Capítulo 21
HACE 10 AÑOS
Hacía mucho sol. La calor era casi insoportable para una niña de tan solo 6 años que lo único que quería era salir al patio trasero de casa y jugar con su padre en la piscina.
Se levantó de su gigantesca cama y abrió el gran armario que había en su habitación. Cada vez que lo habría encontraba más y más ropa y casi creía que podría meterse dentro de él e ir a visitar el fantástico mundo nevado de Narnia.
Se puso un bikini y bajó a la cocina a tomarse su desayuno. Sus cereales favoritos y un tazón lleno de leche le esperaban en la mesa junto a sus padres sonriendo al verla.
-Hola cariño ¿Como has dormido?- su madre era más joven pero seguía estando igual. Tenía 28 años pero era como si la edad no avanzara para ella. Seguía tan fresca como una rosa. La habían tenido a temprana edad pero eso no les impidió encontrar un trabajo estable y una hermosa casa asequible en la que vivir
-Mucho calor- les dijo sonriendo y enseñando su dientes con dos agujeros. El ratoncito Perez le había visitado hacía unos días y le había dejado un billete de diez euros que enseguida había guardado en su hucha de princesas- Papi ¿Jugamos?- se terminó su desayuno en menos de 2 minutos y ya quería ir fuera a bañarse.
-Claro cariño- su padre se acercó a ella y la levantó en el aire por la cintura- Pero voy a ponerme primero el bañador ¿De acuerdo?- ella asintió sonriente y Josh volvió a dejarla en el suelo.
-Mami ¿Tu también juegas?- se acercó a Mónica y esta se agachó para ponerse a su altura.
-Lo siento cariño, tengo que acabar el trabajo que tengo atrasado. Pero te prometo que si lo acabo pronto saldré a jugar con vosotros- la niña lejos de estar triste le dijo un vale y su madre le dio un beso en la mejilla.
Su padre subió a su habitación y ella salió al patio trasero. Era muy grande, tenía una gran piscina en el centro y dos grandes arboles en los laterales proyectando una sombra en la que pensaba tumbarse más tarde a jugar con su padre.
Con tan solo 6 años entendía y pensaba más que cualquier niño de su edad. Comprendía que su madre estaba siempre trabajando en los papeles de la casa porque su padre siempre llegaba tarde de su trabajo. Solo podía disfrutar de los dos juntos el domingo cuando ninguno de los dos trabajaba y dedicaban todo su tiempo a su linda princesita. Pero hoy no era domingo aunque sus padres estaban en casa, su madre seguía igual de ajetreada, pero por lo menos tenía a su padre para divertirse un rato antes de que tuviera que subir a encerrarse en su despacho a trabajar.
A pesar de que el jardín estuviera rodeado de una larga valla blanca si se ponía de puntillas junto a ella podía observar el hermoso bosque que se extendía mas allá. Siempre había sentido curiosidad por lo que escondía en su interior pero nunca había sido capaz de salir de su casa y adentrarse en él. Hasta ese momento en que una voz en su cabeza la llamaba alentándola a meterse en él.
Como se las apañó subió a la valla y saltó al otro lado para ir a paso tranquilo hacía el bosque. Ahora que lo veía más de cerca daba bastante miedo, a pesar de ser de día había algunas zonas a oscuras por el espesor de las hojas y se veía tétrico. Quería volver a su casa pero su cuerpo solo seguía avanzando hacía delante.
Cuando por fin se detuvo no sabía donde estaba. Las lágrimas empezaron a inundar sus ojos y solo llamaba a sus padres asustada. Quería volver a su casa, con sus padres. Cuando se dio la vuelta sintió algo húmedo cubriéndole la boca y la nariz. Pataleó para liberarse pero alguien la agarraba fuerte por detrás y el olor dulzón que desprendía el pañuelo le estaba robando todas las fuerzas. Se quedó quieta y enseguida todo se volvió negro. Sus músculos cedieron y se quedó inconsciente en el suelo.
Le dolía la cabeza. No como esos días en los que se quedaba en casa y no iba a la escuela porque sentía una ligera presión en la cabeza que no le dejaba tener los ojos abiertos más de dos minutos. Esos días se quedó en casa descansando y su madre estuvo cuidando de ella hasta el día siguiente que ya se sentía mejor y tenía las pilas cargadas. No, ese dolor era peor, sentía como si alguien estuviera aporreando un Gong constantemente en su cabeza.
Se trató de levantar. Le dolía todo el cuerpo y el duro colchón que había debajo de ella no ayudaba. Se quedó quieta.
<<¿Colchón duro?>>
Miró el colchón. Exactamente, no lo reconocía. Tenía un feo color amarillento mezclado con un marrón demasiado sucio. Entonces miró a su alrededor. No era su habitación. Era igual de grande pero era de ladrillo y había un cubo en una esquina. La habitación no tenía nada más a parte de una gran puerta enfrente de la asquerosa cama.
Se levantó y empezó a aporrear la puerta llamando a sus padres. No sabía donde estaba pero quería ver a sus padres. Quería salir de aquel feo lugar. Pensó que podría ser un castigo por haberse metido en el bosque, pero sus padres no podrían hacerle eso, la querían más que a su propia vida y ni pensar que la encerrarian en un lugar tan anti-higiénico. Cuando escuchó que estaban abriendo la puerta se sentó de nuevo en la cama con las mejillas llenas de lágrimas y los ojos rojos.
Un enorme tipo entró junto con otro más menudo. El menudo tenía el pelo negro rapado a los costados y sus negros ojos le impedían a Laura mirar a otro sitio. El otro estaba calvo pero triplicaba en tamaño al menudo, sus afiladas facciones le perturbaban pero se centró mas en lo que llevaba enganchado en la cadera.
Lo reconocía de haberlo vista en las películas de India Jones que a su padre tanto le gustaban. Un látigo negro con empuñadura de plata estaba enrollado en su costado.
-¿Dónde están mis papis?- quería salir de allí. No creía haber hecho nunca nada malo salvo cuando cogió una rabieta porque sus padres no la dejaban salir de noche a jugar.
-Oh, tranquila princesita. Los verás, pero no todavía. Primero queremos hacerte una preguntas y si nos respondes lo que queremos puede que los veas muy pronto- la sonrisa del tipo no tranquilizó del todo a Laura. Era una niña pero no era estúpida.
Se acurrucó mas en la cama contra la pared. Quería poner tanta distancia entre ella y los tipos como fuera posible. Al tocar la pared un escalofrío de frío le recorrió todo el cuerpo. Seguía llevando el bikini que se había puesto esa mañana. Se sentía aliviada de que no le hubieran tocado.
-Bueno princesita, cuéntanos. ¿Cómo conseguiste tu poder?- el tipo menudo cerró la puerta aislándolos a los tres de toda la gente que había fuera.
-¿Poderes?- Laura estaba desconcertada. No sabía si se refería a los poderes que tenían las hadas de sus cuentos o a poderes como los que tenían los superhéroes de las películas que veía ilusionada con su padre.
-Vamos, no te hagas la tonta. Sabemos que puedes controlar el fuego- se acercó aún más a ella.
-No se de que me habláis- la única ocasión que había estado cerca del fuego fue cuando se quemó el dedo intentando ayudar a su madre con las sartenes y desde entonces tenía prohibido entrar a la cocina mientras ella estuviera cocinando.
-Princesita a si no llegamos a ninguna parte. Si no colaboras te ira muy mal- le había sonado a amenaza pero ella no tenía ni idea de que le hablaban.
Desde pequeña había soñado, como todas las niñas, con tener sus alitas e ir volando por el cielo de un lugar a otro, con tener el poder de las hadas de sus cuentos y poder ayudar a la gente. Pero solo eran eso, sueños. Nunca había tenido alas y si hubiera tenido poderes en algún momento ya habría ayudado a sus padres cuando más estresados se les veía.
-No tengo ni idea de que poderes decís. ¿Puedo irme ya a mi casa?- sentía ganas de llorar de nuevo. Desde ahora haría caso a sus padres en todo. Y por supuesto no pensaba volver a pisar ese bosque nunca más.
-Claro. Adelante- el tipo menudo le abrió la puerta. Ella se puso de pie para ir donde todas esas personas que vestían igual que los dos tipos pero que por lo menos le parecían más amigables.
Cuando estuvo a dos pasos de la puerta esta se cerró de golpe y el tipo de ojos negros se apoyó en ella. Le hizo un movimiento de cabeza al otro tipo y en un momento Laura estaba en el suelo llorando de dolor. Estaba de cara al suelo, retorciéndose de dolor. El tipo le había asestado un latigazo en la espalda. La parte de arriba de su preciado bikini se partió en dos y quedó destrozado en el suelo. Sentía la sangre fluir por su espalda hasta el helado suelo. El tipo volvió a su lado y se arrodilló junto a ella.
-Por última vez ¿Dónde conseguiste tus poderes?- se le notaba que se le estaba agotando la paciencia, si es que tenía.
-No se...que poderes...- Jadeaba en busca de aire. Le dolía horrores la espalda y hablar no resultaba un trabajo fácil.
-Como prefieras- con otro movimiento de cabeza Jay le asestó otro látigo en la espalda. Chilló hasta que las lágrimas volvieron a salir. Otro latigazo, otro nuevo chillido. Cuando le asestó el que había contado como el quinto latigazo, no gritó. Se había quedado inconsciente del dolor. No sentía nada, solo un zumbido en sus oídos.
De vez en cuando volvía de la inconsciencia pero no tardaba más de dos minutos en sumirse de nuevo en ella. No recordaba haber comido nada desde aquella mañana en su casa. Ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba en aquel frío lugar. Solo sabía que no sentía la espalda y que si la movía volvía a llorar desesperada de dolor.
Quería volver a su hogar con sus padres. En su agradable casita. Por lo menos estaba tranquila, aquellos dos tipos no habían vuelto a aparecer pero alguien tuvo que haber ido porque ya no estaba en el suelo sino en su cama. La habían tapado con la manta y le habían limpiado la sangre de la espalda. No sabía si se la habían curado pero ya no salía sangre por ella.
En una ocasión tuvo que apartarse la manta como pudo porque se le pegaba a la espalda y le escocia que nada le rozara en ella.
Aunque no había comido nada en el tiempo que llevaba allí encerrada no sentía esa necesidad. No tenía ni una pizca de hambre. Ni siquiera tenía la energía suficiente como para menear una mano y taparse hasta la cadera con la fea manta negra.
La última vez que se despertó fue porque alguien no paraba de moverse y se sentía mareada. Poco a poco abrió los ojos y se encontró en los brazos de un hombre que la llevaba corriendo por algún sitio. Su pelo era blanco y estaba serio. Jadeaba de tanto correr y algunas gotitas de sudor resbalaban de su frente. Al sentir que lo miraban bajó la vista un momento hacía la niña que llevaba en brazos y le sonrió al ver que se había despertado. Ella solo se encogió más en sus brazos o por lo menos lo intentó ya que la espalda aún le estaba matando de dolor.
-Sueltame- no sabía si lo había conseguido pronunciar en voz alta pues le dolía la garganta y sentía la lengua pastosa y pesada.
-Tranquila, te llevaré con tus padres-
Laura lo había creído otra bromas más de aquellos horribles tipos pero este hombre no se parecía en nada a aquellos. Por como le había sonreído ella esperaba que fuera verdad. Solo quería ver a sus padres.
No aguantó mucho más y todo volvió a quedarse negro.
ACTUALIDAD
-Poco después desperté en mi cama sin recordar nada. La espalda seguía doliendome y cuando les pregunté a mis padres por ello me dijeron que había estado jugando cerca de un perro rabioso y fiero y que me había arañado bastante la espaldas con sus uñas. Sigo teniendo las heridas en la espalda por eso no entendía que la herida de bala hubiera desaparecido y estás no-
Comenzó a desabrocharse la chaqueta. Una vez la dejó caer en el banco metió las manos dentro de su camiseta y se desabrochó el sujetador dejándolo colgar solo de los tirantes para que le tapara los senos. Se dió la vuelta y se sacó la camisa por la cabeza sosteniéndola contra su pecho para que el sujetador no se cayera.
Sabía lo que los demás estaban viendo. Unas horribles cicatrices que cruzaban toda su espalda igual de largas que un cubierto de plata y de un color entre blanco y ceniza. Ya no dolían pero dolía recordarlas. Dolía pensar en aquellos momentos. Incluso ahora se le escapaba alguna que otra lágrima al pensar en el dolor que tuvo que soportar.
No se dio la vuelta pero alguien le puso su chaqueta por encima de los hombros. Dejó caer la camiseta encima del banco y se volvió a abrochar el sujetador. Después se subió la cremallera de la chaqueta y al darse la vuelta Jackson la abrazó lo más fuerte que pudo. Ella le devolvió el abrazo y se le escaparon algunas lágrimas que la camisa del pelirrojo no tardaron en absorber. Se sentía desnuda y vulnerable.
Jackson se sentó en el banco y Laura se sentó a su lado rodeada por el brazo de su chico.
-No quiero que sintáis compasión por mi- les explicó. Esa no había sido la finalidad al contarles su pasado- Solo espero que podáis ayudarme. Se que es peligroso pero no puedo hacer esto sola- los miró uno a uno.
El único que parecía menos perturbado era Nathan y entonces se le ocurrió que él ya sabía de sus heridas. Aquel día que llegó, cuando le cambió de ropa. El ya las conocía.
-Laura. No tienes que pedirnos que te ayudemos- no sabía porque se esperaba una respuesta negativa por parte de ellos- Estuvimos contigo el otro día. Peleamos junto a tí. No pensábamos abandonarte ahora-
A veces a Laura le gustaría matar a Ares por sus estúpidos comentarios pero ahora mismo solo quería abrazarlo.
A parte de Lizth nunca había tenido amigos que estuvieran decididos a ayudarla tanto como ellos lo estaban en esos momentos. Esta vez lloró, pero no por el dolor de recordar un tormentoso pasado, sino por la alegría de haber encontrado amigos que de verdad la quisieran y la apoyaran en todo. Que estuvieran dispuestos a ponerse en peligro por ayudar a la que hace tan solo unas semanas era una simple extraña. Se sentía verdaderamente feliz de haberlos conocido. Pero sabía que a partir de ese momento no todo serian risas y felicidad, habían demasiados peligros acechandolos.
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