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Su cuerpo es de otros

La música en el club nocturno era muy alta. Tuviste que alzar la voz en todo momento.

Tus tres amigos te escuchaban atentamente.

—Eso es todo—dijiste tras un suspiro.

Tenías las piernas cruzadas. Las luces del lugar daban un brillo neón a los tacones blancos que traías puestos. Natasha, Alisa y Nicholai se te quedaron viendo sin añadir ni un solo comentario. Nicholai dio un sorbo a su cerveza y se enjugó los labios con el dorso de la mano.

—Me alegro mucho por ti—dijo.

—Yo también, espero podamos conocerla pronto—agregó Alisa.

Los tres empezaron a hablar sin parar, entusiasmados. Sus voces se mezclaban y tú sonreías.

—¡Nuestro Leo por fin tiene una novia!—exclamó Natasha, rodeando tus hombros con su brazo.

Habían pasado cuatro días desde que formalizaste tu relación con Yulia y te costó bastante trabajo guardar el secreto hasta que te reuniste con tus amigos. Pudiste haberles dicho por mensaje de texto, pero esto era algo que solo podían saber en persona.

—Voy a traerla en la siguiente ocasión que salgamos—dijiste, dejándote contagiar por su entusiasmo.

¡Amabas de nuevo! Eso era algo digno de celebrarse.

—¿Y dónde la conociste? ¿Es modelo también?—preguntó Natasha.

—No, pero lo parece. Es fotógrafa de Zhelayu Magazine.

Con cerveza en mano, relatas a detalle cómo se conocieron. Conectaron al instante, como si estuvieran predestinados. Alisa y Natasha bebieron tus palabras con el mismo gusto que sus respectivas bebidas, mientras que Nicholai te interumpía de vez en cuando para comentar lo genial que era tu situación.

—A mí solo me cortejan fotógrafas de más de cuarenta o señores afeminados—dijo tras un suspiro—. Necesito un photoshoot para Zhelayu a como dé lugar.

Natasha y Alisa rieron.

—No creo que haya más chicas como Yulia ahí—dijo la última—. A como la describe Leo me parece una chica muy única.

Nicholai giró los ojos.

—Dejen a este pobre hombre soñar.

Volviste a casa un par de horas después con la cabeza dándote vueltas pero bastante energía. Por lo regular ibas directo a la cama sin siquiera cambiarte de ropa, pero esta vez ibas a ducharte para luego leer un poco. Sentado en el comedor junto a la cocina, te dispusiste a revisar tus mensajes de texto. Había uno de Polina pidiéndote que la llamaras en cuanto volvieras a casa.

La llamaste en seguida.

—¡Leo! Hola, querido, ¿cómo te la pasaste?

—Muy bien. Bailé casi toda la noche y les hablé a mis amigos de Yulia. Están muy emocionados por conocerla.

—¿En serio? Me...me alegro mucho.

Ibas a preguntarle cómo estuvo su día, pero el tono de su contestación te preocupó. Apenas conoció a Yulia hace tres días, y aunque era buena disimulando cuando alguien no le agradaba, tú la conocías perfectamente. La chica le disgustaba mucho por algún motivo que desconocías, pero eso no te importaba mientras no te dijera nada. O eso querías creer.

—Mamá, ¿por qué no te cae bien Yulia?—le preguntaste de una vez por todas.

—¿Qué?

—Vi cómo la miraste cuando la invité a cenar a tu casa. ¿Qué hizo mal?

—No hizo nada mal. Es solo que estoy preocupada, creo que cualquier madre en mi lugar lo estaría.

Estabas molesto, pero mantuviste un tono de voz tranquilo.

—No tienes porqué sentirte así.

—Ella no es como tú. Se nota que no lo es.

—¿De qué estás hablando?

—Ella...—Polina guardó silencio un momento—. Ella tarde o temprano va a necesitar acostarse con alguien.

—Eso lo sé.

—¿Y no te importa? Sé que te gusta mucho, pero lo mejor sería buscar a una chica que sea como tú en todos los sentidos, Yulia podría...¡podría hacerte daño!

—No lo hará. Tenemos un acuerdo.

Eso era algo que no deseabas hablar con ella, pero era necesario.

—¿Qué?

—Yulia es libre de buscar en alguien más lo que yo no puedo darle, pero su corazón...

—Leo...

—Su corazón es mío, mamá, de eso no tengo duda. Me lo demuestra siempre.

—¿En serio no te importa?

Sonreíste.

—No.

Hubo un breve silencio.

—Espero no te arrepientas de esto en el futuro, Leo.


Noches elementales

Yulia gozaba la música como si fuera la única en todo el lugar. Habías asistido a festivales de música antes con tus amigos y con Lena, pero en ninguno la pasaste tan bien como ese. La chica alzaba los brazos y cantaba a la par de la canción sin cansarse. Esa noche cumplían un año de salir juntos y aún no te acostumbrabas a su energía.

Es tan bella, pensaste mientras la veías de soslayo.

Aspiraste su aroma a jazmín mezclado con sudor y cerveza. Era muy intenso.

—¿Te gusta?—te preguntó casi gritando. Asentiste con entusiasmo.

Yulia sonrió con dulzura y besó tus labios. Fue un beso breve y casto. No pegó su cuerpo al tuyo, no intentó seducirte y, al separarse, no te miró con lascivia. Nunca te pedía más de lo que podías darle, te respetaba y aceptaba tal y como eras. Seguías sin creerlo.

Es maravillosa. Y es real. Y me ama.

Tomaste su mano y te dejaste llevar por la atronadora música electrónica, deseando para tus adentros más noches como aquella.


Uno más del grupo

Román palmea tu hombro con afecto.

—Un fin de semana más y te no vas—dice con tristeza—. Se te echará de menos, güero.

Bajas la mirada a las conchas en tu plato.

—No me iré—contestas, y las miradas de todos los Noas en la mesa se clavan en ti.

—¿Qué dijiste?—cuestiona Junsu con la pajilla de su bebida entre los labios.

—Lo más probable es que me quede aquí—contestas con una leve sonrisa, para luego mirar a Natalio—. ¿Recuerda nuestra primera conversación?

El mencionado asiente mientras mastica un gran trozo de magdalena. Tiene los ojos muy abiertos. No lo puede creer.

—Sí, y cumpliré mi palabra, Leo, pero, ¿estás seguro? Ya nada volverá a ser igual una vez aceptes el trabajo de forma permanente. ¿Ya no te importa tu carrera de modelo?

Niegas con la cabeza tratando de no mostrarte irritado. Quisieras que nadie cuestionara tus decisiones, que solo se limitaran a asentir. Esta es tu vida, y eres muy consciente de lo que quieres hacer con ella.

Lo dice porque se preocupa por mí, piensas, suavizando tu expresión. Apuesto a que si todos mis amigos supieran esto me dirían exactamente lo mismo.

—Estoy cansado de Moscú y de mi carrera. Quiero paz y calor. No creo arrepentirme—dices, firme, para luego mirar a Junsu—. ¿Estás arrepentido de abandonar tu país?

—Ni un poco—contesta—. Te entiendo, Leonid. Tuviste mucho tiempo para pensarlo y consideras que Perlas es el mejor lugar para ti ahora.

Asientes, Él te comprende mejor que nadie en esta mesa, incluso más de lo que cree.

Yo también me quedaré por amor, Junsu.

Román esboza una gran sonrisa.

—¡Entonces ya eres un Noaventurero permanente!—dice, levantando su concha como si fuera una copa de vino—. Qué bien. No eres un sujeto pesado, Leo, me agrada un poco de tranquilidad en mi círculo de amigos para variar.

—El pesado del grupo eres tú, cabrón—ríe Natalio.

Miras de reojo a Taissa, quien contempla las mesas vacías en la terraza con aire aburrido. La estás pasando bien con los Noas, pero desearías mil veces más estar con ella.

Junsu se dispone a contar anécdotas divertidas de clientes extranjeros en su café, y no se detiene hasta que aparece Julieta:

—¿Quién de aquí pidió más tocino?—pregunta, sosteniendo una charola con las yemas de sus dedos.

—Yo—contesta Román, y le da las gracias cuando la chica le sirve.

—¿Listos para el viernes?—pregunta ella.

—¿Qué con el viernes?—contesta Junsu, ladeando la cabeza. Julieta frunce el ceño.

—¡Es cumpleaños del tío Chilo!

—Ahh, cierto, cómo olvidarlo.

Julieta sonríe.

—Tú también deberías venir, Leo. Nos divertimos y comemos mariscos hasta reventar.

—Y yo pongo buenos cumbiones—agrega Román.

—¿Cumbiones?—dices.

—Cumbia. Es un género de música, a Chilo le gusta.

Miras al mencionado, el cual se encuentra a tres mesas dándoles la espalda.

—¿Música...? Pero él...

—Le gusta ver cómo la bailamos—aclara Julieta—. Sé que es muy serio la mayoría del tiempo, pero en su cumpleaños es muy alegre, ya lo verás.

Sonríes, agradecido por la invitación. Será una buena oportunidad para hacerte amigo de más lugareños y estrechar tu lazo con los Noaventureros.


Cada día de tu vida

Despiertas en una habitación pequeña e impersonal. No estás en el Hotel Monarca.

Tras un bostezo, te levantas de la cama y te pones una bata de seda. Hace mucho calor aquí. Miras por la ventana: el cielo es de un rosa muy pálido y tiene ápices de naranja. El mar es tan claro que vislumbras algunos peces a pesar de la distancia. Contienes un suspiro enamorado.

Mis sueños son cada vez más vivos.

Estás en un tercer piso. Sientes el impulso de irte al balcón y saltar hacia el océano, pero te contienes. Bajas rápidamente las escaleras hasta el primer piso y abandonas la casa gris para ir a la orilla del mar. Te arrodillas y el frío del agua te acaricia. Una vez acostumbrado, te pones de pie y avanzas un poco más.

La bella cola de Taissa emerge desde lejos. Ves gran parte de la aleta antes de que vuelva a desaparecer en un parpadeo. La sirena nada hacía ti a gran velocidad, abres los brazos para recibirla. Una vez frente a ti, Taissa pega su cuerpo al tuyo y te abraza. El agua le llega a la barbilla, y cuando se separan miras su cabello flotando a los lados como si se tratara de algas.

Así podría ser cada día de mí vida, piensas. No me importaría vivir en cualquier lugar.

Contemplas el océano infinito detrás de Taissa una vez más.

El mar es el hogar de Taissa. Y Taissa es mi hogar.


Alexei

Te fuiste directo a casa de Yulia una vez terminó el photoshoot de aquella ocasión. Ni siquiera te molestaste en quitarte el maquillaje. No habías visto a tu novia en toda la semana a causa de tu trabajo, y ahora por fin tenías una noche libre. En tres días cumplirían su cuarto aniversario y ya lo habías planeado todo; primero la llevarías de compras al GUM, después irían al pequeño estudio de Natasha para que les tomara fotos juntos y en la noche irían a cenar sushi en un bar lounge que te recomendó Manya.

Le va a fascinar, pensaste mientras subías las escaleras a su apartamento. Ya en la puerta, tocaste el timbre imaginando su expresión divertida cuando te viera con un maquillaje más extravagante de lo habitual. Escuchaste pasos y, una vez se abrió la puerta, unos grandes ojos castaños se clavaron en los tuyos.

¿Alexei?

Sí, sin duda era él. Yulia te había dado pocos detalles sobre Alexei, y uno de ellos era su mirada expresiva. Ella se limitaba a darte los nombres y algunos datos de los hombres con los que salía, pero esta era la primera vez que tenías a uno de ellos frente a frente. Y no uno cualquiera, sino el favorito de Yulia.

No sentías ni un poco de celos, pero tal vez él sí.

—¿Alexei?—preguntaste, esbozando una leve sonrisa.

Él asintió notablemente incómodo. Yulia apareció a su lado al poco rato.

—Oh, Leo. Creí que estarías ocupado hasta muy tarde—dijo.

—La sesión terminó más temprano de lo esperado así que pensé en venir a verte pero...umm...si quieres puedo volver mañana.

—No, quédate. De todos modos Alexei ya se iba, ¿no es cierto?—se dirigió al chico—. Gracias por venir hoy.

Él volvió a asentir. Ya no lucía incómodo, más bien preocupado. ¿Habrán discutido?

—Iré por mis cosas—respondió Alexei.

Un minuto después Yulia y tú se quedaron completamente solos. La chica preparó té Chai y bebieron juntos en la mesita de café junto al televisor. Ella evitaba verte a los ojos, ¿qué había pasado? Solían contarse todo.

Yulia te preguntó por el trabajo de hoy y te explayaste para ahogar el silencio. Morías por preguntarle si Alexei le hizo algo, mas no querías verte brusco o posesivo. Además ella te amaba demasiado, estabas seguro de que pronto te daría hasta el más mínimo detalle de su problema.

—Estos dos corazones de aquí no estaban planeados—dijiste, sonriente, señalando los corazones de diamantes falsos en tus mejillas—. Se le ocurrió a la maquillista a último minuto. El fotógrafo estaba encantado...

Tu rostro se ensombreció. A cada minuto que pasaba te era más complicado fingir que estabas bien. Yulia parpadeaba varias veces como si estuviera conteniendo el llanto.

—¿Yulia? ¿Estás...estás bien?

La chica bajó la mirada.

—Iba a visitarte mañana...—murmuró—. Quería que habláramos.

Dejaste la taza vacía en la mesita.

—Podemos hacerlo ahora.

Yulia no se contuvo más. La observaste llorar. Su cuerpo temblaba.

—Esto no es fácil para mí, llevo pensándolo mucho tiempo...—te pusiste de pie para acercarte—. No. Quédate ahí por favor.

Asentiste, comprensivo. Yulia se abrazó a sí misma y te miró a los ojos.

—Te lo diré una vez. No quiero repetirlo—dijo—. Quiero que lo dejemos. Ya no te amo.

Te estremeciste. ¿Qué había dicho?

—Yulia...

—Ya no te amo, Leo.

—Pero, ¿por qué?

Abriste los ojos a toda su expresión, perplejo. La última vez que se vieron todo estaba bien entre los dos.

—Me duele mucho hacerte esto, pero es lo mejor. Eres una persona muy valiosa y no quiero que pierdas tu tiempo conmigo.

Tus lágrimas corrieron delineado de tus ojos y mojaron los diamantes de corazón.

—Yulia, quiero entenderte pero no puedo. ¿Qué fue lo que hice mal? Hay que hablar.

Te esforzaste en mantener la compostura, pero ya era demasiado tarde.

—No hay mucho qué decir. Es que yo...yo...—lamió su labio inferior—. Me enamoré de Alexei. Y él de mí. Y queremos estar juntos.

—Me dijiste que lo suyo solo era algo carnal, ¡todo tu amor es mío! ¡Yo creí en ti!

—Y así lo fue por mucho tiempo, en serio. Yo no esperé enamorarme de Alexei, simplemente pasó.

Sonríes entre tus lágrimas.

—Es que con él lo tienes todo, ¿verdad?

—Leo...

Te enjugaste una mejilla. Tus dedos se mancharon.

—No estoy molesto contigo, Yulia. Gracias por ser tan honesta conmigo. Lloro porque no creí que esto fuera a pasar. Debí mentalizarme para lo peor. ¿En serio pensé que podía competir con los hombres normales? Qué iluso...

—Leo, eres un hombre normal.

—No lo soy y ambos lo sabemos. Eso es un hecho y no importa cuánta terapia tome. Pertenezco a una minoría. No soy normal.

—Leonid...

—Te amo demasiado, Yulia—aferraste una mano a tu pecho—. Creí que tendríamos un futuro.

Después de todo lo que ocurrió con Lena creíste que ya nada podía lastimarte con la misma intensidad. Estabas seguro de que las demás heridas a lo largo de tu vida solo serían un eco de la que Lena dejó en ti.

Pensé que mi corazón no podía romperse dos veces.

Pero en ese momento, frente a Yulia, se destrozó en mil pedazos.

Madre me lo advirtió, pensaste. Y tuvo razón, ¿por qué no la escuché en su momento?

Miraste a Yulia a los ojos. Los ojos más bonitos que habías visto entonces. Volviste a sonreir.

Por ti.

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