CAPÍTULO CINCO
15 de diciembre, 2016
Hoy cumplo dos semanas de estar bailando en cosmos y aunque debo aceptar que no ha sido tan malo como lo imaginé al comienzo, si he tenido que lidiar con algunos hombres que insistían en tener un show privado.
—¿Volverás a dejar a David con Leticia? —pregunta Viera mientras acaba con la poca fruta que logre picar.
—Debo hablar con ella para que pueda cuidar de mi hermano durante la noche —con el dinero que estoy ganando puedo pagarle a ella—. Es buena con David.
—Pero David no quiere que alguien lo cuide —aunque él insista en que puede quedarse solo, no correré el riesgo de que algo le suceda mientras nadie está al pendiente de él.
—Aún es un niño y no me puedo arriesgar.
David cumplió sus doce años la semana pasada, y como le prometí. Lo llevé a comer helado con la compañía de Boris, viera y la señora Leticia, cuando regresamos a casa, le di el par de tenis Nike que él había estado observando durante mucho tiempo.
—Podemos conseguir una enfermera que lo cuide en las noches —propone.
—Sería mucho gasto en este momento, me ha ido bien en el bar, pero no tengo para tanto —cuando Yura me dijo que no ganaría mucho, creí que en la noche solo ganaría unos setenta o cien rublos, pero me hago el triple, ya que algunas noches hago dos shows—. Además, no lo dejaré con una desconocida.
—Tienes razón en lo último, porque te está yendo muy bien con los shows.
—Pero sabes que el dinero lo utilizó en algo importante —camino hacia donde está ella—. Ahora deja de comerte la fruta de David y vete.
—Eres una muy mala amiga —menciona antes de ponerse de pie—, fui quien trajo la fruta.
—Para David y si no la encuentra creerá que yo acabe con ella.
—Traeré más —agarra sus cosas y se acerca para abrazarme antes de salir—. Boris te llamará en la tarde antes de yo pasar por ti.
—Lo sé, no tienes que decírmelo.
—Supongo que está preparando algo para confesar su amor por ti —siento un estremecimiento en mi cuerpo al escuchar eso.
Nunca he visto a Boris de esa manera, siempre lo he considerado como un hermano para mí.
—No deberías delatar a tu hermano de esa manera.
—Siempre te doy aviso para que tengas que responder o desvíes la conversación —y estoy agradecida con ella, porque viéndolo desde algún punto de vista, ella evita que el momento se haga más tenso.
—¿Debería agradecerte?
La sigo mientras se dirige a la puerta.
—Sí.
—Gracias por delatar a tu hermano —digo con burla.
—Dejaré que te lleve a esa rueda de la fortuna y te confiese su amor como siempre lo ha planeado —odio esas cosas.
—Eres mi mejor amiga, por eso no tendría nada con tu hermano porque también lo veo como un hermano.
Nos despedimos para que ella pueda ir a ver a su patán, «tal parece que Alexey y yo no tenemos y mucho menos tendremos una buena relación».
Entro a mi habitación con la intención de encontrar que ponerme hoy. Quiero llegar a ese bar lo más cubierta que pueda, aunque es una completa ridiculez porque apenas entre me tendré que cambiar a esas diminutas faldas que compró Viera para mí.
Tarareo la canción que se escucha mientras el agua más fría que caliente humedece mi cuerpo —cuando reúna una buena cantidad de dinero me daré el lujo de poner agua caliente para mi hermano y yo— espero eso sea pronto.
—¡Hermana! He vuelto —gracias al cielo que llegó.
Me pongo unos vaqueros, una camisa de tirantes y sobre ella una chaqueta. Busco mis preciosos y únicos zapatos por toda mi habitación hasta que logró dar con ellos «aunque estén en el punto de a la basura o llenarlos de tinta, los sigo amando».
—Mi querido David —camino hacia la cocina donde se encuentra tratando de cortar una manzana.
—Un amigo tuyo me invitó a un refresco —revela con suma tranquilidad.
—¿Boris? —acarició sus rizos un poco rojizos mientras espero su respuesta.
—Boris no me invitaría a un refresco, sabe que no los puedo tomar —¡joder! Tiene razón.
—¿Qué amigo David?
Mi círculo social es sumamente reducido, puedo contar mis amigos con una mano y juro que sobrarían más de la mitad, por lo tanto, no se me ocurre de qué amigo está hablando David.
—Un chico alto y rubio, muy rubio —maldito.
—¿Te hizo o dijo algo?
—Solo dijo que quería enviarte un regalo como aniversario, pero no me dio nada.
Su regalo son sus mendigas apariciones cuando se acerca la fecha en que decidió que si no estaba con él me iba a joder y bien que lo logro. Lev Morozov fue el culpable de la terminación de mi carrera, mi fémur fracturado y unas terapias incompletas.
—¿Te tomaste el refresco? —es un niño, seguramente lo acepto.
—No quiero morir hermana, haces muchas cosas para que pueda vivir, así que lo rechace de la mejor manera —mi pequeño hermano es tan... Joder merece una vida eterna.
—¿Por qué eres así? —revuelvo sus rizos mientras mantengo una sonrisa en mis labios.
Se lleva un pedazo de manzana a la boca antes de responderme con su boca aún repleta de aquella fruta.
—Porque tú eres la mejor, así que debo ser el mejor para ti, crecer fuerte y poder cuidarte.
Debo apartar mi mirada de él porque mis lágrimas amenazan con salir. No podría vivir si le llega a pasar algo, es mi mundo.
Pico un poco más de fruta y me dirijo con él hasta el pequeño sofá que se sitúa justo al frente de la pequeña tele donde pongo algunas caricaturas y me entretengo con mi hermano hasta que dan las cinco y mi teléfono suena recordando la posible llamada de Boris.
—No demoro —me levanto del sofá y camino hacia mi habitación donde contestó el teléfono.
Al principio creí rotundamente que era Boris, pero el número desconocido me lo hizo descartar.
—Buenas tardes.
—Mi bailarina favorita —mi número. ¿Cómo pudo este idiota conseguir mi número?
«Elena, el hombre, tiene un gran poder y puede conseguir todo lo que quiera» me lo dice mi conciencia al instante.
—¿Tu lengua se rompió al igual que tu preciado pie?
¿Por qué no lo maté cuando pude? A... porque hay alguien que depende de mí y no puedo ir a la cárcel.
—No estoy para tus juegos, Lev.
—Casi cuatro años y aún me guardas rencor por un accidente —mis pelotas y eso que no tengo ni una, no que yo sepa, pero el accidente fue el nacimiento de ese cabrón.
—Como lo quieras llamar, gracias por recordarlo —ni jodida me deja en paz el imbécil.
—Tengo una propuesta para ti, medicamento ilimitado para tu hermano —una propuesta tentadora si proviniera de otra persona, pero a estas alturas no recibiría ni un mendigo rublo de Lev.
—Tan caritativo como siempre, tu dinero y tu medicamento te lo puedes meter culo arriba —es un maldito imbécil.
—Desaprovechando nuevamente mi oferta —para mí no es desaprovechar, es evitar un desastre más grande.
—La verdad no me importa tu dinero y mucho menos tú, ahora gano lo suficiente para sobrevivir y darle lo necesario a mi hermano —aunque no le debo explicación, quiero dejarlo claro para él.
—Deberías pensarlo, tal vez lo necesites en otro momento.
—Lo que debería pensar es porque sigo escuchando tus estupideces.
Este hombre saca lo peor de mí, pero es más que irritante. Es odioso. Engreído. Prepotente. Además, destruyo mi futuro por una maldita obsesión.
Dios me libre de conocer otro hombre como Lev.
Mi teléfono suena nuevamente y tomo la llamada para decirle una última cosa a san Lev.
—Púdrete en tu maldito dinero. Lev.
—Ooo... —Escucho esa o, alargada y quisiera retroceder el tiempo cinco segundos y percatarme del número que llama.
—Yo... Lo siento, Boris, no creí que eras tú.
—¿Lev volvió a llamar?
—Y ofrecer su patética ayuda —afirmo.
—¿A cambio de qué?
—Esta vez no lo deje hablar, lo mande a la mierda.
—Esa es mi chica —no puedo comportarme grosera con mi amigo, pero odio que me llame su chica.
—Bor...
—Lo siento, de verdad lo siento, es costumbre —capta a la primera.
—¿Cómo has estado? —Desde que inicié el trabajo en el bar no he podido hablar con él.
—Bien... Creo, ¿podemos vernos?
—Voy a trabajar —digo.
—Pudo recogerte en el supermercado —pide—. Necesito decirte algo.
—Ya no trabajo allí —confieso— ahora trabajo en otro lugar.
—Puedo recogerte en el nuevo trabajo —insiste.
—No —no me preocupo de que él se entere sobre mi nuevo trabajo si no por su hermana— voy a verme con Viera cuando termine mi turno.
—Entonces podemos reunirnos mañana.
Me gusta reunirme con Boris, pero con lo que me dijo Viera no quiero verlo porque seguramente mi respuesta a su propuesta no le gustaría y no quiero que nuestra amistad se torne incómoda.
—¿Podemos vernos el próximo fin de semana? —propongo —podemos salir todos.
Hace un silencio, seguramente porque no le gusta mucho mi propuesta, pero luego me responde.
—Aunque quiero decirte algo solo a ti, está bien —confirma.
—Entonces nos vemos el domingo.
El domingo estaría bien porque es el día que me dan de descanso en el bar.
—Cuídate.
Finalizo la llamada y observo la hora, la cual indica que es tiempo de irme al trabajo.
★
No creí que estar sobre esta tarima se sintiera tan bien y liberadora.
Mi primer show lo sentí un desastre, pero cuando finalizó hubo muchos elogios y dinero por todos lados —incluso sentí que fui más aplaudida que las otras chicas—.
Ahora en mi décimo día bailando aquí, me siento más relajada y mi cuerpo se mueve a sincronía con el ritmo de la canción, mientras todos los hombres e incluso mujeres «que no había visto antes», parecen hipnotizados con mi baile, pero hay algo que llama más mi atención, una intensa mirada que no he descifrado de donde viene, pero sé que está ahí porque mi cuerpo arde con ella.
Pongo mis manos sobre el tubo y me deslizo suavemente hasta tener mis rodillas sobre el frío piso de la tarima y luego separo mis piernas un poco hasta que se hace visible el pequeño trapo brillante que cubre mi entrepierna; giro mis caderas hasta que logro quedar acostada completamente para después inclinar mis cadenas hacia el público que se inquieta con ese pequeño movimiento.
Mientras mi baile sigue, mi mirada recorre una alta figura que emerge de la oscuridad, pero desaparece tan rápido como apareció y entiendo que la mirada que hace que mi cuerpo arda es de esa figura porque con su salida también se va ese ardor.
La canción se detiene y eso significa que mi primer baile de la noche acaba con ella, aunque no creo que baile nuevamente porque retrasaron mucho mi show hasta el punto de considerar que esta noche no lo haría.
—Eres un peligro cuando estás en la tarima —dice Yura cuando bajo de ella.
—Igual a todas —respondo un poco cohibida.
Cuando bajo de la tarima toda mi confianza se espuma y vuelvo a sentirme cohibida.
—Deberías aceptar los bailes privados, ellos saben que no pueden tocarte —propone como cada noche que termino un show.
—Si acepto eso, después aceptaré que me toquen y eso no puede pasar —doy la misma respuesta.
—¿Por qué no aceptar eso, ganarás mucho dinero? O no lo aceptas porque eres virgen —termino el agua que tenía en mis manos y le respondo.
—No estoy obligada a compartir mi sexualidad contigo, además soy bailarina, no puta.
¿De dónde me surgió valentía para responderle a Yura de esa manera? No lo sé, pero me irrita que quiera saber algo que no le importa.
Me despido de Viera y le doy una leve inclinación a Yura y me dirijo a mi camerino. Me dieron un camerino a los dos días de estar aquí y tal como lo dijo Viera, a las demás chicas no les gusto.
Al abrir la puerta me llevo una gran sorpresa, no creí que los tipos de este lugar se tomaran tal atrevimiento.
—¿Qué...? —¡Joder! Mi ángel de ojos verdes es el que está sentado en el pequeño sofá.
—Quiero mi baile, ese que me has negado durante las dos últimas semanas —revela con tanta tranquilidad que me aterra.
—No doy shows privados —desde que estoy en este lugar no había estado a solas con un hombre y menos con uno tan jodidamente sexy como él.
—No me iré hasta obtener lo que quiero —se acomoda más donde está y quita los tres primeros botones de su camisa—. Así que entre y baile para mí.
Su tono de voz revela tanta autoridad y me gusta y a la vez me da miedo porque estoy segura de que a él no le negaría un show.
—No —se ríe sonoramente al escucharme, ¿se dio cuenta de que me gusta?
—Elena —su maldita voz. ¿Por qué no tiene el tono de Boris?
—Puede usted esperar todo lo que quiera —mi ángel quiere un baile, pero me niego a hacerlo por más que su apariencia y voz me estén incitando—. No puede obligarme, además no debería estar aquí.
—No puedo esperar más, llevo dos semanas siendo paciente, Elena.
—Puede quedarse ahí si lo desea, no bailaré para usted solo. Disfruté del show que le brindó a todos.
Debo salir de aquí porque estoy nerviosa y con ganas de acercarme y tocarlo. Intento salir, pero la rapidez del hombre es tres veces más que la mía.
Me sujeta de la cintura y me apega a su duro pecho —quiero tocarlo, desde la primera vez que lo vi— sus labios se acercan a mi oreja y su respiración me eriza la piel en un par de segundos.
—Me gustan los retos, Elena y usted se va a convertir en uno.
Su voz toma unos tonos más ásperos y hace que mi estómago se encoja y algo que debería estar seco se humedezca en un par de segundos.
—Usted...
Un jadeo se escapa de mi boca cuando él presionó sus labios en uno de mis hombros y después se aleja y sale del camerino.
¡Dios! Ese hombre es un pecado andante.
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Disfrute de la lectura y no juzgue el libro sin primero haberle dado una oportunidad.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales desde donde aparezco como Leidygm18.
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