Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

12

Resulta y acontece que los planes de quedarse en Lisboa por un día más, se vieron pinchados cuando Cillian prácticamente le rogó a Ivar para emprender camino hacia Oporto. El rubio no sabía exactamente de dónde el francés había sacado sus ganas de viajar hacia allí, pero aquí estaban, a las siete de la mañana, sentados en uno de los asientos de tren que habían logrado comprar ayer por la noche a las apuradas, prontos a un viaje de dos horas y media hacia el municipio portugués famoso por ser el productor de aquel famoso y exquisito vino homónimo.

—¿Qué se supone que vamos a hacer en Oporto? —consultó el noruego tras cuarenta minutos de viaje, un poco adormecido por el movimiento del tren y las vistas perezosas del inicio del amanecer.

Cillian alzó la vista de su laptop, en la que aún trabajaba con su colección, y sonrió.

—Pues... caminar, comer, tomar fotografías...

«Hablar con Tena mientras tú desconoces de su existencia allí». Quiso gritarle el moreno, mas se contuvo.

Ivar no lo entendería, lo conocía. Su ansiedad no le iba a permitir mantenerse al márgen del encuentro entre los amigos. Y Tena se lo había pedido expresamente durante el intercambio de mensajes la noche anterior.

"Por favor, no vengas con Ivar. Aún no sé cómo verle siquiera a los ojos", le había rogado durante su charla.

Bueno, técnicamente ella no iba a verlo. Pero tampoco tenía que enterarse de que lo llevaría a Oporto con él. Si ninguno sabía de la presencia del otro, las aguas no iban a agitarse, ¿cierto?

A Cillian no le gustaba ser Cupido.

Para cuando llegaron al municipio costero, la mañana ya estaba un poco más tibia, e Ivar más despierto. Se alojaron en un Airbnb que encontraron por pura suerte en el barrio de Vitória, apenas a pasos de muchísimas atracciones turísticas y del casco histórico de Oporto.

—Tengo hambre... —se quejó el rubio, una vez que se habían puesto cómodos—. ¿A dónde planeaste ir?

—¿Planear? —Cillian deslizó sus ojos, alerta, hacia su mejor amigo.

—Tú insististe en traerme aquí, lo mínimo que espero es que me lleves a pasear y sepas a dónde.

—Sí, por supuesto. Claro que tengo planeado qué hacer —el francés comenzó a caminar hacia el baño, intentando huir—, oye... tengo algo de malestar. ¿Quieres ir a conseguir algo de comer? Vi una cafetería asombrosa aquí a dos o tres cuadras. Compra lo que desees, yo invito.

"Yo invito": Ivar amaba cuando Cillian invitaba porque podía engordar sin cargo de conciencia.

Y Cillian sabía exáctamente qué palabras usar para convencerlo, porque a los dos minutos, el noruego salió del apartamento silbando por lo bajo una melodía alegre. Él por su parte, aprovechó para ingresar en su celular y organizar en menos de siete minutos, un paseo increíble que durase hasta la tarde, y dejase lo suficientemente conforme a Ivar como para no levantar sospecha alguna.

Cuando su mejor amigo volvió, Cillian estaba satisfecho con su trabajo. Tanto que sintió que hasta podía igualar a su amigo en sus habilidades viajeras.

—Dejé la vida en ese baño, así que tengo que llenar el estómago. ¿Qué trajiste?

El rubio, entre carcajadas, dejó sobre la mesa un par de natas y algo de bollería dulce para comer.

Tras desayunar, el moreno lo alentó a apresurarse para iniciar su travesía.

Iniciaron la marcha hacia el Mercado de Bolhao, y luego pasearon por la Avenida dos Aliados, que junto a la Praça da Liberdade, formaban la plaza principal de la ciudad. Con su cámara en una mano, y el celular con el mapa en la otra, Cillian guió a Ivar hasta la bonita estación de trenes de estilo neoclásico de San Bento, famosa por sus fantásticos murales compuestos por más de veinte mil azulejos.

—Por todos los cielos... este lugar es maravilloso. —sintió murmurar a su rubio mejor amigo. Ivar no era de esos que se asombraban con facilidad, así que la majestuosidad del sitio era realmente exuberante.

En efecto, la arquitectura portuguesa era exquisita.

Tras dos horas de recorrido, tomaron la calle Rua das Carmelitas para dar con el mejor mirador de la ciudad según Internet: la Torre de los Clérigos. Según el folleto que les dieron al ingresar, la torre de setenta y seis metros de altura que forma parte de la Iglesia de los Clérigos, tenía unas fantásticas vistas panorámicas del casco antiguo de la ciudad, que sin pensar un segundo, subieron a admirar.

Muchas fotografías después, pidieron para comer en un puesto de comida unas francesinhas, y siguieron camino.

Lo bueno de Oporto, era que la mayoría de sus atracciones estaban ubicadas tan cerca, que se las podía recorrer a pie sin problema. Así, disfrutando del sol y sus bocadillos, dieron con el barrio de Batalha y terminaron en La Sé: la Catedral de Oporto. La misma se consagraba como monumento nacional y uno de los edificios más antiguos de la ciudad, remontando sus orígenes al siglo XII. Al ingresar, lograron ver el precioso claustro decorado con azulejos, que francamente los dejó sin aire.

—¿Estás disfrutando este viaje? —el moreno le preguntó a Ivar, cuando ya habían emprendido la vuelta al apartamento.

—Honestamente, sí. ¿Quién diría que al final podrías organizar paseos? —lo molestó el rubio, ganándose un empujón—. Hablando en serio, gracias. Sé que durante este viaje has estado detrás de mi trasero, ayudándome con Tena. Nunca te he agradecido por todo lo que haces por mí, pero quiero que sepas que lo valoro desde el fondo de mi apuesto y frío corazón.

Cillian río por su última broma, pero lo cierto es que recibir esas palabras de Ivar le daba justo en su fibra sensible.

Él lo había recibido en Zanzíbar, cuando aún era un pichón renegado de su familia, escapando con apenas veintiún años recién cumplidos. Habían crecido y madurado juntos en muchos aspectos, y estaba feliz de haber coincidido con él en esta vida, y poder llamarlo sin miedo a equivocarse, su mejor amigo.

Regresaron al hotel a eso de las tres de la tarde, hora ideal para —según Ivar— echar una siestita.

Cillian no había conocido jamás a nadie con el perfil de Ivar: era aventurero, inquieto, y sumamente carismático y divertido cuando entraba en confianza, pero tenía un carácter de perro en ocasiones, y adoraba dormir. Su día a día constante se dividía en el impulso de querer salir y comerse el mundo, y su frase predilecta: "cinco minutos más, tengo alarma".

Así que mientras el noruego se arropaba entre las sábanas —esta vez, en el cuadro del francés—, él por su parte se dedicaba a finalizar los detalles de su nueva colección y enviar correos a muchas empresas y potenciales recursos humanos con quienes trabajar.

Al finalizar, una hora y cuarenta después, decidió darse un baño y alistarse para salir al encuentro de su amiga intercontinental y dilucidar, de una vez por todas, el misterio en torno a su huida. Cuando salió del cuarto dejando escapar también algo de vapor, Ivar ya había despertado y miraba su celular con una taza humeante en la mano.

—¿Pediste servicio a la habitación? —inquirió el francés.

—Si. Me antojé de cappuccino, y no quería bajar hasta la cafetería de la esquina a comprar uno. ¿Quieres? Pedí uno para ti también. —Apuntó a la mesa en frente suyo, donde humeaba otra taza.

Cillian sonrió agradecido y bebió, mientras se terminaba de secar y comenzaba a buscar ropa para vestirse.

—¿A dónde vamos? —La duda brotó del noruego, apenas vió que su mejor amigo se estaba arreglando.

—Pues... —El moreno tartamudeó, intentando armar una respuesta creíble.

¡Diablos! Había tenido todo un día para poder hilar una excusa lo suficientemente veraz para decirle a su mejor amigo, y al final no tenía nada.

—Oye, ¿acaso tienes una cita? —sonrió de lado—. ¿Es con esa chica de la cafetería de la esquina que te coqueteó hoy por la mañana y te dio su número?

—¡Si! —gracias a Ivar, por ser un chismoso—. Sí, tengo una cita con ella. Le envié un mensaje mientras dormías y quedamos para un café.

—Mírate, ni en Portugal dejas pasar las oportunidades, ¿eh?

—¿Qué puedo decir? Lo aprendí de ti. De todas formas, también pensé en algo para no dejarte abandonado —Cillian rebuscó entre los archivos de su celular, y le envío un mensaje—. Cómo a ti te encanta todo lo que es el agua y los viajes acuáticos, tienes una entrada para un paseo en barco por Oporto de casi una hora. Luego, te espera una reserva para una cena en una terraza con encanto de La Ribeira, y la mejor vista al río y a Vila Nova de Gaia.

—Vaya... pensaste en todo. ¿Planeas demorarte? —Ivar alzó las cejas en tono insinuante—. Por mi no te preocupes, Lian, puedo divertirme solo. Pero tomaré el plan que organizaste, suena increíble.

El moreno asintió en su dirección, aliviado de que todo hubiese salido en favor de su encuentro con Tena. Ivar estaba contento, no sospechaba demasiado y se daría con el gusto de una noche para él, realizando algunas de sus actividades favoritas.

Cuando terminó de alistarse, se acercó a Ivar y le sacudió el cabello en señal de saludo.

—Cuídate, idiota. Espero que esta vez no me llame la policía.

El rubio le hizo una mueca. Había sido una vez, ¡una vez! Y a uno ya lo tildaban de bandolero.

Cillian salió del apartamento tras controlar que todo estuviera en orden; Ivar, por su parte, se puso de pie y se acercó hasta el balcón para contemplar la calle. Allí, al minuto, lo vió bajar y caminar más de cincuenta metros para, tal como esperaba, no detenerse en la cafetería.

Era demasiado raro que su mejor amigo de repente tuviese ganas de llegar a este municipio. Le había estado dando vueltas en la mente desde que se subió al tren. Durante todo el día, y la noche anterior, había estado atento a su celular, escribiendo con el ceño fruncido cada cierto tiempo. Ivar no era tonto, y Cillian no era la mejor persona para disimular gestos. Además de que nunca se habían ocultado cosas, ninguno era muy bueno en eso de las mentiras.

Por lo que al rubio le habían quedado dos alternativas: o realmente tenía una cita, o iba a hacer un encuentro con la americana que tanto le había agitado las aguas.

La confirmación de sus pensamientos se la dio el mismo Cillian apenas salió y obvió la cafetería donde supuestamente esperaría su cita.

Mas Ivar eligió no preocuparse, y despejar su mente de cualquier posible pensamiento autosaboteador que surgiese en torno al asunto Tena. Decidió entonces que si su amigo no le había querido decir nada, entonces tendría sus propias razones —completamente válidas y respetables—. Además, él no era amigo de la rubia, Cillian sí; a ciencia cierta, no tenía demasiado en qué inmiscuirse si en realidad no lo querían allí. Siempre había sabido mantenerse al márgen, y esta vez no sería la excepción.

Con ese pensamiento en mente, se quitó la ropa deportiva que llevaba, se vistió un poco más elegante y abrigado, y salió al centro de la ciudad dispuesto a aprovechar ese paseo en barco y la cena que le habían regalado.

▪︎ ▪ ▪︎

Cillian había llegado justo a tiempo para el inicio del recorrido por una finísima bodega con maridaje incluido. Tras presentar su invitación, se dirigió junto al resto de visitantes elegantemente vestidos, rumbo hacia el hall principal donde dedujo que debían aguardar antes de iniciar el recorrido.

Al cabo de unos minutos, sintió un toque en su hombro y volteó.

—Hey.

Tena aguardaba con una sonrisa algo tensa, portando un vestido cerrado negro un poco más abajo de las rodillas y el mismo abrigo que había usado en la boda. Su rostro estaba algo sonrosado por el frío, y su cabello alborotado en ondas.

—Hola, Ten. ¿Vamos? —El francés apuntó al resto del grupo, que ya había comenzado a avanzar.

El recorrido inició con un relato breve de la popularización del vino: datando de los conflictos del siglo XI entre Inglaterra y Francia, surgiendo así el Oporto gracias a una experimentaron de mezcla ente el vino tinto con aguardiente o brandy, para detener la fermentación, y así favorecer el comercio y la exportación.

Los hicieron catar un poco de los barriles durante el paseo a través de las salas de barricas. Cillian intentaba aliviar la inminente tensión de la rubia, pero el ambiente era muy sofisticado y elegante para hacer sus bromas.

La visita guiada duró un poco más de media hora, y finalizó en una pintoresca galería con una pequeña orquesta tocando en vivo, y una muestra de algunas obras de arte. Finas mesas redondas estaban dispuestas en todo el área, cada una lista para que los visitantes hiciesen la respectiva cata de tres estilos distintos de Oporto, más un maridaje especial con una selección de aperitivos.

Tena se mantenía en silencio. Sus ojos viraban para cualquier lado, sin centrarse demasiado tiempo en el francés.

—Escogiste una grandiosa cava —Él intentó romper un poco el hielo—. No pensé que fuese de tu estilo, teniendo en cuenta que hace poco estábamos comiendo shawarma en un parque.

—Nuevos gustos adquiridos, supongo. —Tena asomó una sonrisa ladeada y bebió de su copa. Meditó unos segundo, pareciendo indecisa sobre si mencionar o no algo—. Oye Cillian...

Las palabras se le quedaron atascadas en la lengua cuando el tintineo de una llamada entrante se abrió pasó entre ambos. El francés bajó la vista y frunció el ceño ante el número desconocido.

—Disculpame, Ten. Ya regreso —se excusó, alejándose un poco para responder.

Tena, por su parte, se quedó bufando palabras ininteligibles en un susurro, terminando de ingerir la tabla de quesos que acompañaban el vino. Durante toda la noche había buscado la forma correcta de soltar el hilo de pensamientos que había desencadenado tras la boda, pero no había podido. Agradecía a Cillian por haber venido hasta Oporto a verle. Pero los nervios la carcomían ante la idea de poder mencionar algo respecto a esa noche que tambalease la joven amistad que estaba forjando con el francés.

Miró por cuarta vez la hora, algo aburrida y molesta de que se haya ido en medio del inicio de una charla que a sus ojos era un poco delicada... aunque él no lo supiese de momento.

Doce minutos después, contados, Cillian apareció caminando rápido y con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.

—Cill, ¿qué...?

Volvió a ser interrumpida, pero esta vez por la sorpresa de los brazos del francés alzándola en los aires.

—¡Lo conseguí! ¡Lo conseguí! —bramó eufórico—. ¡Tena, lo logré!

Sin saber del todo a qué se refería, a la rubia solo le brotó una risa que logró aflojar la tensión que había cargado sobre los hombros desde hace días. Una vez que la puso en el suelo, retomó el habla:

—¿Ahora me dirás a qué se debe la emoción?

—Me otorgaron una oferta para ser asistente de fotografía en un importante programa de televisión. Ivar me impulsó a subir una colección de fotos de este viaje, y lo hice. No tenía mucha esperanza, pero me contactaron demasiado rápido. Resulta que es el perfil que buscan para el empleo, ¡y me ofrecieron contrato fijo por tres años! —Se llevó las manos en puño a los labios y río—. Dios, hay mucha información para procesar... ¡Santo dios!

—Oh vaya, ¡eso es grandioso! —Tena lo abrazó nuevamente, muy emocionada por su amigo—. No esperaba menos de ti, eres un artista con todas las letras. ¿Y ahora qué sigue?

Cillian, aún con el sentimiento puro de felicidad y adrenalina, tomó su gabardina negra y se bebió la copa de vino restante de un golpe.

—Vas a querer matarme, pero ahora mismo me tengo que ir. Lo siento Ten, debo estar allí lo antes posible si quiero firmar el contrato; no puedo arriesgar a que busquen a alguien más —el moreno tomó su celular y tecleó algo rápidamente—. Te dejé pago un auto para que te lleve hasta el hotel donde te estás quedando, te prometo que queda pendiente esta charla.

—Alto, alto —Tena lo detuvo del hombro y lo giró—. ¿Y a dónde vas?

Cillian sonrió nostálgico, rememorando su charla con Ivar.

—A París, cielo. Es hora de volver a casa..

¡Gracias por darme una oportunidad! Si esta historia te gusta, no olvides que puedes dejar una estrellita o un comentario en señal de apoyo ♡.

Te recuerdo que en mi perfil encontrarás dos obras más de mi autoría: una novela juvenil completa, y un blog para escritores.

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro