
❋ Parte 5 ❋
El tema de la rosa fue rápidamente olvidado por Yeonjunn y descartado por Taehyun sin ningún problema. Después de esa noche juntos el joven dios consiguió la confianza necesaria para acercarse un poco más al dios mayor, lo cuál tenía muy contento a este último.
No es como que lo demostrara, pero Taehyun si notaba una ligera diferencia en su comportamiento.
—Podríamos ser amigos —propuso el pequeño dios estando ambos en sus tronos.
Porque sí, Yeonjun había construido uno para Taehyun al lado del suyo y del mismo tamaño, ya que lo había proclamado como su rey.
—¿Amigos?
Taehyun asintió con una media sonrisa.
—Sí, amigos.
—Si eso es lo que quieres, entonces seré tu amigo —aunque eso no quitaba el hecho de que Taehyun fuera suyo, y mucho menos de que lo deseara terriblemente, pero era algo, y Yeonjun estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que él quisiera.
—¿Siendo tu amigo cuales son mis probabilidades de salir del inframundo?
Si no se tratara de su amado Yeonjun abría rodado los ojos.
—Pocas, muy pocas.
—Pocas es mejor que nada —se encogió de hombros y balanceo sus pies sobre el trono—. Y... ¿qué haces aquí para divertirte?
—No hay "diversión" aquí.
—No hay a penas luz, no hay con quien hablar, no hay diversión ¡que aburrido es este lugar! —refunfuñó Taehyun adorable y se dejó caer perezoso sobre el espaldar del trono.
Para Yeonjun no se sintió nada bien ver a su amado de esa manera tan inconforme. Tampoco le gustaba que detestara tanto su hogar... aunque en el fondo Yeonjun también lo odiara.
Por eso duró siglos peleándose con sus hermanos después de ser marginado en ese hoyo lleno de almas en pena. Terminó acostumbrándose, pero hacer la vista gorda no convertía el sitio en un paraíso. Solo era resignarse.
Él quería que Taehyun fuera... feliz. Quería darle todo lo que tenía, pero al parecer nada de lo que poseyera era suficiente.
—Puedes jugar con Cerbero...
—Me da miedo.
—No tiene porqué, él no va a hacerte daño.
Taehyun lo miró como buscando la mentira, pero no había, Yeonjun confiaba ciegamente en su perro guardián.
—¿Cómo puedo jugar con él?
—Puedo enseñarte si quieres.
—¿Tu juegas con él?
—A veces...
Eso sí que fue una sorpresa.
Taehyun había pillado a Yeonjun acariciando una de sus tres cabezas y dándole cumplidos por hacer un buen trabajo, pero no literalmente jugando con el canino.
El perro volteó a mirarlos alzando sus orejas en cuanto llegaron a la entrada. Yeonjun hizo aparecer un hueso del tamaño del mismo Taehyun y le pidió que por favor se sentara sobre el para que Cerbero supiera que todavía no podía comerlo.
—Ese es su premio, hará lo que quieras ahora.
—¿Lo que quiera?
—Sí, lo que quieras.
Taehyun se permitió ser creativo. El bicho era muy grande y podría causar todo un estruendo en el infierno si le pedía hacer maronetas.
—¿Cómo se llama cada cabeza?
—Hobak, Aengdu y Odi —dijo mientras señalaba a cada una. Nadie nunca había preguntado, asimilando que Cerbero era su nombre oficial.
Taehyun se sintió raro cuando admitió para si mismo que era un lindo detalle darle a cada una su propio nombre.
—Bien. Van a bajar la cabeza al suelo cuando diga abajo, y la subirán cuando diga arriba —explicó. Los tres asintieron sacando la lengua y jadeando.
Entonces empezó el juego.
Yeonjun observó mientras Taehyun exclamaba《abajo, arriba, abajo ¡abajo!》Y las cabezas a penas lograban sincronizar la orden antes de cumplirla.
Fue así como el dios menor acabó riéndose a carcajadas y el perro ladrandose entre sí porque si no ganaban no iban a darles el premio.
Muchos intentos fallidos después y con muchas risas de por medio que dejaron a Yeonjun completamente fascinado Taehyun se apiadó del camino y se levantó para ofrecerles su premio.
—Fue un placer jugar con ustedes —dijo mostrandoles una cálida sonrisa.
—Puedes acariciarlo, eso le gusta —Yeonjun alentó.
Taehyun asintió emocionado y se acercó, una de las cabezas paró de comer y descendió lo suficiente como para ser alcanzada por el pequeño dios.
Taehyun titubeaba, así que Yeonjun se paró a su lado y acarició el pelaje con suavidad, luego alcanzó la mano de Taehyun y la guió para que lo imitara.
—Así.
—D-de acuerdo —Taehyun alzó su sonrojada cara.
Los dos se miraron con sentimientos encontrados. Taehyun no apartó su mano de la de Yeonjun. Había algo agradable y peculiar que hacía aparición cada vez que se tocaban.
Algo que a Taehyun empezaba a agradarle.
~❋~
El inframundo de pronto se volvió un sitio más que tolerable para Taehyun, lo cual lo alarmó, porque estaba empezando a olvidar sus responsabilidades en la tierra, a su madre, y las ventajas de su vida entre los mortales.
No recordaba lo que se sentía pasar un día entero bajo el sol, o pasar el rato con las ninfas, o cosechar. El tacto de los flores que tanto le gustaba empezaba a evaporarse en su memoria táctil, y cada vez que hacía el ademán con sus manos de tocar una flor terminaba cerrando su mano en un puño.
Todos estos pensamientos ocupaban su mente con tanta regularidad que Yeonjun se dio cuenta de que algo andaba mal con el chico.
—¿Hay algo que te moleste? —preguntó mientras paseaban por el inframundo, una actividad que llevaban a cabo casi a diario.
—No, nada...
—Tu ceño está fruncido —señaló, insistiendo en que algo no andaba bien.
—Vas a terminar enfadandote si te cuento.
—No me enfadare, te lo prometo.
Taehyun ladeó su cabeza y terminó accediendo a contarle lo que lo tenía tan preocupado.
—Extraño a mamá —confesó como llevaba tiempo sin hacerlo en voz alta—. Y extraño mis prados y mis árboles. Perseguir animales y hablar con personas. La luz del día y las estrellas por la noche.
Una opresión se instaló en el pecho de Yeonjun al caer en cuenta de nuevo en que él no podía ofrecerle a Taehyun ninguna de esas cosas. El mismo Yeonjun había prescindido de ellas por tanto tiempo que las había olvidado.
Quizás ese era el problema del chico, que no quería tener que olvidarlas.
—Yo podría... podría cumplir uno de tus deseos. A medias, pero podría.
—¿En serio? ¿Cuál de todos? —Taehyun se permitió emocionarse, pero no demasiado.
—Espera y verás.
El plan de Yeonjun no era nada del otro mundo, él simplemente le pidió a Taehyun que tomara un baño más largo ese día, y que esperara a que lo fuera a buscar.
Al encontrarse de nuevo Taehyun no supo que esperar, menos cuando Yeonjun se situó detrás de él y le cubrió los ojos con sus manos, guiándolo en sus pasos diciéndole cosas al oído que lo hicieron estremecer.
—Cuidado con los escalones —previno al pie de la escalera. Con eso Taehyun supo al instante que iban en dirección a sus tronos.
Se detuvieron instantes después en la cima y Yeonjun susurró en su oreja.
—Sorpresa.
Los ojos de Taehyun fueron liberados y al abrirse vislumbraron cientos de estrellas brillando en el techo del inframundo. Pequeñas luces que simulaban el cielo estrellado de la tierra, o incluso más hermoso que eso.
—¿C-cómo...? ¿Cómo lo creaste?
—El fuego no sirve solo para destruir cosas —explicó suavemente, orgulloso por su creación—. Si se usa sabiamente puede darte vistas como estas.
Yeonjun jamás había utilizado su poder para hacer algo parecido, nunca se le ocurrió, pero los anhelos de Taehyun y su convicción de hacerlo sentir como en su hogar lo llevaron a transformar su oscuro y tenebroso reino en un paraíso bajo el paraíso.
—¡Es hermoso! —gritó contento el pequeño dios—. ¡es lo más bello que he visto nunca!
Yeonjun medio sonrió por su claro entusiasmo. Se veía más inocente que nunca en ese momento, dándole una vista de lo que jamás podría tener.
Porque a pesar de que proclamara miles de veces que Taehyun era suyo, jamás lo sería realmente.
Y era triste, porque para Yeonjun lo más bello que había visto en su extensa vida eran los grandes ojos infantiles de su amado, que brillaban más que todas las estrellas en su techo.
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