Capítulo 16
Harry remoloneó largos minutos a la mañana siguiente, observando cómo las primeras nieves de diciembre se acumulaban en el alfeizar de la ventana. Finalmente se levantó y asumió su destino. Tonks se había ido a trabajar y Lupin llevaba desde primera hora en una misión, así que en la mesa del comedor solo encontró a Sirius y a Marlene desayunando. Por desgracia era el momento oportuno. Les dio los buenos días, se sentó, se sirvió un poco de zumo y empezó con resignación:
–Sirius, quería comentarte que... –empezó sin saber cómo seguir.
–¿Qué?
–Bueno, es que había pensado... Quizá sería buena idea...
–¿Qué pasa, Harry? –preguntó empezando a ponerse nervioso.
–Mira, desde que te moriste, después casi te mueres otra vez, luego nos atacaron de nuevo y todo eso... He pensado que para estar más seguros de que no me vuelvo a quedar solo Bellatrix podría ser mi madrina. ¿Tú crees que ella nos haría ese favor?
El chico no se había atrevido a mirar al mago a los ojos, pero tampoco fue necesario para percibir cómo a él y a Marlene se les descolgaba la mandíbula.
–¿Es broma, verdad? –inquirió su padrino con frialdad.
–Si lo piensas es bastante lógico: es muy buena bruja y estoy casi seguro de que está de nuestra parte. Además siempre ha sido muy...
–¡POR LOS COJONES DE MERLÍN ME IMPORTA A MÍ DE PARTE DE QUIÉN ESTÉ! –bramó Sirius– ¿¡PERO QUÉ CLASE DE TRAICIÓN ES ESTA!? ¡ESTO ES PEOR QUE LO DE COLAGUSANO!
–Te ha amenazado, ¿verdad? –intervino Marlene que agarraba la servilleta con tal fuerza que apenas era ya un hilo– Te ha hechizado y...
–No, pude resistir un imperius de Voldemort, estoy tan sano como siempre –replicó Harry a quien la situación empezaba a hacerle gracia–. Yo creo que ella preferiría apadrinar a un colacuerno antes que a mí, pero aún así por probar...
–¡¿Pero qué te pasa, Harry, qué escreguto te ha picado?! –insistió su padrino mirándole fijamente como si fuese a detectar en su mirada algún rastro de Voldemort.
–¿Pero por qué tanto drama? –preguntó el chico– Si es tu prima, ¡todo queda en familia!
–¡BUENO, LO QUE ME FALTABA POR OIR! ¡QUE NO ES FAMILIA MÍA! –bramó el animago– ¡BELLATRIX! ¡BELLATRIX, MALDITA LOCA, DÓNDE ESTÁS!
Se levantó haciendo temblar la mesa y salió enfurecido en busca de su prima. Marlene comentó sin mirar a Harry que necesitaba tomar el aire y marchó también. El chico asintió sonriente. En cuanto salieron se partió de risa, empezaba a encontrarle el gusto al humor de los Black. Luego se disculparía con Sirius, pero de momento... Desayunó en completa calma y después se marchó a la biblioteca a estudiar. Sirius pasó la mañana trotando por los pasillos en busca de la causante de su desgracia. A Harry le pareció verlo incluso en forma de perro, temió que aquello le quitase la poca cordura que le quedaba. Durante la comida decidió remediarlo:
–Sirius, que he decidido que mejor me quedo contigo, no hace falta que le digamos nada a Bellatrix. Tú eres el mejor padrino que podría tener.
El animago lo miró con odio, con el orgullo herido. Pero asintió y optó por olvidar el tema (aunque estuvo varios días sin apenas dirigirle la palabra). Aún así tenían problemas más serios.
El ambiente en el mundo mágico cada vez estaba más enrarecido, la situación en el Ministerio era cuanto menos inestable y ya nadie sabía en quién confiar. A Harry intentaban mantenerlo al margen pero muchas veces era él mismo quien se marchaba. Odiaba que todos lo mirasen con una mezcla de lástima y miedo de que en cualquier momento apareciese Voldemort para matarlo. Cuando acudían a las reuniones los Weasley, Dumbledore o Snape insistían en que estaría más seguro en Hogwarts. Eso él ni lo contemplaba, la Mansión Black era lo que mejor funcionaba en su vida.
Como en las reuniones tampoco le tenían en cuenta, había cogido por costumbre escabullirse de ellas. En lugar de entretenerse con su Saeta de Fuego o en las salas de entrenamiento, deambulaba por la biblioteca. Ahí no le buscaba nadie.
–Hermione estaría orgullosa de mí –pensó con una sonrisa.
La verdad era que no le disgustaba. La sala era muy acogedora, con sillones confortables para leer (en los que él a veces echaba la siesta) y repleta de libros interesantes. Por supuesto la colección sobre magia oscura le daba mil vueltas a la de Hogwarts, Bellatrix y Rodolphus amaban recopilar esos libros. Harry solía curiosearlos pero no se arriesgaba a tocar ninguno: la mayoría eran agresivos, venenosos o estaban protegidos por maldiciones ancestrales. No obstante esa mañana una serie llamó su atención:
–"Las criaturas más espeluznantes del mundo mágico" –leyó en voz alta.
Era una colección de volúmenes, cada uno dedicado a un tema: inferi, kappas, espectros... Pero el que aguzó su curiosidad fue el tomo más grueso: "Dementores: los guardianes de Azkaban". Sin pensarlo, Harry lo extrajo.
–Revelio –murmuró
No sucedió nada. El libro no debía contar con ninguna protección especial. Y aunque así hubiese sido, hubiese corrido el riesgo. Habían pasado diez días desde su entrenamiento con Bellatrix, pero no había olvidado su conversación. Ni las respuestas que le dio a sus preguntas sobre Azkaban y que él no llegó a comprender. Así que haciendo de tripas corazón, empezó a leer.
No fue capaz de llegar ni al tercer capítulo. Sentía náuseas y una sensación muy desagradable que no lograba sacudirse. No deberían existir seres así. Guardó el libro en su mochila y volvió a su ejemplar de Transformaciones Avanzadas. Estudiar por su cuenta era complicado, pero Sirius era excepcional en Transformaciones, Lupin y Tonks en Encantamientos, Marlene en Pociones y todos ellos en Defensa. Así que contaba con unos maestros estupendos y estaba muy satisfecho. Y esa tarde, volvió a llevarse una agradable sorpresa.
–¡Ven, Harry! Mira quién ha venido –le llamó Marlene desde el recibidor.
La alegría que se llevó el joven al ver a Hagrid solo fue superada por la del semigigante al verlo a él. Le abrazó hasta casi espachurrarle. Después empezó a llorar detallando el disgusto que se llevó cuando se enteró de lo sucedido en el tren. E Insistió en lo mucho que lo echaba de menos en sus clases.
–Yo también te echo de menos, Hagrid –fue lo único que pudo responder el chico casi sin aire.
Eso provocó una nueva llantina.
–Vamos, vamos, Hagrid –le calmó Marlene dándole palmadas en la espalda–. Querías ver a Harry y aquí lo tienes, ahora vamos a la reunión y así te ponemos al día, ¿vale?
–Claro, sí, gracias... –balbuceó el hombre secándose las lágrimas– ¿Vienes tu también, Harry?
El chico asintió y se dirigieron a la sala de reuniones. Hagrid no paraba de emitir exclamaciones de asombro ante la elegancia de aquel lugar, ahí no necesitaba agacharse para no golpearse ni sentirse oprimido entre las paredes. Era un oasis de espacio. Ese día estaban casi todos: los residentes habituales, el matrimonio Weasley, Shackelbolt, Bill, Fleur y Ojoloco. Faltaba representación de Hogwarts, pero tal y como estaba la situación, McGonagall procuraba estar siempre en el castillo. Y Harry sabía que el director seguía buscando información sobre los horrocruxes. A Snape nadie lo echó de menos.
Colocaron las protecciones habituales por si Bellatrix andaba cerca y comenzó la reunión. Lo que trataron no fue nada excepcional: seguían tranquilos mientras Dumbledore estuviera al mando. Su principal misión era reclutar a magos extranjeros para que les apoyaran, ya que con los gigantes no habían logrado nada. Lupin seguía pendiente de cómo evolucionaba la manada de hombres–lobo tras la muerte de Greyback para volver a intentarlo. Marlene estaba tanteando a los compañeros del hospital francés en el que trabajaba. Y en eso andaban cuando sin aviso previo la puerta se abrió.
–Tenéis problemas más graves –informó Bellatrix–. El Ministro está bajo imperius y la mitad de los trabajadores están ya de parte de Voldemort, no vale la pena denunciarlo. Se ha multiplicado el número de carroñeros y Voldemort ofrece recompensas a todo aquel que asesine a algún sangre sucia. Sé que pensáis que vuestro querido Albus os salvará, pero me temo que está ocupado con otros menesteres y lo que pueda pasar en la guerra no le interesa en absoluto.
Todos la miraron con una mezcla de miedo y estupor.
–Oh, perdón, ¿debería haber fingido que me ha costado burlar los patéticos hechizos protectores que habéis puesto a la sala? –comentó con sorna.
Nadie respondió y ella, que no deseaba en absoluto formar parte de aquello, optó por retirarse:
–En fin, pensé que os interesaría.
Hizo ademán de salir pero Sirius le cortó el paso.
–Tú no te mueves de aquí, preciosa, sin explicarnos cómo y dónde has obtenido esa información y por qué la compartes.
Harry vio el segundo exacto en que el gesto apático de la mortífaga tornaba en una sonrisa con ojos brillantes.
–¿Crees que soy preciosa? –le preguntó a su primo.
El animago, que eso no lo había visto venir, balbuceó un par de incoherencias.
–Sí –se sumó Marlene con sorna–, ¿crees que es preciosa?
–Era una forma de hablar –se defendió él–. Se lo digo a todo el mundo, muchas veces se lo digo a Dora...
–¿En serio? Pues dímelo más alto, que una no recibe muchos cumplidos –comentó la auror con una sonrisa traviesa.
–No estás mal para haber salido de entre las piernas de tu inaguantable madre –murmuró Bellatrix.
–Vaaale, ese es el cumplido a batir –respondió Tonks con sorna–, no parece muy complicado...
Al instante Lupin con verdadera devoción se abalanzó a repetirle que era preciosa, muy inteligente, fuerte, luchadora, con una energía muy especial y...
–Eh, que seguimos aquí –le interrumpió Bellatrix con desagrado– y estamos a punto de vomitar.
Aunque fue cruel y el hombre–lobo se calló avergonzado, en el fondo Harry lo agradeció. Ya estaba bien de que todo el mundo se demostrara su amor en público y él ahí más solo que el ojo de un cíclope. Seguidamente, la mortífaga aclaró que tenía sus fuentes y no pensaba revelarlas. Podían comprobarlo ellos mismos o no hacerlo, le importaba bien poco. Sin más, abandonó la habitación.
El debate que siguió fue bastante más acalorado que el anterior. Dejando a un lado la desconfianza, la información desde luego era preocupante. Y el bando oscuro no ganaba nada con que ellos lo supieran. Quizá sí que era verdad que Bellatrix no le era fiel a Voldemort... Harry apuntó que dado que lo estaban debatiendo en su mansión, al menos debían darle un voto de confianza. Quedaron en que los aurores investigarían con discreción la situación y el resto andarían con más precaución. Al terminar, se despidieron. Shacklebolt se ofreció a aparecer a Hagrid en Hogwarts y el gigante aceptó con placer. Mientras salían de la mansión, Harry tuvo una idea:
–¡Hagrid, tú estuviste en Azkaban! –recordó de pronto.
Vio como el gigante se estremecía y le dirigía una mirada dura de "Gracias por recordármelo". Aún así, el chico le suplicó que respondiera a un par de cuestiones que eran de vital importancia para la Orden. El semigigante, muy a su pesar, lo complació.
Tonks también tuvo un encuentro algo violento. Le preguntó a Didi dónde estaba su ama y esta le indicó que en la biblioteca. A Bellatrix también le gustaba mucho pasar el tiempo ahí (aunque solo cuando estaba vacía). La encontró rebuscando entre los libros de la sección de artefactos misteriosos.
–Tía, quería pedirte algo...
–Pues tendrías más posibilidades si no remarcaras el parentesco que NO nos une.
–De acuerdo. ¡Oh, todopoderosa Bellatrix, quería pedirte algo! –declaró con dramatismo y una pequeña sonrisa.
La mortífaga la miró con desprecio pero alzó una ceja con curiosidad. A la auror le estaba costando tragarse el orgullo y pedirle algo a esa mujer que le enseñaron a odiar desde la infancia. Pero aún así lo hizo. Le contó que ella sí creía lo que les había contado y que si estaban dando caza a los hijos de muggles, su padre corría peligro. Tonks le quería muchísimo y se moriría si le sucedía algo.
–Le conozco –aseguró la joven–. Querrá huir para no ponerme en peligro. Llevará una vida de fugitivo sin ninguna posibilidad de encontrar refugio y al final le atraparán... Así que quería preguntarte si... Si él también podría quedarse aquí...
La mortífaga soltó una carcajada. El sangre sucia por el que su hermana las traicionó bajo su mismo techo, ¡lo que faltaba! Tonks sabía que esa sería su reacción. Bellatrix no hacía nada desinteresadamente, así la habían criado y así la había tratado la vida. Por tanto, se ofreció a darle algo a cambio. Creyó que se burlaría, pues poco podía brindarle, pero Bellatrix pareció pensárselo. Finalmente declaró:
–A los catorce años gané por primera vez el Campeonato de Duelo Interescolar. Con los mil galeones del premio les compré un regalo a mis hermanas (porque yo sí las quería, nunca fui una traidora). Le regalé a tu madre un collar de esmeraldas que fortalecía la magia de quien lo usara.
–¿Uno con la cadena de plata y piedras en forma de lágrimas? –preguntó la chica haciendo memoria.
–Sí. Si me lo traes, puedes traer también a tu padre.
–De acuerdo. Lo vi alguna vez cuando cotilleaba en su joyero y nunca se lo pone. Haré una copia y no lo notará... Iré mañana y los traeré a los dos. ¿Trato hecho?
Bellatrix le estrechó la mano y sellaron el pacto. Tonks se marchó mucho más animada y se reunió con Lupin para detallarle sus avances. Estaban decidiendo cómo abordar la reunión con sus padres, cuando Harry irrumpió en la habitación. Se le veía acalorado y bastante sobreexcitado. "¿Sirius?" inquirió con un jadeo. Lupin le contó que lo había visto vagando por el bosque trasero en forma de perro. Sin tiempo para darle las gracias, el chico se alejó corriendo por los interminables pasillos. Seguía perdiéndose por la mansión, muchas veces Didi tenía que acudir a orientarle (a veces incluso Kreacher, parecía otro en esa casa).
–¡Sirius, Sirius! –gritó en cuanto llegó al bosque.
No veía al enorme perro negro y no tenía ganas de correr entre los árboles. Confió en que su agudo oído canino le escucharía. Y así fue, porque al poco el animal apareció trotando. Volvió a su forma humana y le preguntó si pasaba algo. Harry le indicó con un gesto que no había peligro. Abrió su mochila y mientras rebuscaba en ella comentó a toda velocidad:
–¡Ya lo sé, ya sé por qué lo hacía!
–¿El qué hacía quién? –preguntó el animago frunciendo el ceño.
–Mira, lee esto –le indicó Harry al encontrar el libro sobre dementores.
"Más allá de su capacidad de volar, de sumir a sus víctimas en la miseria y de succionarles el alma, los dementores no poseen ninguna habilidad mágica" leyó el animago en voz alta. Su ahijado asintió ansioso abriendo mucho los ojos. Sirius lo volvió a leer como si fuese a descubrir alguna información oculta o desconocida entre aquellas líneas. Pero no, era lo que siempre habían sabido sobre esas repugnantes criaturas. Al final se rindió y le preguntó qué quería que hiciese con eso.
–¿¡No lo ves!? –replicó Harry– ¡No pueden hacer magia! ¡No pueden aparecer comida dentro de una celda, tampoco mantas, ni mucho menos crear un fuego portátil!
Sirius abrió la boca para replicar pero se quedó en blanco. Los engranajes de su mente empezaron a trabajar a toda velocidad para encontrar una explicación racional. Su ahijado añadió otro argumento:
–Le he preguntado a Hagrid, ya sabes que estuvo dos meses cuando se volvió a abrir la Cámara de los Secretos. Los dementores le daban una sola comida fría y asquerosa al día y se la entraban a la celda. Jamás tuvo mantas ni ninguna otra comodidad. Tampoco le dejaron en paz tras los primeros días como cuentas tú, me ha asegurado que te acosan hasta el final.
–Pero...
–Su estancia de Azkaban es opuesta a lo que tú cuentas de "Es bastante soportable, se come mejor que en casa, se está calentito y puedes pensar en tus cosas". Y no sé por qué, pero me parece que la de Hagrid es más próxima a la realidad. Además, lo que he leído sobre Azkaban y los dementores lo confirma.
Era como si Sirius hubiese recibido un encantamiento aturdidor. Solo acertaba a murmurar que no tenía sentido. Igual se volvió loco y era una alucinación, tal vez su mente manipuló la realidad para hacerla más soportable. Habían sido doce años ahí, era demasiado tiempo... Pero Harry no compró su teoría de los trucos mentales. Su físico era la prueba.
–Creo que tu mal aspecto cuando escapaste fue más porque dejaste de comer para poderte caber entre los barrotes y porque pasaste días nadando en el mar que por tu estancia ahí. He visto fotos de presos de larga estancia y no te lo imaginas, Sirius, se parecen más a los inferi que a los humanos.
–¿Pero entonces...?
–Bellatrix. Su ave del trueno la liberó el mismo día en que la encerraron, pero ella...
-Eso no lo sabemos, es solo una hipótesis –le interrumpió Sirius.
-No, no, ella me lo confirmó anoche.
-¿¡Qué hacías anoche con Bellatrix!? –bramó su padrino.
-Entrenar, su pájaro me estaba espiando y... ¡Luego te lo cuento, céntrate ahora en esto! –protestó Harry alterado.
Su padrino asintió sorprendido por su ímpetu y le indicó con un gesto que continuara.
-Su ave del trueno la liberó, pero ella volvió cada día. Y estoy casi seguro de que lo hizo por ti, para no dejarte solo. Era ella la que te llevaba comida buena, mantas, fuego y alejaba a los dementores.
–No es posible...
–Cuando la "capturamos" en Grimmauld dijiste que su ave siempre rondaba Azkaban y cantaba para protegerla de la locura y anular el efecto de los dementores –recordó Harry–. Ella no lo necesitaba, podía largarse. El pájaro estaba ahí para protegerte a ti. Es más, apuesto mi escoba a que los dementores te acosaron en la primera semana y el trato mejoró radicalmente cuando a la siguiente encarcelaron a Bellatrix.
Habían pasado quince años desde que ingresó en Azkaban, así que no recordaba aquello. Aún así, no parecía posible:
–Pero Bellatrix siempre me ha odiado. Me mató, dice que soy un traidor y...
–¡Por favor, Sirius! Te lanzó un hechizo aturdidor: no te mató, caíste al velo. Realizó un ritual de sangre para traerte de vuelta, después te salvó del maleficio de Voldemort, te ayudó cuando nos atacaron en la Madriguera... ¡Si se unió a los mortífagos solo para...!
El chico se había ido soliviantando más con cada sentencia y solo en el último momento se dio cuenta de que había prometido no contar lo que vio en el pensadero. Al momento su padrino le preguntó cómo terminaba la frase, pero él se negó a revelarlo. Tendría que valerle con todo lo anterior (que no era poco...).
–Pregúntale a ella.
–¿Pero por qué? Yo nunca le he servido para sus propósitos, sabe que jamás me uniré a Voldemort. A no ser que sea algo a largo plazo no entiendo por qué le iba a interesar mantenerme en buenas condiciones...
–Creo que como diría Dumbledore, todo se reduce al amor. Te quiere como a un hermano, seguro que habría hecho lo mismo por Narcissa. En el recuerdo que me enseñaste Bellatrix era la única que te hacía postales de Navidad porque quería verte feliz. Aunque tú nunca te diste cuenta de que era ella. Creo que siguió cuidándote siempre... y tú seguiste sin darte cuenta.
– Si me llama traidor y me insulta... Y sigo pensando que te hizo algo para que me dijeras lo de que fuese ella tu madrina...
–Sí, le gusta hacerte rabiar, ¿y qué? Supongo que se debe a que tú no la tratas bien. Que te llame idiota o pulguitas me parece un precio bastante bajo por haber sacrificado su vida por ti, sinceramente –ironizó Harry.
Ante eso, su padrino se quedó sin réplicas ni balbuceos. No sabía qué decir, se le veía muy sobrepasado. Harry entendió que necesitaba estar solo para gritar, llorar o lo que fuera. Así que comentó que se iba a cenar. Sirius no acudió, pero su ahijado tampoco contaba con ello.
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