CAPÍTULO DOS
01 de diciembre, 2016
Una semana ha pasado desde que David recayó y con ello perdí mi trabajo donde tenía mayor ganancia —el puto viejo decidió despedirme y todo porque no acepte sus condiciones— la señora Tasya me permitió ausentarme toda esta semana, pero con la condición de que solo me pagaría la mitad del sueldo.
«Que bien, estoy jodida».
Los bancos aún me siguen negando los préstamos porque no tengo créditos en ningún lugar, tampoco tengo una propiedad o trabajo fijo que pueda respaldar el préstamo por si decido no pagarlo.
Mis amigos han insistido en ayudarme, pero no lo acepte, no puedo y mucho menos quiero seguir dependiendo de ellos.
A lo largo de estos años me han ayudado tanto que me siento en deuda con ellos y sé que nunca podré pagarles, aunque Viera se encargó de pagar la primera medicina con la condición de que se lo pagaría en cuanto obtuviera el dinero, pero aquí estoy, caminado por las calles esperando que el dinero caiga del cielo o crezca en los árboles que estoy observando.
La vida ha sido terriblemente injusta conmigo y aunque retrocedo el tiempo y analizo que he hecho mal, nada aparece. Fui buena hija, soy buena hermana y amiga. Hago caridades, aunque yo las necesite, soy servicial, pero cada vez la vida me da una patada en el culo.
Me detengo en un lugar donde me quedo mirando fijamente una vitrina con mis pensamientos aun revueltos.
—Señorita, le gusta eso —las palabras se deslizan de una voz gruesa con su acento más marcado que cualquier otra persona con la que haya hablado.
—Solo observaba —reanudo mi camino sin tomarme la necesidad de mirar la persona que me hizo aquella pregunta.
—Señorita.
El agarre en mi brazo me quema como si hubieran puesto en el una brasa que aún se encuentra en llamas.
—Usted puede soltarme —ahora siento la necesidad de observar a él hombre que me ha sujetado—. Le dije que solo observaba.
Esos ojos, puedo quedarme mirándolos por la eternidad y olvidarme de que tengo algún problema y que debo conseguir algo. El hombre está vestido con un traje de tres piezas gris que le queda espectacular, además resalta su rubio cabello.
¿Dios, me enviaste un ángel?
—Lleva usted mirando eso durante veinte minutos —señala la vitrina donde estaba parada.
Para ser sincera no estaba viendo nada de allí, mi cuerpo estaba ahí, mientras mi mente estaba en mis problemas.
—¿Necesita esa ropa? —Necesito plata.
—No, además ¿Qué le hace pensar que yo estaba viendo eso?
—Estaba concentrada y parecía agradarle.
—Muchas gracias, pero no, no quiero eso —me liberó de su agarré—. Sí me disculpa.
Camino con dirección al apartamento. Viera debe ir a su jornada de baile y yo cuidar a mi hermano que, aunque insiste que ya esta mucho mejor, no me le creo, se hace el fuerte, pero su pequeño cuerpo revela lo mal que puede estar.
Antes de llegar a casa, me acerco a la pequeña tienda de la esquina. Posiblemente, me valgan dos días de comida, pero el médico dijo que debería añadir más frutas a su dieta, entonces le llevo unas manzanas para que las disfrute.
—Traje muchas manzanas —menciono al entrar a casa.
Viera está junto a mi hermana en el pequeño sofá mientras ven algún tipo de caricatura que no logro identificar.
—Estabas tardando— Viera se levanta y se apresura a coger sus cosas.
«Va tarde para el bar».
—Lo siento.
—No lo sientas, solo piénsalo nuevamente —insiste—. Puedes ganar mucho dinero e incluso más de lo que necesitas.
—Muchas gracias —la acompaña hasta la puerta.
Uno de mis tantos pensamientos ha sido sobre ir a trabajar en ese bar, total, no tengo que acostarme con nadie y solo debo bailar, además que si necesito el dinero, pero aún no me decido porque estoy esperando la llamada de un banco que al parecer jamás me llamara.
—Viera me dio frutas —menciona David cuando estoy cerca de él.
—Entonces las guardaré para mañana —dejo las manzanas sobre la encimera y me dirijo a mi habitación.
David está concentrado en sus caricaturas, así que debo tratar de descansar un poco porque esta última semana no lo he hecho, «no duermo bien desde hace doce años». Seguramente el agotamiento se note demasiado en mi rostro y me haga parecer mucho mayor de lo que soy.
Posiblemente aparente treinta años.
Luego de darme una ducha y asegurarme que David ya se acostó, decido meterme entre mis cobijas para que me cubran del frío invierno de este país. A veces desearía vivir en un lugar donde todo el año solo sea verano, pero no puedo marcharme de aquí, al final estaría aceptando que mis padres se fueron y me olvidaría de ellos.
★
La señora Tasya decidió que ya era momento de regresar a la cafetería, si no regresaba hoy, debía abandonar mi trabajo y no podía darme ese lujo, así que tuve que recurrir una vez más a Viera para que se hiciera cargo de David hasta que yo volviera.
Mi hermano me rogó e insistió que ya podía estar solo y que se sentía mucho mejor, pero no quise arriesgarme.
—¿Cómo sigue tu hermano? —la señora Tasya se acerca hasta la mesa que estoy limpiando.
—Mucho mejor, la medicina que recomendó el doctor está funcionando.
—¿Pudiste conseguir el dinero?
—No, pero aún espero la llamada de un banco —la cual no llegará, ya pasó el plazo, pero estoy siendo tan optimista que aún creo que van a llamarme.
—Si tuviera el dinero no dudaría en dártelo, pero sabes que no lo tengo —dice como si aún se lo estuviera pidiendo a ella.
Me quedo claro que no me ayudaría con el dinero, pues, ella tiene lo suficiente.
Sigo limpiando las mesas mientras ella se retira. Hoy soy la única atendiendo las mesas y me está costando trabajo, ya que hay más personas que de costumbre y maldita sea, porque tuve que aceptar esos días.
«Los necesitabas para poder estar junto a tu hermano». Me lo recuerda rápidamente mi subconsciente, como si fuese mi enemigo en este momento. Me moví rápidamente por el lugar entregando los pedidos a los clientes que iban llegando.
—Mis pies me están matando —dirijo mi mirada a Anna, la chica de la barra mientras intento masajear mis pantorrillas.
—¿Cuántos turnos tienes hoy? —me mira mientras prepara los batidos de la mesa de una mujer con sus pequeñas hijas.
¿Cómo hace para trabajar y mirarme a la vez?
—Mañana y tarde, debo pagar la semana que no estuve —observamos esta vez a la señora Tasya que se encuentra detrás de la caja recibiendo los pagos.
—No quiere perder nada esa vieja.
Dice en un susurro antes de entregarme los batidos junto con los croissants para la mesa siete. Continúo atendiendo las mesas durante los turnos que me corresponden.
Cuando el lugar estaba más solo, tuve la intención de sentarme, pero un fuerte repique de tacones se escuchó. Tuve que desistir para acercarme a la mujer y poder atenderla.
—Puedes traerme un café —menciona la mujer antes de que pueda ofrecerle lo que tenemos.
—¿Algo más? —mi poco interés de atenderla pudo verse reflejado en mi voz por la mirada que me dio.
—Puedes irte —su mirada desdeñosa recorre mi cuerpo —si necesito algo más, te llamaré.
Iba a retirarme, pero el hombre en la entrada robó mi atención. Esto es un sueño, no puedo ver el mismo ángel dos veces. El rubio se acerca hasta la mesa donde estoy de pie y estuve completamente segura de que me había reconocido y tenía la intención de saludarme, pero todo esto murió cuando se dirigió a la mujer con una grave voz.
—Kira —la mujer le regala una enorme sonrisa antes de exigirme que me marche, pero como estoy abismada con tan lindo ángel, no puedo reaccionar hasta que el carraspeo del hombre me hace volver a la realidad.
«Posiblemente ilusa sería mi segundo nombre, ya que un hombre como él no reconocería a una persona como yo».
—¿Desea pedir algo?
—Un café —pide sin darme una sola mirada.
Debo estar loca por creer que el tipo venía hacia mí, claramente tiene el mismo aura de la mujer. Pero cómo fue que esa tarde se me acercó y me pregunto que, si quería ese vestido, bueno, seguramente me confundió con una vagabunda.
Cuando me hallé cerca de la barra le di el pedido a Anna. No se demoró mucho en dármelos, pues dos simples tazas de café las hace en menos de dos minutos.
—Nunca había visto ese hombre —no entiendo por qué ella tiene la manía de hablar en susurro. Los clientes están lejos.
—Es un ángel —miro hacia su mesa y se encuentra escuchando el parloteo de la rubia.
—Quiero que ese ángel me visite esta noche —habla de manera sugerente—. Estoy dispuesta a hacerlo pecar.
—Pues tendrás que buscar otro —le recibo los cafés y antes de marcharme digo—. Ese ángel encontró quien lo haga pecar y se encuentra justo frente a él.
No tengo que ser adivina y aunque puedo estar equivocada, estoy segura de que la mujer es la novia, esposa o amante de mi querido ángel de ojos verdes.
—Sus cafés —acomodo las tazas en cada lado, dirigiéndole una mirada a mi ángel—. ¿Desean algo más?
—Que te marches y nos dejes en paz —la molestia en la voz de la mujer es evidente.
Doy media vuelta y me dirijo de nuevo a la barra, no debo ser molesta, seguramente la dulce pareja tiene cosas importantes de qué hablar.
—En la vida hay mujeres que nacen con la suerte de tres —menciona Anna. Ambas estamos observando la única mesa ocupada.
—Ella se llevó la nuestra —desvió mi mirada en el momento que mi ángel de ojos verdes nos mira.
¿Dios, podrías darme un hombre así? Solo te pido eso y la recuperación total de mi hermano.
—La de todas las mujeres de Moscú.
—¿Debo ayudar en algo allí adentro? —me inclino y observo detrás de la barra—. Falta poco para que me marche.
—Si quieres puedes ayudarme con los baños.
Los siguientes minutos me la paso arreglando los baños, «aunque no había mucho que hacerles porque las personas no los utilizan con regularidad». La rubia y mi ángel se marcharon minutos antes de que mi tiempo de trabajo acabara.
—Deberías ser más empática con los clientes —menciona la señora Tasya—. La pareja se quejó de ti.
—¿La pareja o la mujer? —murmuré esto con la clara intención de que la señora no escuchara—. Lo haré.
Recibo mi paga y salgo de la cafetería. Mis pantorrillas y pies duelen demasiado y ni hablar de mi espalda, pero todo sea por tener el suficiente dinero para los medicamentos de David.
«A quien le miento, seguramente deba aceptar el trabajo en el bar en que trabaja Viera, el dinero de la cafetería solo me alcanzara para el arriendo del pequeño apartamento».
Desde que Mike me despidió por no tener una noche agradable con él, he tenido como opción el ir a ese bar, pero con la condición de que no me acostaré con ninguno de los clientes. Porque yo soy bailarina, no puta.
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Disfrute de la lectura y no juzgue el libro sin primero haberle dado una oportunidad.
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