CAPÍTULO ONCE
06 de enero, 2017
Yura dijo que podía venir a descansar en la sala cuatro. Que hoy no bailaría, pero que me iba a necesitar antes de cerrar el bar porque quería hablar de algo conmigo. Me sorprendí y me pareció raro cuando dijo eso, pero no iba a desaprovechar un descanso.
¿Quien desaprovecha un descanso? nadie y yo no soy la excepción.
Pero era lo contrario, al entrar a la sala me encontré con mi ángel —diablo—, me dijo que no bailaría para el público sino que lo haría para él.
¿Qué diferencia hay entre bailar solo para él a hacerlo para todos esos hombres y mujeres? Pues una, ese hombre me atrae y mucho, siento algo que jamás sentí y estoy dispuesta a hacer algo con él que no implica solo bailar y al parecer él también está dispuesto.
Sus ojos me devoran como si fuera un depredador y no temo. Por el contrario, eso me atrae mucho más a él, a lo que puede hacerme o lo que me pueda ofrecer.
—No puedes tocarme —digo antes de subirme a la tarima, pero él sonríe.
Mierda, su maldita sonrisa. Ya en la pequeña tarima empiezo a mover mis caderas al ritmo de la canción que desconozco, pero adapto mis movimientos a ella.
—Inclínate —me pide y no dudo en hacerlo.
Me inclino a tal punto de que mis tetas casi salen del pequeño top que llevo puesto. No pasó desapercibido el brillo en sus ojos, ¿deseo, excitación, lujuria? Pueden ser las tres.
No despego mi mirada de la suya mientras sigo realizando mis movimientos, recorro su cuerpo con mi mirada hasta fijar mis ojos en su entrepierna —mierda, mis bailes si lo excitan—, teniendo un poco más de valor, me pongo de rodillas, llevo una de mis manos hacia mis tetas y la otra la bajo lentamente hasta dejarla en mi abdomen.
Juro que son los movimientos más eróticos que he hecho en toda mi vida, y lo peor es que me salen totalmente naturales.
Me tumbo completamente haciendo que mis pies queden a la vista del hombre. Arqueo mi cuerpo y luego separo mis piernas dándole una imagen perfecta de mi coño semi cubierto.
—Dios —gruñe el hombre con total excitación—. Puedo darte todo mi dinero si me dejas hundirme en tu coño.
Las pocas palabras me excitan más de lo que ya estoy y me hacen llevar una de mis manos a mi coño. Me toco como lo hago en la privacidad de mi habitación y un gemido se me escapa perdiéndose en el ruido de la música.
—Para —mi ángel se pone de pie y lo veo caminar hacia mí—. Si no quieres ser follada no deberías hacer eso. Me tienes duro como una maldita roca y mi mente quiere hacerte cosas perversas que estoy seguro no aguantaras.
No puedo verle el rostro porque tengo las rodillas dobladas, pero siento la intensidad de su mirada recorrer todo mi cuerpo.
—Sé que tu coño es dulce y quiero hundir mi cara en él —manifiesta—. Quiero que te corras en mi boca y luego hundir mi verga profundamente en tu coño.
Sus palabras llevan una corriente hasta mí estómago que baja directo a mi coño haciendo que un gemido se escape nuevamente de mi boca.
Ignorando sus palabras sigo haciendo mi baile, debo terminar mi show. Me pongo de pie y mis caderas se mueven de manera que los ojos del hombre no se despegan de mí. Mis manos juegan nuevamente con mi cuerpo y antes de siquiera darme cuenta tengo nuevamente una de mis manos en mis tetas.
—Rojita, si sigues tocándote de esa manera no podré respetar tu petición de no tocarte —habla.
Me detengo en el momento en que la música se detiene. Estoy jadeante, el sudor recorre mi cuerpo y mi centro está caliente y adolorido. Hoy acabo de experimentar algo que jamás había sentido.
No puedo mirar al hombre a los ojos porque lo que acabo de hacer, aparte de que fue jodidamente excitante y nuevo para mí, me dejo avergonzada.
—¿Avergonzada, rojita? —su atenta mirada no se aparta de mí hasta que me bajo de la tarima.
No tengo respuesta para su pregunta, seguramente mi rostro demuestre todos los sentimientos que tengo en este momento.
—Diez minutos de baile como lo hago siempre —trato de salir del lugar, pero él sujeta una de mis manos y me impide dar un paso más.
—Dije dos horas —insiste.
No sería capaz de bailar dos horas seguidas, mi pierna terminaría destrozada.
—Solo recibiré el pago del baile de diez minutos —aún evito mirarlo a los ojos mientras hablo.
—Pague por dos horas —inclino mi cabeza tomando fuerza de donde no tengo para poder mirar sus ojos. Su rostro está a centímetros de mí y puedo sentir el olor a alcohol en su boca.
—Realmente no puedo bailar por dos horas —confieso.
—¿Qué vas a hacer para pagarme el tiempo restante? —Trato de moverme, pero él me lo impide.
—Yo...
El sonido de su teléfono me salva de darle una respuesta a su pregunta.
—Mierda —murmura después de ver su teléfono —¿puedes bailar veinte minutos seguidos?
Asiento a su pregunta.
—Mañana debes ponerte lo que te traerán —dice—. Bailarás veinte minutos cada noche. No volverás a bailar para todos esos hombres. Nunca más.
Su voz está llena de posesividad.
Suelta el agarre que tiene en mi mano y cuando creí que me dejara ir, posa su mano en mi cuello. Me hace retroceder hasta que mi espalda está pegada a la pared.
Su mirada devora mi boca y estoy segura de que puede estar conteniéndose de besarme, pero no debería hacerlo. Yo también quiero besarlo, sus labios son jodidamente provocativos y a la vez hermosos.
—Puedo leer a las personas y tú no eres la excepción, cuando estés lista te voy a follar, duro —sus palabras están llenas de seguridad—. Joder, me voy a hundir en tu coño y lo vas a disfrutar.
Mi boca se entreabre y un leve gemido se me escapa. Oh, Dios. El calor sube por todo mi cuerpo y luego se instala en mi vientre bajo.
¿Es tan normal excitarse tanto?
—¿Quieres que te toque?
Joder, sí.
—No.
—Mentirosa —sonríe y mi pecho se contrae—. Debo irme, pero mañana estaré aquí para verte bailar.
Sus labios se posan en la comisura de mi boca y siento que ese lugar arde al instante.
Mi ángel sale por la puerta y tengo el impulso de seguirlo y preguntarle su nombre. Él sabe cómo me llamo, pero yo no sé su nombre.
Joder. Me tiro en el sofá que estaba sentado y su olor se esparce por todo el lugar.
El hombre me atrae y estoy segura de que el sentimiento no solo queda en atracción. Sus ojos verdes me hipnotizan de tal manera que me hacen olvidar todo a mi alrededor, el sutil toque que le da a mi cuerpo me enciende y ni hablar de sentir sus labios en mi piel.
Dios, ese hombre es un pecado andante y no me cansaré de decirlo.
Poniéndome de pie, salgo de la habitación y me dirijo a mi camerino para cambiarme. Con solo un show hecho saldré más temprano que de costumbre, así que podré dormir un poco más y luego ir a hacerme los exámenes médicos.
★
Desperté temprano y ayudé a mi hermano a arreglarse para poder ir al colegio, está a punto de terminar las clases y empezar oficialmente sus vacaciones de verano. He estado averiguando algunos campamentos donde quiero que vaya, pero teniendo los cuidados que necesita.
Luego de dejarlo en su escuela me dirijo al hospital para poder realizarme los exámenes. Debo asegurarme que mi pierna está completamente sana y que los dolores solo sean fantasmas.
—Creí que iba a esperar reunir el dinero —dice el médico cuando entro a su consultorio.
—Pude reunir los cinco mil para los exámenes —digo.
—Bueno, voy a revisarla nuevamente y luego iremos a la sala de rayos x para los exámenes que se harán —dice.
Toma nuevamente mis datos y luego me da una rápida revisión.
—Venga por aquí —pide.
Lo sigo hasta que llegamos a un piso que no está tan concurrido como el piso de los consultorios.
Dos horas después logro salir de la clínica. Me hicieron varios exámenes y debo volver por los resultados la próxima semana.
Al salir del hospital camino hasta la cafetería donde trabajaba. Quiero visitar a Anna, si mis cuentas van bien seguramente ya esté allí.
—¡Elena! —Anna grita cuando me acerco.
Miro todo el lugar y me aseguro de que la señora Tasya no esté, pero el grito de Anna es la mejor respuesta.
—Mujer, desapareciste —dice.
—Tú desapareciste —río. Desde que renuncié no había venido aquí.
—¿Conseguiste un mejor trabajo? —pregunta.
—Con un muy buen sueldo —confieso. Es el trabajo donde mejor me han pagado en todo este tiempo.
—¿Puedes recomendarme?
—Tienes que bailar —digo, Anna es malísima para el baile. Dice que nació con dos pies izquierdos.
—Ja. Déjalo así, seguiré aquí hasta poder conseguir un trabajo de verdad —asegura.
—¿Tasya? —pregunto.
—Salió hace una hora, pero no regresará hoy —asegura—. Lidia recibirá el turno de la tarde.
—¿Quién es mi reemplazo?
—No contrato a nadie, ahora solo atendemos Lidia y yo y la señora nos acompaña cuando tenemos muchos clientes.
—Vieja tacaña —digo.
—Siempre lo dije.
Anna me invita a un café mientras hablamos por un rato. Se puso de pie tres veces para atender a los clientes.
—Debo irme, pero saquemos un tiempo para que hablemos, quiero contarte que volví a ver al ángel —digo.
—¿El hombre que estaba con la mujer arrogante?
—Él mismo —le contaré que lo he visto en varias ocasiones, pero no le daré todos los detalles.
—Oh, Dios. El ángel que peca en mi mente —su tono de voz se eleva—. Mujer con suerte.
La conversación se extiende un poco más y luego de unos largos minutos me despido de ella.
De regreso al apartamento compro algunas frutas y verduras, estas últimas para poder preparar la cena para David y para mí.
★
—¿Estás segura de que bailarás solo para él por voluntad propia? —me pregunta Viera por vigésima vez.
—Sí —afirmo nuevamente—. Sabes que no me siento tan cómoda bailando para toda esa gente.
—Pero si te sientes cómoda bailando solo para ese ruso —una risa tira de sus labios, pero la oculta rápidamente—. Esos hombres tienen algo especial.
—No sé qué tengan, pero me siento cómoda bailando para él.
—Bueno, entonces no hagas esperar más al hombre y ve a mover tus caderas —me empuja haciendo que mis pasos se aceleren.
Mi segunda noche bailando solo para mi ángel —diablo—, y no sé qué pueda pasar hoy.
¿Será solo un baile como los que he dado al público o uno como el de ayer?
—Eso te queda perfecto —dice el hombre cuando entro a la misma habitación de ayer—. Voy a comprarte más de esas.
Llevo puesta una diminuta tanta de color blanco la cual tiene incrustado unas piedras que brillan más que la luz que ilumina esta habitación. El resto de mi cuerpo lo cubro con una pequeña falda y un top de látex blanca.
—¿Cómo te llamas? —pregunto tratando de ignorar las palabras que dijo.
No quiero salir hoy de aquí sin saber su nombre, aunque me gusta llamarlo mi ángel, también quiero saber cómo se llama.
—Jasha —revela.
—Jasha —su nombre sale en un susurro de mi boca.
—Es bueno que lo sepas, porque quiero que grites mi nombre cuando te esté follando.
Vuelvo a ignorar lo que me dice. Me subo a la tarima y espero a que ponga nuevamente la música como lo hizo anoche, pero no lo hace.
—Hoy no vas a bailar —se acomoda en el sofá y con una señal me pide que me siente.
—Ayer dijiste.
—Lo que dije ayer ya no importa hoy —menciona—. Quiero hablar.
Tomo asiento en el lugar que me señalo y espero a que empiece a hablar. Los minutos que pasan se sienten como una tortura y empiezo a sentirme nerviosa.
—Realmente eres hermosa —rompe el silencio con esas tres palabras.
La lujuria está plasmada en sus ojos y estoy tentada en ponerme de pie y sentarme en su regazo, pero no soy tan valiente.
—Hoy no bailarás, pero me tendrás que recompensar mañana.
Se pone de pie y agarra su chaqueta. Sale del lugar dirigiéndome una última mirada.
Dios, estoy ansiosa por lo que pueda pasar a continuación que este hombre. de verdad que la atracción y demás que siento por él incrementa con el tiempo.
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Espero este disfrutando la lectura.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales donde aparezco como Leidygm18.
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