Capítulo 18
Tonks ayudó a Lupin a ponerse el pijama y a acostarse. El hombre–lobo le dio las gracias y, después de la noche que había pasado, se durmió al instante. Tonks se liberó de sus brazos y salió en busca de Sirius para agradecerle su ayuda. No logró hacerlo porque el animago se estaba dando una ducha inusualmente larga. Así que buscó a Bellatrix para contarle lo sucedido con sus padres. La encontró bebiendo sonriente en el salón, solo que vio más de lo que le gustaría...
–Quería darte las gracias por... ¡Arrg, tita! ¡¿Se puede saber qué haces desnuda?! Y estás sonriendo, ¡eso es aún más raro!
–Está muy mono cuando se pone nervioso –murmuró ella sin borrar la sonrisa.
–¿Quién? –preguntó la auror intentando no mirar.
–Nadie. Ese cuadro de ahí –respondió la bruja señalando un cuadro de un dragón sobrevolando una montaña.
–Pues muy bien, ¡pero tápate, por favor! Ya tengo suficientes complejos con mi cuerpo sin necesidad de ver el tuyo...
Bellatrix la miró enarcando una ceja. Era su casa, podía estar todo lo desnuda que le diera la gana. Aún así, en deferencia a su sobrina (y al cumplido que suponía que siendo más joven envidiase su cuerpo), con un gesto de su varita el vestido volvió a su persona. Se sentó en un sillón acariciando su vaso de whisky y le preguntó a qué se refería. Precisamente Tonks, siendo metamorfomaga, podía tener el cuerpo que quisiera. La chica se sentó en un sofá frente a ella y se encogió de hombros algo nerviosa.
–Ya, pero yo quiero gustar por como soy de verdad... Sé que Remus me quiere, pero sigue sugiriendo que lo dejemos cada semana... Igual si tuviera un físico como el tuyo o el de Marlene él no...
–¡No estarás...! –la interrumpió Bellatrix airada.
–Tranquila, tita. Me he cambiado con Marly cuando jugamos a quidditch y desnuda pierde mucho. Tú estás más buena, no hay peligro –respondió con una sonrisa burlona.
Eso aplacó un poco a Bellatrix que sirvió otro vaso de whisky y se lo tendió. La chica lo aceptó y bebió con precaución. Nunca había compartido sus inseguridades con nadie, le daba vergüenza y no casaba con su imagen. Pero con Bellatrix, que era casi una desconocida y no la juzgaría porque le importaba todo un pedo de duende, resultaba más sencillo. Su tía debió darse cuenta porque al rato comentó:
–Tú físico no tiene nada que ver, babea por ti cada vez que te ve, es asqueroso. Si tiene dudas es porque te quiere de verdad y le da miedo hacerte daño. Imagínate lo mal que podría haber terminado esta noche. A ti no te importa que sea mayor, peligroso y que vista con una ropa que me deprime cada vez que lo veo... pero a él sí. Es mucho más inseguro que tú y le costará aceptarlo. Dale tiempo... o búscate otro mejor, no será difícil.
Tonks sonrió y asintió agradecida. Esa forma de verlo era mucho mejor que la suya. Le contó a mortífaga que su padre acudiría al día siguiente y ella asintió con desgana sin decir nada. Después, Tonks extrajo de su bolsillo un estuche de terciopelo y se lo tendió. Bellatrix comprobó que dentro se hallaba el collar de esmeraldas que le regaló a Andrómeda y sonrió complacida. Le preguntó si le había costado conseguirlo.
–¡Qué va! Podría haber robado todo el mobiliario y mamá no se habría dado cuenta. Estaba demasiado ocupada vigilando a Remus como si fuese un mendigo del callejón Knockturn, he creído que iba a darle limosna...
Bellatrix soltó una carcajada pero no reconoció que estaba de acuerdo con su hermana. Así que se quedaron las dos en silencio, bebiendo whisky a las ocho de la mañana mientras el sol empezaba a ocupar su trono. Una hora después, la mortífaga comentó que tenía asuntos pendientes y desapareció. Tonks se marchó al trabajo mientras decidía que echaría una siesta en su escritorio.
Los días siguientes transcurrieron sin sobresaltos. Todos seguían con el secretismo y las misiones para la Orden y McGonagall acudió durante tres días para hacerle a Harry los exámenes del primer trimestre. Para sorpresa de los profesores (sobre todo de Snape), el chico sacó incluso mejores notas que cuando estudiaba en Hogwarts. Al no tener a ningún monstruo intentando matarle, ni a Draco haciendo cosas sospechosas, ni a Snape acosándolo le había costado menos centrarse. Además, quería demostrar que no era ningún inútil. Por circunstancias del destino, incluso empezó a aprender cosas que ya daba por perdidas.
Sucedió una tarde que fue a buscar a Sirius; le estaba enseñando a aparecerse aunque el proceso era lento. Lo encontró en la biblioteca, pero por desgracia estaba metiéndose mano con Marlene. Así que huyó a su salón favorito. Ahí encontró a Lupin besuqueando a Tonks. Iba a salir fuera pero llovía. Así que de mal humor se encerró en la primera habitación que encontró vacía. Se dio cuenta de que nunca había estado ahí.
Era una especie de jardín interior muy extenso, con vegetación, árboles altos e incluso una cascada lateral que caía formando un pequeño lago. También había sofás con amplios asientos y varios sillones. La luz natural entraba ya que no se veía el techo y corría una suave brisa. Pese a la mezcla de naturaleza con muebles de salón, resultaba un espacio muy armónico. Aquello solo podía ser posible gracias a encantamientos muy avanzados.
–¡Vaya! –exclamó el chico mirando a su alrededor fascinado.
Se preguntó qué era aquel lugar hasta que descubrió a su ocupante. De uno de los árboles más altos se deslizó el jaguar negro que ya le era familiar. Bellatrix volvió a su forma humana y le miró indignada por invadir su privacidad
–¿Qué es este lugar? –preguntó el chico antes de que le expulsara.
–Mi sala de relajación.
-¿Perdón?
-Eres un puñetero cotilla... -masculló la bruja- A veces es más cómodo estar en forma animal porque sientes menos emociones y todo es más sencillo. Rod lo diseñó para que pudiera tenerlo todo dentro de casa, sin tener que salir por si llovía o no me apetecía compartir el bosque con las criaturas que lo habitan –explicó la morena–. ¡Y ahora largo, no sé cómo has podido entrar! La puerta solo se abre si de verdad necesitas escapar.
–¡Oh, lo necesitaba! –exclamó Harry– ¡No paro de encontrarme a todo el mundo liándose por casa, estoy harto! Sirius había quedado conmigo y se le ha olvidado porque estaba con la pesada de Marlene. No los soporto.
La mortífaga desenvolvió una bandeja que había sobre una de las mesas y le tendió un dulce:
-Coge un brownie, Potter.
Le recordó a cuando McGonagall le dio una galleta por increpar a Umbridge, pero en esta ocasión no sabía en qué había acertado. Abrió la boca para preguntar pero optó por no hacerlo. Cogió uno de los bizcochos que lucían exquisitos. Era probablemente la mejor repostería que había probado. Lo devoró en tres bocados mientras la mortífaga se tumbaba en uno de los sofás con la vista perdida. "¿Puedo coger otro?" se arriesgó Harry. La respuesta fue un no rotundo. Así que intentó ganárselo de nuevo:
–¿Odio a Sirius porque es idiota? –probó mirándola– ¿Odio a Marlene porque es una acaparadora de Sirius? ¿Odio a todo el mundo porque está invadiendo tu mansión? ¿Odio a Potter porque es extremadamente pesado?
La mortífaga sacudió la cabeza, pero con un gesto de la mano le indicó que cogiera los que quisiera. Harry no necesitó más. Estaba comiendo en esa casa casi más que con la señora Weasley, pero no lo consideraba en absoluto un problema. Estuvieron en silencio sin hablar ni mirarse. Harry cayó en la cuenta de que probablemente él era el ser humano con quien más horas pasaba Bellatrix últimamente.
–Desgraciadamente así es –suspiró la morena.
–¡Oye! –protestó Harry– ¿Te has metido en mi mente?
–Sí, a veces lo hago sin querer. Soy muy buena. Me enseñó Voldemort y salvo el viejo Dumbledore poca gente habrá mejor que yo. Este verano le enseñé a mi sobrino y fue un éxito; ¡imagínate, enseñarle algo tan complicado a alguien con los genes de Lucius! Eso sí que tiene mérito...
Eso activó la curiosidad del chico de forma instantánea. Ya sospechaba que Draco era un mortífago, sin duda esa habilidad sería importante para servir a Voldemort...
–¿Para qué necesita Draco saber oclumancia?
–Para nada, era una simple excusa –respondió la morena con desinterés–. Le pasa lo mismo que a ti: adora pasar tiempo conmigo.
Harry sospechó que le mentía (o que eso era solo la mitad de los motivos), pero no se atrevió a replicar. En su lugar comentó que a él las prácticas con Snape no se le dieron bien. Bellatrix rió al recordar la facilidad con que Voldemort se colaba en su mente e incluso le implantaba visiones falsas. Le preguntó si aún le sucedía.
–A veces –reconoció el chico–. Cuando siente mucha rabia o está cerca... También tengo pesadillas.
Eso pareció interesarle a la mortífaga. Lentamente se incorporó y se sentó en el sofá con las piernas cruzadas. Le miró a los ojos e indicó:
–No trates de vaciar tu mente, es evidente que eso te cuesta demasiado. Intenta no sentir nada, contén tus emociones y no apliques ningún sentimiento a tus recuerdos. No es tan eficaz como dejar la mente en blanco o crear recuerdos falsos pero es un paso sencillo para empezar.
–De acuerdo, pero...
–A la de tres. Uno, dos...
Al momento Harry sintió a Bellatrix dentro de su cabeza. Vio cómo observaba sus recuerdos deteniéndose especialmente en los relacionados con Voldemort o Dumbledore. No logró expulsarla. Lo intentaron otra vez con el mismo resultado. La mortífaga le dio nuevas indicaciones para que se relajara y al sexto intento, por fin, pudo expulsarla de su mente. Por supuesto ella no se estaba esforzando, pero aún así celebró la victoria.
–Es un avance –concedió ella–. Ahora intenta no usar la varita, simplemente bloquea tus pensamientos, no pienses en nada.
Hubo varios intentos más. Bellatrix era menos intrusiva que Snape y no prestaba atención a sus recuerdos ni se burlaba de ellos. Parecía que se lo había tomado como un reto y realmente deseaba enseñarle. O quizá temía que Voldemort descubriera en su mente que le había traicionado. ¿Y si estaba buscando información? Parecían interesarle demasiado sus conversaciones con Dumbledore... Sin embargo, no salía el director en el recuerdo en el que se detuvo la bruja. A Harry le costó ubicar el momento. Y entonces vio todo a cámara rápida: Sirius vertía un recuerdo en el pensadero, se sumergían juntos, veían a los dos primos Black con las postales Navideñas, salían del pensadero y Sirius destruía el recuerdo con rabia.
No supo si había conseguido expulsarla o fue ella la que detuvo la incursión, pero todo cesó. El jardín se sumió en el silencio. Bellatrix ya no le miraba y él no sabía qué comentar. Fue ella la que rompió el mutismo:
–¿Qué te enseñó Dumbledore?
–¿Perdón? –replicó Harry.
–En un recuerdo decía que te iba a dar clases particulares este año, ¿qué te enseñó?
–Ah... Pues... Hechizos defensivos y cosas así...
Ella asintió lentamente y Harry no supo discernir si sabía que era mentira. No podía contarle lo de los horrocruxes, no lo sabía nadie salvo Sirius, Ron y Hermione y había jurado al director que así seguiría. Mostrárselo a la (¿ex?) lugarteniente de Voldemort parecía una idea pésima.
–Bien, lárgate –le ordenó ella–. Y si te encuentras a alguno de esos imbéciles recuerda que también te enseñé a usar crucio.
Sin atreverse a rechistar, el chico asintió y se levantó. Le preguntó si seguirían con la oclumancia y ella murmuró que lo pensaría. Abrió la puerta y dudó, pero finalmente Harry se giró hacia ella y soltó a toda velocidad:
–Era su recuerdo feliz, ¿sabes? Eligieron un recuerdo feliz para guardar en clase y él eligió ese en lugar de uno con sus amigos.
La expresión de Bellatrix no cambió y tampoco dijo nada, simplemente le miró con desinterés, como si no entendiera a qué se refería. Así que Harry salió y cerró la puerta tras él. Cenó con las dos parejas y Shacklebolt que estaba de visita y después hizo su conferencia vía flu con sus amigos. Como habían acabado exámenes pudieron hablar más rato, aunque seguían sin ponerse de acuerdo sobre sus planes navideños. Al terminar, se encontró a Sirius en uno de los salones con la botella de whisky medio vacía.
–¿Qué tal, Harry, que has hecho esta tarde?
–Buscarte para seguir con las clases de aparición –respondió el chico sentándose junto a él–, pero estabas ocupado.
–Oh... Perdona, se me ha olvidado... –respondió avergonzado– Estos días estoy un poco descentrado, deberías haberme avisado.
–Es igual, he aprendido oclumancia –comentó Harry como si nada–. Me ha enseñado Bellatrix, es mucho mejor que Snape.
"¿Cómo?" inquirió su padrino de inmediato. Su ahijado le relató su clase con la mortífaga. Evitó mencionar los recuerdos que ella había visto porque no quería más drama emocional. Su padrino escuchó con atención sin saber qué pensar. Apuntó que igual Bellatrix quería buscar alguna información en su mente y el chico aceptó que era posible. Tal vez quería asegurarse de que Voldemort no los espiaba a través de su mente. O quizá solo se aburría y le resultaba estimulante triunfar donde Snape fracasó... Tampoco podían saberlo.
–¿Hablaste con ella? –preguntó el joven– Sobre lo de Azkaban.
El primer impulso de su padrino fue desterrar el tema, pero al poco asintió. Respondió escuetamente que le preguntó y ella lo negó todo. A Harry no le sorprendió, Bellatrix no quería revelar lo que quiera que sintiera por Sirius. Por supuesto él seguía sin entenderlo y su padrino menos aún.
–Me voy a la cama, mañana quiero madrugar para salir a volar a primera hora –comentó el chico.
Su padrino asintió y le dio las buenas noches. Él se quedó un rato en el sofá cavilando. Hacía rato que Marlene se había acostado, a ella le encantaba dormir; pero el insomnio de Sirius era perenne. Cuando notó que el exceso de alcohol en sangre y sus plomizos pensamientos le agobiaban, decidió salir a dar una vuelta por los jardines. Se puso la capa y salió a la fría noche de diciembre.
Tanto la fachada como los terrenos exteriores de la Mansión Black seguían pareciendo viejos y decrépitos. Era un contraste radical con el interior. Supuso que era otra medida de protección: aunque alguien superara el encantamiento fidelio, se lo pensaría dos veces antes de entrar a un lugar tan espeluznante... Era buena estrategia. Caminó con parsimonia hacia la fuente seca que descansaba en el centro. Entonces, la brisa nocturna trajo hasta él un perfume familiar. En uno de los bancos de piedra estaba Bellatrix abrazándose las rodillas con la vista perdida en los bosques lejanos.
En cuanto lo detectó, se pasó la mano por los ojos con brusquedad e intentó echarlo con insultos. Si no la conociera, Sirius juraría que minutos antes había soltado alguna lágrima. Ignoró sus desprecios y se sentó a su lado. Sin mirarla, le preguntó qué le pasaba. Tras varios gruñidos y negativas, la morena murmuró:
–Estoy triste, he renunciado a mucho.
A Sirius le extrañó la respuesta, pero notó que aquello la estaba quemando por dentro. Así que respondió que lo entendía y no preguntó más. Estuvieron en silencio contemplando la brusquedad con que el viento agitaba los árboles. Se escuchaba el murmullo de un río que serpenteaba en la lejanía y olía a lluvia y eucalipto. Sirius se dio cuenta de que su prima temblaba de frío, los hechizos de aire caliente no funcionaban con tanto viento. Así que le sugirió entrar a casa pero ella negó con la cabeza. Él suspiró ante su cabezonería, se quitó la capa y se la colocó por los hombros. La bruja no dijo nada, pero se arrebujó en la prenda. Al rato decidió que a cambio podía ofrecerle una explicación.
–Echo de menos a Cissy y sobre todo a Rod.
Eso pilló al animago por sorpresa. Entendía que se sentía culpable por abandonar a su hermana en la sede de Voldemort, pero el segundo nombre....
–¿A tu... a tu marido?
La bruja asintió.
–Creí que era solo un matrimonio concertado...
–Lo fue, siempre fingí no tenerle cariño para dar la imagen de que mi único amor era mi maestro, pero no fue así. Rod me quiere mucho, siempre nos hemos querido y se ha portado muy bien conmigo. Me ha apoyado en todo... Reformó esta casa solo para mí. A veces asumía los castigos por mí, aun en contra de mi voluntad. Y sé que él eligió a Voldemort y todo eso, pero aún así... sigue siendo mi marido y le quiero –susurró ella–. Y sé que le he roto el corazón al desaparecer así.
–Bueno, supongo que le dolerá más cuando se entere de que has traicionado a la causa...
–No, él lo sabía.
–¿Lestrange sabía que no estabas de su parte? –preguntó Sirius con incredulidad.
–Sí. No se lo pude ocultar. Desde que en Hogwarts mis padres me empezaron a presionar para que me uniera a los mortífagos, él supo que me pasaba algo. Se lo conté creyendo que lo perdería y al principio así fue, pero... A los pocos días volvió y me dijo que aún así, aunque él sí lucharía del lado de Voldemort, me protegería y guardaría el secreto. Y cumplió su promesa.
Sirius no supo qué decir. Jamás hubiese supuesto que el matrimonio de su prima fuese sincero y profundo. Nunca la había visto tan vulnerable y no sabía qué hacer para animarla, para mitigar su dolor. A él le relajaba correr, pero no podía hacerlo con otras personas porque...
–¡Eh! –exclamó de pronto– ¡Contigo sí que puedo!
–¿Disculpa?
–¡Ven! –exclamó cogiéndola del brazo y obligándola a levantarse– ¡Vamos a correr!
–¿¡Pero te has vuelto loco!? –exclamó la bruja.
–Nah, lo he estado siempre. Lo de la otra noche estuvo tan genial que ahora me aburre salir solo, ¡vamos!
–¡Pues sal con tu novia, pero déjame a mí en paz!
–Con ella no puedo, no es capaz de seguirme. Lo hacía con James en nuestra época, pero desde entonces... ¡Venga, vamos, transfórmate!
La bruja se negó en rotundo. A lo que se dio cuenta Sirius la había arrastrado a la entrada del bosque. Ella se cruzó de brazos y le repitió que no iba a hacerlo. El animago no insistió, simplemente se convirtió en perro y la miró con ojos lastimeros. Bellatrix le repitió que no y se giró para volver al jardín. El can le cortó el paso y empezó a gimotear mientras frotaba su cabeza contra su estómago para intentar convencerla. A su prima no le quedó otra que cerrar los ojos y notar como sus extremidades se convertían en patas. Un jaguar ocupó su lugar y su compañero canino profirió un aullido satisfecho. De inmediato se echó a correr girando la cabeza como retando a su compañera a atraparlo. No le costó mucho. Su velocidad era solo comparable a su sigilo y pronto arrinconó al perro.
A Sirius le llevó más tiempo alcanzarla y disfrutó cada minuto. Hacía años que no experimentaba aquella sensación de libertad sin estar ligada a una asfixiante soledad o a la necesidad de proteger a Lupin... Corrieron entre los árboles durante horas, se persiguieron y rodaron juntos sobre alfombras de nieve y hojas. El gryffindor observó embobado la facilidad de su compañera para trepar árboles. Nunca había visto un animal tan elegante y peligroso a la vez. Tras una de sus persecuciones se lanzó sobre ella y terminó panza arriba bajo sus patas. Observó que los ojos oscuros del animal eran casi idénticos a los de su forma humana. Cuando la oscuridad empezaba a ceder el cielo al amanecer, volvieron agotados a los jardines.
–¡Vaya! –exclamó Sirius intentado controlar su entusiasmo mientras entraban a la mansión– ¡Ha sido brutal!
–No ha estado mal– murmuró la bruja devolviéndole la capa.
Sirius aceptó la prenda y la miró a los ojos con una sonrisa sincera. Entonces, Bellatrix le besó. Él respondió sin racionalizar lo que estaba sucediendo. Le pasó un brazo por la cintura para atraerla hacía sí y le acarició la mejilla con la otra mano. La empujó suavemente hasta que quedó contra la pared y redujo aún más la distancia que los separaba. Bellatrix le mordió el labio inferior para obligarle a abrir la boca y él obedeció con rapidez. Entrelazaron sus lenguas y ambos ahogaron gemidos de placer mientras se devoraban en los oscuros pasillos de la Mansión Black. La morena le pasó los brazos por los hombros mientras él besaba su mandíbula y bajaba a su cuello. Bellatrix se apartó el pelo y ladeó la cabeza para darle mejor acceso.
–Qué buena estás, nena –susurró Sirius con voz ronca.
No era en absoluto un cumplido original, pero aún así a Bellatrix le erizó la piel. Que la llamara nena la excitó inexplicablemente y aún más cuando sintió el abultado pantalón de su primo contra su cintura. Pese a todo, eso no podía suceder.
Se separó de él con dificultad porque se negaba a soltarla y susurró sin mirarlo: "Esto está mal". Se alejó a toda prisa dejando a Sirius con la respiración entrecortada e incapaz de comprender lo que acababa de suceder. Cuando se recuperó mínimamente, se dio cuenta de que toda su ropa olía intensamente a Bellatrix. Podía solucionarlo con un hechizo, pero su olor era tan agradable... Aunque si Marlene le pillaba sería complicado de explicar. Así que no le quedó otra que neutralizar el olor. Volvió a su habitación, se duchó, se puso el pijama y se metió en la cama con una mezcla de horror y excitación.
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