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La boda

Sábado , 9 de junio

Era un día soleado y perfecto. La mansión de los Malfoy estaba decorada con bellas capas y tiras de colores. Y es que no era para menos, el heredero de los Malfoy, Draco, se iba a casar con la heredera de la familia Greengrass, Astoria. Todos estaban muy emocionados por esta unión que aportaría tanto dinero y fama a las dos familias.

—Draco, estoy tan orgullosa de ti —le dijo su madre aquel día, mientras le acomodaba la corbata en su sitio—. No te voy a mentir, cuando eras un adolescente estaba muy preocupada. Tu padre me decía que me tranquilizara, pero yo no podía. ¡Ahora, mírate! Al fin y al cabo, has madurado, y ahora te vas a casar, como teníamos planeado.

Draco asintió mirando por la ventana, sin escuchar lo que decía su madre. ¿Estaba contento? La respuesta era simple, no. ¿Se iba a casar? Sí, ¿qué otro remedio tenía? No iba a revelarse contra su familia, no iba a escapar de casa.

—Gracias, mamá —le respondió el chico sin ánimos.

La mujer lo miró sonriente y, salió por la puerta, despidiéndose de su hijo. Draco suspiró. Astoria Greengrass. La verdad es que no estaba tan mal para ser un matrimonio arreglado, pero al fin y al cabo, él no había elegido con quien casarse. Siempre soñó con casarse con la persona que amase, con tener muchos hijos y ser un buen padre, pero, desde pequeño, Draco sabía que eso no sería posible. Eran las consecuencias de ser un Malfoy, supongo.

—Bueno, lo superaré —susurró en medio de la soledad que lo rodeaba.

Luego, observó a su alrededor. Seguramente, en ese momento, los invitados estaban llegando. Y, aunque la mayoría eran familiares o patrocinadores, el rubio había insistido en invitar, también, a sus compañeros de clase en Hogwarts. Hacía tan solo unos años que había terminado la escuela, y por eso creía oportuno que, además de sus mejores amigos, algunos alumnos con los que había compartido tantas horas en su adolescencia acudieran a su boda. La mayoría, había negado la invitación, claro está. Draco admitía que en sus años escolares, no había sido demasiado amable, pero, confiaba en que pudieran perdonarlo y acudir a aquel evento tan especial. Y aunque no lo admitiría nunca, necesitaba que ellos estuvieran allí para apoyarlo.

—Por lo menos los héroes del mundo mágico han venido.

Él miró por la ventana y vislumbró entre toda esa gente, un pelirroja y una castaña hablando animadamente. Sonrío y negó lentamente con la cabeza. Weasley y Granger, quién lo iba a decir. Tantos problemas que habían tenido en Hogwarts, y ahora se alegraba de verlos juntos y felices. Al menos ellos podían estar con quien quisieran y no con quien determinaran sus padres. En ese momento, el rubio escuchó unos golpes en la ventana.

—¿Hola? —preguntó.

Luego, se percató de quien era. La figura le sonrío y se acercó a él. Tenía esa elegancia que volvía loco a Draco, esa dulzura tan agradable.

—Has venido —le dijo el rubio.

—Sí, ¿cómo no podría hacerlo?

Se besaron con una pasión difícil de olvidar. Y entonces, Draco sintió que volaba, y ya no importaba todo lo demás.

(...)

—¡Draco!

El rubio se giró solo para encontrarse con una morena que venía hacia él corriendo. Cuando se encontraron, Pansy lo abrazó fuertemente, sintiendo el aroma del chico impregnarse en su piel.

—Hola, Pansy.

Ella lo miró ofendida y se cruzó de brazos.

—¿Cómo que "Hola, Pansy"? ¡Llevamos dos meses sin vernos y tú solo me dices "Hola, Pansy"! —exclamó la chica, negando con la cabeza—. Vale, vale, lo comprendo, Malfoy. Ya no me quieres, no pasa nada. Todas esas aventuras que hemos vivido juntos desde que tenemos memoria no importan, tiras todos los recuerdos a la basura. ¡Nuestra amistad no era más que una simple mentira!

La moreno fingió que lloraba con desesperación. En ese momento, Draco escuchó una carcajada a su espalda, y supo perfectamente quien era.

—Tranquila, reina del drama —dijo Blaise, rodeando a el rubio con un brazo.

El chico abrió mucho los ojos y abrazó a su amigo.

—¡Blaise!

Pansy lo miró sorprendida y se encogió de hombros.

—A él sí que lo saludas como es debido, pero a tu amiga de toda la vida, no. —La chica negó con la cabeza—. Esta te la devuelvo, Draco Malfoy.

Draco, sin parar de reír, le dio un suave golpe en la cabeza.

—Pansy, no seas dramática.

Ella sonrió y abrazó a Blaise. Luego, Draco se unió al abrazo de sus dos amigos y el trío se quedó así unos minutos. Sus mejores amigos estaban allí, y eso reconforto a el rubio. Ellos eran los único que podían animarle en momentos como ese, momentos que preferiría desaparecer para siempre. No quería ver a Astoria, no quería casarse. Finalmente, se separaron.

—¿Y cómo estás llevando todo esto, amigo? —preguntó Blaise.

Draco se encogió de hombros, sin saber que decir.

—¿Que me voy a casar con una chica que a penas conozco y que, por supuesto, no quiero? Genial, gracias por preguntar, Blaise —ironizó el rubio.

Pansy sonrió con tristeza, sintiendo la situación por la que estaba pasando su mejor amigo. A ella, meses atrás, le habían ofrecido un prometido, pero se había negado rotundamente. Y aunque sus padres no le habían vuelto a hablar desde aquel día, estaba feliz de la decisión que tomó.

—Todo saldrá bien, te lo prometo, —Pansy le agarró la mano con delicadeza, y Blaise asintió con la cabeza.

Draco les sonrió, dándose cuenta de los afortunado que era por tenerlos.

—Gracias, chicos —dijo, y luego, con una mueca, observó como Astoria se acercaba a ellos—. Merlín, ya viene. Me tengo que ir, suerte con ella.

Blaise y Pansy lo miraron fastidiados mientras el rubio empezaba a correr y desaparecía de su vista. Los dos, soltaron una carcajada. Hay cosas que, por mucho que pasen los años, nunca cambian.

(...)

—¿Dónde se ha metido ese hombre? —preguntó Astoria sintiendo como su cuerpo se contraía de rabia.

Nadie veía a Draco desde hacía más de una hora, y la cerimonia estaba a punto de empezar. Daphne, su hermana, la intentaba consolar alisándole bien el vestido.

—Tranquila, Astoria, todos lo están buscando, pronto aparecerá —le dijo—. Seguro que está en el baño vomitando por los nervios.

La castaña soltó una risa nerviosa.

—No sé, pero espero que venga pronto, o esta boda será un desastre. —La novia se lamentó mientras apartaba suavemente a su hermana.

Ésta la miró un momento y sonrió.

—Estás preciosa, Astoria.

La mujer iba a responder, peor en ese momento un azabache apareció a escena.

—¿Va todo bien? —preguntó.

Daphne lo fulminó con la mirada. "Estúpidos Gryffindor, que quieren siempre solucionar tus problemas".

—No, Potter, no lo han encontrado —respondió, poniendo los ojos en blanco—. Y que seas auror no te da derecho a ponerte en asuntos personales.

El chico frunció el cejo y negó con la cabeza.

—Te equivocas, Greengrass, pero esto deja de ser un asunto personal si a Malfoy le ha pasado algo. Es imposible que se haya perdido por su propia casa, y dudo mucho que haya ido a esconderse. Puede tratarse de algo grave.

Astoria suspiró y evitó soltar un sollozó que subía por su garganta. ¿Y si Draco había tenido algún problema? No se lo perdonaría nunca, y además se habría quedado si marido. Y luego, ¿qué pasaría? No quería ni imaginárselo.

—A Malfoy no le ha pasado nada. —Daphne se cruzó de brazos en una pose amenazadora—. Ahora, puedes irte.

Harry se dio la vuelta para salir por la puerta, pero, de repente, unos pasos se escucharon y los tres jóvenes miraron hacia el pasillo. Por la puerta, entró una Ginny Weasley muy espantada. Tenía la frente llena de sudor, y sus manos temblaban violentamente.

—¡Harry! —exclamó—. ¡Oh, es terrible! ¡Draco ha aparecido!

Astoria abrió mucho los ojos con sorpresa.

—¿Dónde? ¿Está bien?

La pelirroja negó lentamente con la cabeza, intentando decir esas palabras que lo cambiarían todo.

—Él... está muerto.

(...)

Todo parecía muy tranquilo. La gente permanecía callada, sin acabar de asimilar lo que acababa de pasar. Astoria lloraba desconsoladamente en los brazos de su hermana, que le acariciaba el pelo. Pansy parecía a punto de desmayarse, y Blaise no podía evitar la lágrimas que resbalaban por su rostro. Ginny era consolada por Ron y Hermione, que la abrazaban con fuerza. Y los señores Malfoy, parecían de hielo, no desprendían ninguna emoción.

—Señor Potter, ¿qué ha pasado?

Harry se giró para encontrarse a los aurores que había llamado hacía solo un instante. Uno era alto, robusto y rubio, mientra quebel otro, parecía sacado de una película de terror, con esos ojos salidos y su pelo castaño. El azabache suspiró.

—Hola, buenos días, ¿son los encargados del caso? —Los dos asintieron a la vez—. Pues ya sabrán que yo no puedo contribuir, aunque sea auror. Si quieren hablar conmigo será como testigo.

Ellos asintieron, no muy conformes con la idea de no tener al gran Harry Potter ayudándolos en el caso.

—De acuerdo, señor Potter —dijo el rubio—. Yo soy el auror Avery, y él es el auror Goldstein. Es un placer hablar con usted.

El azabcahe asintió y miró seriamente a los dos muchachos que tenía frente a él.

—¿Tenéis alguna idea por donde empezar?

Goldstein asintió lentamente.

—Tenemos una lista de personas que no estaban en la ceremonia cuando Draco Malfoy desapareció, y por lo tanto, podrían ser los asesinos. Pero, de todas esas, hemos descartado las que, aparentemente, casi no tenían relación con él —explicó el moreno.

—Decidme sus nombres, los nombres de los sospechosos —ordenó Harry.

—Pansy Parkinson, Blaise Zabini, Astoria Greengrass, Seamus Finnigan, Neville Longbottom,  Hermione Granger, Ron Weasley y Lavender Brown.

Harry suspiró.

—Interrogarlos a todos.

Los dos aurores se miraron confundidos.

—Pero, señor, sus mejores amigos están en esa lista —dijo el rubio.

El azabache asintió y apartó la vista de los dos hombres.

—Lo sé, y no me importa. Todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario, incluso ellos. Tenéis que descubrir quién mató a Draco Malfoy cueste lo que cueste.

Dicho esto, Harry se fue a paso lento, observando a todos con cautela, como si con una sola mirada, pudiera leer los pensamientos de las demás personas.

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