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[B.Z]

Blaise Zabini

The boy of the pure heart, who tried everything for his friendship

†††

Sábado, 9 de junio

—Está todo preparado, Pansy —le susurró Blaise a la azabache, intentando que nadie los escuchara.

Ella asintió, con una mueca en la cara. Era el momento que habían estado esperando, era el momento oportuno. Estaban nerviosos, sí, pero ahora ya no podían arrepentirse de su decisión.

—Bien —asintió la chica—. No me puedo creer que estamos a punto de hacer esto.

Blaise se encogió de hombros, concordando con su amiga. Nunca había hecho algo similar, pero de todo, hay una primera vez, ¿no?

—¿Tienes la ropa necesaria? —preguntó Pansy.

—Sí, todo en orden.

—¿Y también la varita?

—Claro.

—¿Seguro? Es muy importante, recuerdo que si algo va mal, es nuestro fin —dijo la azabache preocupada.

—Sí, ya te he dicho que todo está bajo control. ¿Vas tú o yo? —peguntó el moreno mientras agarraba la mochila.

—Mejor tú, yo tengo algunos asuntos pendientes. —Pasny apartó la mirada del chico y sonrió.

Blaise asintió y se colgó la mochila en la espalda. Le dio un corto beso en la mejilla a Pansy, y luego, se giró.

—Adiós, y tranquila, todo saldrá bien —dijo, justo antes de desaparecer.

Pansy se despidió con un mano y una mueca de tristeza en el rostro. Después, volvió a la fiesta, sumergida en sus pensamientos.

(...)

El chico corría entre los bosques, buscando a su mejor amigo. ¿Dónde se había metido ese idiota? Miró en todos los sitios posibles, pero parecía que, simplemente, había desaparecido. Sintió como las piernas le temblaban, y se apoyó en un árbol para recuperar la respiración, que se le había acelerado peligrosamente. A lo lejos, vio el lugar donde se celebraría la boda, y suspiró. Draco nunca iba a llegar a ella, y Blaise se iba a encargar de eso. Observó la mochila que llevaba a la espalda, en ella tenía todo lo necesario. Llevaba ropa de sobras, unas cuantas linternas, comida para sobrevivir hasta que encontrar un sitio en el que quedarse, algunos medicamentos, y su varita. Todo estaba preparado, como le había pedido el rubio. Blaise empezó a correr de nuevo, en dirección al lago. ¡Sí, claro, Draco seguro que estaba allí! Los árboles eran cada vez menos, y eso significaba que estaba a punto de llegar.

—¿Draco? —preguntó a la oscuridad de la noche cuando estuvo frente al lago.

Nadie respondió, y eso preocupó al moreno. ¿Y si le había pasado algo a su amigo¿ ¿Y si no podían ejercer su plan? Observó todo el territorio. No había nadie, ni una sola alma.

—¡Draco! ¡Soy yo, Blaise!

El silencio seguía presente. Las piernas de el chico temblaban sin control, y sus ojos estaban muy abiertos, con preocupación, intentando vislumbrar algo. Una idea se le cruzó por la cabeza. Abrió la mochila y sacó una de las linternas para iluminar bien el espacio. Su luz era blanca, y Blaise pensó que, si finalmente Draco estaba allí, gracias a la iluminación sería mucho más difícil escapar.

—¡Vamos! ¡No nos queda tiempo!

De repente, sintió como unas hojas se movían a su derecha, y se giró rápidamente. No podía vislumbrar quien era la figura que había salido de entre la oscuridad. Parecía flotar, y sus caderas se tambaleaban débilmente.

—¿Eres tú, Draco? —preguntó.

La persona soltó una carcajada, y Blaise supo distinguir que era una chica. Sus hombros se undieron delante de la decepción, no era Draco.

—¿Qué haces tan solo por aquí, Blaise?

El chico reconoció de inmediato esa voz. Una de sus compañeras de curso, la chica de la que había estado enamorado años atrás, pero que, ahora, era solo un simple recuerdo. Y luego, la vio, con su vestido de gala y su sonrisa de lado. Vio sus perfectos ojos mirándolo, sus caderas y sus largas piernas. Vio su pelo, sujetado con una trenza, y como brillaba bajo la luz de las estrellas. La vio a ella, vio a Daphne Greengrass.

—Hola, Daphne —la saludó sin ánimos.

Ella lo miró muy de cerca.

—¿Por qué no estás en la boda?

 Blaise se quedó callado, sin saber qué responder. ¿Por qué no estaba en la boda? Se hacía esta misma pregunta, y solo había una respuesta: por amistad. Quería a Draco, él era su mejor amigo, y no iba a permitir que se casara con alguien que no quería, no iba a permitir que su vida se arruinase.

—No te importa —respondió el moreno, y guardó la pequeña linterna en la mochila otra vez.

Daphne lo observó durante un momento, como si pudiera leer sus pensamientos. Vio como abría la mochila e insertaba el objeto. Entrecerró los ojos, hasta que al fin lo comprendió. Luego, se tapó la boca con las manos, sorprendida y decepcionada a la vez.

—¡Oh, por Merlín —exclamó, y Blaise la miró—. ¡Ibais a escapar!

El chico le indicó silencio.

—Sí, grítalo más fuerte, creo que en Hogwarts aún no te han escuchado. —Blaise sonrió irónico, empezaba a irritarse con el comportamiento de la chica.

La rubia lo miró incrédula. No se podía imaginar qué podría haber pasado si ella no hubiera estado junto al lago en el momento exacto. ¿Se habrían ido? Astoria, si al final no se casaba, iba a estar llorando durante una semana entera.

—No lo puedo creer —susurró la chica—. Pensaba que eras un buen chico, Blaise Zabini, ya veo que me equivocaba. Estabas a punto de destrozar el sueño de mi hermana. —Daphne negó con la cabeza—. Ya verás lo que ocurre cuando Astoria se entere de esto.

La chica hizo ademán de irse, pero el moreno le agarró el brazo, impidiendo que ella se moviera. No podían decirle a nadie su plan de fuga, no, si querían que saliese bien. Habían estado trabajando días en esto, simplemente, no podían rendirse solo porque Daphne los hubiese descubierto. Eran más fuertes que todo eso.

—¡No!—gritó,y la chica se retorció ante la presión en su brazo—.Daphne, no se lo puedes contar. Por favor, es muy importante.

La rubia se deshizo de su brazo.

—¿Crees que voy a traicionar así la confianza de mi hermana? No, es demasiado tarde para arrepentirse.

Entonces, Blaise sintió como la rabia inundaba sus venas, y eso no era nada bueno. Agarró su varita lentamente, con fuerza, y la levantó, apuntando al corazón de la rubia.

—Avada Kedavra.

Daphne vio toda su vida pasar delante de sus ojos. La luz verde que lanzó el moreno, estuvo a punto de impactar contra su pecho, pero la rubia se apartó de repente, asustada y agarrando la varita. Luego, miró a su antiguo compañero con terror.

—Has intentado matarme —susurró, y sintió como una lágrima resbalaba por su mejilla.

Blaise respiraba aceleradamente, y cuando fue consciente de lo que había estado a punto de hacer, se llevó las manos a la cara, arrepentido.

—Lo siento, lo siento —sollozó en medio de la oscuridad—. Daphne, de verdad que lo siento. La presión por rescatar a Draco me ha podido. Lo siento, yo no quería hacerte daño.

Daphne negó lentamente. La verdad, es que sentía pena por el muchacho.

—No voy a hablar con nadie sobre esto. —Blaise levantó la cabeza—. Ni de que me has lanzado la maldición asesina, ni de que querías escapar. A no ser, que, al final, huíais, luego, irás a Azkaban —dijo—. Ahora, me voy, tengo que ayudar a mi hermana con el vestido.

Blaise asintió y la chica desapareció de su vista, no sin antes mirar al moreno por última vez. El chico se quedó solo en el bosque, sintiendo como su mundo iba a derrumbarse. ¿Qué podía hacer a continuación?

(...)

Se quedó unos minutos ahí, tumbado entre las sombras, llorando. Cuando al fin se levantó, se dirigió hacia unas luces cercanas. Estaba lleno de aurores por todas partes, pero la gente seguía en la boda, comiendo y disfrutando. Uno de ellos, se acercó al moreno, que parecía aturdido.

—Joven, ¿qué haces por esta zona? —preguntó.

Blaise lo miró un segundo. "Miente", se dijo.

—Estaba descansando un poco.

El auror asintió.

—¿Cuál es tu nombre?

—Blaise Zabini.

El hombre, abrió mucho los ojos, reconociendo de inmediato al chico.

—¿El mejor amigo de Draco Malfoy?

—Sí.

—Creo que tiene que acompañarme.

Blaise frunció el cejo, sin acabar de entender a que se refería.

—¿Por qué?

Y en ese momento lo vio. Su amigo estaba tendido en una camilla, donde varios oficiales lo examinaban. No respiraba. Su belleza era la misma, pero a él..., a él le faltaba vida. El auror que estaba hablando con el moreno, lo miró apenado.

—Lo han encontrado muerto —explicó—. ¿Sabe algo al respecto?

Blaise no respondió, no podía responder. La falta de tacto del inspectoe lo había desconcertado. Tenía un nudo en la garganta imposible de evitar. Las lágrimas empezaron a salir de nuevo, y ya no había vuelta atrás. El chico no recordaba si gritó, solo recordaba sentir como caía en un pozo, un pozo que no parecía tener fondo. Caía, caía y caía, y nadie lo podía parar. El auror seguía hablando, pero el moreno lo ignoraba.

"Tengo que encontrar a Pansy" pensó justo a antes de echar a correr.

†††

Lunes, 11 de junio

—Creo que no lo entiendo, ¿me estáis acusando de un asesinato que, por supuesto, no cometí?

Los dos aurores se miraron entre ellos delante de postura del moreno, que parecía a punto de explotar.

—Creo que somos nosotros los que no lo entendemos a usted —dijo Avery—. ¿Por qué no nos explica que hacía en los bosques a esa hora?

El chico se encogió de hombros.

—No les importa.

Goldstein abrió uno de los cajones y sacó una bolsa de plástico. Blaise reconoció de inmediato su contenido, y se pudo pálido.

—¿Sabe qué es esto, señor Zabini? —preguntó Goldstein.

—Mi varita —respondió el muchacho.

—Exacto, ¿y sabe qué hemos encontrado en su varita? —El chico negó—. Hemos encontrado la maldición asesino. Así que, ¿quiere hablar, o lo enviamos directo a Azkaban?

Blaise suspiró y sus ojos se ahogaron en lágrimas de pura impotencia.

—Yo no le hice nada a Draco, lo juro —susurró apartando la vista de lo aurores—. Era mi mejor amigo, íbamos a escapar para que no tuviera que casarse. Pero alguien apareció y lo arruinó todo.

—¿Quién?

—Daphne Greengrass. —Blaise los miró a los ojos, desafiante—. Y no se cómo, pero me enfadé y, simplemente, fue un impulso.

Avery y Goldstein se miraron sin saber que creer.

—Entonces, ¿nos está diciendo que intentó asesinar a la cuñada de la víctima? —preguntó el rubio.

—¡No! ¡Solo quería que me dejara en paz!

—Asesinándola —dijo Goldstein.

Blaise negó con la cabeza y suspiró.

—Da igual, podéis creer lo que queráis. Nada importa, ya no.

Goldstein tosió en señal de incomodidad.

—Muy bien, señor Zabini, ya sacaremos nuestras propias conclusiones, gracias.

Blaise salió de la sala con los hombros hundidos y los ojos fijos en el suelo.

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