Capítulo 29
De nuevo Sirius despertó por la mañana solo en la habitación refugio de Bellatrix. El jaguar se había marchado en algún momento tras dormir juntos. Casi la veía más cuando eran enemigos que ahora que eran amantes. Bajó a desayunar con los demás y comprobaron entre ellos que las heridas y golpes que habían recibido la tarde anterior estuvieran sanando bien. Así era, ninguno tenía ninguna dolencia grave.
-¿Sabéis algo de Moody? –preguntó Sirius.
Tonks negó con la cabeza. Su pelo estaba de un castaño oscuro bastante soso que denotaba su preocupación.
-No se ha puesto en contacto con nosotros –comentó la auror sirviéndose el segundo café.
-Quizá es más seguro no hacerlo –apuntó Lupin-. Depende de dónde esté igual prefiere no mandar un patronus para no delatarse... Moody es un superviviente y ya sabéis que no se fía ni de sí mismo, no es de los que mandan una postal para dejarnos tranquilos al resto...
El hombre-lobo logró sonar convencido, pero Harry sospechó que su discurso estaba destinado a animar a Tonks y no a revelar sus verdaderos sentimientos. Así que dieron su reflexión por válida y cambiaron de tema. Por desgracia no fue el tema que hubiese elegido Sirius...
-¿Y tú qué? ¿Qué rollo te traes con tu prima? –preguntó Tonks sonriente.
Pese a sentir un cosquilleo tan solo con pensar en ella, Sirius se limitó a encogerse de hombros. No lo sabía. No entendían qué relación tenían ahora y le daba bastante reparo hablarlo con ella. Sospechaba que a Bellatrix tampoco le gustaba debatir sobre sus sentimientos... Él siempre se burló de sus padres porque eran primos segundos y en su caso sería aún peor, pues el parentesco era más cercano. Además, hablar de ser algo más que primos-amantes parecía demasiado aventurado, pues nadie sabía qué sucedería en la guerra.
-Yo qué sé... Lo que ha unido Azkaban que no lo separen los ideales de sangre –ironizó.
-¿Y su marido? –inquirió Ted.
Esa era una respuesta a la que él no se sentía legitimado a dar respuesta. Así que con hastío comentó:
-Mejor hablemos de nuevo de lo que de Moody igual ha estirado la pata de palo.
Lupin le dio una patada bajo la mesa por su insensibilidad, pero Sirius ni se inmutó: si así le dejaban en paz, valía la pena. Quizá no era la persona más sensible del mundo, pero el resto ya lo sabían.
Terminado el desayuno Harry se marchó a la biblioteca a estudiar. Voldemort controlaba Hogwarts y obviamente no permitiría que McGonagall acudiera a hacerle los exámenes como habían hecho hasta entonces. Pero aún así, el chico había desarrollado un sentido de la responsabilidad que le impelía a seguir esmerándose en sus estudios. O quizá era porque necesitaba hacerse la ilusión de que pronto todo se arreglaría y su mayor preocupación volverían a ser los exámenes... En cualquier caso agradecía tener una rutina y se agarraba a ella. Gracias a la oclumancia Voldemort no podía acceder a su mente y la cicatriz le dolía un poco menos así que se centraba en lo positivo.
Ted por su parte tomó prestada la capa de invisibilidad y se marchó a visitar a su mujer como hacía varias veces por semana. Tonks y Lupin salieron juntos para hablar con los Weasley y ponerles al día de lo vivido la tarde anterior. Sirius, que apenas había dormido unas horas por la adrenalina del combate, decidió que ya que no tenía ninguna misión, podía volver a la cama. Desayunar y volver a acostarse era su vicio favorito de adolescente y cuando su vida se torció, jamás pensó que lo recuperaría. Así que subió a las habitaciones de Bellatrix con una sonrisa; sonrisa que se borró con la escena que le recibió.
Bellatrix había vuelto y estaba tumbada en la cama leyendo el Profeta. O más bien Rodolphus estaba tumbado leyendo el Profeta con su mujer echa un ovillo junto a él y exigiendo que le acariciara el pelo. Su marido obedecía con una sonrisa suave.
-Eres como un gato traidor –masculló Sirius con rabia-, te vendes a cualquiera que te haga caricias.
-¡Buenos días a ti también, Sidi! –exclamó la bruja sin variar un ápice su postura- Ven, cabes de sobra.
Claro que cabía, era una cama enorme, pero no pensaba acostarse con Rodolphus y los Lestrange se dieron cuenta. La mortífaga no dejó escapar la oportunidad y sugirió alegremente:
-Hoy tengo la mañana libre, ¡podemos hacer un trío!
-Espera a que lea el horóscopo –murmuró Rodolphus.
-¡Ni de broma! –respondió Sirius.
-Tranquilo, no hace falta que sea un trío –replicó su prima-. La experiencia me ha enseñado que siempre suele sobrar uno... Podéis hacerlo vosotros y yo miro. De verdad, ¡de verdad, que me encantaría verlo!
-Estás muy enferma, Bellatrix –le regañó Sirius.
-No te preocupes, Black, algo me dice que será tu primera vez, así que te dejo elegir posición.
-¡Antes me lío con un centauro, Lestrange! –bramó el animago.
-¿Por qué con un centauro sí y con Roddy no? ¿Qué tienes contra mi marido? –inquirió la mortífaga con tristeza- ¡Es el más guapo del mundo!
En ese momento, Rodolphus dobló el periódico y centró la vista en Sirius por primera vez.
-¿Ves lo que has hecho? Has puesto triste a Bella. Le hace ilusión algo tan sencillo como ver a su marido y a su primo manteniendo una lucha de varitas cárnicas, pero eres incapaz de complacerla. Si así es como vas a tratarla, no pienso permitir que estés con ella.
Bellatrix asintió con el ceño fruncido y expresión herida apretándose más junto a Rodolphus. Sirius los miraba con una mezcla de rabia y estupefacción. Él siempre creyó que era rebelde, arrogante y burlón, pero los Lestrange le superaban como la Saeta a la Nimbus. Así que sentenció:
-No hace falta que permitas nada, voy a quedarme con Bella igual.
Sirius no se dio cuenta pues estaba demasiado alterado, pero Rodolphus sí observó que durante un segundo el rostro de Bellatrix se iluminó con la más absoluta felicidad. Pero disimuló antes de que su primo lo notase.
-Es mi mujer –le recordó Rodolphus.
-Era familia mía mucho antes que tuya –rebatió Sirius-. Y no quiero que vuelvas a acapararla. Es más, fuera de ahí.
Se acercó a la cama por el lado de Bellatrix, se sentó en el borde y tiró de su brazo hasta separarla de Rodolphus. La atrajo hacia sí y como el felino infiel y sediento de mimos que era, la mortífaga se acurrucó junto a su pecho. Sirius le acarició el pelo y le dedicó a su marido una mirada victoriosa. El mortífago soltó un largo suspiro fingiéndose traicionado y se levantó. Se marchó de la habitación no sin antes sentenciar:
-No sabes lo que te pierdes, Black. La cantidad de hombres que eran hetero antes de conocerme es más numerosa que las canas de McGonagall.
Sirius tuvo que reprimir una sonrisa. Se reacomodó en la cama con Bellatrix y estuvieron en silencio largos minutos, disfrutando de su mutua compañía y de la lluvia que repiqueteaba en la ventana. Al rato le preguntó dónde estuvo por la noche y a dónde se marchó por la mañans.
-Por ahí –respondió la bruja con vaguedad-. Me gusta caminar de noche y siendo una convicta buscada por ambos bandos es el momento más seguro. Por cierto, acaban de aplicar el encantamiento tabú sobre el nombre del Señor Oscuro, no lo llaméis por su nombre. No sé si las maldiciones protectoras funcionarían contra ese conjuro.
-¡Joder, no lo sabía! –exclamó el animago- ¿Cómo te has enterado?
-Por ahí –repitió Bellatrix.
No iba a soltar prenda. Estaba en su derecho de proteger sus fuentes (en esos tiempos era lo más seguro), así que Sirius tuvo que conformarse con eso. Mandó varios patronus a los miembros de la Orden para que estuvieran todos sobre aviso. Después le comentó a Bellatrix que era hora de dormir.
-Son las diez de la mañana –apuntó la bruja desconcertada.
-Exacto, hora de dormir.
Cerró las tupidas cortinas con un gesto de su varita y la oscuridad engulló la habitación. Se acomodó en la cama asegurándose de tener a su prima lo más pegada a su cuerpo posible. Ella ronroneó satisfecha y efectivamente se durmieron.
Despertaron a medio día y Sirius decidió que era hora de comer.
-Ven con nosotros, come con nosotros.
-Lo único que me interesa comer es a ti –murmuró su prima con mirada lujuriosa.
-Me refería a... Olvídalo, comámonos.
Efectivamente lo hicieron. Se devoraron mutuamente y una hora después Sirius bajó al comedor (con poca hambre pero con una gran sonrisa de estúpido). Creyó que esa sesión calmaría a su prima y –con sus extraños horarios- no la volvería a ver hasta el día siguiente. Sin embargo se equivocó. Eran las siete de la tarde y estaba sentado en el sillón de uno de los salones leyendo un libro sobre técnicas de duelo (la colección de los Lestrange era soberbia). Apareció Bellatrix y le preguntó qué hacía.
-Practicar aparición con Harry.
-¿Y dónde está? –inquirió la bruja.
-Vete tú a saber... He logrado que ya no se desparta ni pierda un solo pelo, sin embargo no hay manera de que aparezca aquí. Suele aterrizar en otras habitaciones o en los jardines. De no ser por los maleficios protectores que le impiden salir, seguro que terminaba en Escocia.
Bellatrix sonrió ante la inutilidad de Potter. Pero no era eso a lo que había venido. Sirius le preguntó si necesitaba algo, ella le dijo que se aburría y necesitaba que la entretuviese. Él le pidió que esperara a que terminara con Harry, pero ella no estaba por la labor. Así que declaró simplemente:
-Estoy cachonda y no llevo bragas.
Sirius abrió la boca sin darse cuenta y sintió su cuerpo reaccionar de inmediato. No obstante, no pensaba ceder a sus caprichos. Se reacomodó en el sofá intentando esconder su deseo y respondió con seriedad:
-Sí llevas bragas. Lencería negra, seguramente de encaje y por supuesto con el sujetador a juego. Eres muy obsesiva con tu ropa interior, Bella, necesitas que todo sea siempre elegante y conjuntado.
Bellatrix le miró con una mezcla de rabia y sorpresa mientras acariciaba su varita.
-Y ahora estás pensando en ejecutar un evanesco no verbal sobre tu ropa interior para tener razón. Pero no eres capaz porque es demasiado cara y exclusiva y en ningún sitio está mejor que en tu maravilloso cuerpo –añadió su primo.
Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio. Seguidamente se encogió de hombros, se quitó las bragas –que encajaban perfectamente con la descripción de Sirius- y se las arrojó. Le indicó que volvía a la cama e iba a tener sexo con o sin él. Seguidamente le guiñó el ojo y se marchó dejando a su primo terriblemente excitado. Antes de que Sirius hubiese tomado una decisión, su prima reapareció y le lanzó también el sujetador:
- Me da angustia que no tengas el conjunto completo. Igual sí soy un poco obsesiva...
Con la respiración entrecortada, Sirius agarró ambas prendas sin saber qué hacer con ellas. Y por tercera vez apareció su prima:
-Tengo también un camisón a juego, te lo dejo en la cama.
El animago soltó una carcajada ante sus locuras y sacudió la cabeza mientras la observaba marcharse. Guardó las prendas en el bolsillo de su túnica justo a tiempo para que Harry no le pillase. Al parecer había aparecido dentro de la fuente de piedra de la entrada, dio gracias de que estuviera seca. Su padrino iba a dar la clase por terminada para complacer a su prima cuando aparecieron Lupin y Tonks. Tenían mala cara y se notaba que la chica había llorado hasta un minuto antes. Su pelo estaba de un tono marrón rata mucho más deprimente que el de la mañana. Fue el mago quien les dio la noticia:
-Moody ha muerto.
Sirius y Harry ahogaron una expresión de angustia. Ted Tonks, que llegó en ese momento, escuchó lo suficiente para cerrar los ojos con dolor.
-Marlene también. Han encontrado sus cuerpos cerca de la Mansión Malfoy, no llegaron a entrar. Suponemos que Marlene los apareció ahí para entregar a Ojoloco pero al aparecerlo contra su voluntad, él se despartió.
Sirius iba a preguntar cómo, pero viendo la expresión de su amigo cerró la boca. Debió ser de forma drástica, como cuando se separaba la cabeza del cuerpo o el torso de la cintura, y era mejor que Harry no tuviese esa imagen.
-¿Ella también se despartió?
-No. Ella recibió un avada. Creemos que se lo lanzaría Moody un segundo antes de... irse. O eso suponemos porque en el cuerpo de ella no había marcas. No sé, es raro porque si Moody ya estaba despartido difícilmente pudo atacarla pero... Eso nos han contado.
-¿Quién os lo ha contado?
-Aún nos quedan amigos en el Ministerio –intervino Tonks con voz quebrada-. Por suerte la noticia no llamó la atención de Vold... de Quien-Vosotros-Sabéis –se interrumpió al recordar el tabú- y pudieron llevarse los cuerpos y enterrarlos con dignidad.
Nadie comentó que Marlene era una traidora y no lo merecía. En otro tiempo fue amiga de Sirius y Lupin y ahora estaba muerta; habían aprendido que era mejor no hacer astillas de la varita rota. Además, seguían sin saber dónde estaba la varita de sauco y quién mató a Dumbledore, porque Marlene estaba en el salón durante el asesinato.
Así que se mantuvieron en un silencio triste recordando a su amigo y mentor. Al rato Sirius se levantó y buscó una botella de whisky. Invocó cinco vasos y brindaron por Ojoloco. Harry, que nunca había bebido algo tan fuerte, tosió y se atragantó. Con una débil sonrisa Sirius le dio una palmada en la espalda para calmarlo y comentó:
-A tu padre le pasó lo mismo la primera vez que bebió. Fue gracioso porque Lily estaba delante y...
Harry no escuchó más. De repente notó como la cicatriz le ardía y su mundo se oscurecía. Se sintió en un cuerpo que no era el suyo pero que por desgracia conocía bien. Alargaba un brazo repugnante, ennegrecido, apenas con unas hebras de carne recubriendo los tendones. Los huesudos dedos sostenían una varita que Harry reconoció con horror: Dumbledore. Pese a que físicamente sentía un dolor descarnado y corrosivo, por dentro experimentó una euforia exacerbada. Y entonces abrió los ojos.
-¡Harry, Harry!
Sirius y Tonks estaban arrodillados junto a él, en el suelo. Detrás de ellos Lupin y Ted le miraban con gran preocupación. Al chico le costó un rato reponerse, pero al final volvió a sentarse y les relató su visión. Les explicó que cuando Voldemort estaba muy feliz ni él mismo se daba cuenta de que sus pensamientos se colaban en la mente de Harry. Hacía meses que no le pasaba gracias a la oclumancia, pero la muerte de Moody le había pillado con la guardia baja y no se había dado cuenta.
-O sea, que tiene la varita de Dumbledore... Él fue quien lo mató. O quien lo mandó matar –supuso Lupin.
-¿Pero por qué la quiere? ¿Por qué esa varita? –preguntó Tonks.
-Nosotros nos inventamos que era más poderosa que las demás para engañar a Marlene, pero quizá es verdad... -aventuró Sirius.
-Es posible –murmuró Harry-. O quizá es porque con la suya nunca ha conseguido matarme, creerá que con la de Dumbledore le irá mejor... Pero está realmente mal, tiene toda la piel quemada, no ha conseguido sanar tras el ataque de Bóreas.
-Tantas décadas y al final quien de verdad le hace daño es un pájaro... -murmuró Ted- Por eso hay que valorar a todas las criaturas.
-Sí, pero aún así está eufórico y preparándose para la guerra –sentenció Harry en tono lúgubre.
Aquel comentario cerró el debate e instaló de nuevo el silencio tenso. Nadie tuvo ganas de cenar y se despidieron pronto para lamerse las heridas en soledad. Con una congoja que le oprimía el pecho, Sirius se dirigió a la habitación que ahora ocupaba. Había perdido a tanta gente que ya estaba bastante insensibilizado ante ese dolor, pero eso no quería decir que no sintiese la muerte de Moody. Y también el futuro aciago que sobrevolaba sus destinos...
Entró al dormitorio y vio a Bellatrix dormida en la cama. Por la débil sonrisa que lucía sospechó que se había encargado con éxito de sus necesidades. Se sentó al borde de la cama y le acarició la mejilla contemplándola. Poco a poco abrió los ojos.
–Mm... Qué buen ratito he pasado... -murmuró adormilada -¿Qué pasa, por qué esa cara?
Sirius no sabía qué contarle, así que lo soltó todo. La muerte de Moody, la de Marlene, las revelaciones de Harry... Su prima lo escuchó con atención sin hacer comentarios. Al final asintió sin saber qué decir.
-¿Tú sabías algo de la varita de Dumbledore? Fue a ti a la que se le ocurrió esa historia para engañar a Marlene.
-Hablamos de Dumbledore –respondió su prima -, todo lo suyo era mejor que lo de los demás, más poderoso. Siempre ha sido así y supongo que el Señor Oscuro también lo piensa, por eso querrá su varita.
-Sí, eso dice Harry... -comentó Sirius medio tumbándose en la cama con la espalda apoyada contra el cabecero- Tampoco entiendo lo de Dumbledore: si le mató Voldemort, ¿por qué no utilizó un avada? Usar un cuchillo era mucho más arriesgado. Creímos que era para inculparte, pero él no tendría ningún interés en eso, se habría jactado de asesinar al poderoso Albus Dumbledore...
-Es verdad –reconoció su prima lentamente-, es algo que nadie creyó posible.
Bellatrix no añadió nada. Apoyó la barbilla en su pecho y le miró fijamente. Sirius se perdió en los ojos negros de su prima, no conocía a nadie más que tuviese el iris casi tan oscuro como la pupila y le fascinaba. Empezó a sentirse mejor. Olvidó sus problemas, las pérdidas, las dudas y la realidad que le rodeaba. En ese momento solo existían ellos dos.
-¿Te separarás de Rodolphus? –preguntó sin pensar- Fue un matrimonio concertado, podrías anularlo sin problema.
Bellatrix alzó las cejas sorprendida. Tardó un rato en contestar.
-Bueno... Habrá que ver qué sucede en la guerra porque...
-Saldrá bien, tiene que salir bien, ya son suficientes desgracias –la interrumpió él-. Cuando todo termine, ¿podremos estar juntos?
-¿Tú quieres que estemos juntos? ¿Qué tengamos algo más que sexo?
Ligeramente avergonzado, por primera vez en su vida Sirius respondió afirmativamente a esa pregunta. "Si tú quieres, claro" añadió. Con cautela, su prima respondió:
-Entonces sí. Pero de verdad, Sirius, es mejor no hacerse ilusiones y...
-Eh, nena, de momento estamos aquí los dos. Pese a nuestra despreciable familia, la vida de mierda y todo lo que nos tocó, estamos aquí. Es todo lo que importa, ya veremos qué pasa en el futuro. Pero de momento...
Bellatrix sonrió por fin y trepó hasta su boca. Sirius respondió al beso y le acarició el hombro. La bruja coló la mano bajo su camisa y le arañó la espalda con suavidad hasta deslizarse a su pantalón. En el bolsillo trasero notó algo extraño.
-Sidi, ¿llevas un espejo? –preguntó divertida- ¡Eres la persona más vanidosa que conozco! Y conozco a Narcissa y a Lucius...
-No, no es por eso. Aunque comprobar que mi rostro sigue perfecto es una ventaja añadida –comentó con suficiencia.- Es un espejo de doble-dirección que uso con Harry, lo llevamos siempre encima (aunque él no suele recordar usarlo). Me lo regaló James para cuando estábamos castigados en lugares separados.
-Nunca había visto uno de estos –murmuró Bellatrix observándolo con curiosidad-, son muy raros...
-Creo que perteneció al padre de James. Ya sabes, él fue quien amasó la fortuna de los Potter con las pociones para el pelo.
-Ah sí, esos pobres desgraciados necesitan pociones para arreglar sus melenas –murmuró la bruja dejando el espejo en la mesilla-. En los Black el pelazo es innato.
-Ya sabes que odio nuestro apellido, pero eso jamás podré negarlo.
Rieron y volvieron a besarse. Al terminar se acurrucaron juntos y prácticamente no salieron de la cama en toda la semana. Sirius se sentía más libre con ella, era como si aliviara el crucio psicológico que llevaba sufriendo desde la primera guerra.
-Te quiero, Sidi –murmuró la bruja una noche justo antes de cerrar los ojos.
-Te quiero, Bella –respondió él sintiéndolo con todo su ser.
Y eso fue lo último que dijo antes de escuchar la frase que llevaba años temiendo.
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