Capítulo 36
Durante los siguientes días Bellatrix y Sirius no hicieron mucho más que comer y dormir, se sentían incapaces de salir de la romántica cabaña. Les encantaba dormir durante todo el día para despertarse por la noche y entonces hacer el loco persiguiéndose por casa en sus formas animagas, bañarse en la piscina o darse grandes festines que Sirius preparaba con esmero. Disfrutaban también de sus juegos infantiles, como cuando subían a la buhardilla: simulaban que era el Fuerte Black y se atrincheraban entre mantas y sábanas para defenderse de los enanos de jardín que hechizaban para que les atacaran.
Una mañana, cuando desayunaban –a las seis de la tarde, Bellatrix amaba el dulce y jamás se saltaba esa comida-, dos lechuzas aparecieron con sendas misivas.
-Mira, Harry me ha contestado –comentó Sirius.
-¿Y? –murmuró la bruja hojeando la suya remitida por Rodolphus- ¿Ya te ha repudiado por fugarte con tu prima?
Sirius leyó las líneas frunciendo el ceño cada vez más. Bellatrix empezó a preocuparse, tampoco quería que tuviese que romper sus lazos familiares por su culpa...
-¡Está encantado! –exclamó Sirius dolido- ¡Que se alegra profundamente, que estaba preocupado porque me veía más hundido que la nariz de Voldemort! ¡Será ingrato!
Bellatrix se echó a reír. Sirius creyó que Harry se mostraría triste y preocupado por su ausencia y todo lo contrario: se alegraba mucho por él, deseaba que fuera feliz y él tenía amigos de sobra parara entretenerse, así que no había problema. Por suerte a Sirius enseguida se le pasó la decepción. Le animó mucho descartar el único remordimiento que podía tener tras huir de Londres.
Rodolphus por supuesto también se alegraba de leer lo feliz que estaba su exmujer. Él estaba pasando las Navidades en Gales, en el castillo de los Lestrange, con su hermano y unos cuantos amigos. Lo que estuviese haciendo con esos amigos era algo de lo que Bellatrix prefería no saber nada. Al igual que el año pasado, no le falló: le envió de regalo un vestido de alta costura de la firma francesa más exclusiva. Aunque eso no fue lo que más la alegró:
-¡Dice que nos podemos quedar el tiempo que queramos! Pero vendrá a visitarnos porque se considera mi marido espiritual y me echa de menos... -murmuró Bellatrix- Y porque le conté que cocinas muy bien y le encanta comer, eso también.
Sirius rió y no tuvo objeciones.
-¿Quieres que hagamos algo hoy que todavía es pronto?
-¿Te refieres a salir de casa? –preguntó la bruja con reticencia, mirando por el ventanal hacia el mundo exterior que cada vez le interesaba menos.
-Sí, podemos ir a Galtic, es el pueblo mágico del que te hablé. También está a poco más de media hora Zermatt, que es muy caro y exclusivo, aunque es muggle y...
-No, no, no quiero ver muggles –le interrumpió ella-. En todo caso el otro, pero no sé qué puede haber que no tengamos en casa...
-¿Te acuerdas que te conté que hay un santuario de criaturas mágicas? Te dejan acariciar dragones miniatura y jugar con los escarbatos.
Bellatrix se levantó de un saltó y corrió a vestirse. Sirius se echó a reír, había dos formas de entretener a su prima: con un asesinato lo más sangriento posible o con algún pasatiempo propio de niños de cinco años. Pero como él también ardía en deseos de jugar con los escarbatos, se cambió de ropa y enseguida estuvieron listos. Podían haber usado escobas o haber trotado en sus formas animales y habrían llegado en pocos minutos, pero tras casi una semana sin salir prefirieron que les diera el aire y fueron dando un paseo.
Galtic estaba adentrándose en las montañas, camuflado en una zona a la que los muggles no podían acceder pues los carteles de "Peligro de aludes" cortaban el paso. Los bosques frondosos con las montañas de fondo eran un paisaje que a ambos fascinaba. De vez en cuando algún zorro despistado correteaba por la nieve y los miraba con curiosidad. Apenas hablaron en todo el trayecto, no lo necesitaban. Sirius le cogió la mano a Bellatrix y la metió en su bolsillo para entrelazarlas ahí. Los dos sentían que por primera vez no necesitaban estar en constante alerta, pues no existía criatura alguna que pudiera hacerles frente.
-Mira, ya estamos –indicó Sirius cuando empezaron a distinguirse las luces del pueblo.
Conforme se acercaban, notó que su prima se ponía nerviosa: andaba más despacio, no sonría y jugueteaba nerviosa con el colgante de la calavera de cuervo que solía llevar. No obstante, cuando comprobó que no había mucha gente y que nadie los miraba se sintió más relajada. En los lugares indicados sí que les conocían y eso no molestó a la mortífaga. Por ejemplo cuando llegaron al Santuario, situado al norte del pueblo en un pequeño bosque protegido por números encantamientos. No te dejaban jugar con las criaturas como había insinuado Sirius: les dejaron a ellos porque el peso de su apellido y la fama de sus hazañas habían traspasado fronteras.
En aquel refugio convivían toda clase de criaturas mágicas que habían sido rescatadas del bosque o de dueños que las abandonaron. También tenían varios programas para proteger especies en peligro de extinción. Cada una tenía su zona, pero convivían bien y no solían dar problemas. Normalmente no aceptaban visitantes para no molestar a los animales, pero hacían excepciones con magos y brujas de confianza. Una de las encargadas que se presentó como Maila les explicó su labor y les acompañó a visitar cada zona.
-¡Oh, por favor, mira qué cosita más adorable! –murmuró Bellatrix cuando un escarbato se enganchó a su cuello
-Está intentando robarte el colgante y se ha acomodado sobre tu pecho, Trixie, ese animal es de todo menos inocente.
Bellatrix replicó pero Sirius no la escuchó porque estaba acariciando a una pareja de hipogrifos que se le habían acercado. Les habló de Buckbeak, que ahora vivía feliz con Hagrid bajo el nombre de Witherwings; ellos no le entendieron pero no le importó en absoluto.
-¿Podemos quedarnos a este? –le preguntó Bellatrix al rato- Se llama Zyru.
Llevaba entre sus brazos un cachorro de opaleye de las antípodas. Sus escamas eran blancas y sus ojos cambiaban de color según les diera la luz. Maila les explicó que formaba parte de un programa internacional de repoblación de dragones: les habían enviado a una pareja desde Australia y acababan de tener crías. Una de ellas dormitaba sobre el pecho de Bellatrix. Cuando eran demasiado pequeños para producir fuego les gustaba sentir el calor de otros cuerpos.
-Ese animal llegará a medir veinte metros, Trixie, ¿dónde quieres meterlo?
-En el salón de la Mansión Black cabe de sobra, Rod puede rediseñarla.
-¿Y cómo se lo tomará Bóreas? Tú misma dijiste que las aves del trueno son muy posesivas con sus compañeros...
Ante ese dato, Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio y tuvo que devolver al dragón con su familia. La cuidadora quedó altamente asombrada de que fuese amiga de un ave del trueno, eran animales extremadamente solitarios. Aún así le comentó que a cambio de una aportación económica mensual, podían apadrinar a cualquier criatura:
-Les mandaremos fotos todos los meses y pueden venir a verlos siempre que quieran. También, si por ejemplo apadrina a Zyru, cuando mude las escamas se las enviamos para que las use en pociones, armaduras o lo que quiera. Lo mismo con el pelo de demiguise, las lágrimas de unicornio...
Bellatrix apadrinó a Zyru. Y al escarbato ladrón. Y a los dos hipogrifos que escuchaban a Sirius con atención. Y a una docena de animales más. Por fin había encontrado una causa en la que disfrutaba enormemente invirtiendo la herencia de sus padres. Los responsables del Santuario les hicieron reverencias a la salida. Mientras caminaban por el pueblo, la bruja no se fijó en las casitas de cuento que lo formaban, ni en las tiendas artesanales, ni en los balcones engalanados por Navidad... No, pasó toda la tarde agarrada del brazo de Sirius contándole que si se quedaban a vivir ahí podrían ir a visitar a Zyru y a todos los demás siempre que quisieran.
-¡Y cuando crezca y sea grande podré montar en él!
-Los dragones no se dejan montar, Trixie, no conozco a nadie que lo haya hecho.
-¡Entonces seré la primera! –exclamó ilusionada.
Sirius sonrió y la contempló sin apenas escucharla. No era capaz de centrarse en nada que no fuese el brillo de sus ojos y su enorme sonrisa que le recordaba enormemente a la niña que fue. Llegaron al restaurante que él había elegido. Tenía forma de burbuja acristalada y permitía ver las montañas y los lagos que les rodeaban. Contaban con reservas hasta dos años después, pero por supuesto a los Black les dieron la bienvenida con honores.
-¡Lo máximos representantes de los Sagrados Veintiocho, qué placer recibirles en nuestro hogar! –exclamó el maître.
Sin duda aquel hombre era de sangre pura. Sirius puso los ojos en blanco y su prima le dio un codazo para que disimulara, mejor aprovechar la situación. En cuanto se sentaron y pidieron, Bellatrix continuó parloteando sobre las criaturas que habían visto. Le extrañaba que su primo la miraba sonriente pero no intervenía.
-¿A ti no te han gustado? ¿No querrías llevarte ninguna?
-Claro que me han gustado, pero sí que me he llevado a mi criatura favorita –respondió dedicándole un guiño.
Bellatrix abrió los ojos enormemente. Bajó la vista a su capa y en un susurro para no llamar la atención exclamó:
-¿¡Has robado a Zyru sin que te vieran!?
-No, Trixie, me refería a ti.
-Ah... -exclamó algo decepcionada- Ah... -repitió entendiéndolo por fin- Ah... -insistió mientras decidía si era insulto o cumplido- Bueno, vale, el caso es que yo creo que un thestral es mejor que un unicornio porque...
Y así continuó hasta que les trajeron la cena. Estaba todo delicioso, sobre todo los chupitos de absenta –originaria de Suiza- a los que les invitaron. Cuando salieron del restaurante tenían el estómago demasiado lleno y la sangre demasiado alcoholizada como para caminar media hora entre los bosques. Así que Sirius los apareció en su casa.
-Mm... Qué bien voy a dormir hoy –ronroneó la bruja sumergiéndose bajo las sábanas.
-Trixie, ponte el pijama.
-No, tengo calor, quiero dormir desnuda.
-Ahí fuera hace cero grados, no tienes calor, estás intentando seducirme y funcionará pero me enfadaré.
-Maldito seas... -refunfuñó la bruja poniéndose el pijama.
-¿Pero a que ya nunca vas a repetir la tontería de que lo único que quiero de ti es sexo? –inquirió burlón.
Con un gesto de la mano de Bellatrix, una almohada voló hacia él golpeándole con fuerza. Seguidamente le dio la espalda y se acurrucó en su lado. Dos segundos después Sirius la estrechó junto a su cuerpo y murmuró: "Buenas noches, gatito enfurruñado". "Malas noches, culebra estrecha" masculló ella. A Sirius el insulto le hizo gracia, así que no protestó.
Los días siguientes volvieron a visitar el Santuario de Galtic. Bellatrix tuvo un serio enfrentamiento con una sirena que intentó ligar con Sirius. La mortífaga intentó que Zyru la asesinara y casi lo consiguió, aunque al final no hubo víctimas. También disfrutaron en el club de duelo, donde ambos decidieron que no solo eran los mejores duelistas de Inglaterra sino también de Europa. Estuvieron en varias cafeterías tomando dulces típicos y en otros tantos bares familiarizándose con los alcoholes locales. En las tiendas de artesanía Sirius compró regalos para Harry, Remus y Tonks y Bellatrix a Rodolphus y a Narcissa. Su hermana le escribió y le contó que ellos también estaban bastante aislados en la Mansión Malfoy, esperando a que la situación se calmara. Salvo Lucius que debía realizar servicios comunitarios para que le indultaran de su etapa mortífaga, no salían para nada más.
-Poco me parece lo de los servicios comunitarios –murmuró Sirius-, aunque al final colaborase Malfoy siempre fue un cabrón.
-¿Sabes qué servicio comunitario es?
Su primo negó con la cabeza. Bellatrix estaba tumbada en el sofá con la cabeza apoyada en su regazo. Con una sonrisa se lo explicó:
-Va a ser durante el curso que viene el ayudante de Hagrid. Se negó al principio, pero era eso o Azkaban, así que...
-¡NO ME JODAS! –exclamó Sirius encantado- ¿¡El mismo hombre que quiso que le despidieran e intentó que sacrificaran a Bucky!?
-Sí. Ahora está ayudando con las reparaciones del castillo, pero cuando en enero empiece el curso, ahí estará.
-¡Cómo me alegro de que Harry haya decidido cursar séptimo, cuánto va a disfrutar! –murmuró Sirius pensando en todas las jugarretas que podría gastarle su ahijado.
Bellatrix asintió mientras cavilaba que ella habría elegido Azkaban; ante todo la dignidad. Pero Lucius Malfoy no tenía de eso, ni mucho menos fuerza y coraje para resistir en la cárcel. Además, como Narcissa aún le guardaba rencor por haber involucrado a Draco en los asuntos de Voldemort, ni siquiera se había puesto de su parte. Malos tiempos para el dueño de la melena más brillante del mundo mágico.
-¿Qué te apetece hacer hoy? –murmuró Sirius trazando círculos en su rostro con la yema de los dedos.
Bellatrix cerró los ojos disfrutando de las caricias y comentó que estaba bien así, no veía necesidad de moverse. Su primo asintió sin decir nada. Notaba que la bruja sufría accesos de tristeza y no terminaba de soltar la angustia con la que tanto tiempo llevaba. A él también le costaba, por supuesto, le dolían las pérdidas y lamentaba cómo había sucedido todo. Pero lo aceptaba y gracias a eso cada día se sentía más curado. Sin embargo, sospechaba que había algo que no permitía avanzar a Bellatrix. No habían hablado de ello -de nada relativo a la guerra en realidad-, pero como le preocupaba, decidió que era el momento.
-Bella... Ven, siéntate –murmuró obligándola a incorporarse para que se sentara en su regazo y le mirase a la cara- Sé que no quieres recordar tu época con Voldemort, ni lo que tuviste que hacer, ni nada de eso... Pero quizá, aunque no quieras, hay algo sobre lo que necesitas hablar.
Bellatrix apartó la mirada con desagrado.
-Nena, estoy contigo, lo voy a estar hasta el fin de nuestros días. Eres mi mujer y te quiero.
-¡Y dale con lo de que...!
-Te quiero como nunca he querido a nadie y...
-¿Me quieres más que a Potter padre y a Potter bebé? –inquirió la bruja volviendo a mirarle.
-Son clases de amor diferentes...
-¿Pero a quién quieres más?
-¿A quién quieres tú más: a Narcissa o a mí? –le propuso él a ver si así lo comprendía.
-A ti –respondió su prima sin dudar-, tú no estás casado con Lucius, valoro mucho eso en una persona.
Sirius soltó una carcajada y la abrazó. Ella apoyó la cabeza en su hombro y él le acarició la espalda. Le susurró al oído que tenía razón y que a ella la quería más; había guardado incluso el cuadro de James para pasar las vacaciones sin ninguna distracción. Bellatrix asintió y se quedaron en silencio en esa posición. Al rato murmuró en voz baja:
-Si te lo cuento ya no me querrás, te enfadarás conmigo porque soy mala persona.
-Bella, hiciste a tu elfina preparar dos abundantes comidas diarias durante doce años y me las trajiste a Azkaban día tras día para que no pasase hambre. Después de eso, creo que si asesinaras a toda Suiza te lo dejaría pasar.
-Quise sacarte –confesó ella-, pero a diferencia de mi celda y la de Rod, la tuya era interior. Tu ventana daba a la isla, no al mar y ni siquiera un ave del trueno se atreve a entrar en esa isla en la que lo único que hay es un cementerio gestionado por dementores. Dicen que luego es imposible salir. Por eso Bóreas cantaba desde mi ventana aunque yo no estuviera: el sonido llegaba a tu celda y él no tenía que entrar en la parte interior.
Sirius se quedó mirándola en silencio uno segundos. Incapaz de ninguna respuesta, la besó y después, susurró:
-Bellatrix, por favor, cásate conmigo.
Ella sonrió por fin y murmuró que se lo pensaría. Después, con notable nerviosismo y vergüenza, confesó la verdad, el pensamiento que llevaba meses acosándola:
-A veces pienso que me equivoqué, a lo mejor con Voldemort no nos hubiese ido tan mal... No me refiero a él sino a su plan: si revelásemos la magia y mostrásemos nuestro poder seríamos mucho más libres y no tendríamos que vivir escondidos... Además, después de tanto esfuerzo no me ha quedado nada: McGonagall, Potter y Shacklebolt han declarado que fui una espía y estuve de su parte pero... aún así nadie se fía de mí. Si hubiese ganado Voldemort sería la emperatriz del mundo mágico, el mundo sería mío. Sin embargo, después de toda mi vida dedicada a esto, no he ganado nada, ni siquiera tengo una sola amiga... Bueno, te tengo a ti y por eso estoy contenta, pero...
Sirius guardó unos segundos de silencio para procesar aquello. No permitió que su cara reflejase su reacción para que Bellatrix no se enfadase y el problema se agravara. Con lentitud, le explicó que no era verdad. Había ganado fama y poder durante todo el proceso, era una bruja a la que muy pocos igualarían. Después le explicó que Voldemort pretendía aumentar sus libertades asesinando a muggles y eso era cruel. La gente no-mágica no hacía nada malo (al menos no en ese siglo), vivían su vida ajenos a todo. Él también estaría a favor de revelar el secreto pero había que buscar la forma de hacerlo sin violencia. Su prima se encogió de hombros y murmuró:
-Bueno, pero son solo muggles... No aportan nada y hay muchísimos, por unos pocos...
De nuevo, su primo necesitó un momento para pensar la respuesta. Después, le propuso un plan:
-Podemos ir a Zermatt, como te dije es un pueblo precioso, más que Galtic. Así igual ves que los muggles no son tan malos y sí pueden aportar cosas buenas...
-No quiero ir a un pueblo muggle. Aunque fuese más bonito, en Galtic hay dragones e hipogrifos, ¿qué tienen ellos?
-También tienen cosas bonitas, te lo prometo –aseguró él sin convencerla-. Hazlo por mí, ¿qué quieres a cambio?
Bellatrix caviló la propuesta. Finalmente con seriedad expresó:
-Quiero follar esta noche. Es más, quiero estarme quieta, tumbada en la cama sin mover un dedo mientras tú haces todo el trabajo de la forma en que a mí me más me plazca.
-Si me acompañas, hacemos el amor esta noche exactamente como tú quieras. Te lo prometo.
La mortífaga frunció el ceño decidiendo si con eso le valía. Finalmente asintió y le tendió la mano para sellar el trato. Sirius se la estrechó solemnemente y la besó de nuevo porque nunca se cansaba de sus labios. Después, se vistieron para visitar el famoso pueblo en el que aguardaba la última sorpresa que Bellatrix esperaba.
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