22- Nadie nunca te tocará un pelo
Iba a arrancar la cabeza latina de Leo de su cuello, con mis propias manos. Espera, no, ¡iba a atar una soga alrededor de su cuello y el extremo en las riendas de un pegaso, para que este hiciera el trabajo sucio y más doloroso para él.
—¿En serio te ha dicho eso? — pregunté, sin esperar una respuesta de su parte— Maldito seas, Valdez. ¡Como te encuentre! ¡Ay de ti, Valdez, ay de ti! —Exclamé, mirando a mi alrededor, como si de los setos un pervertido latino saldría corriendo de repente. — ¿Esto es por no haberle dardo permiso de llevar una ninfa en el barco? Si es así, ¡su venganza está durando demasiado!
Alcé las palmas de mis manos para frotarme el rostro reiteradas veces, con el estrés empezando a crear un potente dolor de cabeza, que empezaba desde la parte superior de mi cuero cabelludo y se extendía a lo largo de mi frente. (El calor tampoco es que ayudaba mucho). ¿Ahora cómo le explicaba sin morir de la vergüenza en el trayecto? Debería ser fácil, ¿no? Como explicarle a un chico de secundaria de dónde y cómo venían los bebés.
— Tomando nota de tu expresión, ya puedo imaginar que es algo malo, lo cual quiere decir, que Leo volvió a verme la cara de idiota— espetó Percy en tono grave, para después, soltar un largo suspiro. Se veía tan frustrado por no entender nada, que mi enojo disminuyó considerablemente con él. Se cruzó de brazos, y preguntó: — ¿Qué significa sexo?
—Uhumm… — Inicié, mirando hacia arriba, luego a un lado, hasta darme cuenta de que no sabía ni por dónde empezar. — Ufff…
Solté un bufido cargado de frustración.
Una parte de mí quería reírse histéricamente ante lo absurdo de la situación en la cual estaba metida, y la otra mitad, solo quería darle una excusa a Percy e irme corriendo a esconderme hasta que todo mi cuerpo se acostumbrara a su imponente presencia. O al menos, hasta que mi corazón aprendiera a dejar de sentirse cálido al recibir una mísera mirada de su parte. Porque en verdad empezaba a ser preocupante tales reacciones en mí.
Su voz, su rostro, y sus sonrisas. Todo en él me afectaba en distintas y muy extrañas formas para mí. Especialmente su mirada. Esos aguados orbes marítimos, se fijaban en mí, y un inusual dolor de cabeza me atacaba. Como algo queriendo salir de mi cráneo; golpeando, empujando, gritando por que lo libere; pero yo no podía hacerlo, las cadenas no habían sido puestas por mí. Por alguna razón. Yo sabía que no era mi culpa: no saber algo, que se supone debía. O eso sentía.
Al mismo tiempo, es como si tuviera la respuesta en la punta de la lengua, pero el puente que unía mi cerebro a mi boca había desaparecido... O había sido destruido. Por algo o por... alguien. Y no importaba cuánto intentara reconstruir aquel puente para obtener las respuestas que tanto anhelaba un instinto dentro de mí, un fuerte mareo y dolor de cabeza me detenían al instante; más una sensación de ahogamiento. Sin contar que siempre había sido presa de un extraño y ligero estado de alarma, cuya sensación había empeorado desde que conocí Percy.
Había tanto que se me escapaba. Ahg. Este constante estado de estrés iba a sacarme canas.
—¿Annabeth? — Percy repitió mi nombre, y recordé que estaba esperando una respuesta. — Te ves hermosa cuando te pierdes en tus pensamientos. Pero justo ahora, realmente necesito que me respondas.
—¿Realmente no lo sabes? — Solté, sin poder detener la incredulidad en mi voz e ignorando su halago—. Es que, wow, ¿desde que año dijiste que no hablas con nadie?
Automáticamente, las mejillas de Percy se pusieron ligeramente rojas por la vergüenza... O por el enojo. No sabría decirlo bien. Sus brazos entrecruzados se apretaron más contra su pecho, y el movimiento provocó que sus músculos se flexionaran aún más, para dar un efecto arrebatador que quitaba todo el aliento. Así que, en tanto mi cerebro enviaba órdenes a mis pulmones para que volvieran a coger aire antes de que ocurra un corto circuito dentro de mí.
Percy solo estaba ahí, siendo maravillosamente él mismo, tratando de comprender una simple palabra.
—No es mi culpa, ¿de acuerdo? —se justifica de inmediato, poniendo a la vez, un adorable puchero sobre sus labios — H-hay demasiadas palabras nuevas, un montón de cosas nuevas que antes no existían, ¡Cómo la máquina para hacer café que me mostraste el otro día! ¡Y ni siquiera sabía qué era el café!
— Lo recuerdo — musité, intentando borrar una sonrisa divertida que él no valoraría.
—¡Estúpidos mortales! ¡¿Por qué han tenido que inventarse tantas cosas y palabras complicadas?! En mis tiempos, todo se limitaba solamente en: silla, mesa, y comida. Punto, ¡nada más complicada que eso! — Sentenció, con la respiración ligeramente alterada también, lo cual solo me pareció tan adorable — ¡Zeus necesita hacer una nueva limpieza, con un gran diluvio como el de eones antes, y entonces ya no habrá aparatos raros que mencionar! — Eso ya no era tan adorable de su parte…
—Sí, bueno. — Contengo una risita — Una segunda experiencia para casi morir ahogada, nunca está de más.
— Tú nunca morirás de tal forma o de ninguna forma, Annabeth — Percy juró, sus ojos poniéndose firmes y brillantes de poder — Mientras esté a tu lado, ¿quién podría siquiera tocarte un pelo?
Negué con la cabeza, formando una sonrisa embobada.
— Eres un cursi, — susurré y solté todo el aliento que contenía.— Sobre tu pregunta, ¡puedes ir con Quirón! Él resolverá todas tus dudas, ¿ok? Ahora andando, debo ir a mi cabaña.
No doy ni dos pasos antes de que Perseus me detenga.
— ¡No! — Dijo indignado —¿Por qué solo no puedes decírmelo tú? Aquí y ahora.
—Porque no.
—¿Por qué no?
— Porque... ¡Ahg! —levanté mis manos y mi cara hacia el cielo con frustración, ¡Zeus tírame un rayo! — Solo no puedo, ¡ahora deja de ser un sesos de algas!
—¿Qué? —Percy frunció el ceño, y dos segundos después, me di cuenta que le había puesto un nuevo y extraño apodo. Sin embargo, él no se veía molesto. Un poco divertido entre la confusión nada más. — Las algas son ricas. Y no son malas, para que lo sepas—añadió, poniendo un mohín testarudo.
— Te creo — Respondí sin dudar, echándole una ojeada apreciativa a la vez, antes de poder contener mis hormonas. ¿Qué clase de algas dan esos abdominales? — Como sea, — zarandeé mi cabeza para despejarme — ¡vámonos! ¿Sabes leer el inglés? Te daré un diccionario.
—¿Y mi respuesta? — Inquirió en cambio, y rodé los ojos entre divertida y exasperada.
— ¡Tan frustrante! Ahhh, cómo extraño al Percy de doce años en estos momentos — dije despreocupadamente, con los ojos cerrados, recordándolo con una sonrisa nostálgica. — Era mucho más fácil de tratar definitivamente, sin exasperarme tanto. Oh, y era tan lindo...
Agaché la mirada, mis ojos se desenfocaron sobre las fresas mientras mi mente empezaba a divagarse sobre un montón de cosas. De pronto, Percy se pone rígido delante de mí.
— ¿Qué? — Pregunté, ignorante de un montón de cosas que empezaba a fastidiarme.
Había una expresión adolorida en el apuesto rostro de Percy. Y mi corazón dolió un poco por ello.
—¿Soy una molestia para ti en esta forma? — Percy inquirió, con voz débil e insegura.
—¿Qué? ¡No! — Respondí automáticamente, pero en sus ojos no disminuyó el dolor.
Bravo Annabeth, la única persona en el mundo, que literalmente daría todo por ti, y la cagas. Bravo.
Hey, si aún no me sigues, te invito a seguirme. ¿Por qué? Porque estoy a punto de llegar a los 2k seguidores y se me metió la codicia. ¿Qué ganas con eso? Pus nada, ¿qué gano yo escribiendo esto hasta sentirme moribunda? Pues nada tampoco. Pero al menos síganme y regalenme eso >:v
Psd; Yo devuelvo el seguimiento. Sígueme y te sigo 🎶🎤
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