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❋ Parte 4 ❋

El dios de la primavera escuchó toda la conversación de los dos dioses mayores. Desde un lugar en el que no pudieran verlo se enteró de la nueva  adquisición que Yeonjun poseía y del funcionamiento de la misma.

¡Era justo lo que necesitaba para lograr seducirlo y conseguir que lo sacara del inframundo!

Buscó la flor por todas partes y no dio con ella, por lo que la última opción más evidente es que el dios la cargaba encima.

Eso lo inquietó un poco. Taehyun solo podía suponer que Yeonjun estaba sopesando si utilizarla o no.

Durante una de sus comidas del día lo mandó a llamar, a conciencia de que no tardaría ni dos minutos en aparecer por la demanda.

—¿Me necesitas? —fue lo que dijo en cuanto llegó al comedor. Taehyun tragó saliva por su elección de palabras.

Asintió en silencio.

—Pide lo que quieras.

—No sé por qué sigues diciendo eso si ya te he dicho muchas veces lo que quiero.

—Y tu ya sabes qué opino al respecto —suspiró—. ¿Pero necesitas algo más?

—Eh... sí —con nervios miró en otra dirección—. Tu... ¿Podrías dormir conmigo esta noche?

Yeonjun se quedó pasmado por esa delicada e inocente proposición, que igual le causó un revuelo de emociones.

—Puedo. Lo haré. Si eso es lo que quieres...

Taehyun no lo quería. O eso creía, pero era necesario. Necesitaba tenerlo lo suficientemente cerca y desprevenido para quitarle la flor y usarla a su favor.

—En cuanto termine de comer, iremos.

—¿Tan temprano? —inquirio el dios.

—S-sí, estoy cansado.

Taehyun no quería que sospechara, pero los nervios lo estaban sobrepasando.

—De acuerdo, será como quieras —mientras tanto Yeonjun solo quería complacerlo, como llevaba diciéndole desde el principio.

A penas los dos estuvieron en la recámara ambos se volvieron completamente mudos. Taehyun no quería ni respirar y Yeonjun no encontró óptimo hablar si lo que iban a hacer era dormir.

Dejó que el más joven se recostara primero y luego lo imitó, dejando una distancia de medio metro entre ellos.

—B-buenas noches —Taehyun no sabía si decir aquello era absurdo tomando en cuenta que en el inframundo el día y la noche se percibían igual, pero lo dijo por costumbre. Porque su madre solía decircelo antes de dormir.

—Buenas noches Taehyun.

Después de un minuto de silencio el pequeño dios agregó.

—No puedes mirarme mientras duermo, debes dormir también.

Yeonjun soltó algo parecido a una risa.

—Me pediste que durmiera contigo, entonces, eso es lo que voy a hacer.

Se sintió extraño que Yeonjun siempre estuviera reafirmando que quería cumplir con todas sus exigencias —menos una— y que le tuviera una confianza ciega, como para dormir a su lado sin más.

Por la cabeza del joven pasó que si el dios de la muerte encontrara a otra persona, dios o mortal, que no tuviera lazos en la tierra, se sentiría mejor que con él.

Si Taehyun no tuviera tantas preocupaciones quizás no rechazaría tan abiertamente a un dios mayor, a pesar de que fuera el dios de la muerte.

A esas alturas ya se había dado cuenta de que Yeonjun no era como lo pintaban los humanos. No era cruel ni despiadado, tampoco gozaba del sufrimiento ajeno, y se le veía muy cariñoso con su grotesca mascota. Era bastante redundante y serio, pero no es como si esas características fueran malas. Solo lo eran para Taehyun que quería huir.

Él no tenía nada en contra de Yeonjun, solo que no podía ser suyo. Y eso tampoco estaba mal.

Escogiendo el momento óptimo de media hora para acercarse, Taehyun comprobó que el imponente hombre ya estaba dormido.

Con sumo cuidado se arrodilló a un lado del cuerpo inconsciente y pensó en donde podría empezar a buscar. Le daba vergüenza rebuscar debajo de las túnicas. Ya bastante afectado estaba por el bello rostro de parpados cerrados que tenía a poca distancia del suyo.

Alargó su mano y tanteo a un lado de su cadera.

La rosa estaba allí.

Tuvo ganas de chillar por su gran suerte pero se contuvo para poder sacarla sin despertar al contrarío.

Metió su mano debajo de la túnica oscura y sintió una chispa en su palma cuando hizo contacto con la suave piel del dios. Taehyun se sintió un poco desorientado pero siguió con su misión, arrebatandosela poco a poco. Estaba por culminar, solo faltaba la mitad del tallo cuando una mano sostuvo su muñeca.

Yeonjun había despertado y lo estaba mirando con evidente confusión.

—¿Qué haces?

—¡Nada! —dijo soltando la flor empezando a temblar por el miedo. Yeonjun no soltó su muñeca, solo aflojó el agarre.

—¿Para qué la querías? —preguntó con su semblante volviendo a la normalidad, apacible.

—No es nada, es que hace mucho que no veía una rosa —mintió, pero no del todo, porque eso último si que era verdad—. Soy el dios de la primavera, ¿lo olvidaste?

Yeonjun asintió aceptando esa explicación.

—Si me la hubieras pedido te la habría dado —declaró liberando a Taehyun de su agarre.

—¿En serio?

Yeonjun suspiró con derrota, reiterando en lo mismo.

—Te lo he dicho, cualquier cosa que quieras te la daré. Aunque esta no sea una flor común —lo vio directamente a los ojos—. ¿La quieres?

Taehyun se sintió abatido al darse cuenta de que todo pudo ser más sencillo solo por el hecho de que Yeonjun tenía sentimientos por él.

Estuvo a punto de jugar con eso, de usarlo a su favor.

Se sintió incorrecto.

—No, está bien...

—¿Seguro?

—Sí, solo durmamos.

~❋~

Sana se instaló en las puertas del Olimpo con firmeza y solicitó la presencia del dios del rayo. En principio este estaba reacio a recibirla, pero ella fue lo suficientemente insistente como para llamar su atención.

—Sana, querida, ¿qué se te ofrece? —habló Namjoon sin mucha emoción.

—Estoy mal Namjoon. Ya debes haberte enterado de que mi hijo Taehyun está en el inframundo. Yeonjun se lo llevó —explicó cada vez más angustiada.

—Eso pasó hace más de un mes, pensé que ya lo habías dado por perdido —admitió prepotente.

—Es mi hijo, jamás me rendiría en buscarlo si sé que hay una posibilidad de encontrarlo.

—Yeonjun lo trata bien, eso me han dicho —comentó quitándole importancia, reciclando algo de la última charla que tuvo con la diosa Nayeon.

—Namjoon, dejando de lado mi juicio hacia el dios de la muerte está el hecho de que Taehyun también es un dios, ¡la tierra lo necesita!

—El dios de la primavera, ¿qué tan grave puede ser para los humanos que unas flores se marchiten y se junten un par de nubes?

Sana se sintió un muy indignada por la forma tan despectiva de hablar del dios mayor y la abierta infravaloración al importante trabajo de su hijo, pero utilizó la poca calma que le quedaba para utilizar su último recurso.

—Escucha, Namjoon, si mi hijo no regresa voy a deprimirme de por vida, estos días no he dormido ni comido por el dolor, y he venido aquí con nada más que fe en ti. Pero si no puedes hacer nada por mi y Taehyun, entonces yo no voy a hacer nada por los cultivos de los hombres, y la tierra de los mortales caerá en desgracia.

Su prédica fue contundente, no había rastro de duda o flaqueza. Ella había decidido dejarlo todo si no tenía a su hijo consigo, y nadie podría hacerla cambiar de opinión.

—Me temo que no puedo hacer nada por ti. Así como yo reino en el Olimpo, Soobin los mares, y los humanos se encargan de la tierra, Yeonjun se encarga del inframundo. Si él tiene al muchacho solo él puede devolvertelo.

Sana asintió decepcionada.

—Bien, que no se diga que no te lo advertí.

Esas fueron sus últimas palabras antes de bajar del Olimpo.

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