Capítulo 28
El día siguiente amaneció gris y nublado, como reflejando los nervios y angustia que sentían los miembros de la Orden. No sabían si marcharse de la mansión Black era la decisión correcta, pero en cualquier caso ya estaba tomada. Se despidieron de Didi y Kreacher y les pidieron que le explicaran a su ama que se mudaban, pues Bellatrix no apareció. Ambos elfos parecieron felices de librarse de los intrusos; sobre todo Kreacher, que hacía meses que fingía no conocer a Sirius porque sabía que Didi se burlaría de él por servir a un traidor. Mientras esperaban a que Tonks volviese del trabajo, desplegaron un mapa de Londres.
-Iremos en parejas, en caso de un ataque sería más sencillo defendernos. Yo creo que la ruta más segura para la casa de los Weasley es por aquí –murmuró Lupin-, siguiendo el curso del Támesis.
-Sí, pero esta –comentó Marlene marcando otra ruta con su índice- es más directa. No sé qué es preferible...
Estuvieron un par de horas con ese debate hasta que concretaron el recorrido óptimo: sin dar muchos rodeos pero a la vez difícil de rastrear en caso de que alguien los siguiera. Así que cuando Tonks regresó ya estaban preparados. La esperaron en el jardín delantero y se acercaron a ella en cuanto entró. La flanqueaban Shacklebolt y Moody, con sedas escobas. Shacklebolt les dio las últimas indicaciones:
-Está bastante nublado y lloviznea, lo cual nos viene bien para ocultarnos, pero tened cuidado de no desviaros de la ruta.
Sin más dilación se prepararon. Harry conduciría su saeta de fuego y Sirius volaría con él; Tonks compartiría montura con Lupin; Ted con Shacklebolt y Moody con Marlene. Se subieron en las escobas y alzaron el vuelo rodeando a Harry. Cruzaron el perímetro de protección y comprobaron que el frío de febrero a esas alturas aún era más crudo.
-Joder –masculló Sirius ejecutando un hechizo de aire caliente que los envolviera-, hace más frío que en Azkaban.
-Eso es porque a ti en Azkaban te... -empezó su ahijado- ¿Qué es...?
No pudo terminar la pregunta. Un enjambre de mortífagos encapuchados les rodeó. Enseguida aquello se convirtió en un fuego cruzado en el que no podían avanzar: recibían ataques por todos los flancos. Sirius profirió la carcajada demente que inevitablemente soltaba antes de un buen duelo y empezó a lanzar maldiciones a diestro y siniestro.
-¡A tu izquierda, Lunático!
El hombre-lobo obedeció a su amigo y se encargó de uno de los encapuchados mientras Tonks manejaba la escoba con una mano y se defendía con la otra. Lo mismo hicieron Moody y Shackebolt mientras Ted y Marlene guiaban sus monturas. A pesar de que los mortífagos les superaban en número, tenían una clara ventaja: las manos libres para atacar. La lluvia aumentó en intensidad, lo cual dificultó la visión de ambos grupos y las escobas se volvieron más escurridizas. Por suerte, quedaban pocos oponentes, o eso le parecía a Harry.
-¡Ojoloco! –lo llamó Sirius intentando localizar la escoba que compartía con Marlene- ¿Cómo va?
-¡Rojo y supurante! –gruñó con rabia el exauror mientras lanzaba maldiciones sin cesar.
Sirius iba a responder cuando un chillido de horror de Shacklebolt le interrumpió:
-¡Retirada! –exclamó- ¡YA!
Descubrieron entonces el verdadero horror: Lord Voldemort, sin escoba ni montura, volaba hacia ellos. Harry sintió tal dolor en la frente que casi perdió el control de la escoba. La cicatriz le ardía y escuchaba la horrible voz del Señor Tenebroso sentenciando su muerte. Dio gracias de tener a su padrino defendiéndolos. Aún así sabía que Sirius no podría derrotarle. Se giró en busca del camino de vuelta, no se habían alejado mucho de la Mansión Black, pero la tormenta dificultaba la visión.
En ese momento, Sirius alzó su varita y de ella salieron unas chispas azules que se alzaron hasta el cielo.
-¡Marchaos! –les gritó al resto- ¡Nos sigue a nosotros, apareceos!
Las escobas guiadas por Tonks y Ted se separaron un poco, sin embargo la de Marlene y Moody parecía haber perdido el control y se alejaba zumbado en otra dirección. Lupin y Shacklebolt mantenían a raya a los mortífagos que quedaban sin saber bien qué hacer. Si intentaban atacar a Voldemort en aquella situación tan brumosa y cambiante los conjuros podrían alcanzar a Harry.
-Harry, tienes que separarte de él, tienes que dejar el campo de visión libre –le advirtió su padrino.
Sirius no paraba de lanzar maldiciones que Voldemort desviaba. Pese al terror y la angustia, el chico se sentía más cómodo sobre su saeta de fuego que sobre el suelo. Aguzó la vista e intentó calcular la distancia. Se maldijo a sí mismo por no haber impermeabilizado sus gafas. Aún así realizó una complicada maniobra lanzándose contra Voldemort en zigzag y desviándose antes de que le diera tiempo a reaccionar. Por desgracia el Mago Oscuro se repuso enseguida y apuntó hacia ellos:
-Avada... -escuchó su voz cadavérica.
No pudo terminar: un rayo cayó sobre él. Profirió un chillido desgarrador y empezó a perder altura. Cuando pareció que intentaba recuperarse, otra descarga eléctrica pasó rozándole, electrocutando su varita de forma que tuvo que soltarla para no quemarse. Lo siguiente que notó Voldemort mientras aullaba de dolor fue una especie de cuchillada recorriéndole el pecho. Ni siquiera distinguió a la criatura que se lo había causado. Y entonces cayó.
-¡Ya está, volvemos! –gritó Sirius.
Su escoba y las guiadas por Tonks y Ted salieron zumbando al instante. Sin embargo Moody, a mucha distancia gruñó:
-¡Largaos! ¡Se ha dado cuenta, yo me encargo!
"Pon a salvo a Potter" fue lo último que escuchó Sirius mientras veía a Moody y a Marlene batallando en su escoba. Al segundo siguiente ya no estaban: uno de los dos había agarrado al otro y se habían aparecido. Viendo que ya nada podían hacer y sabiendo que Voldemort resurgiría en cualquier momento, Harry aceleró la escoba. Sobre ellos, Bóreas volaba vigilante, protegiéndolos de la lluvia con sus enormes alas. En cuando divisaron la mansión Black, su escoba cruzó el perímetro de seguridad y ambos suspiraron aliviados.
-Por poco –jadeó Harry.
En tierra los esperaban los otros cuatro y también Rodolphus y Bellatrix. El mortífago estaba comprobando las heridas que habían sufrido durante el combate, era bueno con la magia curativa. Sin embargo, su mujer tenía la vista fija en el cielo y cara de preocupación y absoluto nerviosismo. En cuanto Sirius puso un pie en tierra corrió hacia él. Absolutamente todos escucharon sus gritos:
-¡ERES UN COMPLETO IMBÉCIL! –bramó la mortífaga- ¡TE DIJE QUE ERA UN PLAN ESTÚPIDO, QUE ACUDIRÍA ÉL MISMO Y TE MATARÍA!
-Naaah, estaba todo calculado –aseguró Sirius sonriente-, hemos salido indemnes.
-¡Si no llega a estar Bóreas os mata a todos!
-¡Pero ya contamos con que nos acompañaría! Muchas gracias, por cierto -murmuró mirando al ave del trueno que sobrevolaba la zona-. Y en cualquier caso hubiese muerto con una sonrisa pensando en ti.
En ese momento, para el asombro de todos los que contemplaban la discusión sin pestañear, Bellatrix besó a su primo. Él la atrajo junto a sí con los ojos cerrados. Jamás lo reconocería, pero realmente había sentido miedo a morir (otra vez). Esa placentera sensación se interrumpió cuando recibió una sonora bofetada de mano de su prima, que sentenció:
-Si me vuelves a dar un susto así, te mato yo. Y dolerá más.
Con la cabeza bien alta y expresión altiva se dio la vuelta y regresó a su mansión.
Harry ya había notado que la mortífaga había gritado "te mataría" manifestando que su única preocupación era que Voldemort matase a Sirius, pero en absoluto había esperado aquello. En cuanto Bellatrix desapareció, con la boca aún abierta todos se giraron hacia Rodolphus. El mortífago frunció el ceño sin entender qué tenía que ver el drama con él. Entonces cayó en la cuenta:
-Ah... ¡Ah! ¡Habrase visto vil traición! –exclamó Rodolphus airado y fingiéndose profundamente agraviado- ¡Acabaré contigo por esto, Black! Ahora no porque tengo cosas que hacer... ¡pero ya llegará el momento, necio patán!
Seguidamente Sirius recibió otra bofetada. En su fuero interno agradeció no tener que batirse en duelo con el marido de su prima, porque su fuerza física era notable. Con mirada torva y bien erguido, Rodolphus se marchó también a la mansión. Nadie supo qué comentar.
-Es tu prima... -balbuceó Harry- Yo... creí que... te quería como a un hermano pero...
-Vamos a dejar lo de la endogamia para otro rato -le interrumpió Tonks-. ¿Qué ha pasado con Ojoloco?
-Marlene ha descubierto que la teníamos, habrá notado que la cara se le llenaba de granos –reveló Sirius.
-¡Qué bien, el maleficio de Hermione ha funcionado! –exclamó Harry satisfecho.
Al mapa que utilizaron esa mañana para calcular la ruta le habían aplicado el mismo encantamiento que empleó Hermione en la hoja de inscripción del ejército de Dumbledore: al escribir sobre él, sin saberlo, Marlene se comprometió a cumplir el plan. De no hacerlo, su cara se cubriría de granos formando la palabra "traidora". En cuanto aparecieron los mortífagos Moody comprobó que su cara se cuajaba de granos.
-Sí, han empezado a pelear sobre la escoba hasta que al final se han aparecido –explicó Sirius-. Ojoloco se encargará.
El resto asintieron con poca convicción. Deseaban creer que había sucedido así, pero también era posible que Marlene ganase la refriega y matase al exauror. Moody era un gran mago, pero Barty Crouch lo secuestró y suplantó, así que infalible tampoco era... Aún así pasaron al tema fundamental: Voldemort.
-¿Y qué ha pasado con...?
-Vamos a entrar dentro antes de hablar de eso –murmuró Lupin-. Creo que lo mejor será ducharnos y charlar mientras cenamos. Ven tu también, Kingsley.
El resto –varios aún empapados por la tormenta y temblando de frío- mostraron su aquiescencia. Ninguno había hecho realmente las maletas, así que sus cosas seguían en su sitio y sus habitaciones preparadas. Kreacher y Didi no se alegraron demasiado al enterarse de que había sido una trampa para desenmascarar a Marlene, pero tampoco les importó tenerlos de vuelta: Madame Black les había asegurado que ellos eran más valiosos que toda esa tropa. Así que les hicieron una cena caliente que todos agradecieron. Por supuesto los Lestrange no acudieron, debían tener su comedor privado en la última planta para no juntarse con mestizos y traidores.
-¿Entonces qué ha pasado? –inquirió Tonks atacando el pavo con avidez- Creíamos que Él estaba en las montañas de Minks negociando con los gigantes.
-Eso es lo que nos dijo Severus con el último patronus que nos envió –apuntó Shacklebolt-, pero quizá su información no estaba actualizada o Quien-Vosotros-Sabéis es capaz de viajar más rápido que el resto...
-O Snape mintió... -apuntó Harry siempre dispuesto a desconfiar del profesor.
-Vamos a pensar que no, no necesitamos más deslealtades –atajó Lupin-. El caso es que apareció.
-De no ser por el ave del trueno de Bella no me hubiese dado tiempo ni a aparecernos –murmuró Sirius.
-Ahora es solo "Bella", ¿eh? –comentó con sorna Tonks.
-No logró matarlo, ¿verdad? –intervino Ted.
-No, ese ser es demasiado vil hasta para las fuerzas de la naturaleza... Tendrá graves heridas físicas, eso sí. Pero probablemente se apareció mientras caía y no llegó a estamparse contra el suelo; aunque de hacerlo tampoco lo notaríamos, ya tiene la cara demasiado aplastada...
-¡Tómatelo en serio, Sirius! –le regañó Lupin.
-Eh, no hay nadie más serio que Sirius –ironizó el aludido.
El animago no podía ocultar su sonrisa, era extremadamente feliz pese a que hacía pocos minutos se había enfrentado al mago oscuro más poderoso de los últimos tiempos. El resto sacudieron la cabeza ante su humor absurdo pero no replicaron. Sentían una extraña mezcla de miedo y adrenalina tras el enfrentamiento, pero también la tranquilidad de haberse librado de Marlene. Y la de saber que podían confiar en Bellatrix, pues ella fue la que adujo que Bóreas sería el único que podría distraer al Señor Tenebroso. También se le ocurrió la trampa con la varita de Dumbledore: utilizaron la de Rodolphus que se parecía mucho a la del director y, al igual que él, obedecía bien a su mujer.
-Lo que me costó atrapar al boggart, colegas –murmuró Tonks sirviéndose una enorme porción de pastel de chocolate-. Por suerte en los armarios del Ministerio no escasean...
-Es verdad. Y Harry, no te hemos felicitado por tu actuación de Oscar haciéndote el sorprendido –sonrió Ted.
-¿Quién es Oscar? –inquirió Sirius que fue ignorado.
-Fue sencillo –murmuró el muchacho quitándole importancia.
Tan sencillo como que fue genuino. Aunque sabía lo que sucedería al abrir su baúl, el susto se lo llevó igual y fue muy desagradable. Pero sus amigos no tenían por qué conocer ese dato. Tonks y Shacklebolt acordaron no volver al trabajo. Corrían demasiado peligro: ya estaban bajo vigilancia antes, pero ahora que el propio Voldemort los había visto derrotar a sus mortífagos y proteger a Harry, sus cabezas tendrían precio.
-Después de cenar me iré a mi casa, que también cuenta con todo tipo de protecciones y desde ahí continuaré encargándome de las misiones. Os mandaré patronus si necesito comunicarme porque actualmente es el método más seguro –murmuró Shacklebolt.
-¿Y no es peligroso que salgas del perímetro protegido? Aunque solo sea un metro para aparecerte, ya hemos visto lo que puede pasar... -apuntó Harry.
-No creo –intervino Sirius-. Con los maleficios de Bellatrix solo alguien que haya estado dentro de la mansión puede aparecerte en las proximidades. No puede compartir esa información, solo aparecerlos aquí. Y te aseguro que McKinnon no se arriesgará a acercarse a más de cien kilómetros a la redonda... Sabe que no soporto a los traidores.
Eso los tranquilizó un poco. Después de cenar acompañaron al auror jefe para que pudiera aparecerse. Salió del perímetro e incluso se quedó un rato esperando, pero nadie le atacó. Así que se apareció sin problema y eso terminó de calmar los ánimos.
-Voy a dormir mejor que nunca –murmuró Harry-, estoy agotado.
-No me extraña. Has estado genial con la escoba, tu padre estaría orgulloso –respondió su padrino con una sonrisa.
El chico se lo agradeció y le dio las buenas noches. Sirius pasó bastantes horas bebiendo con Tonks, Lupin y Ted junto al calor de la chimenea. El horror y la impresión de haber visto y sentido a Voldemort tan cerca seguían grabados en su mente. Cuando subió a acostarse Bellatrix tampoco estaba en su habitación. Le dio pena, pero la mortífaga solía disfrutar la vida nocturna, así que tampoco se preocupó por su ausencia.
Una hora después decidió que sin su prima ya no lograba dormir, así que bajó a la sala de entrenamiento. Su intención era desahogarse practicando, pero parecía complicado: el cuarto estaba repleto de cajas perfectamente embaladas, al parecer habían llegado los nuevos maniquíes que encargó Bellatrix. Le hubiese relajado mucho apalear a un falso Quejicus, pero prefirió no tocar nada. Salió de la sala y siguió vagando por la casa. En lugar de buscar otro cuarto de entrenamiento, entró en la habitación-refugio de Bellatrix. Se tumbó en un sofá y contempló el cielo estrellado sobre él. Al final le entró sueño, así que se transformó en perro y cerró los ojos. No supo cuánto rato pasó, pero en algún punto de la noche el jaguar se acomodó junto a él, le mordisqueó una oreja y ronroneó suavemente. Con esa sensación reconfortante se durmió por fin.
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