ESCRIBIR SOBRE MI PAÍS
Cuando era una joven lectora, lo único que quería era viajar a mundos que estaban más allá de mi alcance, más allá del alcance de cualquier mortal. Hogwarts, Narnia, la Prehistoria de Michelle Paver. Esos eran los sitios que me quitaban el sueño. Cuando los años pasaron, aún quería ir a esos lugares, pero se fueron añadiendo otros que, aunque existen en este plano de la realidad, tenían la misma carga mágica para mí: Londres, Nueva York, Barcelona. Ahí ocurrían las historias que me gustaban. Tan sumergida estaba en esas ciudades, que al momento de idear la trama de El Club, lo ambienté de inmediato en Estados Unidos, específicamente en Boston. Sí, mis personajes eran gringos, tenían todos nombres gringos y eran... eran gringos XD. Ahora lo pienso y me da risa, pero por esa época tenía todo el sentido para mí. Nunca me detuve a pensar en el trabajo de investigación que eso implicaría, en cómo afectaría los diálogos e incluso la personalidad de mis personajes. Para mí era natural que un libro, sobre todo uno juvenil, estuviera ambientado en otro país. Y era natural porque Chile me parecía muy, muy, muy aburrido.
Tuvo que pasar mucho tiempo para algo hiciera click en mí. De hecho, el cambio no fue a raíz de mi propia inteligencia o meditación o madurez literaria. No, para nada. Llegó de la mano de un escritor chileno llamado Jorge Baradit. Es difícil explicar sus libros o su estilo; es muy propio, sobre el todo el que destilan sus primeras obras. Pero lo importante es que Baradit escribe acerca de Chile. Y no escribe acerca de Chile porque ponga nombres de calles o porque sus personajes tengan nombres típicos de acá. Los libros de Baradit destilan una chilenidad (por llamarlo de algún modo) que es difícil de encontrar en otros escritores. Es capaz de hacer una novela fantástica dejando de lado los típicos duendes y dragones (lo siento Ciruela), para usar las criaturas de nuestra mitología, ya sea chilena o latinoamericana.
De tanto leer a este hombre, se me fueron olvidando un poco Barcelona, Madrid, Nueva York, Boston, Londres (bueno, esta no tanto, por Sherlock XD) y todas esas ciudades tan interesantes y lejanas y comencé a mirar a mi alrededor, a lo que era más cercano para mí, aquello con lo que estaba conectada de manera más profunda. Y Chile, que antes me parecía tan aburrido, adquirió otro aspecto en mi mente. Me di cuenta, por ejemplo, que para alguien que quisiera escribir de fantasmas, mi país era el terreno de cultivo perfecto. Es decir, acá no hay persona que no haya tenido o no conozca al menos una historia de fantasmas. No es raro conocer una casa embrujada, o escuchar anécdotas de almas en pena. Si hasta tenemos un verbo para el fenómeno, que, por lo que me han dicho aquí, no está tan extendido por Latinoamérica.
Y yo estaba desperdiciando todo esto por Boston...
No digo que escribir sobre otros países esté mal. No descarto la posibilidad de escribir en un futuro próximo un libro que esté ambientado en algunas de esas ciudades, o en alguna diferente. La idea es expandir los horizontes si las obras lo requieren. Pero creo que una de las mejores ideas que he tenido en esta especie de carrera literaria es trasladar mi libro y mi saga a mi país, a mi continente. Siento que se lo debo, aunque no en ese tono patriota o político panfletista, sino porque Chile también tiene cosas que contar y yo me estaba negando a esa posibilidad en pos de la moda de los ciudades y países más llamativos. Porque lo cierto es que no había una razón de peso para que mi historia estuviera ambientada en Boston o en alguna ciudad gringa o europea... la elegí por defecto, porque para mí era obvio en esa época. Ahora, en cambio, el hecho de que El Club esté ambientado en el sur de Chile, en unos años que son el preludio de un desastre histórico, lo define todo de forma muy interesante para mí.
Disfruto más al escribir mis libros desde que son historias chilenas, desde que mis personajes comparten ese rasgo, que puede parecer superficial, conmigo.
Me gusta mucho cuando me topo con un libro en Wattpad que me muestra un país que se sale de lo típico y que, más aún, se conecta con el autor. Entiendo que hay géneros en los que esto es más difícil, como la Fantasía, pero tampoco es imposible. Por ejemplo, en la novela de CiruelaAcida, hay pasajes que me recuerdan mucho a mi país, sobre todo a ciudades como Valparaíso o Pucón. Hay algo en sus personajes que se me hace muy latinoamericano, aunque no sé explicar muy bien por qué. Claro, su mundo está inmerso en una ucronía, pero sigue siendo América, es obvio que sienta a sus personajes como gente de este continente. A lo que me refiero es que acá se nota una intención de salirse de lo típico, de lo esperable. Hubiera sido fácil ambientar la novela en Europa, lugar lleno de Bosques; sin embargo, Ciruela eligió América y eso vuelve todo mucho más cercano para mí. Hasta caigo en la ilusión de que en cualquier momento me encontraré con un Gaspar y su mochila llena de lápices y su libreta.
Podrán decir que el país en el que nacemos no nos afecta, pero eso es una sucia mentira. El contexto es parte de nosotros, aunque no es lo único que nos define. Somos una fusión de muchas cosas y el lugar en el que nacimos es una de ellas. A veces me pregunto cómo hubieran sido mis personajes de haber mantenido la anterior ambientación, porque estoy segura de que no serían los mismo. A veces me pregunto cómo hubieran sido, pero la verdad es que no me interesa averiguarlo. Los gringos llevan mucho tiempo escribiendo sobre ellos y lo seguirán haciendo. En la actualidad, prefiero descubrir los secretos del lugar en el que nací, no de un sitio que ni siquiera conozco en persona.
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