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Capítulo 17

Otra pesadilla invadía el sueño de Laura. Desde aquella pesadilla no estaba durmiendo nada bien. Cada vez que cerraba los ojos otro sueño volvía a hacer presencia y esa noche no fue diferente.

Asustada y sudada y con las sabanas enredadas en los pies se despertó de golpe. La luz de las farolas entraba por las rendijas de la persiana e iluminaba un trozo de su habitación. A sabiendas de que no podría dormir por haberse desvelado y porque no quería volver a tener otra pesadilla se levantó de la cama.

El móvil marcaba las 7:14 de la mañana y aunque fuera sábado no le importaba levantarse pronto. No en esos momentos. No en esas circunstancias. Cogió ropa de deporte de su armario y se metió en el baño.

La ducha normalmente le ayudaba a despejar su cabeza y tranquilizarse, pero no era ese día. Sentía que algo no iba a salir bien, pero tenía que dejar de ser tan pesimista. No todo en la vida podía salirle mal.

Una vez seca, se puso su ropa y bajo a tomar algo en la cocina. Toda la casa estaba en silencio. Sus padres seguían durmiendo y ella no tardaría demasiado en tomar lo necesario, para no desmayarse mientras corría, y salir de la casa.

Al salir de la fábrica tampoco mejoró mucho. El tiempo parecía hacer compañía a lo que ella sentía. El cielo estaba nublado con una mezcla de colores azules, grises y negros. Parecía como si fuera a haber tormenta, pero el pronóstico del tiempo de la noche anterior decía que no habían muchas probabilidades de que lloviera y muchos menos de que fuera a ser una tormenta.

Correr era otra forma de liberación para ella. Sudar sus preocupaciones y transpirar sus problemas. El deporte solía ayudarla cuando no tenía un buen día, pero ese día ya había amanecido torcido. La sensación de peligro no le abandonaba la piel. No quería fastidiarles el día a los demás aunque tuviera unas ganas inmensas de decirles a los chicos que lo mejor sería quedarse en casa haciendo cualquier otra cosa.

<<Estoy siendo demasiado paranoica. Ver tantas series de misterio con Litzh me esta nublando demasiado el juicio.>>

Dos horas corriendo no le habían ayudado mucho. Si que estaba ya más tranquila pero también estaba cansada y sedienta. Además de que volvía a estar sudada.

<<Espero que otra ducha me ayude a despejar la mente de una vez>>

O bien podría hacerlo el pelirrojo de ojos grises que se acercaba al banco donde ella se había sentado la primera vez que salió a correr y en el que se había vuelto a sentar después de beber agua. Esta vez el parque estaba solitario. Ni un alma. Ni un pájaro piando. Nada.

-Laura-

Jackson se sentó junto a ella en el banco. Laura seguía en sus mundos, pero oirlo hablar la trajo de vuelta en menos de dos segundos.

-Jackson- le sonrió. A pesar de sus negativos pensamientos él siempre la ayudaba y aún tenían una conversación pendiente.

-¿Que haces aquí fuera a estas horas?- no eran todavía las 10 de la mañana pero esa pregunta se la podía hacer a él también.

-¿Y tú?-

-Necesitaba despejar la mente. Mi cabeza no para de darle vueltas a varios temas pero uno en concreto- miró a los ojos a Laura. La chica de misteriosos ojos verdes que lo tenía loco.

-¿Cuál?-

-Tú- Laura se sonrojo ante la respuesta de Jackson. No recordaba que el chico fuera tan directo.

-Jackson...yo...-no le salían las palabras aunque sabía exactamente lo que quería decirle.

-No necesito que me digas nada. Solo quería que lo supieras- Jackson agachó la cabeza para mirarse las manos. Laura se sentía como una tonta por no poderle decir al chico de ojos grises que ella le quería. No sabía porque no podía decirlo.

Se quedaron en silencio. Sin decir nada más, disfrutando de su compañía mutua. A veces era mejor no decir nada, pero Laura sabía que no era momento de quedarse callada. Quería decirle a Jackson, quería incluso gritarlo, que le gustaba. Que la estaba volviendo loca. Que no podía pensar en otra cosa que no fuera él. Pero las palabras se resistían a salir de su boca.

-Bueno será mejor que vuelva a casa. No tardes en volver y prepararte, hemos quedado a las 3- Jackson se levantó para irse de allí y Laura reaccionó.

-Jackson- se levantó del banco y Jackson se dio la vuelta a unos pasos de ella para mirarla- Gracias...por todo- no eran las palabras que ella quería decirle pero aún así también sentía que debía dárselas por haber conseguido calmarla el otro día.

-No hay de que- le sonrió y entonces se fue. Haciéndose cada vez más pequeño hasta desaparecer por completo y dejar a Laura como había esta al principio. Sola.

Eran apenas las 11 cuando Laura volvió a su casa y como siempre no pensaba en otra cosa que no fuera Jackson. Algunas veces ella había imaginado que él le decía que le quería y ella le correspondía con un beso. Pero solo era su imaginación. La realidad era bastante distinta. Se había quedado bloqueada. No se había atrevido a decir dos simples palabras <<Yo también>>. Había sentido las mariposas que toda adolescente sentía cuando el chico al que quería se le declaraba. Pero las mariposas se habían llevado sus palabras consigo cuando desaparecieron.

Sus padres estaban en el salón cuando ella entró por la puerta. Hablaban de que había una plaza para profesor de gimnasia en el instituto y de que, probablemente, Josh fuera a aceptarla.

Su padre siempre había trabajado al mando de su antigua empresa Hollander hasta que vino la primera mudanza. Después de eso había estado trabajando de instructor de gimnasia, tanto en escuelas como en gimnasios. Se le daba bien tratar con niños y su pasión por correr y todo tipo de actividad física, que implicara sudar hasta parecer una fuente del centro de la ciudad, le apasionaba.

Su madre por el contrario siempre se había dedicado a lo mismo. Llevaba las cuentas. De la antigua empresa, de casa y ahora mismo se dedicaba a experimentar nuevas recetas para alimentar las bocas de su familia. Era una mujer activa, pocas veces se la veía sin hacer nada. Limpiar la casa, preparar la comida, hacer la colada, pintar cuadros y escuchar a Laura componer. Era como cualquier madre. Pero no era cualquiera. Era su madre. La que le dio la vida y la que siempre cuidaba de ella. Y por eso la quería.

Subió a su cuarto después de saludarlos a los dos. Dejó el móvil y los auriculares encima de la cama y se metió al baño. El reproductor de música seguía encima del lava manos pero no lo había sacado, por más que se recordará que tenía que hacerlo y en ese momento le ahorró un viaje de vuelta a la habitación.

Se desvistió y conectó la música. En ese momento sonaba A Thousand Miles de Vanessa Carlton. La canción no es que acompañara al humor de perros que llevaba ya en esos momentos, pero la melodía de la canción conseguía hacerla flotar. La llevaba a otros lugares de su mente que no había explorado cuando se calentaba la cabeza ella misma. El piano era el único instrumento que conseguía atraparla tanto que se sentía en las nubes. Porque para ella la música no era solo la letra y la melodía, era una manera de expresarse y cambiar el modo de ver la vida.

A las 14:57 Laura ya estaba saliendo de su casa con un pantalón vaquero blanco largo de tiro alto, unas botas bajas negras de lo más cómodas y prácticas y un jersey de rayas horizontales rosa, azul y crema que dejaba el hombro derecho desnudo y la manga izquierda por tanto era más larga que la derecha. Se había recogido su larga melena rubia en una coleta de caballo dejando unos mechones sueltos a base de flequillo. Esta vez si había cogido su cartera que llevaba junto con su móvil en los bolsillos traseros del pantalón.

Se encaminó hacía los bancos donde ya veía a todos los chicos listos y con sus motos. Si antes sentía un pequeño revoltijo en la boca del estomago ahora sentía elefantes bailando en sus tripas. El mal presentimiento no se había ido como ella supondría que pasaría una vez se duchara, por segunda vez. El presentimiento se había ido haciendo más grande con cada minuto que pasaba y la hora de irse se acercaba.

Llegó donde todos y los vio a todos arreglados, igual que ella, como si en vez de ir a dar una vuelta por la feria del pueblo fueran a casa del presidente a tomar un café. Todas las motos estaban en fila y preparadas para montarse en ellas y salir directos en dirección al pueblo. Si Laura no recordaba mal la otra vez no habían tardado más de 20 minutos en llegar.

-Laura ¿Vienes conmigo en la moto?- era Jackson que se había acercado a Laura por la espalda sin hacer ruido e hizo que ella pegara un salto hacía delante asustada.

-Jackson. Que susto me has dado- trataba de bajar las pulsaciones de su corazón, que batía con rapideza por el susto y por ver a Jackson.

Llevaba unos vaqueros negros desgastados, unas convers blancas y una camisa roja de Lacoste. Tenía el pelo revuelto, como siempre. Pensar que no se lo peinaba y solo se lo revolvía ya no era una suposición para Laura.

-Claro. Voy contigo-

No tenía claro que clase de relación tenían ahora que Jackson le había dicho que le quería pero tenía claro que prefería ir con Jackson en la moto que volver a ir con el camicaze de Marck y hacer otra competición por ver quien llegaba primero.

-Bueno vámonos- la voz de Apolo dio el visto bueno para que todos se subieran a sus motos.

Lauren y Evan. Marck y Mery. Nathan y Abbie.

Laura notaba a los dos últimos más unidos que antes y sabía que algo pasaba entre ellos. Aunque tampoco había que ser ciego para saber que a Abbie le gustaba Nathan. Lo peor era la actitud de perro que Nathan tenía desde hacía días y que empezaba a irritar a Laura. Más que Nathan, ahora parecía el hermano gemelo de Abbie. Eran iguales y se comportaban igual.

Cuando se fijó bien vio que no solo Marck, Jackson, Evan y Nathan tenían moto sino que Apolo y Ares también tenían. La moto de Ares era una Yamaha XSR900 negra, una clásica, mientrás que la de Apolo era una Kawasaki j azul de último modelo que si no se equivocaba habían salido hacía una semana. Los gemelos eran tan diferentes. Mientrás que Ares era extrovertido y le gustaba lo clásico, Apolo prefería guardarselo todo para si mismo e iba a por lo nuevo.

El camino ya se le hacía conocido a Laura. Arboles y casas por todas partes. Solo que en vez de ir por el camino que fueron la otra vez giraron a la derecha en una difurcación. Le preguntó a Jackson porque no iban por el camino de la otra vez y él le dijo que era porque el camino de la otra vez era para ir a las afueras del pueblo donde estaban el estanque y el zoo y ese era para entrar directamente al pueblo.

Después de otros 5 minutos de trayecto llegaron al centro del pueblo. Aparcaron las motos en el pequeño parking que había al lado de un supermercado donde Jackson le explicó a Laura, que esa era la única tienda alimentaria que había a menos de 2 kilometros y en donde ellos (todos los que vivían en la pequeña comunidad) compraban sus refrigerios y todo lo que pudieran necesitar.

No tuvieron que caminar mucho hasta llegar a la calle principal donde empezaba la fería. Toda la calle estaba llena de puestos de comida, pergolas con autores de libros en su interior dedicando sus libros a toda persona que deseara comprarlos, casetas con diferentes juegos de puntería o agilidad y un pequeño puesto donde la gente podía adoptar animales que habían sido recogidos de las calles y necesitaban un hogar.

Después de parar en diversas paradas de comida, de jugar 3 juegos de puntería donde el único que salió victorioso fue Nathan que consigió un pingüino de peluche que después le dió a su hermana mientrás esta saltaba de felicidad y de que Apolo consiguiera la firma de su autor favorito aún no habían llegado ni a la mitad de la feria.

La mala vibra que Laura sentía se había intensificado y provocó de que ella no dejara de mirar a cada minuto a su alrededor en busca de cualquier amenaza. Cuando no llevaban ni una hora y media en la feria Laura pasó de sentir que algo no iba bien a sentir que alguien los estaba observando y siguiendo desde varios puesto de fería atrás. Pero seguía sin decirle nada a los demás.

Todos seguían a su royo. Abbie, Mery y Lauren hablaban de lo bonito que era el pingüino que Nathan le había regalado a Mery. Apolo y Jackson compartian varios titulos de libros, encontrando así una afición en común. Ares, Evan, Marck y Nathan seguían discutiendo por quién había reventado más globos en la caseta de tirar un dardo a los globos para explotarlos y revelar el premio que tenía escrito un papel que se hallaba dentro de este. Laura seguía paranoica mirando a todos sitios como si esperara ver una persona con un cartel colgando que dijera "Yo soy quien te sigue".

Notaba que las presencias que sentía aumentaban, que cada vez había más gente sigiendoles y rodeandoles por todas partes. Los demás no parecían darse cuenta de nada.

Se paró en seco cuando estaba apunto de tirarse de los pelos de los nervios y sentía que empezaba a sudar de la tensión y los nervios. No sabía si sería verdad, si había alguien siguiendoles de verdad o si simplemente era su imaginación que estaba jugandole una mala pasada. En ninguno de los casos era algo bueno.

Los demás se pararon delante de ella y la miraron extrañados.

-¿Porque te paras? Hay un puesto que vende collares ahí delante- le dijo Mery que comía algodón de azúcar y estrujaba su peluche contra ella, como si alguien se lo fuera a robar. Disfrutaba como una niña pequeña.

-¿No sentís como si alguien nos estuviera siguiendo?- les preguntó Laura.

Volvió a mirar a todo el mundo, en todas direcciones, sin conseguir ver a nadie que le resultara altamente sospechoso. Todo eran familias felices con niños pequeños, adolescentes pasando de todo, a su royo, o ancianos disfrutando de una agrabable paseo antes de vovler a sus casas.

-Por si no te has dado cuenta listilla, estamos rodeados de gente- le contestó Abbie mientras señalaba a todo el mundo haciendo enfasí en la palabra gente.

Llevaban menos de 3 minutos parados y ya, por lo menos, 20 personas habían tropezado con ellos y otras 7 personas pasaron por su lado chocando sus hombros a proposito por estar parados en el medio sin dejarles moverse a su antojo.

-No Abbie. Laura tiene razón, se siente algo raro en el aire- le dijo su hermano mientrás hacía el intento de descifrar lo que era. Su elemento era el aire por lo que él se tendría que haber dado cuenta el primero de que algo no iba bien. Y aún así prefirió no decir nada, igual que Laura.

-Pero...yo no siento nada- recalcó Lauren encogiendose de hombros.

Se apartaron de toda la gente hacía un puesto de la feria que estaba cerrado y siguieron hablando. Estaban reunidos formando un círculo como si planearan un asalto o estuvieran contandose sus secretos más intimos.

-Lo mejor sería que...- Nathan no acabó la frase ya que toda la gente estaba corriendo desesperados y gritando por todas partes, asustados, intentando alejarse de algo que ellos desconocían.

En unos pocos segundos toda la gente desapareció, como por arte de magia, y solo quedaron ellos en medio de la nada. Incluso los feriantes habían corrido aterrados dejando sus puestos a merced de cualquiera.

Algo no iba bien.

-Será mejor que nos vayamos nosotros también- dijo Jackson cogiendo la mano de Laura. Ella se sonrojó. Sabía que no era momento para eso, pero no lo pudo evitar.

-Vosotros no vais a ningún sitio- una voz imponente que prodecía del callejón que estaba frente a ellos hizo que se quedaran congelados en el sitio sin poder mover ni un solo músculo del cuerpo- Sobre todo la chica del jersey a rayas- cuando Laura comprendió que se refería a ella se le heló la sangre y los huesos se le disolvieron cuál gelatina y ni siquiera sabía si continuaba respirando después de que la persona del callejón se revelara antes ellos dando un paso hacía delante.

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