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COLETTE Y LA AUTORÍA


Hace más o menos una semana se estrenó en Chile la película Colette, una biopic protagonizada por Keira Knightley y Dominic West. Debo reconocer que soy muy fan este subgénero del cine, sobre todo de aquellas que tratan de escritores o artistas. Así que cuando supe de esta película, aunque no conocía a Gabrielle Colette, me propuse verla. Y lo hice. Pero si escribo esta entrada no es para darles mi opinión sobre la misma, sino que lo hago con el fin de utilizar lo visto para aprender algo nuevo o reflexionar en torno a un problema relacionado con el oficio de escribir. A raíz de esta entrada se me ocurrió seguir haciéndolo con otras películas, porque está lleno de productos audiovisuales sobre escritores. De verdad, lleno. Y yo he visto muchas de ellas, así que he aprendido que siempre se puede sacar algo de ellas, aunque sigan siendo películas que están basadas en la realidad, pero no que no necesariamente se apegan totalmente a estas (como Bohemian Rhapsody). 

Siento que en general, este tipo de películas logran, en mayor o menor medida, transmitir lo que puede llegar a ser un escritor en distintos niveles y eso siempre es grato de ver para mí. Más allá de su calidad o de que sean más o menos apegadas a la verdadera biografía del escritor retratado, casi siempre que las veo me ayudan a replantearme cosas y analizar mi proceso creativo o los sentimientos que me provoca lo que considero mi vocación. Así que creo que usar este tipo de películas como base para futuras entradas puede ser interesante. 

Pero ya dejemos las introducciones y concentrémonos en Colette.

¿QUIÉN ES COLETTE?

Gabrielle Colette fue una escritora francesa que nació en la segunda mitad del siglo XIX y que murió a mediados del XX. En vida gozó de bastante fama por su calidad literaria y su tendencia al escándalo, ambos puntos que la hacían muy atractiva en la sociedad francesa de la época. La película comienza cuando ella es una joven y termina tras su separación con Henry Gauthier-Villars, un reconocido escritor parisino quince años mayor que ella y con quien no solo se casa, sino que inicia su carrera literaria. Y en torno a lo último que surge la problemática de la película y lo que más me interesó. 

Para comprenderlo, debemos analizar un concepto  presente en el mundo literario incluso desde sus más pretéritos inicios. Quizás no siempre se le llama con el nombre más común y que ustedes pueden que hayan visto por ahí, por ejemplo en el título de una película. Pero, independiente de cómo se diga, los Escritores Fantasmas (lo reconozco, me fascina el nombre xD) han pululado desde la antigüedad en los anales de la escritura. Se cree, por ejemplo, que Homero no escribió sus epopeyas, sino que era un colectivo de escritores que firmaban bajo un nombre común y que con el paso de las décadas y de los siglos se condensó de la figura del autor ciego que conocemos gracias a los bustos. Shakespeare según algunos tampoco escribió sus obras, sino que el hombre que la historia ha considerado como el autor de Hamlet, Romeo y Julieta y tantas otras era solo la cara visible, pero que tras de sí había un hombre o mujer que buscaba cuidar su identidad. Hay teorías de que se trataba de Ben Johnson, contemporáneo de Shakespeare, o algún miembro de la corte isabelina que debía proteger su buen nombre y no podía andar por ahí diciendo "yo escribí esto que hasta el bajo pueblo disfruta tanto". En siglos posteriores, con la mecanización del oficio de escritor y respaldados por los grandes tirajes de obras que hasta se publicaban en los diarios, surgió el rumor de que ciertos autores usaban a escritores fantasmas para publicar más seguido. ¿Algún nombre que nos suene entre los posibles culpables? Pues Alejandro Dumas, que como buen francés los llamaba "negros literarios" a los que escribían para él. Desde el extremo opuesto tenemos a Paul Auster quien trabajó como escritor fantasma en sus primeros años. 

Estas teorías, sean o no ciertas, asumidas por el canon literario o todavía sujetas a estudio, guardan en su interior la misma idea: la de un escritor de renombre que utiliza a otros para que escriban por él y luego firma los manuscritos con su nombre, llevándose todo el reconocimiento. Esto era lo que hacía Henry Gauthier-Villars, a quién llamaremos Willy desde ahora. Para él, la escritura era un empresa y su nombre una marca que había que poner en productos que debían impactar a la opinión pública. Para eso tenía un par de escritores (al menos eso nos muestra la película) a quienes ni siquiera podía pagar debido a sus costumbre de hombre vividor, asiduo a las apuestas y a los placeres de cualquier tipo. Vemos que al principio tiene algunas ideas propias que comunica a sus trabajadores para que las pongan sobre el papel, pero jamás escribe ni una por sí mismo. Incluso sus cartas debían ser corregidas y cuando, ya cerca del clímax y el desenlace, se sienta frente a su máquina de escribir para intentar hacerlo por sí mismo, es incapaz de pasar del título. Nunca lo vemos sentir culpa o vergüenza por tomar sobre sí el honor por el trabajo de otros, mucho menos que lo halaguen, lo lleven sobre los hombres o recibir el dinero. Sobre todo con sus primeros dos escritores fantasmas es indolente y altanero, porque para él son ellos quienes reciben un favor de su parte, no al revés. Si los hombres le recriminan la falta de pago, los llama desagradecidos y alega que gracias a él están donde están.

¿Cuando surgen los problemas? Pues cuando él, desesperado porque sus trabajadores no quieren cumplir con su deber, le dice a su esposa, Colette, que escriba. Al parecer hasta ese momento ella nunca había intentado escribir, pero Willy afirma que tiene talento, quizás basado en las correcciones que Colette le hace a sus cartas. Le sugiere que utilice sus propias experiencias vividas en su pueblo natal durante la infancia y la adolescencia. Así es como Colette escribe su primera novela, titulada Claudine, la cual muestra muy nerviosa a su esposo porque "la escribió para él". La reacción de Willy es más bien tibia, porque aunque el libro a su juicio posee bastante calidad literaria, adolece de falta de dramatismo, de escándalo, de sensualidad. Así que Colette, herida en su exiguo ego de autora, no vuelve a escribir y el manuscrito queda relegado a un cajón del escritorio de su marido. Tiempo después, Willy encuentra las libretas y decide, por fin, publicarlo, no sin antes ayudar a Colette con la corrección. 

El libro es, por su puesto, publicado con el nombre de Willy y se transforma en un éxito editorial. Es leído principalmente por las jóvenes, quienes se sienten inspiradas por la protagonista. Willy, no contento con el éxito y las ganancias obtenidas hasta el momento, accede a la realización de una obra de teatro y es ahí cuando la influencia de Claudine explota. La gente no solo lee los libros y va al teatro a ver la obra, sino que utilizan productos con su nombre y las jóvenes (y no tan jóvenes también) se visten y se cortan el pelo como ella. Claudine, en definitiva, se transforma en una estética y un estereotipo de lo que puede ser una joven francesa de principios de siglo. 

Pero, ¿qué pasa con su autora y con el hombre que firmó el libro con su nombre? Pues ahí las cosas no son del todo felices, porque entre ambos comienzan a surgir problemas que va socavando la relación de manera más profunda que las infidelidades de Willy. Por un lado es porque este quiere más libros sobre Claudine, porque quiere más dinero y fama gracias al personaje. Colette, en cambio, no quiere y así se lo dice a Willy, quien lo soluciona encerrándola en una habitación para que se ponga a escribir. Esa escena, con Willy cerrando la puerta con llave mientras Coletta la golpea y grita debido a la impotencia, me pareció una de las más brutales de la película. Para alguien a quién le gusta escribir no es extraño encerrarse en un lugar y no ver la luz del día, pero que lo haga otro sin tu consentimiento, transforma al acto de escribir en algo cercano a la esclavitud. A Colette no solo la obligan a escribir, sino que la obligan a escribir algo que no quiere escribir, que no la llena. Y lo hace, produciendo otro libro de Claudine, obra a la que ella siempre se sentirá apegada a pesar de que supone un inicio bastante traumático para su carrera. 

Con los años, Colette se va liberando de la influencia de Willy en muchos niveles: sexual, social y, también, literario. Llega un punto en que le dice que firmen los dos el futuro libro de Claudine, a lo cual Willy se niega. Pero hay algo que ya ha surgido en Colette y es el sentido de la autoría, de pertenencia de una historia que uno ha investido, escrito, pulido, amado y odiado. Para Willy la autoría significa un nombre en la portada, pero para Colette, la verdadera autora, significa mucho más. Pero, ¿qué significa? 

Siento que lo mejor de esta película es que el problema se puede mirar desde distintas perspectivas. Incluso Willy puede asemejarse a alguien que conozcamos en la realidad o, para qué ir más lejos, a nosotros mismos. Una de las escenas que más me gustaron es una en que Willy, tras una pelea con Colette por los derechos de Claudine (derechos que él vendió sin siquiera decirle), revisa el manuscrito del primer libro, el que él mismo ayudó a corregir. Las libretas están llenas de la letra de Colette pero de vez en cuando, al costado, se percibe la letra de Willy en forma de acotaciones. Él murmura, despechado, y gracias a eso nos damos cuenta que se considera tan autor del libro como Colette y que para él esas acotaciones son la prueba de que así es. Porque, cuando ayudamos a alguien a escribir un libro o alguien nos ayuda a nosotros, nos movemos muy cerca del papel de autor, ¿o no? A veces nos implicamos tanto en las obras que otros están escribiendo o dejamos que alguien se implique tanto en las nuestras, que el límite se difumina. Los libros están poblados de ideas que otros le dieron al escritor, ya sean esposos o esposas, amigos, editores, gente cercana en general. Más allá del nombre que salga en la portada, la autoría es algo que puede ser compartida. ¿O no?

Ahí está uno de los problemáticas presentadas en la película para mí. Porque el hecho de que Willy firme libros ajenos con su nombre es algo que es fácilmente repudiable. A pesar un método más común de lo que creemos (sobre todo en las biografías de famosos), es algo que cualquiera criticaría, al menos de la boca para fuera. Lo cierto es que gracias a internet estamos usando todo el tiempo el trabajo de otros para nuestros intereses sin dar ningún tipo de crédito por ello, no importa si son memes, vídeos, fotos o música. Yo misma uso como foto de perfil en Wattpad una ilustración sin indicar en ninguna parte que pertenece a otra persona (Ana Godis, por si acaso. Búsquenla, es genial). No he dicho que es mía, pero tampoco había dicho lo contrario, así que alguien podría confundirse. En Wattpad hay cada vez más casos de plagio más o menos descarado y no, no hay que ser un autor con miles o millones de lecturas para que te pase. Pero todos esos siguen siendo casos flagrantes, independientemente de si son hechos con buena o mala intención o si implican un delito. Me interesa más lo otro, el juego de límites que se dan en torno a un libro que escrito por una persona, pero que también posee cosas, grandes y notorias o pequeñas y difíciles de identificar aportadas por un tercero. 

Yo he escrito codo a codo historias con otras personas. Han sido historias en conjunto propiamente tal, así como también las mías o las de ellos. Es común que cuando tienes amigos que escriben como tú, surjan momentos en que pides o te piden ayuda. A veces son para detalles, para salir de un bloqueo o incluso en muchas ocasiones solo necesitas a alguien que te escuche para poder verbalizar esas ideas que no cuajan del todo. Otras, sin embargo, esto se transforma en una simbiosis tan profunda que uno no sabe hasta dónde es tu libro o es ya un libro de ambos. Esto no tiene por qué ser malo. Ya verá cada quien si le funciona o no. Pero sí es evidente que esto puede derivar en momento incómodos para una y otra parte. Por ejemplo, hay escritores que no pueden escribir solos y piden ayuda para todo, desde nudos argumentales hasta el nombre del protagonista. Cuando veo ese último tipo de post en Wattpad Latino, lo reconozco, se me mueren cien neuronas. Es que no concibo que alguien que ha inventado una historia no sepa cómo llamar al personaje principal. Pero eso es cosa mía, claro. En el otro bando, hay amigos o lectores beta en general que se implican demasiado y se vuelven mandones. Por ejemplo quieren que escribas rápido o que simplemente escribas cuando no tienes ganas de hacerlo y, aunque no lleguen a encerrarte en una habitación para que lo hagas, insisten tanto que uno puede sentir la misma impotencia que Colette. O quieres que escribas ciertas cosas o que trates la historia de cierta forma. Y finalmente, habrán algunos que siempre estén sacando en cara la ayuda que te prestaron para que tu libro viera la luz. No me digan que nunca lo han escuchado antes... Es muy común; probablemente es algo que ustedes han vivido como autor o han hecho como lector beta, aunque no se dieran cuenta. Yo lo he vivido desde las dos partes de la cancha. 

Llegó un punto en mi "carrera" en que me desprendí de los terceros en el proceso de creación de mis libros. Empecé poco a poco, primero tomando conciencia de lo que implicaba pedir ayuda a otros y que otros me pidieran ayuda a mí. Me di cuenta que no me gustaba que me dijeran que NO hiciera tal o cual cosa en mis libros, ya fuera un lector o un amigo. Aprendí que una cosa es sentirse influencia y otra muy distinta es no saber dónde terminas tú y empieza el otro. Aprendí que si alguien me pide que lea su libro y le de mi opinión, el hecho de que lo hagan no quiere decir que mi opinión será ley y que deberán seguir mis consejos al pie de la letra. En definitiva, aprendí a establecer mis propios límites y respetar los límites de los demás. 

Cuando tracé mis límites, dejé de pedir ayuda y con esto no quiere decir que crea que mi método es el correcto. Así es como me funciona a mí. Trato de escribir lo que yo misma haya trazado, tenga más o menos errores, sabiendo que si me equivoco puedo rectificar y que es parte del proceso. Si después recibo un consejo que me agrada y me llena y que sobre todo aporta a la historia, lo voy a tomar, pero ya no necesito andar de la mano de alguien para hacerlo o por un camino que otro ya trazó por mí. ¿Y saben? Desde que lo hago así me siento más libre que antes. Ya no pienso en lo que x persona pensará de lo que escribo, sino que pienso en lo que piensa Aileen y lo que es mejor para la historia (bueno, igual a veces me imagino a Stephen King leyendo mis libros y opinando al respecto xD). 

Cada uno de ustedes debe encontrar sus límites de autoría y saber por qué se siente los autores de una historia. Es por el trabajo, por la idea, por el nombre en la portada. Prefieren que esta sea suya y solo suya o les gusta compartirla con alguien más. Todos sabemos lo que es el plagio, pero muchas veces no sabemos por qué una historia es nuestra. Para Willy bastaba con su firma, pero también bastaba con ayudar al autor con unas cuantas acotaciones o consejos para poder decir sin escrúpulos: "esto es tan mío como de ella". Para Colette, la autoría era semejanza e identificación, era saber que en el centro de Claudine estaba ella misma, que las vivencias de su protagonista, sus opiniones y deseos, eran los de ella. Y lo creía hasta tal punto que se fundió con ella, que cuando vendieron los derechos sintió que era ella a la que estaban vendiendo, que fue gracias a Claudine que encontró su libertad. 

¿Dónde está la autoría para ustedes? 

¿Qué biopic sobre escritores les gusta? 

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