CAPÍTULO OCHO
30 de diciembre, 2016
Cuando llegué al bar ya la rojita se encontraba en la tarima. Su mirada me buscó hasta que dio con el lugar donde me encontraba sentado y aunque no podía verme estaba seguro de que ella sabía que era yo quien estaba ahí.
Sus movimientos son hipnóticos y hacen que cualquier persona se concentre en ellos hasta que termine su show. Cuando su culo se inclinó ante el público, tuve un fuerte impulso de ponerme de pie y arrancarle los ojos a todos los hombres y mujeres que se estaban deleitando con la vista de su culo y su coño a medio vestir.
La maldita braga que llevaba puesta no era suficiente para ocultar su coño y joder, no hay imagen más preciosa que la de su coño y eso que no lo he visto completamente.
Lo que más me gusta de sus bailes es cuando se sube al tubo y aunque no es experta, hace que los presentes crean que sí. Su mirada se desvió por un momento lo cual la hizo caer aterrizando con un fuerte impacto, lo que la hizo hacer una mueca de dolor, la cual oculto de inmediato.
¿Está bailando herida?
Cuando entré a su camerino sin que ella me notara confirme que estaba herida y quise ver que tanto, por lo que estoy inclinado ante ella. Haciendo algo que nunca antes había hecho, ni cuando me estaban apuntando con un arma.
—No es nada, es una lesión vieja que no trate —ignoro su declaración mientras acaricio la parte enrojecida.
—Esto se ve grave —digo en un murmuro.
Subo mi mirada lentamente hasta que mis ojos se fijan en los de ella, los cuales tienen un brillo excitante.
¿En qué está pensando esta mujer?
—Con medicamento y cremas va a pasar —asegura intentando apartar su pierna de mi agarre, pero lo impido.
Cada vez que toco su piel, una rara sensación recorre mi cuerpo.
—¿Me recuerdas? —creo que me estoy volviendo idiota por hacer esa pregunta.
—El ángel —murmura, pero rápidamente cambia sus palabras —el hombre que lleva dos semanas esperando un baile privado.
—El diablo diría yo, además llevo más de un mes —la corrijo de inmediato.
Un silencio llena el espacio mientras mis manos empiezan a buscar camino en el cuerpo de la rojita y aunque quiero detenerlas no puedo, es como si tuvieran vida propia.
—¿Por qué insiste en no bailar para mí? —mis manos siguen avanzando hasta estar en sus muslos, los cuales son jodidamente suaves y adictivos.
—Yo... —respira profundamente e intenta cerrar un poco sus piernas, pero lo impido.
—¿Dinero? —pregunto—. Te daré tres veces más de lo que ganas en esa tarima, solo debes bailar para mí.
Mierda. Quiero que baile solo para mí, que ponga su hermoso culo en mi regazo y sienta cómo sus movimientos me ponen duro.
—Sé lo que significa bailar para un hombre en privado —su pecho sube y baja rápidamente, al igual que mis manos llegan a su diminuta braga.
—¿Qué significa?
—Sexo... —la palabra sale de su boca en forma de gemido y nunca había escuchado algo tan caliente, excitante y sexy.
—Eso solo sucede si tú estás dispuesta —aseguro.
Ninguna de las mujeres que trabajan aquí son obligadas a estar íntimamente con algún hombre.
—Yo... —sus piernas se separan instintivamente dándome un mayor acceso a su coño, así que no desaprovecho la oportunidad.
Mi mano se desliza hasta rozar su clítoris con mi dedo pulgar y la cara que pone es la más bonita que he visto en una mujer excitada.
—Todo pasa si tú lo quieres —mi pulgar frota rápidamente su clítoris.
Un gemido sale de su boca mientras yo continúo masturbándola.
No vine a esto «no te mientas Jasha», pero lo duro que estoy con solo tocar su coño y ver su rostro excitado vale la pena estar aquí inclinado ante ella.
Sus gemidos se hacen más fuertes, sus ojos están en mí y en ningún momento los aparta y joder, el brillo de excitación que tienen me hace querer inclinarla y follarla duro.
—Elena, en un momento será tu siguiente show —la mujer de Alexey entra sin avisar haciendo que el momento se vuelva vergonzoso para Elena.
La rojita trata de cerrar sus piernas, pero se lo impido. No las cerrará hasta que se corra en mi mano o mi boca.
—No habrá más show de ella por hoy —digo sin mirar a la mujer. Toda mi atención está en Elena.
—Oh... Yo... —impido que se ponga de pie, no lo hará hasta que su coño esté mojado por su orgasmo.
Siento cuando la puerta es cerrada. El rostro de Elena está tan rojo como su cabello y estoy seguro de que una parte es por la vergüenza de que su amiga la haya encontrado en esta situación.
—Separa más las piernas —pido mientras me acerco más a ella.
—No —dice, pero su cuerpo hace lo contrario.
Sus piernas se separan y no me pierdo la imagen de su coño depilado.
—Puedes correrte en el momento que lo desees.
—Ahaah... —sus ojos están fijos a los míos y no los separa en ningún momento.
Acelero los movimientos de mis dedos y antes de que ella pueda tener el primer orgasmo de la noche, la penetro con uno de mis dedos y la estrechez de su coño me pone tres veces más duro.
Su cuerpo empieza a temblar, sus gemidos incrementan, pero nunca deja de mirarme. Su orgasmo humedece sus labios y empapan mis dedos.
Retiro mi mano y sin ninguna molestia me llevo los dedos a mi boca para sentir su sabor y mis pensamientos estaban en lo cierto. Es tan dulce como lo imagine y estoy seguro de que me volveré adicto a sus jugos.
Espero unos minutos antes de ponerme de pie.
—Te pagaré esto —su rostro se descompone al escucharme.
—No soy una puta —dice rápidamente—. No necesito que me pagues por esto.
Ignorando sus palabras, digo.
—No bailarás hasta que te recuperes completamente de tu pierna —digo—. Los dos shows serán pagados, pero no te atrevas a venir hasta estar completamente recuperada.
—No eres mi jefe —escupe sus palabras con enojo.
Tal vez la herí diciendo que le pagaría por lo que acaba de suceder.
—Lo soy —aseguro—. Piensa, baila solo para mí y nunca te faltará el dinero.
Dicho esto último abandono la habitación dejándola a ella en el pequeño espacio.
Acomodo mi dura verga en mis pantalones antes de salir del bar. Necesito llegar a mi casa y darme una ducha fría o masturbarme para bajar esta mierda.
★
Voy de camino a una de mis empresas y mientras Néstor conduce mis pensamientos se desvían a la noche en la que probé los jugos de Elena y cada vez que lo hago mi verga se endurece y deseo ir a buscarla y que ella arregle lo que causó.
—¿Conseguiste la información? —le pregunto a Néstor.
—Sí, esa mujer la ha tenido difícil —dice.
—¿Qué encontraste? —pregunto.
—Tiene veintitrés años —dice lo que ya sé.
—Eso lo sé, ¿tiene novio, hijos?
—No, tiene un hermano de doce años, el cual tiene diabetes.
—¿Sus padres?
—Murieron cuando ella tenía once años.
Joder, era una niña.
—¿Cómo?
—¿Cómo murieron sus padres? Los asesinaron.
Como a mis padres.
—¿Entonces ella se hizo cargo de su hermano?
—Sí, aunque primero estuvieron con un familiar, pero cuando ella cumplió los quince años se marchó de esa casa.
—Me imagino el porque —muchas veces hay maltrato y la víctima decide huir.
—Estuvo participando por una beca hace cuatro años, pero en la presentación sufrió una caída, lo que le generó una lesión en su fémur derecho.
—¡Mierda! —exclamo—. Eso debió ser doloroso.
—Desde ese momento ha tenido diferentes trabajos, sus últimos fueron en un supermercado en las noches y una cafetería en las tardes —la segunda vez que la vi fue en la cafetería donde Kira se comportó como una perra.
—Quiere que le lleves dinero, el doble de lo que está ganando en el bar —pido.
—Podemos comprar medicina para el niño —propone—. Sus medicamentos cambiaron y ahora son más costosos.
Eso es lo bueno de mi mundo o de tener el dinero suficiente. Sabemos todo lo que queremos con solo ofrecer unos miles de rublos.
—Envíame la dirección de su casa —digo antes de descender del auto.
Cuando entro al ascensor me encuentro con mi secretaria Olga, la anciana que me ha ayudado desde que me hice cargo de los negocios legales.
Debemos tener esta fachada, la cual demuestre nuestros ingresos, aunque tenemos parte de la ley a nuestro favor, no todos son corruptos y siempre hay algunos que querrán destruirnos.
—La señorita Kira lo está esperando en su oficina.
Esa mujer no me deja un minuto en paz.
—¿Debería marcharme y dejarla allí todo el día? —la respuesta de Olga llega de inmediato, nunca se han llevado bien.
—Una idea perfecta, señor —le dedico una sonrisa antes de entrar a mi oficina y enfrentarme a Kira.
La veo sentada en uno de los sofás mientras revisa su teléfono. Lleva puesto un vestido azul que le queda perfecto a su cuerpo, pero no es suficiente para que la rojita abandoné mis pensamientos.
¿Qué hará hoy? ¿Tiene planes para terminar el año?
Mis pensamientos empiezan a desviarse rápidamente, lo que me hace ignorar las palabras de Kira.
—Llevas ignorándome desde el viernes —trata de llevar su voz a un tono bajo y poco seductor.
—He estado ocupado, la empresa y los nuevos negocios me están consumiendo.
—Pero deberías sacar tiempo para mí, hace cuatro días que no nos vemos —inicia a tocarme tratando de seducirme, pero la alejo.
—Cuatro días no es nada, cuando nos casemos estaré mucho tiempo fuera de la casa —digo, aunque sé perfectamente que no me casaré con ella. No después de que me convierta en el boss.
—Quería saber si mañana vendrás a la cena en casa de mis padres.
Prefiero pasar la noche en mi ático con una botella de vino recordando a mi familia muerta, pero como no quiero generar sospechas y mucho menos tener a Pavel detrás de mí, decido acompañarla.
—Estaré allí como siempre —aseguro.
Este es el último año que me veré obligado a hacer algo que no quiero.
—¿Puedo quedarme hoy en tu ático? Podemos divertirnos un poco.
—Estaré por fuera toda la noche, debo encargarme de algunos asuntos —digo, aunque no tengo pendiente nada.
Bueno, si Néstor me da la dirección de Elena, creo que le haré una visita.
—Quiero que nos casemos rápido, así podremos estar juntos por más tiempo.
—Sabes que eso no sucederá, nuestro tiempo se verá limitado, ya que viajaremos a los Estados Unidos y tendré muchísimo trabajo allí.
—No me gusta que mi tío te tenga para él —Dios, tendré que hablarle fuerte para que muestre su sumisión y así pueda dejarme solo.
—Deberías irte, tengo reuniones y no las puedo retrasar —aparto sus brazos que estaban rodeando mi cintura y luego retrocedo algunos pasos.
—Entonces nos veremos mañana.
—En la noche, llegaré a casa de tus padres.
Le doy un beso en la mejilla, pero para ella no es suficiente, ya que se inclina y besa mis labios.
—La cena es en casa de mi tío, ¿puedes pasar por mí a mi apartamento?
—No creo que pueda, no sé a qué horas termine mi trabajo.
—Es fin de año —mi mirada mordaz la hace cambiar sus palabras—. Entonces nos veremos en casa de Vitali.
Me da un último beso para luego abandonar mi oficina.
Su sola presencia me pone exhausto e incrementa mi sed de venganza. No mataré a Kira y a su familia porque ya tenemos un trato y para su beneficio, su padre no lleva el apellido Petrov.
Los Petrov y Volkov siempre han estado gobernando la mafia roja y si el antiguo boss estuviera vivo, mis planes no existirían, mi familia estaría viva y no tuviera tantas ganas de terminar con todo el linaje Petrov y hacer que por primera vez un Novikov llegue al poder.
—Los señores Morozov se encuentran en la sala de juntas.
Justo a tiempo.
Decidí invertir en la petrolera Morozov, eso traerá más dinero a mis petroleras, lo que implica que podré duplicar el lavado de dinero.
—Señor Novikov —se pone de pie un hombre que tiene aproximadamente la edad de mi hermano y me extiende la mano—lo siento—. Dice cuando no le recibo el saludo, soy Lev Morozov, heredero de las petroleras Morozov.
—Creí que hablaría con tu padre —le indico que tome nuevamente asiento.
—Está viajando, así que vengo en su representación, vengo con mi abogado, ya que solo debemos firmar los documentos.
—Señor Novikov —me saluda el abogado— usted recibió los documentos hace una semana, lo que significa que ya los leyó y está de acuerdo.
—Los leí, pero hay algunas cosas con las que no estoy de acuerdo.
—Estamos dispuestos a negociar —interrumpe Morozov.
—Si es así, entonces iniciemos.
Comento mi inconformidad con algunos puntos del contrato y las cláusulas absurdas que han puesto de las cuales se benefician ellos.
Parte de mi tarde la paso de reunión en reunión y cuando creo que puedo visitar a Elena, recibo una llamada del alemán, lo que me impide dirigirme a casa de mi rojita.
Mía. Porque la quiero para mí y no estoy dispuesto a compartirla con nadie.
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Disfrute de la lectura y no juzgue el libro sin primero haberle dado una oportunidad.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales donde aparezco como Leidygm18.
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