiempo.
—No puedo prometerte nada, pero voy a hacer lo posible para estar a tu lado.
—¿Te vas a quedar?
—No voy a irme hasta verte completamente recuperada.
★
Cuando el doctor nos avisó que Elena podía salir del hospital no lo acepté hasta que le hiciera más exámenes y me confirmará que mi mujer estaba bien, pero eso no fue suficiente, ya que contraté a una enfermera para que estuviera pendiente de ella.
No me separé de ella en los siguientes cuatro días, no me importo en que ella insistiera que estaba totalmente bien. Ahora mismo estoy dejando a David en la escuela y luego debo ir al almacén del sur porque al parecer encontraron al hombre que causo el choque.
—Niño, nos vemos por la tarde.
—¿Vendrás por mí?
—Sí, así que debes estar en la puerta, te llevaré a comprar algo.
Sus ojos brillan por lo último que le dije y sonrió. Elena ha evitado gastar el dinero que le doy, pero no debería hacerlo, ya que le he dicho que no debe escatimar en los gastos, ahora mismo el dinero no es algo que nos haga falta.
—¿Elena lo sabe?
—Ella está de acuerdo —miento.
—¿Entonces puedes comprarme un palo de hockey? No importa que sea económico, es que necesito uno para poder unirme al equipo de mi clase en esta temporada.
—¿Tienes el uniforme?
—Puedo jugar sin uniforme, aunque la escuela me presta parte del equipamiento de protección.
—Entonces hoy compraremos todo —digo antes que él se baje del auto—. David, puedes pedirme todo lo que necesites, ya no están solos.
El niño me sonríe y asiente antes de salir corriendo hacia la puerta de la escuela. Espero a que el niño entre al colegio para marcharme.
Cuando llego al almacén me encuentro con Néstor y mi hermano, quienes me han estado esperando junto con el hombre que conducía la camioneta el día del accidente.
Cuando hackeamos las cámaras de la ciudad y encontramos el auto nos dimos cuenta de que las placas que llevaba eran falsas.
—Néstor, ¿podemos hablar un momento?
El hombre camina detrás de mí y siento su estrés junto al mío. No le he reprochado el accidente, aunque sienta que él es el culpable, sé que no es así.
—Señor, nunca quise ponerla en peligro.
—Lo sé —digo con seguridad—. Solo pedí que vinieras porque quiero que vayas a tu casa a descansar, también saliste herido.
Dos de sus costillas se fracturaron, además se nota agotado y es porque ha estado buscando al hombre que se atravesó en su camino.
—Estoy bien —niego sabiendo que no es verdad.
—Quiero que protejas a mi mujer, pero no lo puedes hacer en tu estado, por favor descansa las siguientes dos semanas.
—Señor.
—Nos veremos en dos semanas.
Le hago seña hacia la puerta y este sale de mala gana. Necesito que esté bien porque el siguiente mes voy a viajar a Italia y necesito que él cuide de mi mujer y el niño.
—El hombre quiere decirte algo.
—Le dio la gana de hablar —me pongo de pie.
Camino hacia la sala que la nombre —sala de tortura— allí tengo ubicada una jaula, diferentes herramientas, desde cuchillos hasta armas y una silla que está forjada al suelo.
—La cucaracha se dignó en hablar.
Entro a la sala y la luz blanca del lugar es cegadora por un momento.
—Debo ser sincero para que perdone mi vida —me río sin gracias, el imbécil cree que saldrá con vida de aquí.
—¿Fue un accidente que chocaras el auto de mi mujer? —pregunto sabiendo la verdad.
Desde que Elena llevó a David a la escuela, el auto los estaba siguiendo, pero ninguno se percató de eso, ya que tenía una distancia prudente para evitar ser descubierto.
—Accidente, no quería atropellar a nadie, perdí el control del auto en esa vía.
—No mientas.
—Lo juro señor.
La ira recorre mi cuerpo, pero debo controlarme para poder sacarle toda la información posible al hombre, ya que según nuestra investigación, Pavel no estuvo involucrado en esto.
Cuchillos, pinzas, cuerdas, cadenas, martillo, armas, soplete. ¿Qué puedo utilizar con él?
Mi mujer tiene un corte en su frente que de seguro dejará cicatriz y un cabestrillo porque su hombro se dislocó con el impacto del choque.
—Bueno, seré paciente contigo —digo alcanzando un bate, con el puedo golpear la parte de atrás de su hombro para dislocar y a la vez quebrar su clavícula—. Te daré diez segundos mientras me ubico.
El hombre empieza a retorcerse en su silla mientras me observa caminar hacia él y rodearlo.
—Veinte —digo al momento que hago el movimiento con el bate y siento como sus huesos se rompen al instante—. Lo siento, no iba a ser tan duro.
Mientras el hombre lloriquea acomodo el bate y agarro uno de los cuchillos.
—¿Aún no me dirás la verdad?
—No lo sé, lo juro. Alguien me contacto para hacerle daño a la mujer de cabello rojo —menciona lloriqueando como un crío—. Me contactaron de un teléfono desechable y me pagaron en efectivo.
—Debiste asegurarte quien era la mujer —digo mientras deslizo el cuchillo por su frente haciendo que la sangre brote al instante—. No debiste siquiera pensar en ella, mi mujer es intocable.
—Lo siento señor, no sabía que ella era su mujer, nunca le hubiera puesto las manos encima.
—Pero lo hiciste y yo no perdono, menos cuando se trata de la mujer que amo.
—Un hombre me contactó por teléfono hace siete días, me ofreció doscientos mil rublos.
—¿Tan poquito creen que vale la vida de mi mujer? —pregunto.
Ni todos mis bienes junto con mis cuentas bancarias podrían darle un valor a la vida de mi mujer. Ella vale tanto que en este puto mundo no hay nada que pueda asemejar su valor.
—Pedazo de mierda, aceptaste doscientos mil rublos por hacerle daño a mi mujer —digo con ironía—. Si acudes a mí con la información, podría haberte dado un millón.
Me paro detrás del hombre y corto su garganta con un solo movimiento haciendo que la sangre salpique por todos lados. El cuerpo del hombre se pone flácido a medida que la sangre abandona todo su sistema.
—Quiero que lo lleven al norte y lo dejen en las calles con un mensaje junto a doscientos mil rublos —le digo a uno de mis hombres antes de salir.
Cuando regreso a mi oficina le pido a mi hermano que me acompañe, necesito saber que ha pensado Iván sobre lo que le pedí.
—Al parecer Iván fue emboscado por su hermano —menciona después de un rato—. El hijo de puta tiene a toda la organización de la joya de su lado y cuando Iván se acercó, lo acorralaron.
—Pero no está muerto, haz que lo encuentren y le brinden protección, necesitamos que Kazán sea nuestra.
Debo destruir a la joya, no puedo dejar que esa organización crezca más.
Disfrute mis apariciones cada mes.
Nos leemos cuando tenga tiempo, mentiras, tengo maratón pendiente.
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Espero este disfrutando la lectura.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales donde aparezco como Leidygm18.
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