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14 -No creo conocer a mi suegro próximamente

Pero, ¿qué demonios estoy haciendo parada sin hacer nada? Y lo peor, ¿qué hace todo el mundo sólo mirándome a mí sin actuar, esperando a que yo hiciera algo primero? Maldición, se parecían a esos compañeros (buitres) de los trabajos grupales de la escuela, en los que nunca hacían nada, y encima tenían la desfachatez de reclamarte cuando no entregabas el proyecto a tiempo.

No tenía tiempo de quejarme ahora.

— ¡Perseo! ¡Basta! — Ordené con voz de ultimátum, colocando a la vez, una mano sobre su pecho cálido y duro — ¡No es necesario que hagas esto! ¡Las riñas, las peleas y los insultos en el campamento mestizo; es lo normal entre semidioses, ahora por favor, suéltalo! 

No me respondió. Sus ojos seguían fijos en el chico de Ares atenazado en su mano. Ni siquiera movió sus iris en señal de indecisión, y a mí de verdad estaba empezando a preocuparme; (y no porque me importara lo que le pasara a  Kyle, no, era algo mucho más egoísta que eso) por el rabillo de mi ojo observé que Quirón estaba empezando a preparar una flecha. Se posicionaba luciendo una mirada decidida para actuar, a (intentar) hacerle daño y, yo… Yo simplemente no iba a permitírselo.

Yo, no sería capaz de ver eso, ni tolerarlo siquiera, y la simple idea me quitaba el aire…

Y en eso, sin previo aviso, mi mente me lo dejó en claro con tanta vehemencia y ardor; que me dejó perpleja ante mis propios pensamientos. Yo... En verdad sería capaz de pelear incluso contra el mismísimo Quirón para proteger al Dios que tengo a mi lado. No sé de dónde vino aquella respuesta, (si de mi mente, de mi corazón o de un lugar más profundo de mi subconsciente) no tenía idea. Pero en cuanto a protegerlo, de pronto lo tenía muy seguro.

Y tampoco tenía tiempo ahora para meditar sobre esa revelación.

—Percy, no volveré a repetirlo — comencé con voz seria, — déjalo. Tú, me prometiste que harías todo lo que yo pidiera, ¿recuerdas? Sólo hace unos minutos — dicho eso, el rostro de Perseo finalmente viró lentamente hacia mí, para penetrarme con sus ojos marinos, y antes de perderme en ellos, continúe: — Me dijiste... No, me juraste por el río estigio, Perseus; “Cuando ella diga u ordene que me vaya, complaceré su petición. Sí me pide que pelee en su nombre o mate a alguien o a un ejército completo, lo haré sin dudar y con gusto… pero si quieres que me aleje…” ¡Me lo prometiste!

—¡Lo hice!

—¡Lo vi! Pero ahora no veo que lo estés cumpliendo—. Un tinte de miedo pintó mis siguientes palabras — ¿Acaso todas esas palabras eran una farsa? ¡¿Una mentira?! Dime, ¿eres como todos los otros Dioses olímpicos que rompen su juramento?

Sabía que aquello le dolería, y el haría entrar en razón.

Él inhaló con fuerza, abriendo los ojos un poco y viéndose en consecuencia, con ese simple acto; increíblemente adorable. Ahh, ¿cómo puede verse aún tan mono y gentil? Mientras está a punto de hacerle explotar los pulmones a un mestizo por falta de aire.

—No. — Contestó con certeza, y seguridad, lo cual, momentáneamente me llenó de un extraño sentimiento cálido, que recorrió mis venas como  las ligeras olas dulces y serenas de un arroyo. — Todo es cierto, ¡jamás te mentiría! ¡Prefiero cortarme la lengua con mi propio cuchillo si he de mentirte alguna vez!

—Bien, —mi voz salió en una pequeña vocecita, y olvidé completamente, que teníamos público a nuestro alrededor — entonces me harás caso, y soltarás a ese idiota. — demandé, frunciendo el entrecejo con severidad. — Ahora.

Y así lo hizo. Sus dedos se abrieron, y Kyle cayó al suelo en donde estaba, allí mismo, frente a nuestros pies. Tosiendo sin parar con arcadas poderosas e incómodas, su rostro poco a poco volvía a cobrar un color normal aunque poquito había faltado para que nunca volviera a respirar de nuevo.

—Gracias, —le susurré al azabache, quien parecía muy contrariado por haberlo soltado —Por escucharme —luego agregué en voz muy baja, solo para él —Más tarde tenemos que trabajar en tu autocontrol y en cómo socializar, ¿de acuerdo?

Él me sonrió, curvando apenas un lado de sus labios.

Volví mi atención en Kyle. Mis ojos bajan hasta su cuello, y puedo divisar con total claridad, los hematomas en forma de los dedos de Perseo que rápidamente se iban formando alrededor de este. Al día siguiente, podía imaginarlo fácilmente luciendo un lindo collar morado y amarillo; el regalo de un superviviente. Sentí lástima de él. Ojalá hubiese evitado todas esas muertes, ojalá hubiese tomado otro camino… Pero tal vez, también debía dejar de culparme tanto, por algo que había escapado de mis manos.

Un suspiro colectivo de alivio de la mayoría de los campistas presentes, se soltó en ese instante. De alguna forma, mediante la sangre divina que les heredó sus padres, ellos habían logrado captar y sentir la tensión fría y peligrosa que emanaba el aura del Dios que ellos ignoraban conocer. Pero ninguno de ellos lo sabía exactamente, el por qué se sentía tan frágiles e inmovilizados de pronto, por una extraña fuerza mayor que fingían no temer; y yo esperaba que siguiera así por un largo rato más. 

Mis propios labios sueltan una larga exhalación, siento la presencia de Perseo acercándose un poco más hacia a mí, con aire protector, pero no me quejo de ello.

Kyle se levanta, y retrocede hacia sus hermanos; gruñendo pero con la cola entre las patas. Clarisse llega en eso, ella parece no entender absolutamente nada de lo que está ocurriendo (lo normal) pero es lo suficientemente lista, y avispada, para saber mediante la tensión que no es bueno preguntar a lo bruto en este momento como siempre lo hace.

—¿Quién es él? — uno de los campistas preguntó, y sentí todos los ojos posados en mi persona automáticamente, (el ambiente se sintió como dos veces más pesado que antes) — O mejor dicho, — siguió el chico que había hablado, con un ligero tono nervioso — ¿Qué es él?

—¡Es un Semidiós, obviamente!  —Contesté inmediatamente, bajo la atenta mirada de Quirón, y proseguí cuando no escuché ninguna queja de su parte. — ¡Lo encontramos en una isla! Había naufragado hace mucho...

—No parece un Semidiós —Soltó lo que temía, Travis Stoll, y moviendo nerviosamente la daga en su mano, nos apuntó —¿Por qué parece tan obsesionado contigo, Annabeth? Algo de razón debo darle a Kyle, pareciera como si hubiesen tenido una larga y profunda historia juntos.

—Él me salvó. —Confesé, mirándolo directamente a los ojos para que viera que no mentía —Le debo la vida. Es obvio que estaré apegada a él…

—Eres lo bastante lista para saber de lo que hablo, Chase —me cortó sin acabar, le di una mirada huraña en respuesta.

—¿Quién es su progenitor divino?

Esta vez, fue Perseo quien contestó a aquella pregunta que yo también desconocía. ¿Hijo de Océano, hijo del Dios Tiber? ¿O de un Dios menor...?

— Soy hijo de Poseidón.

Ojalá le hubiese advertido antes…

Él luce, como si lo que hubiese dicho fuese lo más normal del mundo, como si hubiera dicho que Océano tomaba el té con él en su palacio en el mar, todos los Domingos. Pero una exclamación ahogada prorrumpe en todas las filas de los semidioses de pie delante de nosotros, e inmediatamente, un montón de murmullos y siseos llenan el aire frío que pone los pelos de punta en esta pesada noche, llena de misterios y nuevas revelaciones.

¿Por qué no se lo había preguntado desde antes ya? ¡Le hubiese dicho que aquello era lo ÚLTIMO, que pudo haber soltado!

—¿Cómo que de Poseidón? — Exclamó Travis, mirando a Percy como si hubiera salido de la boca de un monstruo repentinamente. —¿Nos está tomando el pelo? ¿Qué le pasa a él, por qué está siendo tan raro?

¿Qué iba a decir? ¿Qué voy a decir? No, no hay caso… está dicho. Hecho y dicho está.

—¡Eso no tiene sentido, es imposible que sea hijo de él! —Vociferó Clarisse, como el resto de la multitud.

—¿Cómo pudo haber ocurrido? — niega uno de ellos, poco a poco, la ansiedad se cuelga en la mayoría de los semidioses que no están entendiendo nada de lo que está ocurriendo, (mucho menos yo) Esto es inusual, más de lo usual entre semidioses— ¡No, está mintiendo definitivamente!

—Annabeth, ¿es posible que sea su hijo? —Piper me interroga, girándome hacia ella mediante un tirón de mi brazo.

¿Y por qué me pregunta a mí?

—Espera, no entiendo. — Percy frunce el ceño. — ¿Por qué es eso imposible? Los Dioses viven eternamente...

— Perseo... — Comencé, con voz cuidadosa sin apartar mis ojos de los de él, viendo como estos hermosos orbes, se abren de par en par, con asombro y estupefacto; cuando oye mis siguientes palabras:

"Poseidón está encarcelado en el abismo desde hace eones, específicamente, desde la inundación de Atenas".

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