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Capítulo 35

Cuando se separaron, Sirius la miró con una sonrisa sin soltar su mano. Apuntó que no le gustaba la endogamia a no ser que fuese consigo mismo y Bellatrix era claramente su versión femenina. Ella estuvo de acuerdo y Sirius murmuró:

-Me encanta lo dramático que nos ha quedado esto: con una huida, llantos, un "no pero sí", varias declaraciones de amor... Y una tormenta que siempre le da el punto épico.

-¿Por qué crees que se lo he pedido? –murmuró ella mirando al cielo.

Sirius entrecerró los ojos y distinguió entre los negros nubarrones al ave del trueno divirtiéndose con los elementos. No pudo evitar echarse a reír, amaba mucho a esa mujer. Sin soltar su mano, emprendieron el regreso al número doce de Grimmauld Place.

-Sirius, no decía en broma lo de que no quiero estar con esa gente. Mi ansiedad social ha empeorado desde que terminó la guerra y todo el mundo...

-Lo sé -la interrumpió él-. Por eso vamos a pasar las Navidades (y todo el tiempo que quieras) fuera, pero tengo el traslador en casa, debo entrar a cogerlo.

Bellatrix le miró sorprendida y le preguntó a dónde iban y cuándo lo había planeado. Su primo había albergado la esperanza de que acudiera y quisiese quedarse con él; prefería pecar de optimista que arrepentirse de no haber previsto la situación. El destino era sorpresa. Llegaron a las escaleras del portal y le pidió que le esperara dos minutos. Abrió la puerta pero se giró de nuevo.

-Mejor entra conmigo –decidió cogiéndola de la mano-, no pienso soltarte nunca más.

Subieron a la habitación de Sirius y cogió la cartera peluda que le regaló Hagrid. Extrajo una carta que había redactado explicándole a Harry la situación y la dejó en la cocina. Aunque ahora que estaba tan feliz con Ginny podía tardar una semana en darse cuenta de que no estaba... Tras eso, salieron al escalón más pegado a la casa: entraba dentro del área de protección y podían aparecerse desde ahí. Sacó del monedero una figurita de un dragón que actuaba como traslador y cada uno lo agarró de un ala. Al momento desaparecieron.

Surgieron segundos después en un paisaje que quitaba el aliento: una cadena de montañas nevadas se alzaba imponente bajo las estrellas que brillaban con más nitidez que en cualquier carta estelar. A sus pies había un lago de agua cristalina en el que se reflejaba el firmamento rodeado por un frondoso bosque. Bellatrix nunca había estado ahí, pero reconoció la estampa al momento, había pasado muchos años contemplándola:

-¿Dónde estamos? ¿Cómo has...? –fue todo lo que acertó a preguntar.

-En Suiza, cerca de la frontera con Italia. Le pregunté a Rodolphus por carta –respondió Sirius-. Me contó que vino de pequeño con su familia y es uno de los lugares que más le gustó. Mandó construir una casa pero luego no tuvo tiempo de venir. Por eso cuando le pediste que pintara el cuadro de Saiph, eligió este paisaje.

Bellatrix asintió con ojos brillantes, era exacto al cuadro que colgaba en el salón de la Mansión Black. Siempre fue su imagen favorita y no se le ocurrió que se tratase de un lugar real, nunca le preguntó a su marido. Pasaron unos minutos inmóviles, en silencio, contemplando aquel lugar que hacía que la magia se quedase corta. Pero pronto el frío les pasó factura y Sirius murmuró:

-Vamos.

Protegida al amparo de altos cipreses había una casa de madera. No era una pequeña cabaña en el bosque, no; la construcción tenía tres plantas con buhardilla y lechucería. Contaba con dos salones, un comedor, cinco dormitorios, otros tantos cuartos de baño e incluso una piscina interior. "Debo reconocer que Rodolphus como decorador no tiene precio" murmuró Sirius tan asombrado como su prima. Por dentro era muy acogedora: paredes de madera, chimeneas, amplios ventanales, grandes sofás, alfombras de pelo... No le faltaba ningún detalle. Bellatrix había vivido en sitios muy lujosos, pero en ninguno con ese encanto.

-Creo que este es el dormitorio principal –indicó Sirius.

Su prima calculó que debieron usar varios encantamientos reductores para poder meter la descomunal cama que presidía el lugar. Eso le gustó. Sirius le indicó que también había un vestidor perfectamente surtido. Bellatrix lo examinó y comprobó sorprendida que disponía de toda clase de prendas.

-Creí que solo habría ropa interior –murmuró con una sonrisa torcida.

-No va a hacer falta. No vamos a tener sexo.

-¿Perdón?

-Nada de sexo en todas las vacaciones –sentenció su primo con seriedad-. Te he oído decir demasiadas veces que consideras que eso es lo único que quiero contigo, te voy a demostrar que no.

-Ya, pero... -balbuceó la bruja empezando a asustarse- La cama es muy grande y...

-Nada de sexo, no voy a cambiar de opinión. Vamos a pasar muuuchas semanas sin salir de la cama mientras te abrazo, te besuqueo y te repito que eres más adorable que un escarbato recién nacido con un jersey de unicornios.

Su prima abrió y cerró la boca sin que nada saliera de ella. Sirius murmuró que era tarde y debían ducharse antes de dormir ya que seguían mojados tras la tormenta. "Pero cada uno en un cuarto de baño, no quiero tentaciones. Toma, tu pijama" instruyó él. Aún epatada, Bellatrix aceptó el pijama de terciopelo con dibujos de dragones y se metió al cuarto de baño. Disfrutó del agua caliente durante largos minutos y después se puso el pijama y volvió al dormitorio. Su primo ya la esperaba en la cama.

-Ven, duerme conmigo que me da miedo la oscuridad –la informó-. Y la nieve, y las montañas, y la madera, y...

La mortífaga se acostó junto a él para evitar que siguiera diciendo tonterías y se sumergieron bajo las mantas. Él apagó la luz y la abrazó. Hundió el rostro en su pelo para aspirar su olor.

-Te quiero mucho, mi pequeño dragoncín -susurró.

-¿Qué me has llamado? -inquirió ella -Sirius tú nunca has sido cursi, todo lo contrario.

Sin rubor alguno su primo le explicó que de joven decidió que guardaría todos los comentarios románticos y absurdos que se le ocurrieran hasta encontrar a su amor verdadero. Y ahí los soltaría todos. Bellatrix se mostró seriamente preocupada ante tal perspectiva. Sin embargo, su sonrisa era tan amplia que podía haber iluminado los Alpes. Así, ovillados juntos, se quedaron dormidos a velocidad de snitch.

Bellatrix despertó a la tarde siguiente porque le rugía el estómago. Sirius ya llevaba un rato despierto, ocupado en acariciarle el pelo y el rostro mientras la observaba dormir embobado.

-Buenos días, gatito rebelde –murmuró sonriente.

Bellatrix puso los ojos en blanco.

-Anoche era un dragón, me has degradado... Y en todo caso sería gatita –apuntó bostezando.

-Gatita suena sexy; gatito suena adorable e inocente, esa eres tú.

-Estás haciendo que me arrepienta de tantas cosas... -suspiró ella.

Sirius soltó una carcajada, eso significaba que lo estaba haciendo bien. Le indicó que se lavara la cara mientras él preparaba el desayuno, la comida, la cena o como prefiriera llamarlo. La mortífaga obedeció con rapidez ante la promesa de comer. Acudió a la cocina donde Sirius estaba preparando un amplio desayuno: huevos revueltos con bacon, zumo de calabaza con whisky, tortitas con frutos del bosque... Recordaba que ese último era el plato favorito de su prima cuando era pequeña.

-¿Siguen gustándote? –le preguntó.

Bellatrix asintió sonriente y se sentó de un salto sobre la encima. Sus movimientos eran más felinos que humanos.

-Sí, pero hace años que no como. ¿Sabes cocinar? Debes ser el primer Black de la historia...

Su primo rió de nuevo y le explicó que la señora Potter le enseñó. Además había vivido solo desde los diecisiete y no le quedó otra que aprender. Podía haber llamado a un elfo para que les atendiera durante su estancia, pero quería que estuviesen completamente solos.

-No hay más seres humanos hasta media hora de aquí, donde hay un pueblo mágico encantador, según Rodolphus –explicó el mago.

A Bellatrix le alegró oír eso. Sirius apagó el fuego y le acercó una tortita a su prima: "Toma, prueba". La bruja masticó el bocado con aire profesional. Al final no pudo negar el veredicto:

-¡Son las mejores tortitas que he probado! Menos mal que no te metiste a auror, lo tuyo es la cocina –aseguró mientras corría al sofá para devorarlas ahí-. Ya tengo a Rod de decorador y a ti de cocinero... mi vida va bien.

Sirius sonrió y sacudió la cabeza. Tenían tanta hambre y estaba tan delicioso que hasta que terminaron con todo no pararon ni para respirar. Bellatrix se relamió satisfecha. Se tumbó con la cabeza en el regazo de Sirius y le preguntó qué se podía hacer por esa zona. Eso contando con que en algún momento salieran de la cabaña, cosa que ambos dudaban. Él le contó que los bosques y las montañas eran emocionantes para pasear, la fauna y la flora del lugar eran dignas de ver. Y además, el pueblecito más próximo también parecía un lugar pintoresco.

-Es enteramente mágico, pero solo para gente adinerada, pues es realmente caro y exclusivo –le explicó él mientras recorría su rostro con las yemas de sus dedos-. Los dulces tradicionales de las cafeterías llevan mucha fama. También hay un par de restaurantes de esos en los que hay que reservar con meses (a no ser que seas un Black, claro). Tienen un club de duelo, un santuario de criaturas mágicas, un pequeño juzgado en el que nos casaremos un día de estos...

Bellatrix se incorporó al momento.

-¿Cuándo hemos hablado de casarnos?

Sirius se encogió de hombros.

-No sé, es algo que va a suceder y ya está. Es como que McGonagall tiene canas y Sprout se fuma los hongos saltarines: una evidencia innegable.

-¡Mira que eres arrogante! –protestó ella- En ningún momento me has pedido que nos casemos así que...

-Es que pedírtelo implicaría que albergo una mínima duda de que me digas que no y no es así –informó con soberbia-. Es ridículo, no tienes opción: o nos casamos o nos casamos. Te dejo elegir fecha.

-¡Si no me lo pides bien no me caso! –informó ella al momento.

-Está bieeen... -suspiró Sirius cogiéndola de la mano con solemnidad- Bellatrix Black, amor de mi vida, jaguar de mi corazón y loca de mis desvelos, ¿me harías el hombre más feliz del mundo y aceptarías... servir tres tartas diferentes en nuestro banquete de boda?

-¡Sirius! –protestó de nuevo intentando no reírse.

-Lo siento, Trixie, es que no me sale, el universo entero desea que nos casemos y se hundirá si no lo hacemos.

-Dudo mucho que "el universo entero"...

-Tú y yo queremos, para mí ese es todo el universo –explicó Sirius con simpleza.

Bellatrix sonrió y le besó hundiendo las manos en su cabello. Su primo le acarició la espalda con cariño y ella intentó quitarle la camisa. No funcionó. La detuvo con dificultad y le recordó que nada de sexo. Ella iba a amenazarle pero entonces él le ofreció rascarle el cuello. Al momento se vio aplastado bajo el jaguar negro que exigía caricias. No tuvo problema en complacerla. Cuando empezó a anochecer, exclamó sobresaltado:

-¡Es el día de Navidad, no hemos celebrado nada!

-Odio la Navidad -murmuró Bellatrix volviendo a su forma humana-, mucho mejor así.

-Vale, pero aún así te compré algo, espera.

Sirius recuperó el monedero que le regaló Hagrid, extrajo una pequeña cajita y se la entregó solemnemente. Bellatrix la aceptó con curiosidad. Contenía un anillo de plata, con diamantes unidos entre sí formando una constelación. Al estudiarlo en detalle descubrió que se trataba de los tramos de las constelaciones de Orión y Canis Mayor que contenían las estrellas de Bellatrix y Sirius. Era una joya preciosa y muy delicada y a la bruja le encantó. Le besó con gratitud y le preguntó si era un anillo de pedida. Sirius respondió que lo que ella quisiera porque se iban a casar igual. Bellatrix soltó una carcajada y lo dio por perdido. Después recuperó el bolso con el que había acudido a Grimmauld Place y buscó algo.

-Si te regalo esto me tienes que prometer que no vas a usarlo hasta que terminen las vacaciones.

-¿Qué vacaciones, Trixie? Planeo que nuestras vidas sean a partir de ahora unas vacaciones eternas, ¡que trabajen los pobres!

Bellatrix rió y estuvo totalmente de acuerdo, pero aún así insistió en que no podía dejarla de lado para jugar con su regalo. Sirius frunció el ceño sintiendo gran curiosidad por descubrir qué era, así que aceptó con gran expectación. Aún con dudas, Bellatrix extrajo un enorme paquete. Pese al envoltorio, su forma dejaba claro que era un cuadro. "¡Uy, qué bien!", exclamó Sirius aceptándolo, "Así podemos decorar nuestro cuarto".

-¡Y una mierda vamos a ponerlo en nuestro cuarto! –exclamó la bruja airada.

El animago no entendió su reacción, él solo intentaba mostrar aprecio. Entonces desgarró el envoltorio y soltó un chillido solo comparable al que profería Lucius Malfoy cuando se quedaba sin tinte.

-¡Unicornios en vinagre, Canuto, qué viejo estás! –exclamó el personaje que habitaba el lienzo.

-¡Cornamenta! –exclamó Sirius casi llorando de emoción- ¡Tengo treinta y seis y estoy buenísimo!

Ahí estaba James Potter, con su uniforme de capitán de quidditch jugando con una snitch. Sirius levantó la vista hacia su prima sin saber cómo darle las gracias ni cómo era posible. Los retratos mágicos eran muy difíciles de ejecutar, pues debían hacerse preferiblemente en vida. Para que el carácter del retratado fuese lo más fiel posible al original este debía hablar con él y enseñarle sus gestos y recuerdos. Por eso a los directores de Hogwarts se les pintaba bastante antes de morir: así tenían tiempo de instruir a sus imágenes. Bellatrix corroboró que no había sido fácil. Lo había pintado Rodolphus a partir de un boceto que realizó en Hogwarts:

-En una de las clases de Arte Mágico les hicieron retratar a un compañero de cada casa. Antes muerto que pedirle a un gryffindor que posara, así que aprovechó un entrenamiento de quidditch de Gryffindor para pintar al capitán. Era solo un boceto, pero lo mejoró y terminó cuando se lo pedí.

-¿Pero hablará como él, tendrá sus recuerdos? –inquirió Sirius contemplando a su mejor amigo.

-Sí, los tendrá literalmente. Cuando Voldemort me empezó a enseñar legilimancia, yo necesitaba sujetos para practicar cuya mente no me importase lesionar si salía mal...

-¡Tú sí que estás lesionada de la cabeza! –exclamó el retrato airado.

-¡Cállate, James, no insultes a mi mujer!

-¡Que no soy tu mujer!

-Lo eres, Bella, lo eres –respondió él con una enorme sonrisa que parecía incapaz de borrar-. Sigue, por favor.

Tras lanzarle una mirada asesina al retrato, la bruja continuó:

-Utilicé a Potter porque era el estúpido que me robó a mi primo. Como yo era prefecta, él solía estar castigado o practicando quidditch solo no me costaba acceder a él. Me metía en su mente sin que se diera cuenta y luego le borraba los recuerdos.

-¡Me utilizaste como a un gusarajo de pruebas! –insistió James.

-Sí y gracias a eso ahora estás aquí, ya me arrepiento –le espetó ella logrando por fin que se callase-. Le transmití sus recuerdos y también algunos de cuando le enseñé oclumancia a bebé Potter, así que está bastante al día... Claro que es como todos los retratos: no es él sino un reflejo de lo que fue... pero vamos, tampoco en vida era ningún genio, no notarás la diferencia.

Sirius la abrazó tan fuerte que Bellatrix juzgó que necesitaría una poción sanadora. No la liberó. Lloró sobre su hombro, le besuqueó el cuello y le dio las gracias tantas veces que la palabra empezó a sonar extraña. La mortífaga se sentía muy feliz cuando lograba hacerle feliz, era un efecto extraño para ella pero reconfortante. Por supuesto mantuvo la fachada de dureza y le exigió que la soltara. Sirius lo hizo y empezó a comentar que podrían conseguir otro retrato para colgarlo en Grimmauld y que así James visitase también a su hijo. Bellatrix le advirtió que Rodolphus no iba a trabajar gratis.

-¡Por supuesto que no! –exclamó Sirius- Le pagaré lo que quiera.

-A Rod le sobra el dinero. Lo que él quiere es... otro tipo de pago –comentó con una sonrisa pícara-. Y me ha prometido que podré mirar.

-¿Sabes qué? ¡Estoy tan eufórico que si tu exmarido quiere hacerme suyo, adelante! –exclamó Sirius en aquel momento de borrachera emocional.

-¿Eres gay o te has casado con tu prima? –inquirió el retrato desconcertado- Nah, no eres gay porque habrías estado enamorado de mí y no noté nada...

Sirius soltó otra carcajada y Bellatrix decidió darles intimidad. Se marchó a otro de los salones y le escribió una carta a Rodolphus. Le dio las gracias por prestarles su casa, le relató el éxito de su regalo y le confesó que, aunque aún tenía dudas y angustias tras la guerra, nunca se había sentido tan feliz. Salió a la lechucería y le entregó la misiva a una lechuza gris. Le indicó el destinatario y partió de inmediato. Después, decidió relajarse: se puso un elegante bañador que le hizo babear ante el espejo y buscó la habitación que correspondía a la piscina interior.

En aquella estancia la madera había sido recubierta con piedra natural para que se asemejara a una cueva. Al ser un cuarto lateral sin otro piso encima, el techo formaba un óvalo que quedaba abierto y permitía contemplar el cielo. El agua manaba de un manantial subterráneo y contaba con un hechizo permanente para calentarla. Bellatrix pasó horas sumergida. A ratos se transformó en jaguar porque ganaba velocidad y zambullirse resultaba mucho más divertido.

En eso estaba –buceando hasta llegar al fondo para propulsarse sobre sus patas traseras- cuando descubrió que tenía un espectador. Sirius la miraba embobado sentado al borde de la construcción de roca. No se había metido para no interrumpirla. Bellatrix volvió a su forma humana y le preguntó si ya se había cansado de James. Él comentó que nunca se cansaría de él pero la echaba de menos. Se zambulló también y la cogió en brazos. Chapotearon e hicieron el tonto como si jamás hubiesen tenido ninguna preocupación. Cuando anocheció, salieron del agua. Sirius envolvió a Bellatrix en una toalla y se tumbaron en una de las rocas para contemplar el cielo nocturno.

-No tenemos que irnos cuando pase la Navidad, ¿verdad? ¿Podemos quedarnos un poco más?

-Todo lo que quieras, nena. Rodolphus me dijo que él nunca viene porque prefiere sus castillos habituales, tiene más amantes ahí.

Bellatrix asintió reconfortada. Pese al lujo, solo era una cabaña en las montañas, pero pocos lugares tan mágicos había conocido.

-Oye, Trixie, ¿qué hiciste con el chivatoscopio? ¿Lo destruiste?

-No fui capaz, pero le dije a Minerva que sí para que me dejase en paz. Está en un lugar en el que nadie lo podrá encontrar.

Sirius asintió, eso sospechaba. Sabía que le costaría mucho destruir algo tan poderoso y codiciado. Sospechó que de nuevo el guardián sería Saiph, el dragón del paisaje en la montaña, así que no había riesgo de que nadie lo encontrara dentro del cuadro.

-Ah por cierto –murmuró la bruja atrayendo su bolso con un accio-, extraje de nuevo el cristal y recompuse tu espejo, para que puedas hablar con bebé Potter.

Sirius lo recuperó agradecido, ya pensó que no volvería a ver aquel regalo de James. Siguiendo con las confidencias, le comentó que también sentía mucha curiosidad por saber por qué se convirtió en animaga. Ella desvió la mirada pero al rato confesó:

-En segundo año estaba estudiando en la Biblioteca y os vi a Potter y a ti llevaros como veinte libros sobre la transformación en animago. Eso no se estudia hasta tercero, así que tuve claro lo que pretendíais y... Bueno, me dio envidia. Parecía muy emocionante y era algo a lo que jugábamos de pequeños: a ser animales, o dragones... Así que me documenté y decidí probar yo también.

-¿Cuánto te costó?

-Bastante. No lo logré hasta finales de sexto, pero es que también tenía que practicar lo que me enseñaba Voldemort y sacar las mejores notas para que mis padres no me castigaran... Y bueno, estaba sola (tardé mucho años en confiar incluso en Rod) y es muy peligroso si sale mal, quería estar segura.

-Yo lo conseguí en quinto, fui el primero de los tres. Pero si hubiese tenido que hacerlo solo jamás lo hubiese logrado –aseguró-. Siento no haber estado contigo para ayudarte...

-Da igual, el resultado fue el mismo. Me vino muy bien: gracias a eso pude salvar a Bóreas y él me salvó de Azkaban.

-A mí me salvaste de Greyback...

Ella asintió sonriente y él la besó de nuevo. Cuando se cansó –porque Bellatrix se aburría repentinamente de las cosas y entonces daba un salto hacia la siguiente-, exclamó: "¡Ahora la cena! ¿Sabes hacer empanada de calabaza?". Resultó que sí sabía y que el estómago de Bellatrix parecía no tener fondo. Cenaron hasta hartarse y después se metieron en la cama. Pasaron horas rememorando sus aventuras infantiles y las que les quedaron pendientes, ahora tendrían tiempo de cumplirlas.

Había sido un día de Navidad sencillo, sin salir de casa y prácticamente sin hacer nada; aún así no habría sido más perfecto ni habiendo ingerido un litro de felix felicis. Siempre habían necesitado la acción, las intrigas y la locura para vivir, pero se dieron cuenta de que si estaban juntos podían prescindir de ello. Al menos unos meses hasta que sus heridas emocionales empezaran a sanar. En cualquier caso no tenían ningún problema en descubrirlo juntos. 

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