Capitulo 1
Como otro día cualquiera Laura se levantó de su cama. Era sábado por lo que no se levantó por la alarma de su despertador avisandole que era hora de ir al instituto, sino por la tranquila voz de su madre llamándola desde detrás de la puerta de su habitación para que bajara un momento. Laura se levantó pesadamente de su cómoda cama, después de avisar a su madre que en unos minutos bajaba. Subió la persiana de su ventana para que entrara la luz del sol cegándola al momento. Abrió el cristal para dejar entrar la suave brisa del viento por toda la habitación y se dirigió a las escaleras para bajar a ver que quería su madre. Ya en la planta baja fue en busca de su madre hasta dar con ella en la cocina sentada detrás de la isla.
—¿Querías algo mamá? —le preguntó viendo a su madre a la cual le decían que era idéntica: las dos tenían el pelo rubio platino —Laura hasta la cintura y su madre hasta los hombros—, tenían los ojos verdes muy claros y una hermosa sonrisa blanca además de que las dos poseían un cuerpo bien formado con cada curva en su sitio.
—Hija siento decirte esto... —con ese comienzo Laura ya sabía que lo que estaba a punto de decirle su madre no iba a ser nada bueno—... pero hay que mudarnos —le dijo su madre tristemente.
—¿De casa? —le preguntó Laura temiéndose lo peor.
Laura decidió sentarse frente a su madre ya que presentía que la conversación iba a alargarse.
—No hija. De casa no —no estaba segura si quería escuchar la siguientes palabras—. Hay que mudarnos a otro lugar —le dijo su madre mirando melancólicamente por la ventana que daba justo al patio trasero, donde se veía su pequeño cerezo ya sin flores anunciando que se acercaba el otoño.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Laura con los ojos muy abiertos apoyando las manos sobre la helada encimera y levantándose así de la silla también.
—Supongo que ya es momento de contarte algo —volvió la vista a su hija y se levantó también de su asiento—. Ya tienes 16 años y no creo que haga falta seguir ocultándotelo —concluyó dejando a Laura aún más desconcertada de lo que ya estaba.
—¿Contarme el que mamá? —preguntó la niña mostrando toda su confusión en cada palabra que decía.
—Ve a llamar a tu padre y te lo contamos los dos cariño —le espetó su madre dulcemente mientras se daba la vuelta para abrir la despensa y buscar los ingredientes para poder hacer esa mañana la comida.
Laura solo asintió sin que su madre la viera y se fue en busca de su padre por toda la casa. Primero buscó por toda la planta baja —incluso en el patio trasero— y al no encontrarlo supuso que estaría en la planta de arriba en su despacho, trabajando como siempre. Subió las escaleras y se dirigió al despacho de su padre, tocó a la puerta y hasta que no escuchó un pase de dentro de este no giró el pomo de la puerta.
Al entrar vio a su padre sentado en la silla detrás del escritorio ordenando unos papeles, que supuso que serían del trabajo, mientras que con el hombro derecho sujetaba su móvil con fuerza para que no se le cayera de la oreja mientras hablaba, con quien aseguró sería alguien de la empresa. Carraspeó para captar la atención de su padre que hasta ese momento no había levantado la cabeza de sus hojas para poder mirarla con esos ojos color miel tan diferentes a los de ella y su madre.
—Papá —le llamó—. Mamá dice que bajes que me tenéis que contar algo —su padre, Josh, la miro extrañado, pero asintió.
—Vale. Dame 5 minutos y bajo —dijo señalando el teléfono y volvió la vista a los papeles de nuevo mientras decía una serie de números y empresas a su móvil.
Laura salió de la habitación rumbo a la suya a por su precioso teléfono y bajo al salón para tumbarse de cualquier manera en el sofá y abrir su WhattsApp para contestar varios mensajes de su grupo de clase y dos privados de su mejor amiga Litzh.
Su mejor amiga era todo lo contrario a ella: morena de ojos azules y bajita pero, aun siendo tan diferentes por fuera, tenían muchas cosas común, como su locura.
Pasaron tres minutos cuando se escucharon los pasos de Josh y el rechinar de la tablas de madera de la escalera mientras bajaba por ellas y los de Mónica, su madre, entrando al salón. El matrimonio se sentó en los sillones individuales que había frente al sofá donde estaba tumbada Laura. Esta al notar la presencia de sus padres guardó el móvil en el bolsillo del pantalón de pijama y dirigió la vista a sus padres los cuales estaban haciendo una guerra de miradas y susurrando casi inaudiblemente entre ellos para ver quien se lo diría. Finalmente Josh, rendido, habló.
—Bueno hija puesto que ya eres mayor y se podría decir que casi independiente, es momento de que te digamos algunas cosas —empezó a hablar Josh deseando que este día nunca hubiera llegado—. Bueno, empezando por el principio, no sé si recordaras que hace cosa de diez años yo hice un contrato con una empresa para favorecer a la nuestra y poder ganar mucho más dinero —Laura asintió viendo como su padre se retorcía las manos nervioso—. Al principio todo iba perfecto pero a los dos meses algo salió mal y la empresa se fue a pique. La otra compañía con quien nos aliamos empezó a amenazarnos para que les devolviéramos el dinero que habían perdido al invertirlo en nosotros —Josh apretó la mandíbula con fuerza, sabía que esto era difícil de explicar para él y que sería duro de entender para su hija.
>>Prometimos devolverles hasta el último euro pero necesitábamos tiempo para recaudar todo el dinero que habíamos perdido. Ellos aceptaron y nos dejaron tranquilos pero a las semanas empezaron las amenazas de nuevo. Y llegó un día en que se pasaron de la raya —Josh suspiró triste y cabreado a la vez, todavía no podía creer lo que pasó aquella vez. Siguió hablando ya que su hija tenía derecho a saberlo después de todo esto también la incluía a ella. Debía contárselo aunque eso reavivar sus temores a que algo le pasara de nuevo a su hija.
>>Decidieron raptarte y maltratarte para obligarnos a pagar con más rapidez. Las marcas de tu espalda se deben a aquello —Laura se quedó atónita al escuchar eso. Siempre había creído, y le habían hecho creer, que esas marcas había sido debido a un accidente que tuvo cuando ella era pequeña—. A los dos días conseguimos sacarte de allí gracias a un amigo de confianza que teníamos en la otra empresa, quien nos informó de todo y nos ofreció su ayuda para sacarte de allí. Gracias a él conseguimos sacarte de allí y luego logramos escapar de nuestro antiguo pueblo sin levantar sospechas haciendo que la empresa perdiera nuestros rastro —Laura tenía la mente muy confundida. Ella recordaba que le habían dicho que era porque la casa se les quedaba pequeña, aunque ella siempre la había visto enorme—. Pero hace pocos días atrás me enteré de que nuestro amigo, él que consiguió sacarte de allí, había muerto. No sabemos cómo. Pero sabemos que la empresa nos está buscando y ya están muy cerca de encontrarnos. Por eso tenemos que irnos a otro lugar y escondernos. No podemos dejar que nos vuelvan a encontrar y que te vuelvan a hacer lo mismo o peor —finalizó Josh—. Sentimos habértelo ocultado tanto tiempo Laura, pensamos que era lo mejor. Pero creo que estábamos equivocados —sonaba tan arrepentido—. Esta noche nos mudaremos cuanto más rápido sea mejor, por favor haz tus maletas —concluyó su padre con tristeza mirando a su mujer, recibiendo un asentimiento de cabeza de ella diciéndole que ella no lo habría dicho mejor.
—¿Porque no me contasteis esto antes? —preguntó Laura apenada de que le hubieran ocultado algo tan importante. Y de que todo este tiempo le hubieran estado mintiendo respecto a todo.
—Creíamos que era lo mejor mi vida —habló esta vez su madre—. Creíamos que no tendrías porqué saberlo y que estaríamos seguros aquí —su voz sonaba rota y eso entristecía más a Laura—. Pero ya eres mayor para saber la verdad y sentimos haberte mentido con respecto a lo de tu espalda, era para que no recordaras esos horribles momentos que pasaste allí —su madre agachó la cabeza y contuvo las ganas que tenía de llorar.
A Mónica tampoco le gustaba recordar todo lo que pasó su hija y después de lo que había dicho su marido no pudo evitar recordar el estado en el que estaba su hija cuando su amigo la trajo de vuelta a casa.
Laura no recordaba haber estado cautiva y ni siquiera haber sido maltratada. No recordaba haber estado en otro sitio que no fuera con sus padres, en su casa. Ni recordaba cómo le habían hecho lo de la espalda. Era como si tuviera amnesia. Sabía que, aunque sus padres le estaban contando la verdad, por alguna extraña circunstancia su cerebro no recordaba haber pasado por nada de lo que le habían contado.
—Está bien, lo entiendo. Sois mis padres y sé que siempre buscáis lo mejor para mí —después de todo no podía culparles por tratar de protegerla—. No pasa nada. Subiré ahora a hacer las maletas y llamaré a Litzh para decirle que no venga y para despedirme de ella —les dijo levantándose del sofá. Su madre le recordó que se irían esa misma noche. Ella solo asintió y antes de irse del salón se giró de nuevo hacia sus padres—. Por favor ya no me ocultéis nada aunque sea por mí bien, si algo me incluye o me afecta de alguna manera tengo derecho a saberlo.
Se acercó a ellos y les dio un beso en la mejilla a cada uno. Salió tan rápido del salón que no pudo ver las reacciones de sus padres los cuales se miraron preocupados sabiendo que todavía había muchos secretos que su hija desconocía completamente.
Laura se dispuso a subir las escaleras hasta su habitación para empezar a preparar las maletas cuando tocaron el timbre. Fue derecha a abrir la puerta y como si hubiera sido magia o su amiga le hubiera escuchado, allí estaba parada en la puerta de su casa con la sonrisa más amplia que su rostro podía albergar. Laura miró la hora en su móvil y comprobó que aún faltaban 40 minutos para la hora que habían acordado para quedar. Su amiga solía tener la costumbre de aparecer por su casa antes de la hora acordada o incluso había veces que se presentaba sin que hubieran quedado. La dejó entrar y se dirigieron a su habitación, después de que ella saludara a los padres de Laura recibiendo dos besos de cada uno. Al entrar se sentaron en el cómodo sofá que había al lado de la cama de Laura.
—Litzh, lo siento mucho pero mañana me mudo con mis padres a otro pueblo —le dijo Laura mirándola tristemente, pensando que ya no la volvería a ver más y sabiendo que estaba mintiéndole respecto a la fecha de ida.
—¿¡Que!? ¿Porque? —preguntó su amiga sorprendida por la noticia. Había abierto tanto los ojos que Laura pensó que se le saldrían de las cuencas.
—Asuntos de la empresa de mi padre —fue lo único que contestó Laura ya que no quería decirle la verdad para así no meterla en algo que todavía seguía desconocido para ella aún después de la charla con sus padres. Al igual que sus padres, creyó que la mentira era la mejor solución en esos momentos. Aunque tampoco le había mentido del todo, se iban debido a problemas que su padre tubo en el pasado con su empresa.
—Lo entiendo —Litzh era muy compresiva en los momentos que lo requerían. Eso era otra cosa que tenían en común las dos amigas—. ¿Pero aun así seguiremos teniendo contacto no? —le preguntó con un hilo de voz por tener que despedirse de la única amiga con la que podía despotricar contra su hermano mayor, con la que podía pasar horas y horas hablando de chicos y ella no se cansaría nunca de escucharle. La iba a echar mucho de menos.
—Claro —le dio una sonrisa triste—. Siempre serás mi mejor amiga morena. Te quiero mucho —dijo Laura con los ojos llorosos y enseguida se echó encima de su amiga para abrazarla e intentar contener las ganas de llorar.
—Yo también te quiero mucho rubia. Pero me estás dejando sin respiración —dijo rápidamente Litzh dándole palmaditas en la espalda a su amiga cuando empezó a sentir la falta de oxígeno y automáticamente Laura se quitó de encima.
Las dos se pasaron rato llorando y contando como se conocieron y todo lo que habían vivido juntas. Recordaron todas sus noches de fiesta en casa de gente del instituto con los que nunca habían hablado pero que las habían invitado de todas maneras, también el día en que Mina —una de las chicas que se creía la jefa de todo el instituto— les había hecho quedar en ridículo delante de todos los estudiantes y el día en que le devolvieron todos los años de bochornos y risas por su parte en una sola broma...
Después de su momento de recuerdos empezaron a preparar las maletas de Laura mientras escuchaban música desde su altavoz. Cuatro manos iban más rápidas que dos.
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Se hizo de noche y Litzh se fue a su casa antes de la hora de cenar. Laura se quedó en su habitación acabando de organizar sus maletas y dos cajas grandes de cartón en las que había guardado cosas que no pensaba dejar atrás por nada en el mundo, como la foto con su mejor amiga que siempre había tenido en la mesilla de noche desde hacía cinco años. Cuando acabó de organizar todo y dar una última mirada a su habitación vacía, bajó todo a la planta baja donde estaban esperándole sus padres con todas sus pertenencias personales ya cargadas en el gran coche.
El maletero ya tenía cuatro maletas y seis cajas de cartón con lo que sus padres habían pensado que sería lo más importante y lo que necesitarían si o si.
<<Que bueno que el maletero sea tan grande y aún después de meter mis cosas aún haya sitio de sobra, si no tendríamos que hacer dos viajes y algo me dice que el sitio al que vamos no queda cerca de nuestra casa>> se alivió Laura.
La familia se subió en el coche y después de que Laura le diera un último vistazo al exterior de su casa por el cristal trasero, su padre arrancó el coche. Solo llevaban veinte minutos de trayecto cuando Laura se quedó dormida apoyada contra el cristal de la ventanilla con sus auriculares conectados escuchando música. La música siempre iba con ella, incluso en el mundo de los sueños sonaba de fondo.
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Cuando Laura volvió a abrir los ojos, había demasiada luz así que dio por hecho que había dormido toda la noche en el coche en la misma postura y que por eso tenía ese horrible dolor en el cuello. Al mirar la hora en su móvil vio que eran las nueve y veinte de la mañana y que su padre se había pasado todo la noche y un poco de la mañana conduciendo sin descanso alguno. Eso le dio a Laura que pensar que el asunto con aquellos hombres que los buscaban era más serio de lo que le habían contado.
Cuando su padre anunció que por fin habían llegado al nuevo pueblo, Laura se sintió satisfecha ya que eso significaba que podría salir del coche y estirar un rato las piernas que ya sentía entumecidas debido al largo trayecto sin descanso. Josh aparcó el coche al lado derecho de una carretera poco transitada y los tres bajaron del coche observando todo el lugar. Habían aparcado en un lugar rodeado de árboles a ambos lados de la carretera, como si fuera un bosque y por medio hubieran construido la carretera. Observó los únicos tres gigantescos edificios que había en el lado donde habían estacionado. El edificio del lado derecho era un gran edificio de color rojo vino que a simple vista se veía muy lujoso para estar en medio de la nada y que era donde Mónica le había dicho a su hija que era donde tenían la intención de hospedarse. El del centro era una gran casa de colores blancos y marrones claros donde no parecía que viviera nadie, ya que la maleza y las plantas del jardín crecían a sus anchas y cubrían todo lo que encontraban a su paso. Parecía que la naturaleza se había adueñado de ese lugar. Y por último, a la izquierda se encontraba lo que parecía ser una fábrica gigantesca abandonada por el color de la desgastada pared que ahora se veía gris y descolchada.
Los padres de Laura empezaron a caminar por delante de ella decididos a entrar al edificio color vino mientras Laura iba por detrás de ellos observando la lujosa estructura. Tenía —lo que había contado como— tres plantas y tres edificios que se unían para formar la misma estructura. Los edificios de los laterales estaban repletos de ventanas y balcones y aunque el edificio central también tenía algunas ventanas, en la parte baja se encontraba la entrada donde ya se encontraban los padres de esta a punto de cruzar por estas. Laura se apresuró para alcanzar a sus padres y antes de entrar miró el gran letrero que había encima de las puertas donde estaba escrito el nombre del lugar.
Sus padres la esperaron para entrar los tres por las puertas giratorias, propias de un hotel, y encontrarse un gran vestíbulo con colores rojos y dorados. Se acercaron a recepción e hicieron tocar una brillante campana que había encima del mostrador. A los pocos segundos apareció, de la puerta que había detrás del mostrador, un hombre de unos veintisiete años con una elegante sonrisa y un traje de botones que les atendió amablemente.
—Buenos días. Bienvenidos a Pauses House ¿En que les puedo ayudar? —preguntó con una gran sonrisa el chico.
—Hola. Buenos días, ¿nos preguntábamos si tenían algún piso disponible para tres personas? —le preguntó Josh mientras Laura observaba a lo lejos, sentada en una butaca marrón, a una señora de avanzada edad leyendo el periódico y a dos niños de no más de 8 años jugando al pilla pilla a su alrededor.
—Lo siento mucho —se disculpó el chico, haciendo que Laura volviera a mirarlo—. Pero todos están ocupados ya y el único que quedaba libre fue ocupado anoche por una pareja. Lo lamento —explicó el recepcionista.
—Oh. Está bien. No pasa nada —dijo Mónica despidiéndose de él.
Los tres salieron del edificio un poco apenados. Laura no sabía a donde irían ahora y miró a sus padres los cuales se encontraban mirando fijamente el edificio abandonado. Se dieron una rápida mirada mientras asentían, como si se comunicaran telepáticamente. Laura se dio cuenta de sus intenciones antes de que le dijeran nada y rápidamente negó con la cabeza, mientras se dirigía al coche para que se fueran a otro sitio.
—Oh no. Ni lo penséis. ¡Ni loca me meto a vivir ahí! No hemos salido de casa para ahora meternos a vivir en esa cosa como si fuéramos vagabundos ¡Me niego! —exclamó Laura negando aun con la cabeza y haciendo un falso intento de abrir la puerta que su padre había cerrado antes de entrar a preguntar.
Su madre rápidamente la cogió del brazo y empezó a arrástrala hasta el antiguo edificio, haciendo oídos sordos a lo que Laura había dicho.
—Amor, es el mejor sitio para que no nos encuentren. Piensa lo que pasaría si nos llegan a encontrar —dijo su padre sin mirarla, mientras se ponía a la altura de su mujer y arrastraban a Laura a través de la acera hasta la entrada del viejo edificio.
—Agh, está bien. Pero no entiendo si es que pensáis que podemos vivir dentro del coche de por vida, porque me indigno a tirarme por el suelo o dormir encima de cartones en una esquina —dijo Laura cediendo finalmente, sabiendo que no podría hacerles cambiar de opinión pero sin entender que es lo que pretendían hacer sus padres. Si por algo se caracterizaban sus padres era porque si se les metía una idea en la cabeza, no había nadie que pudiera hacerles cambiar de opinión. Y esa vez Laura no conseguía entender cuál era su idea.
Entraron al lugar y Laura se quedó con la boca abierta debido a que, por lo que fuera parecía una gigantesca fábrica abandonada de como dos campos de fútbol de largo por dentro eran un montón de casas en un muy buen estado. Casi parecían nuevas y habitables. Las casas estaban pintadas de colores claros y más alejado de ellas había lo que parecía ser un diminuto colegio lo que dejó a Laura extrañada ya que ella pensaba que ahí no viviría nadie que no fuera un vagabundo.
Los tres juntos se fueron acercando poco a poco y con cuidado a las casas, dispuestas en fila horizontal, para asegurarse de si había gente o no viviendo allí. Escucharon un ruido proveniente de detrás de ellos. Cuando se giraron observaron que lo provocó —o más bien quienes lo provocaron— descubriendo así a ocho hombres armados con pistolas y palos de hierro que les miraban con malas caras. La familia se quedó estática sin saber que hacer mientras los hombres los empezaban a rodear. Laura, que no sabía que estaba ocurriendo, se empezó a asustar. Incluso había recurrido a la técnica que usaban los niños cuando eran pequeños y se escondió detrás de sus padres.
Miró a ambos lados viendo solo a cuatro de los tipos amenazantes armados. Laura sabía que los estaban apuntando a todos pero sentía que solo la apuntaban a ella y no entendía el porqué. De momento pequeños flashes aparecieron en la vista de Laura, como pequeños fragmentos de una película en los que aparecía ella en un lugar desconocido con gente que no sabía quienes eran. Estaba empezando a recordar parte de su pasado. Pequeños fragmentos de lo que vivió esos días cuándo la raptaron le estaban viniendo a la cabeza tan rápidos como flechas lo que provocaba que la cabeza empezará a punzarle. No se había dado cuenta de que estaba hiperventilando y se sentía como si poco a poco estuviera perdiendo la cordura.
—¡Ah! —empezó a gritar mientras se sostenía la cabeza y caía al suelo doblándose por la mitad del dolor que le producía el martirio constante de su cabeza. Lo único en lo que podía pensar era en porqué recordar era tan doloroso. Los exámenes del instituto siempre era eso, recordar. No podía entender porque ahora recordar algo que creía olvidado le resultaba tan doloroso.
Sus padres no se habían fijado en ella ya que Josh estaba tratando de hablar con alguno de los hombres tratando de explicarles que no eran malas personas, pero ellos no se inmutaban y seguían mirándoles fijamente con malas caras y con las armas en alto. Al escuchar gritar a su hija, ambos se dieron la vuelta para descubrir que estaba desplomada en el suelo sujetándose la cabeza con los ojos cerrados mientras jadeaba en busca de aire. El matrimonia se miró asustado. Josh se acercó a Laura con mucho cuidado.
—Hija, tranquilízate por favor —le suplicaba Josh sin llegar a tocarla, pero Laura no reaccionaba. No le escuchaba. Lo único que era capaz de oír era un continuo zumbido en sus orejas y un ligero sonido de fondo como de algo crepitar. Intentó taparse las orejas para que el ruido cesara, pero si intentaba mover un solo musculo el dolor de cabeza iba a más—. Por favor hija, tranquilízate, si no te descontrolaras y saldrá lo que siempre tratamos de esconder —Josh se empezaba a poner nervioso de no poder acercarse a su hija por si volvía a ocurrir algo parecido a lo que había ocurrido años atrás. Mónica miraba preocupada a todos lados, temiendo que el poder de Laura saliera a la luz y se descontrolara como había pasado en más de una ocasión cuando ella todavía era una niña.
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