Capítulo 11
Nota: Quiero agradecer a todos los que estáis siguiendo la historia y a quienes comentáis, es lo que más me anima a seguir. Vengo a preguntaros que como este jueves es Navidad, si preferís que actualice el viernes para poder leerlo tranquilamente, ya me diréis. ¡Abrazote y feliz Navidad!
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Cuando terminó septiembre Harry había establecido una suerte de rutina: por la mañana, mientras el resto estaban ocupados, estudiaba los libros que había comprado para ese curso (ayudaba mucho que Hermione le mandara sus apuntes). Salvo con los hechizos no verbales que no había manera, con el resto progresaba bien. Una vez a la semana solía aparecer el director para continuar con los recuerdos. Por la tarde, practicaba magia –desde transformaciones hasta duelo– con Sirius. En caso de que estuviera, también se les unía Lupin y en ocasiones Marlene. Después de cenar algunos días charlaba por la chimenea con sus amigos y otros salía al jardín a ver anochecer. Cuando todos dormían, en caso de que su insomnio coincidiera, Sirius se pasaba por su habitación para ponerse al día. Ese era su momento favorito: su padrino no le trataba como a un crío indefenso y le relataba las misiones de la Orden sin eludir detalle. Podía hablar con él sobre Voldemort sin que se asustara o escandalizara como el resto.
Solo había un tema con el que Sirius se ponía huraño: su prima mayor. Harry entendió que la odiaba profundamente y aún la odiaba más porque ahora sabía que inexplicablemente le debía la vida (solo por curarle; la resurrección no se la computaba porque no se lo creía y además le mató ella). Aún así, cuando comentaban lo sucedido en los últimos meses era inevitable que saliera el tema.
–¿Se ha sabido algo de ella?
–No –respondió Sirius con fastidio–. Ningún auror la ha detectado y Snape dice que él tampoco la ha visto en las reuniones de mortífagos.
–¿Y Voldemort no pregunta por ella?
–No. A Snape le pareció que está tranquilo respecto a eso. Le preguntó por ella y Voldemort le comunicó que se halla en una misión en la que a él le está prohibido meter su anormalmente grande nariz.
–No creo que Voldemort dijera eso –comentó Harry entre risas.
–Con otras palabras, pero yo creo que sí –bromeó su padrino con una ligera sonrisa.
Aprovechando que parecía de buen humor (y que ya llevaba varios vasos de whisky), Harry se atrevió a seguir indagando en el tema espinoso. Optó por no nombrarla, a ver si así le escocía menos:
–¿A qué crees que se refería cuando insinuó que Snape había jurado algo y que Dumbledore intenta ocultarnos algo que sucederá en unos meses?
Su padrino tardó un rato en responder. Finalmente masculló con la vista perdida: "No lo sé, dijo muchas cosas incoherentes esa noche". Pese a que lo más misterioso era la información que Bellatrix parecía poseer del director y el profesor, Harry sospechó que su padrino se refería a otro asunto. De nuevo se arriesgó a preguntar a qué se refería. Su padrino le miró por fin. Parecía que estuviera debatiendo si compartir esa información que debía llevar semanas rumiando en su cabeza... Decidió que a mini James le podía contar cualquier cosa.
–Yo aún estaba medio inconsciente, pero la oí mencionar algo sobre Barty Crouch hijo. ¿Lo recuerdas?
Harry entrecerró los ojos haciendo un esfuerzo por recordarlo. Como había tenido pesadillas reviviendo esa escena, no le costó mucho.
–Dijo que tenía razón en lo que dijo sobre mí, que soy raro o algo así... ¿No?
–Sí, algo así –murmuró su padrino.
–¿Y? ¿Qué tiene eso de extraño? Creo que tienen razón...
Nuevamente, Sirius tardó en responder. Esta vez parecía estar ordenando sus pensamientos o buscando una respuesta plausible a sus dudas antes de formularlas.
–No es el mensaje lo importante. Es el hecho de que ella se comunicara con Crouch. Él te conoció durante tu cuarto curso, cuando suplantó a Moody. Y recibió el beso del dementor en junio...
–Así es –le animó Harry para que continuara.
–Bellatrix no se fugó hasta pasado un año, cuando Crouch ya era un vegetal. No sé qué fue de él, pero Dumbledore se encargó personalmente... Supongo que le mataría como gesto de piedad. La cuestión es que es imposible que hablaran en ningún momento.
El chico asintió lentamente mientras lo procesaba. Le extrañó no haberse dado cuenta de lo incoherente del comentario, pero sucedieron demasiadas cosas ese día como para prestar atención a todas...
–Igual se lo contó alguien –aventuró pensando en voz alta–. Voldemort no, porque no llegaron a reencontrarse... En realidad...
Harry se esforzó en recordar el discurso que escuchó a Voldemort soltar a sus mortífagos la noche en que recuperó su cuerpo. Esa sí que era una de sus más vividas y recurrentes pesadillas:
–Voldemort no le contó a nadie quién era su "fiel vasallo" escondido en Hogwarts. Solo Él conocía la verdad. Nadie más sabía que Crouch escapó de Azkaban gracias a que su madre tomó poción multijugos. Así que no pudo contárselo a nadie.
–Eso elimina a las terceras personas –apuntó el animago exaltado con la nueva información– El dato sobre tu carácter tuvo que pasar directamente de Crouch a Bellatrix, ¿pero cómo?
– Bueno, Crouch y Bellatrix se llevarían bien, torturaron juntos a los Longbottom... Quizá fueran amigos, sin duda se respetaban porque fueron de los pocos lucharon por recuperar a su señor...
Su padrino mostró su aquiescencia y el chico continuó elucubrando:
–Quizá escribió un diario o algo así mientras suplantó a Ojoloco... –aventuró Harry sabiendo que sonaba bastante endeble– Y se lo legó a ella para que supiera lo sucedido por si le pasaba algo y Voldemort necesitaba información...
–Sí, claro –ironizó Sirius–: "Querido diario: Hoy le he dado clase a Potter, es un chico algo fastidioso, se empeña en odiar el lado oscuro. Nota al margen: ¡Qué molesto es llevar un ojo postizo!".
–¡Es la única posibilidad! –replicó Harry dolido por la burla– ¡O eso o Bellatrix salía de vez en cuando a visitar a su viejo compañero torturador!
Hizo el último comentario deseando devolverle la burla a su padrino, pero este ni se rió ni se sintió ofendido. De hecho, le miró con un gesto bastante significativo.
–¿Lo dices en serio? –susurró el joven.
–Es otra posibilidad.
–¿Crees que Bellatrix encontró la forma de escapar de Azkaban? ¿Será una animaga como tú?
–Podría ser... Pero creo que mi primita tiene otro método para solventar esos menesteres. Y en Azkaban, con el clima que hace, nadie habría notado el cambio.
Harry tardó unos segundos, pero entendió qué se refería.
–¡El ave del trueno! Dijiste que oías que iba a visitarla por la ventana. ¿Crees que también pudo romper los barrotes de su puerta? –preguntó entre fascinado y asustado.
–No. Si hubiera salido por el pasillo yo la habría visto. Y solo la vi el día que llegó. Creo que rompió los de la ventana. Son a prueba de tormentas porque ahí siempre las hay, pero un ave del trueno combina electricidad con magia y eso es mucho más poderoso. Mi celda era interior, daba a la isla, pero la suya daba directamente al mar.
–¿Los dementores no se darían cuenta?
–Oír rayos cayendo sobre la fortaleza es el pan de cada día, el ruido no los alertaría. El canto del ave del trueno es demasiado suave y melodioso como para que sus putrefactos oídos lo registren... Además son ciegos, no verían al pájaro ni el hierro chamuscado. Y son solo barrotes: el agua y el viento se cuelan igual con o sin ellos. Los dementores no notarían nada.
Su ahijado asintió, tenía sentido. El mayor continuó con su hilo de pensamiento:
–Saldría por ahí. Igual incluso la sacaba el pájaro, esas aves tienen una fuerza colosal. Probablemente Voldemort le enseñó a aparecerse sin varita, así que una vez fuera de la celda, no tendría problema.
El chico comprendió que Sirius llevaba mucho tiempo dándole vueltas a eso y añadiendo cada nuevo dato que obtenía sobre la bruja. Pero Harry veía un fallo evidente:
–Entonces, ¿crees que salía de su celda y luego volvía? ¡Para qué iba a volver a semejante lugar, no está tan loca!
–No tengo ni idea –reconoció el animago sabiendo que ese era el punto flaco de su teoría-. Pero yo la oía gritar estupideces casi a diario, así que al menos a ratos estaba en su celda.
–De estar fuera habría podido ayudar mejor a su Señor... O al menos a sí misma, nadie querría estar en Azkaban.
–No, ya lo sé –repitió el animago con desgana–. Quizá no quería que supieran que podía salir, quizá prefería que Voldemort la encontrase en la cárcel para que viera el sacrificio que había hecho por Él. O al escaparse no encontró forma de ayudarlo y le daba miedo que la castigara, por eso volvía.
–Eso podría ser... –murmuró Harry– ¿Pero los dementores no notarían que a ratos su celda estaba vacía? Son ciegos pero captan los sentimientos: notarían que ahí no había ninguno.
–Tampoco creo que ella tenga muchos... –ironizó el mayor– Pero supongo que volvería para la cena, es el único momento en que entran en la celda.
–¿Solo dan una comida al día? –preguntó el chico compungido.
–No, dan varias y no están nada mal. Supongo que porque así sus víctimas les duran más... aunque ahí casi todo el mundo se olvida de comer. El desayuno y la comida aparecen dentro de tu celda sin que el dementor se acerque y la verdad es que es comida más que decente. La cena sin embargo es un engrudo bastante repugnante que te sirve el propio dementor.
–¿Por qué las otras dos comidas te las aparecen y la cena te la entran? –preguntó Harry sintiendo escalofríos ante la simple mención de esos seres.
–Entran una vez al día para comprar en qué estado estás y si te hallas lo suficientemente débil como para poder darte el beso sin que el Ministerio lo note. Si hace mucho frío también te aparecen mantas o incluso un fuego portátil. Los primeros días los dementores te acosan, pero enseguida te quitan toda felicidad y te dejan en paz... Ya te digo que no se está tan mal; en Grimmauld con Kreacher yo estaba mucho peor.
Harry no estaba nada de acuerdo con su padrino. Sabía que él era muy fuerte, le quitaba importancia a todo y no quería que se preocupase por él. Pero aún así todo aquello le sonaba horrible. Así que optó por volver al tema anterior.
–Sigo pensando que Bellatrix hubiese estado mucho mejor en casa con su familia que tantos años ahí encerrada. Además sería agotador tener que pasar los días entrando y saliendo de Azkaban...
–Ya, yo también lo pienso. Hubiese estado mucho mejor con Narcissa planeando cómo ayudar a su Señor... –reconoció el animago– Pero todo lo demás encaja. ¿Recuerdas que cuando la tuvimos en Grimmauld estuvo más que dispuesta a ir a Azkaban sin protestar? Igual que la primera vez... Y tú la viste, Harry, ¿crees que ese es el aspecto que tiene alguien tras catorce años en la cárcel?
El tono de la última parte había sido de profundo fastidio, como si alabar la belleza de su prima supusiese una tremenda humillación.
–Sí, estaba muy bien físicamente y no parecía tener ningún daño... Pero habrá tomado pociones para recuperarse –aventuró Harry.
–En primer lugar, nada hace que te recuperes hasta tal punto; los daños de Azkaban son demasiado profundos. En segundo, a Bellatrix siempre le dio igual su aspecto. Es una guerrera, en una situación como la actual no perdería un segundo en arreglar algo tan banal como el pelo o los dientes. Y estaba mejor que a los dieciocho años. Podría ser porque hacía vida fuera de la cárcel y recibía aire puro (el de Azkaban está emponzoñado y te envenena por dentro).
–Bueno, pero... Tú también sigues estando guapo y estuviste ahí muchos años.
–A mí Dumbledore me mandó varias pociones para las carencias físicas... Y además, haría falta mucho más que esa ridícula prisión para socavar algo tan inherente a mí como mi belleza –se jactó con tono arrogante.
Harry sonrió y no replicó. Entendió que intentaba aligerar el ambiente porque aquella cuestión estaba resultando demasiado confusa. En eso estaban cuando se escuchó un golpe fuerte en el piso de arriba. El chico se sobresaltó, eran las dos de la mañana, ¿les atacaban otra vez?
–Sospecho que es nuestra querida Dora –murmuró su padrino–. Suele venir y colarse en el cuarto de Remus... Ese ha sido el primer golpe contra el perchero del rellano y ahora vendrá el del armario de la esquina.
Al momento se escuchó otro golpe y un improperio que dejaron claro que se trataba de la patosa auror. El chico suspiró aliviado. Al menos se alegraba de que Lupin y ella fueran felices juntos.
–Bueno, tengo que irme no sea que Marly se dé cuenta de que no estoy. Dice que tengo un problema con el whisky... Puedo perdonarle muchas cosas, pero con mi whisky no se va a meter –comentó apurando la copa.
Harry sospechó que no era broma: el whisky siempre antes que su novia. También pensó que la rubia tenía razón. Pero se calló y le dio las buenas noches. Se durmió pensando en las extrañas revelaciones sobre Azkaban y la lugarteniente de Voldemort.
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