Epílogo.
—¡Buenos días, estrellita!
Isagi salta debido a la sorpresa y puede sentir enseguida el peso del cuerpo de Bachira sobre él.
—¡¡Empieza el día con alegría y muéstrale al mundo una gran sonrisa!!
—¡Quítate de encima, Bachira! —grita consiguiendo un par de risas por parte de su mejor amigo quien lo abraza con fuerza.
—¡Vamos, Isagi! ¡Levántate y sé feliz! —Bachira le aplasta las mejillas y se las jalonea. Isagi se levanta usando toda la fuerza que tiene para así derribar al de ojos amarillos y usando el mismo impulso, termina lanzándose sobre él. —¡Auch!
—¡Nadie puede levantarse feliz si me despiertas así! —reclama el mayor, jalando el cabello de su mejor amigo quien se ríe intentando apartarlo.
—¡Al fin tienes fuerzas para levantarte y molestarme! Creí que la resaca te duraría para siempre.
Bachira acusa cruzándose de brazos, Yoichi se mantiene sobre él con el ceño fruncido.
—¡No me mires así! Han pasado tres días desde la fiesta y aún sigues actuando adolorido además del mal humor.
—¡No es por la resaca, idiota! Solo me dolía un poco el cuerpo...
—Siento que hay algo que no me estás contando. —Meguru hace un puchero, y su amigo simplemente aparta la vista.
El de ojos amarillos tiende a olvidar distintas cosas después de una noche de fiesta porque tiende a ser un poco descontrolado al momento de beber distintos tipos de tragos. Por lo que admitió, Bachira recuerda haber alentado a Isagi a coquetear con alguien pero después de ahí es un borrón entre una competencia de bebidas y bailar con Kurona.
Yoichi aún se siente avergonzado, él nunca había bebido lo suficiente como para olvidar más allá de pequeños detalles. Admitir que había olvidado el nombre de la persona con la que se acostó, sería demasiado.
Obviamente se lo diría pronto, no podía esconderle esta clase de cosas a Bachira pero mientras más tiempo tarden las burlas en llegar, mucho mejor.
—Relájate, Bachi. No es nada. Solo que... —Isagi se quedó sin ideas por un momento, antes de que algo en su cabeza hiciera click. —Ya debería haber iniciado con el cuadro que le tengo que entregar a Ego y aún no lo he hecho.
—¡Pues entonces levanta el trasero y hazlo! —gritó el de ojos amarillos antes de acercarse y chocar sus frentes. —No me gusta que estés desanimado, Yoichi.
—¿Desde cuándo usas mi nombre?
—Para que entiendas la seriedad del asunto, bobo. —Bachira le da un golpecito en la nariz y se ríe antes de apartar a Isagi de su cuerpo para levantarse. —Como sea, debo irme a mi clase. Tu almuerzo está en el microondas, y por el amor de dios, come antes de empezar el dibujo porque te conozco y sé que luego lo olvidas. ¡Comer es importante y la comida es costosa! ¡No la dejes perder!
—Sí, mamá. —Isagi se burló, y el de ojos amarillos solo le sacó la lengua antes de irse con un ruidoso grito de despedida.
El de ojos azules se rió en voz baja, antes de levantarse y dirigirse al baño. Ese día no tenía ninguna clase, así que generalmente lo aprovechaba para adelantar trabajos ya que, aunque no era la persona más responsable del universo, trataba de no permitir que la tarea se acumule. Al salir del baño, se dispuso a hacer caso a las órdenes de Bachira y encendió el microondas para calentar el arroz con pescado que su mejor amigo preparó.
Su vista se desvío a la ventana, dónde las nubes grises empezaban a reunirse en el cielo, probablemente llovería más tarde. En aquel momento, Isagi aunque claramente no se sentía triste o con el corazón roto, no podía evitar sentir cierto pesar en su corazón.
Era algo bobo y se sentía tonto por sentirse de esa forma, pero es que no podía sacar las imágenes de aquella noche de su mente.
Si cerraba los ojos, Isagi podía ver perfectamente el rostro de aquel chico, la forma de su mandíbula, la mueca de sus labios y el contorno de su nariz. Puede recordar el sonido de su risa opacada por la música y los gruñidos que se escapaban de su boca. E incluso recuerda la sensación de sus dedos rasposos contra su cadera y los besos que dejaba a lo largo de su cuello.
—¡Maldita sea! ¡¿Por qué su nombre no?!
Tal vez, porque en ese momento, su nombre no importaba realmente, más allá de llamarlo para que los ojos turquesa vieran en su dirección y para pedir que lo abrace con más fuerza. Su nombre no era más importante que el resto de las palabras que se dijieron, y así sus nombres se perdieron entre risas, gemidos y bromas. Su cerebro registró aquello que más llamó su atención, y eso fue la forma tan bonita que tenía ese chico de tocarlo con un cariño y una suavidad impropia de la imagen que proyecta de sí mismo.
Porque ese chico parecía ser rudo, serio, y distante. No hay dudas de que probablemente lo sea, pero una parte oculta de su personalidad se mostraba a través de caricias dulces que dejó en el cuerpo de Isagi. Logrando acelerar su tímido corazón y hacerlo ver los colores de una forma tan brillante, tan explosiva y tan pura que no podía soltar aquellos momentos como una experiencia más de la vida.
Claro que no, eso fue más, mucho más. Y de solo rememorarlo, su corazón vuelve a saltar y a latir de una forma casi dolorosa, y la emoción tiembla en su cuerpo dándole pinchazos en los dedos. Así que camina hasta llegar a su cuarto, y pararse frente al lienzo que descansa impoluto sobre el cabestrillo.
Yoichi no piensa y solo empieza a fluir al momento que la punta del lápiz golpea contra la tela blanca. Traza las líneas casi sin pensar en nada más y así lo hace por horas, de la misma forma que lo ha hecho en las noches anteriores a esa, siempre que lo recuerda, no puede evitarlo y ahora los dibujos se acumulan bajo la cama, siendo siempre la misma cara trazada en distintos estilos y diferentes materiales.
Isagi delinea con el carboncillo la curva que debían ser sus labios, y con su dedo difumina el color negro de su cabello. Se aleja un par de pasos y observa el cuadro a medio terminar, es indudablemente, el rostro del chico más hermoso que ha conocido en su vida.
Suspira, sus dedos están manchados de negro por culpa del carbón, y debe lavarse para no manchar la bella obra que acaba de hacer. Es bella pero no perfecta. Y de nada sirve otra obra más donde el artista no se siente totalmente satisfecho.
Lo sujeta por los bordes, y sonríe pequeño, apenas una curva ladeada en sus labios, antes de guardar el cuadro bajo su cama, junto al resto de los diseños inspirados en su musa.
Se sentó junto al marco de la ventana. El cielo lluvioso lo recibió, siendo igual de gris que como se sentía en ese momento.
Y es que no hay nada peor para un artista, que encontrar su musa y al poco tiempo perderla.
[...]
—¡Adiós, Rin!
El de ojos turquesa rueda los ojos, antes de despedirse con un gesto de la mano. Ciertamente le molesta la forma exagerada que tienen las modelos de intentar llevarse bien con él, como si no pudieran entender que al ser tan efusivas y alegres solo conseguían alejarlo más.
Condujo en silencio hasta su apartamento y la oscuridad fue lo único que lo recibió al llegar a su frío hogar.
Enciende las luces mientras que camina con cansancio, la noche está cayendo en la ciudad, las luces de los edificios brillan a través de la ventana y el pelinegro deja su bolso sobre el sofá mientras camina hasta llegar a su habitación.
Debe preparar las fotografías para presentarselas al representante de la modelo que fotografió el día de hoy lo antes posible porque tendría una entrevista para una marca de ropa que ya olvidó y necesitaban que fueran perfectas. Las razones y las necesidades de sus clientes eran cosas que a Rin no le importaban, simplemente necesitaba saber qué era lo que querías y eso era lo que les daría.
El Itoshi ignoraba las quejas de los modelos cada vez que los hacía cambiar de posición, o cuando les pedía cambiar la forma en la que sonreían. Su trabajo no era hacerlos felices, sino hacer que se vieran como tal. Y era molesto, cuando algunos modelos creían que solo por ser lindos tendrían todo resuelto, porque la verdad no era así.
Las fotografías de estudio debían seguir reglas y normas muy específicas bajo las cuales no cualquiera lucía bien. No eran como las naturales que podían ser hermosas con solo fotografíar a alguien sin mirar. Y era tan molesto hacer que los modelos siguieran sus peticiones, que no hacían más que empeorar su humor.
Habían pasado tres días desde la estúpida fiesta. Él y Sae habían hecho las pases, estaban bien, lo que pasó no fue algo que debía pasar a mayores y la cucaracha se había disculpado obligado por su hermano, por supuesto que no fue ni un poco sincera, pero fue divertido verlo disculparse a regañadientes.
Pero había algo que lo seguía molestando, y los rasguños que aún no terminaban de desaparecer de su espalda eran un recordatorio de eso.
Estaba enojado consigo mismo por haberse dejado llevar por el descontrol de sus emociones en aquella noche y terminar tan borracho que apenas recuerda flashes de lo que pasó.
Y es tan molesto que hayan pasado días y que aún no pueda dejar ese momento atrás que lo mejor sería solo concentrarse en el trabajo hasta olvidarlo con el tiempo.
Rin coloca la memoria de la cámara en su computadora, iniciando la impresión de las mismas. Se dirige a la cocina, dónde busca una copa sirviéndose vino con suavidad, porque le parece que lo tiene bien merecido después de un largo día aguantando a un montón de personas que le resultaron sobretodo desagradables.
Cuando vuelve a su habitación, puede ver las fotos que acaban de salir de la impresora y salta con rapidez para detener el proceso de impresión al darse cuenta del error.
Por accidente, en lugar de imprimir las fotografías de la memoria que acababa de ingresar, imprimió las fotos del último archivo abierto.
Y en ese último archivo, estaban las fotos de la fiesta.
—Maldición. —gruñe en voz baja. Golpeándose la frente con su mano.
Sacó las fotografías de la impresora, y se dispuso a elegir correctamente el archivo en esta ocasión. No podía permitirse retrasos y tener que aguantar más reclamos del insufrible representante.
Mira las fotografías en sus manos por un par de segundos y luego esparce los pequeños recuadros sobre su cama. Uno tras otros, algunos superpuestos entre sí, sin orden, sin razón, sin sentido pero rebosantes de sentimientos.
Es un collage, sin serlo del todo, ya que realmente solo son un montón de imágenes esparcidas en una cama.
Pasó las manos por su cabello con algo de frustración, sin poder evitar el sonido que escapó de su garganta, un gruñido mezclado con una maldición.
La copa de vino que tenía en sus manos fue arrojada con fuerza contra la pared, estallando y esparciendo miles de trozos de vidrio en su suelo. Y al darse cuenta de lo que hizo, solo pudo maldecir una vez más por el maldito desastre que causó al no poder controlar su enojo y frustración.
Respiró profundamente, acercándose para empezar a recoger los trozos en el suelo, y como si aquella noche estuviera sumida en desgracias, no le sorprendió el hecho de causarse un corte con uno de los afilados fragmentos.
Levantó la mano, y lo observó, una gota carmesí rodando por su dedo, algo colorido entre la monótona habitación a blanco y negro.
Sus ojos se desviaron a las fotografías una vez más, viendo cómo en todas ellas había una ausencia clara de color, excepto por una cosa.
Pues en una monocromática habitación, los únicos toques de color existentes eran totalmente diferentes al igual que los sentimientos que transmitían.
Rin lo observa, lo analiza y lo estudia, en su interior todo tiembla, mientras hierve de rabia, sintiendo el dolor rojo de la sangre y rememorando el azul de sus ojos en la fotografía. Un tono de azul que no puede borrar de su memoria.
Y es que, no hay nada peor para un fotógrafo que encontrar el ángulo perfecto y perder la oportunidad de capturar la imágen.
[...]
¡Perspectiva ha llegado a su fin! Espero hayan podido disfrutar de esta historia. Y para aquellos que aún no han leído las otras partes, pues, espero que puedan disfrutar el resto de la serie ya que las otras historias son justo lo que sucede a partir de este momento.
Y para todos aquellos que leyeron Opaco y Monocromático antes... ¡Espero que Perspectiva les haya gustado!
¡Muchas gracias a todos por leer!
¡Y en especial muchas gracias por votar y por comentar! ❤️
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